Don Bernardo de Sigüenza, en Vísperas de Siempre

viernes, 7 enero 2011 1 Por Herrera Casado
En estos días en que comienza un nuevo año, el incansable Francisco Vaquerizo nos deleita con una nueva obra suya: una novela en esta ocasión, de las de acción y guerra; una novela histórica además, de las que ahora se llevan: “Vísperas de Siempre” es el relato de una vida conquistadora y estudiosa, la sazón en que se mueve y prospera don Bernardo de Agen, un monje aquitano que vino a Castilla llamado por su tío  y acabó siendo Obispo –el primero- de Sigüenza, conquistador de tierras y amigo de sus amigos. 

Sepulcro de don Bernardo de Agen, primer obispo y conquistador de Sigüenza, en la girola de la catedral seguntina.

 

 Memoria de Bernardo de Agen  

 Sobre este clérigo de origen francés, pero desde su juventud incardinado en Castilla, donde labró su vida y su memoria,  podemos recordar ahora cómo fue traído a España por el también aquitano Bernard de Sédirac, arzobispo de Toledo a comienzos del siglo XII, junto a los que luego fueron obispo de Segovia (tío de don Bernardo) y de Palencia (hermano de don Bernardo). Nada más llegar accedió al puesto de canónigo de la Catedral de Toledo. Esta imagen de colocar a todos los sobrinos en puestos importantes, aunque lo hiciera en la Edad Media el arzobispo de Toledo, se llamaba entonces “nepotismo” y es algo que ha seguido funcionando hasta el día de hoy. No me voy a entretener en poner ejemplos…  

Es nombrado obispo “in Barbariae Pars” en 1121 concediéndosele la silla de la ciudad de Sigüenza, de la que –vaya mala suerte- eran señores temporales los árabes de Al-Andalus. La reina doña Urraca es quien le hace esta gracia a don Bernardo, encomendándole de paso que se encargue de conquistar la ciudad y el entorno en el que puede organizar una diócesis, pero que la tal conquista la haga pronto, bien, y con sus dineros. En 1124 ya había conquistado Sigüenza don Bernardo, inaugurando a fecha fija su diócesis, y decidiendo construir en la parte media de la ciudad una catedral, y en la alta un castillo. La reina de Castilla doña Urraca junto con su hijo Alfonso VII constituyen un señorío episcopal en esa nueva sede y le asignan interesantes bienes en las cercanías para engarzar con tierras, pueblos y castillos un apetitoso señorío feudal. La primera posesión asignada sería la de Riba de Santiuste, siguiendo Pelegrina, Guijosa, Aragosa y otros espectaculares entornos con interés estratégico. Es curioso que el señorío temporal de la ciudad de Sigüenza, en su parte baja, se le daría en 1138, y el de la parte alta, siete años después, en 1146. De tal modo que a partir de mediados del siglo XII, don Bernardo primero y luego sus sucesores serían señores espirituales y temporales de Sigüenza y su territorio en torno.  

Don Bernardo gobernó, al decir de los cronistas, con sabiduría y benignidad sus señoríos. Religioso y austero en lo espiritual, obispo de una diócesis nueva y con el tiempo rica, y valiente y esforzado en lo temporal, pues como guerrero la conquistó y luego defendió el territorio frente a los continuos ataques del Islam. En uno de esos ataques, en la orilla del Tajo, y cuando don Bernardo acudía capitaneando sus tropas, por Huertahernando, fue mortalmente herido, y allí finó. Se le trajo a enterrar a la catedral seguntina, que entonces estaba empezando a construirse, y allí sigue, en la pared exterior del inicio de la girola por el Norte.  

La novela de Vaquerizo  

Esta nueva obra de Francisco Vaquerizo Moreno, en la que novela la traza biográfica de Bernardo de Agen, viene a abrirnos las ganas de leer, porque se desarrolla en el campo, hoy tan demandado, de la novela histórica. Con una aventura que es muy nuestra, muy enraizada con la memoria histórica de la provincia alcarreña. Aunque parte de unos datos escuetos, breves, que cabrían en un folio, el autor de estas “Vísperas de siempre” historía y novela a un tiempo, mucho más de lo segundo que de lo primero, la aventura del primer obispo de Sigüenza, Bernardo de Agen, conquistador de la ciudad del Henares al Islam, a través de una serie de aventuras que convierten su biografía en una verdadera y apasionante novela.  

Las 192 páginas de este libro, que demuestra que también en Guadalajara se hacen buenas novelas históricas, ofrecen la secuencia de una aventura vital que dura cuarenta largos años. Un hombre piadoso, más amigo de los libros que de las armas, pero que se ve envuelto en el torbellino reconquistador de su tiempo, y por encargo de Alfonso VIIy su madre doña Urraca tiene que embarcarse en una aventura guerrera, de la que sale airoso (porque no podía ser de otra manera) manteniendo luego una secuencia vital de construcciones eclesiásticas, castilleras y repobladoras, junto a la continuación de la tarea reconquistadora, que finalmente le llevaría a morir, siempre en la primera mitad del siglo XII, cerca de Huertahernando, en el Alto Tajo.  

Además de estar muy bien escrita, con giros coloquiales, mucho humor, mucha veteranía en las descripciones, y hasta sus puntos de intriga y misterio, el autor nos ofrece una serie de historias paralelas, o novelas acompañantes, que ofrecen un verdadero retablo de personajes, costumbres, artesanías, oficios y peculiaridades de la Edad Media. Siempre me ha parecido un gran escritor (un gran poeta también) el jiruequeño Francisco Vaquerizo, pero en esta se ha esforzado y ha llegado a cotas de interés y elegancia que nos arrancan fácilmente el aplauso. Solo me queda decir, sinceramente, que estas “Vísperas de Siempre” y su aventura episcopal reconquistadora serán un elemento a tener en cuenta en la todavía escasa nómina de novelas y relatos de tema histórico en Guadalajara. Por algo se empieza.  

Saber más de Francisco Vaquerizo  

Nació Vaquerizo en Jirueque, en 1936. Estudió en el Seminario de Sigüenza y allí recibió el Presbiterado, el 5 de junio de 1959. Seguidamente se licenció en Derecho Canónico e hizo Periodismo en la Universidad de Navarra. Tras ocho años de cura párroco en Concha, Auñón, Alhóndiga y Entrepeñas, ha sido Profesor de Lengua y Literatura, en Sigüenza, durante treinta y dos años. Ha ocupado su tiempo en enseñar, leer y escribir. Todo lo ha hecho bien, con calma, sin prisas, y ahora le ha llegado la edad de jubilación total, aunque nunca colgará sus hábitos de lector y escritor, en los que se mueve con agilidad.  

Ha publicado 24 libros y aún tiene por ahí media docena más pendientes de publicación. Es por ello que puede declarársele sin exageración como uno de los escritores alcarreños más fecundos.  

Don Camilo José Cela, en su «Nuevo Viaje a la Alcarria», le calificó de “clérigo de buenas letras». Y ya sabemos que don Camilo no era tendente a las alabanzas ajenas, sino más bien al contrario. Vaquerizo ha escrito también en los periódicos de Guadalajara, concretamente lo hizo con aplicación en “La Tribuna”, y ha ganado bastantes premios literarios (aunque no todos a los que se ha presentado, según me ha confesado privadamente).  

Hace seis años publicó a su costa un folleto que titulaba “Historia de mis libros o de cómo me fui haciendo escritor”. Esto no es habitual, ver cómo un literato se explica en la intimidad y en la sucesión de éxitos y fracasos. Normalmente, y lo digo por experiencia, uno tiende a recordar solamente lo bueno (de la vida, de los viajes, de las querencias, de los libros que ha escrito, de los aplausos que ha recibido, etc.) y de forma automática, autoprotectora, desaparecen de la memoria los malos tragos, los sudores y las ganas de ir al water en los momentos más inoportunos. También de las malas críticas recibidas y de las buenas palabras versus traiciones de algunos y de algunas. Pues a pesar de ello, Vaquerizo en este folleto lo cuenta todo. Demuestra con ello que es un hombre abierto, que no tiene nada de solemne, que está dispuesto a tomarse unos vinos con cualquiera que le pregunte, y a dar buenos consejos a quien se los demande.  

En las 32 páginas de la “Historia de mis libros…” anota con la meticulosidad de un orfebre las fechas, las páginas, las críticas, las satisfacciones y los desengaños que le llevaron escribir y publicar sus obras. Que alcanzan la respetable cifra de 24 títulos. Unos de poesía (Un puñado de pena, Sigüenza y otros versos, Estas que fueron pompa y alegría, con un total de 84 poemas dedicados a mujeres que fueron algo significativo en su vida…), otros de historia religiosa (Leyendas y Romances del Saz, Historias, Romances y Leyendas del Madroñal, o su autobiografía Memoria de mi formación sacerdotal, que dio que hablar a muchos niveles, sobre todo diocesanos y curiales), otros, en fin, de información y recuerdos (el más querido para su autor, Pascua en Florida, Por los caminos de Jirueque y la novela histórica En libertad bajo sospecha, protagonizada por el escultor Martín Vandoma) y mil intervenciones en forma de charlas, recitales, conferencias y apoyos en actos culturales. Vaquerizo, con esto que digo y mucho más que forma su bagaje, es sin duda uno de los intelectuales de mayor calado que en este momento viven en nuestra tierra.  

No quiero olvidarme de mencionar el penúltimo de sus trabajos publicados, una Memoria Fotográfica de Jirueque, editado en 2008 por la editorial AACHE y el Ayuntamiento de su pueblo, y en el que Vaquerizo pone texto y memoria escrita a la fuerza de las antiguas fotografías de su villa natal. Un libro modélico, porque en la descripción lleva evocaciones certeras y define con exactitud las horas de un lugar pequeño.   

Visperas de Siempre, la novela histórica de Vaquerizo que describe la aventura medieval de don Bernardo de Agen.

 

Apunte Bibliográfico  

 El libro que da pie a este comentario acaba de aparecer en librerías e Internet: se titula “Vísperas de Siempre” y su autor es Francisco Vaquerizo Moreno. Está editado por AACHE de Guadalajara en su Colección “Novela Histórica”, tiene 192 páginas y añade grabados. Además de los versos que el autor dedica a don Bernardo y a la ciudad de Sigüenza, aparece una breve bio-bibliografía del autor, y cada capítulo, de los casi 40 que tiene la obra, está encabezado por un grabado antiguo. Impreso sobre papel ahuesado, cuenta con una portada muy evocadora del Obispo Bernardo y la catedral seguntina que él mandó construir.  

La obra responde a la expectativas del lector moderno, que busca historia, leyendas y fábulas conjuntadas en un ambiente creíble. Fechas y hechos están fundamentados en las crónicas de su tiempo, pero la mayoría de los personajes nacen para esta ocasión, redivivos de otros que, sin nombre, existieron y pedían a voces su reencarnación. Todo en ella es, pues, cierto, y queda bonito.