Hasta el próximo mes de enero estará abierta en las salas bajas del palacio del Infantado la exposición “Guadalajara pintoresca” en la que el Patronato Municipal de Cultura ha querido plasmar la visión de la ciudad a través de los ojos y las pinturas de los dibujantes románticos de la primera mitad del siglo XIX. Es una opción a tener en cuenta en el panorama cultural de este otoño.
Dice Pedro J. Pradillo y Esteban en su introducción que en 1840 Guadalajara se posicionó como un “destino turístico cultural”, pues llegaron algunos dibujantes a retratarla, y muchos viajeros, incluso europeos, a visitarla, buscando ese halo de romanticismo y rebeldía que los españoles habían dejado tras su enfrentamiento al ejército de Napoleón en la Guerra dela Independencia. Entonces nacerían los “bizcochos borrachos” como elemento efímero para llevar de recuerdo.
En la exposición que nos propone el Patronato Municipal de Cultura, y que hasta los primeros días del próximo enero se puede admirar en las salas bajas del palacio del Infantado, aparecen muchos dibujos, acuarelas, pinturas y grabados que los artistas decimonónicos hicieron teniendo a la ciudad de Guadalajara como modelo. Es lógico pensar que aparezcan en esos grabados multitud de detalles que ya no existen: distribución del urbanismo, edificios religiosos y civiles, tipos y fuentes, cuestas y orillas… ese romanticismo que baña a lo ausente, a lo perdido, a lo que no podremos recuperar nunca, es lo que tiñe de belleza a estas estampas, y esta exposición nos da de obsequio.
Viejas estampas
Aunque el protagonista de la muestra es Genaro Pérez Villaamil, muchos otros artistas participan. Veremos aquí dibujos de Carderera, de Salcedo, de Parcerisa y fotografías de Clifford o retratos de la reina liberal, Isabel II de Borbón, más políticos de entonces, y algunas imágenes de gentes que desde el más allá nos miran extasiadas. Ante la emoción de recoger tantas imágenes, Pradillo como comisario de la exposición y autor de los textos del catálogo nos propone reunir en una exposición [próxima] los dibujos de tantos ilustradores de relieve, entre ellos a Bienvenido Villaverde, José María López-Merlo, Felipe Verdugo, Pascó y Oms, más Obiols, Junghändel y el gran Prentyce, con las láminas que Salcedo construyó para “La Ilustración Españolay Americana” en 1877. Magnífica idea, sin duda, que apoyaría aún más al parto de ese “Museo de la ciudad” que nunca llega, a pesar de mil promesas. Guadalajara tiene material para construir un grande y entretenido Museo en el que se cuente la historia que entre todos hemos construido. Un compromiso que debería estar ya cumplido.
Aparte del comentario a la más antigua estampa que se fecha (para la época romántica, por supuesto) en el primer tercio del siglo XIX, enseguida pasamos a ver las cosas que centran la exposición. Esaantigua estampa es una visión exagerada y emocionante de la Ermita de Nuestra Señora de Afuera (situada donde estuvieron varios siglos los cistercienses) al otro lado del río Henares, muy en extramuros. Son las “ruines d’une Chapelle Dans les environs de Guadalaxara” yla dibujó Louis Albert Guisain, grabada por el litógrafo Engelmann. Pero lo que nos atrae de inmediato son los apuntes someros de Pérez Villaamil sobre la ciudad que visita, en unos pocos días, allá por 1837.
Primero es la orilla del río, las terreras del Henares vistas desde el puente, y en las que se denota que el río es allí, y entonces, más ancho y limpio. Después se le dejó que sus orillas desaparecieran entre arboledas, y hoy la ciudad sigue ignorando a su río, entre otras cosas porque apenas se le ve, guardado en el cofre de los álamos de la orilla.
Sorprendente es la vista de la ciudad desde el camino del Cementerio, desde San Antón, donde hoy están las “Casas del Rey” que llaman. Desde allí sobresalía la iglesia de Santo Tomé (ahora santuario de la patrona, la Virgen de la Antigua) casi con aspecto de fortaleza sobre el arroyo de San Antonio, que lamía el amurallamiento medieval que por allí había.
Es magnífica la vista del edificio del Peso de la Harina y la un poco más lejana puerta de Madrid, desde una ancha plazuela que había más abajo o delante de la Fábrica de Paños, hoy plaza de los Caídos. Se ve muy bien en el apunte el edificio del Peso, que se erigió sobre una de las torres del antiguo alcázar. En el conjunto urbano que entonces era muy animado, porque estaba a la entrada de la población, destacaban la Posada de las Jerónimas (cuyo edificio quedaba enfrente, hoy es la iglesia de los Remedios y Escuela Universitaria de Magisterio) que luego pasó a llamarse “Parador de Trillo” porque era donde, desde 1845, paraban las diligencias que traían y llevaban turistas a los Baños de Carlos III en Trillo. (más…)