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noviembre, 2012:

La Guadalajara romántica de Pérez Villaamil

Hasta el próximo mes de enero estará abierta en las salas bajas del palacio del Infantado la exposición “Guadalajara pintoresca” en la que el Patronato Municipal de Cultura ha querido plasmar la visión de la ciudad a través de los ojos y las pinturas de los dibujantes románticos de la primera mitad del siglo XIX. Es una opción a tener en cuenta en el panorama cultural de este otoño.

Dice Pedro J. Pradillo y Esteban en su introducción que en 1840 Guadalajara se posicionó como un “destino turístico cultural”, pues llegaron algunos dibujantes a retratarla, y muchos viajeros, incluso europeos, a visitarla, buscando ese halo de romanticismo y rebeldía que los españoles habían dejado tras su enfrentamiento al ejército de Napoleón en la Guerra dela Independencia. Entonces nacerían los “bizcochos borrachos” como elemento efímero para llevar de recuerdo.

En la exposición que nos propone el Patronato Municipal de Cultura, y que hasta los primeros días del próximo enero se puede admirar en las salas bajas del palacio del Infantado, aparecen muchos dibujos, acuarelas, pinturas y grabados que los artistas decimonónicos hicieron teniendo a la ciudad de Guadalajara como modelo. Es lógico pensar que aparezcan en esos grabados multitud de detalles que ya no existen: distribución del urbanismo, edificios religiosos y civiles, tipos y fuentes, cuestas y orillas… ese romanticismo que baña a lo ausente, a lo perdido, a lo que no podremos recuperar nunca, es lo que tiñe de belleza a estas estampas, y esta exposición nos da de obsequio.

Viejas estampas

Aunque el protagonista de la muestra es Genaro Pérez Villaamil, muchos otros artistas participan. Veremos aquí dibujos de Carderera, de Salcedo, de Parcerisa y fotografías de Clifford o retratos de la reina liberal, Isabel II de Borbón, más políticos de entonces, y algunas imágenes de gentes que desde el más allá nos miran extasiadas. Ante la emoción de recoger tantas imágenes, Pradillo como comisario de la exposición y autor de los textos del catálogo nos propone reunir en una exposición [próxima] los dibujos de tantos ilustradores de relieve, entre ellos a Bienvenido Villaverde, José María López-Merlo, Felipe Verdugo, Pascó y Oms, más Obiols, Junghändel y el gran Prentyce, con las láminas que Salcedo construyó para “La Ilustración Españolay Americana” en 1877. Magnífica idea, sin duda, que apoyaría aún más al parto de ese “Museo de la ciudad” que nunca llega, a pesar de mil promesas. Guadalajara tiene material para construir un grande y entretenido Museo en el que se cuente la historia que entre todos hemos construido. Un compromiso que debería estar ya cumplido.

Aparte del comentario a la más antigua estampa que se fecha (para la época romántica, por supuesto) en el primer tercio del siglo XIX, enseguida pasamos a ver las cosas que centran la exposición. Esaantigua estampa es una visión exagerada y emocionante de la Ermita de Nuestra Señora de Afuera (situada donde estuvieron varios siglos los cistercienses) al otro lado del río Henares, muy en extramuros. Son las “ruines d’une Chapelle Dans les environs de Guadalaxara” yla dibujó Louis Albert Guisain, grabada por el litógrafo Engelmann. Pero lo que nos atrae de inmediato son los apuntes someros de Pérez Villaamil sobre la ciudad que visita, en unos pocos días, allá por 1837.

Primero es la orilla del río, las terreras del Henares vistas desde el puente, y en las que se denota que el río es allí, y entonces, más ancho y limpio. Después se le dejó que sus orillas desaparecieran entre arboledas, y hoy la ciudad sigue ignorando a su río, entre otras cosas porque apenas se le ve, guardado en el cofre de los álamos de la orilla.

Sorprendente es la vista de la ciudad desde el camino del Cementerio, desde San Antón, donde hoy están las “Casas del Rey” que llaman. Desde allí sobresalía la iglesia de Santo Tomé (ahora santuario de la patrona, la Virgen de la Antigua) casi con aspecto de fortaleza sobre el arroyo de San Antonio, que lamía el amurallamiento medieval que por allí había.

Es magnífica la vista del edificio del Peso de la Harina y la un poco más lejana puerta de Madrid, desde una ancha plazuela que había más abajo o delante de la Fábrica de Paños, hoy plaza de los Caídos. Se ve muy bien en el apunte el edificio del Peso, que se erigió sobre una de las torres del antiguo alcázar. En el conjunto urbano que entonces era muy animado, porque estaba a la entrada de la población, destacaban la Posada de las Jerónimas (cuyo edificio quedaba enfrente, hoy es la iglesia de los Remedios y Escuela Universitaria de Magisterio) que luego pasó a llamarse “Parador de Trillo” porque era donde, desde 1845, paraban las diligencias que traían y llevaban turistas a los Baños de Carlos III en Trillo. (más…)

Yebes y su asteroide

Mañana, 17 de Noviembre, hará exactamente 30 años del descubrimiento del Asteroide Yebes, un cuerpo celeste que fue descubierto desde los telescopios del Observatorio Astronómico Nacional, en nuestro alcarreño entorno, en la altura limpia y transparente de Yebes, precisamente.

Con ese motivo, y con el de ir avanzando en el conocimiento de los pueblos de la Alcarria, y más concretamente en este que tan cerca tenemos, y tan pleno de vida se encuentra, el dia 21 de Noviembre va a presentarse un libro que ofrece la historia completa de este municipio, sacando a luz personajes y grupos de un interés destacado y hasta ahora desconocidos, así como la evolución de lugares emblemáticos, como Alcohete y Valdeluz, que han sido de un modo u otro motores del desarrollo en nuestro entorno.

En Yebes se conjugan varias circunstancias para hacer de esa villa un enclave sorpresa: de una parte, su situación en plena Alcarria, en ese territorio medio llanura medio barranco, que le confiere las características inconfundibles de esta comarca. De otra, la historia mínima en la que aparecen como brillantes sorpresas datos relativos a su señorío por banqueros genoveses, la jurisdicción sobre un terreno (el coto de Alcohete) en el que hubo antiguamente dos pueblos; de otra aún, la presencia junto al caserío del Observatorio Astronómico Nacional, que allí se instaló precisamente por la limpieza de su aire en las noches claras. Y aún finalmente la circunstancia de haber sido uno de los municipios que más han crecido, en construcciones y en habitantes, durante estos últimos años, por la presencia en su término de una de las poquísimas estaciones de A.V.E. que existen en España (la única en nuestra provincia) y que le sitúa en al punta de las comunicaciones modernas.

Historia antigua

Yebes existe desde la remota prehistoria. Se han  encontrado huellas de pueblos primitivos en un cerro que otea los valles de los arroyos que caminan desde el altiplano alcarreño hacia el valle del Tajuña. En el yacimiento “El Castillo”, un alto castro de más de 3.000 años de antigüedad, el arqueólogo Fernández-Galiano encontró en 1978 importantes restos ibéricos y monedas romanas, y por el término se han hallado luego otros dos espacios, el “Cerro de la Cabeza” y el “Cerro de las Tumbas” con restos de tipo altomedieval. (más…)

Ciencia antigua en la Universidad de Alcalá

Desde hace unos años, por una u otra causa, estamos asistiendo a las conmemoraciones del Quinto Centenario de algún hecho histórico relacionado con la Universidad de Alcalá: su fundación por el arzobispo toledano Francisco de Cisneros, la erección de sus edificios, la primera clase en ella impartida, la promulgación de sus constituciones, etc, etc.

Por todos es reconocido el hecho de que Alcalá, la Universidad cisneriana del valle del Henares, fue junto a Salamanca, Valladolid y Valencia, una de las llamadas Universidades Mayores de la España del siglo XVI, y un auténtico semillero de famosos maestros de la ciencia médica.

Ya el inolvidable don Luis Alonso Muñoyerro, obispo de Sigüenza y emérito alcarreño (trillano, por más señas) en 1943 dejó patente tal aserto, cuando vio publicado su extraordinario estudio titulado La Facultad de Medicina en la Universidad de Alcalá de Henares. Y otros estudios posteriores, especialmente de Casado Arbonies y Gil Blanco, han seguido profundizando en los avatares de profesores y estudiantes de aquella Facultad que tantas figuras de relieve dio a lo largo de los siglos.

En estos días en que, por los avatares del tiempo que pasa sin descanso, me tengo que retirar como profesor de esa Facultad de Medicina, en la que he impartido clases durante los 34 años que lleva viva la renacida Universidad de Alcalá, saco a luz a estas figuras que nos precedieron y marcaron el camino.

 Ilustres médicos alcarreños del Siglo de Oro

El interés que para los alcarreños puede concitar la memoria de aquellos nombres y aquellas aulas, es el de ver juntos, en piña unánime y brillante, a tantos alcarreños que destacaron en el arte médico de esa época. No pretendo aquí otra novedad que recordar algunos nombres que, surgidos de Guadalajara ciudad y de sus pueblos, elevaron la ciencia española con su dedicación y su inteligencia.

Durante los 132 años que estuvo abierta y funcionando la Facultad de Medicina complutense, desde el día de Santa Ana (26 de julio) de 1508, hasta el curso de 1640-41, alcanzaron en ella el título de Bachiller 1.524 individuos, y de ellos 261 culminaron su carrera con el título de doctor. Entre todos ellos, algunos destacaron como médicos prácticos en diversos lugares, cortes y cabildos. Otros, se dedicaron a la enseñanza en esta Universidad alcalaína, o en otras de Castilla. Y muchos de ellos escribieron libros que luego vieron publicados, en los que pusieron sus saberes, sus descubrimientos y aportaciones terapéuticas. Un crecimiento ininterrumpido de más de un siglo, que con toda justicia podemos llamar de oro, en esto de la Medicina. (más…)

Fuentelsaz en el confín

La casa grande de los Galvez en Fuentelsaz, en sus buenos tiempos.

La España profunda es la que se encuentra lejos, a muchos kilómetros de las grandes ciudades, en las que sirven de referencia las plazas iluminadas, los escaparates coloristas y las manifestaciones deportivas o festivas. La España profunda es casi toda la provincia de Guadalajara, y de ella el Señorío de Molina, y de él, Fuentelsaz, que está lejos, muy lejos, de todo. Allí, sin embargo, queda vida, porque la hubo, densa y fuerte, y esa es la materia que cabe recoger de una visita al pueblo, tras mirar despacio su iglesia, sus palacios, sus fuentes, sus callejas, y charlar con la gente y mirar los viejos libros, y los libros nuevos.

En Fuentelsaz hay muchas cosas que admirar y algunas más que recordar. Es mayoritario el patrimonio de raíz religiosa, la iglesia parroquial, las ermitas. Dentro de ellas los altares, con sus esculturas y pinturas, de gran relieve a pesar de su lejanía. Con sus campanas, sus clavos, sus custodias, sus víctores en las paredes, que recuerdan a personajes sabios, prudentes y generosos, que ya son solo memoria.

Los retablos de Fuentelsaz

De pocos conocido el patrimonio artístico de Fuentelsaz, como muchos otros del Señorío de Molina tuvo la suerte de que en la Guerra Civil nadie se dedicara a quemarle los retablos. De ahí que se ha mantenido el templo, y ahora lo vemos, como un auténtico museo del arte barroco, con raíces aragonesas por estilos y autores. Pero dentro de Castilla, como siempre han querido los molineses mantenerse.

El más espléndido de todos es sin duda el retablo mayor. Es obra del artista Miguel Herber, miembro de una familia de “hacedores de retablos”. Este lo construyó junto con Francisco Alambra, siendo ambos vecinos de Fuentes de Jiloca. Era el año 1730 cuando se acabó y se mostró con toda su brillantez.  Estructurado al modo clásico de “banco / alzado / remate”, está dedicado al titular de la parroquia, San Pedro en la Cátedra, esto es, la representación del primer apóstol y primer pontífice con hábito de tal y sentado en un gran trono de oro. Ocupa la talla de San Pedro el lugar central y preferente. A sus lados, dos santos franciscanos: San Francisco de Asís y San Diego de Alcalá, este con su atributo más conocido, un ramo de rosas exhibidas sobre el hábito recogido (un milagro que le hizo famoso, y que sucedió ¿en La Salceda? ¿en Alcalá de Henares?). También a sus lados, pero un poco más abajo, sobre hornacinas aparecen San Joaquín y Santa Ana, para los que se guardó mucha devoción en Fuentelsaz, de modo que en el anterior retablo, del siglo XVI, ya había otras tallas de esta pareja, que ahora se ven en las tablas del Sagrario de este altar. El remate de la caja del retablo es San Miguel (con ermita propia en el término) y rematando los estípites laterales dos pequeñas figuras, alegóricas, de la Justicia y la Prudencia, como virtudes cardinales. Lo más espléndido del conjunto, quizás, s on las dos columnas salomónicas rematadas en exuberantes capiteles. (más…)