Detalles románicos en Sigüenza
Aunque Sigüenza posee mil facetas a cual más interesante, será una muy concreta la que nos motiva hoy a viajar hasta ella, a convocar la mirada por sus calles. No hablaremos hoy de sus obispos, del sentido eclesiástico de su multisecular señorío; tampoco de su urbanismo singular, de sus literatos, de la riqueza ornamental que el Renacimiento deja en su catedral. Daremos un vistazo a su sentido románico, de ese que se constituye tras consumar la Reconquista e iniciar su construcción como ciudad y como comunidad, cuando los caminos del Románico español se centran en ella, y hasta ella acuden para conformarla, para darla un aspecto que hoy todavía mantiene en pureza de límites.
Las iglesias románicas seguntinas
Sería lo principal de esta mirada la catedral seguntina, con su presencia entre fortaleza y templo. Es una de las pocas catedrales románicas que hay en España, antigua y bien conservada, a pesar de tantas reformas y añadidos. Sin embargo, quiero hoy entretenerme y animar al viajero a que se entretenga con otros dos ejemplos, menores, pero igualmente interesantes, en su viaje por Sigüenza: Al menos dos iglesias parroquiales fueron construidas en los primeros años del siglo XIII en la parte alta de la ciudad amurallada. Con una influencia muy marcada de la Catedral, Santiago y San Vicente se alzan con modulaciones propias, pero consiguiendo una belleza esplendorosa en la planta y los alzados de sus muros y estructuras. En breve recordatorio, estos son los detalles de estos templos.
La iglesia de Santiago
En la cuesta de la calle mayor que desde la gran plaza del Ayuntamiento asciende recta hasta el castillo, alineada con el resto de las edificaciones se nos muestra la fachada de este templo, de netas características urbanas y, por lo tanto, muy bien diferenciado del resto de edificios románicos de tipo rural en Guadalajara. Para valorar este templo hay que tener muy presente este dato: trátase de una iglesia ciudadana, hecha para servir de parroquia a un barrio de la parte alta de Sigüenza. Es por ello que carece de muchos atributos de los templos rurales: está incluido en una manzana de casas, y sólo su fachada principal, en la que se abre la puerta de ingreso, da a la calle mayor, mientras que el ábside se alza sobre el barranco del Vadillo, y los laterales se apegan a las construcciones civiles anejas.
Iglesia de una sola nave, dividida en seis tramos, tiene a poniente su fachada y puerta de ingreso, y a levante su ábside y cabecera. Sobre ésta se alza la inconclusa torre de las campanas. Aunque ahora se están haciendo tareas de restauración, esta va muy lenta, y todavía no es posible admirarla como se merece.
Para quien tenga la fortuna de acceder a su interior, cabe explicar lo que verá: la cabecera es lo único que se encuentra cubierto. Por una bóveda de crucería cuyos nervios triples descansan en las esquinas sobre haces de otras tantas columnas, que rematan en capiteles de hojas de acanto. El arco triunfal que sirve de paso de la nave al presbiterio es algo apuntado, descansando sobre columnas pareadas a través de capiteles con tallas de vegetales muy limpias y elegantes.
En ese presbiterio se encuentran, sobre sus muros, abiertos cuatro vanos de medio punto, uno de los cuales inicia la subida mediante escalera de caracol a la torre. Los otros servirían para el culto medieval. En la parte alta de esos muros, se abren tres ventanales, uno en cada paramento. Constan de doble arquivolta decorada con cordón y un recercado moldurado, que apoya sobre columnillas y capiteles vegetales. A su nivel, una cornisa recorre todo el muro a modo de imposta. Añadir que bajo el suelo de esta cabecera se abre una cripta, cumpliéndose con ello en este templo uno de los símbolos del arte románico, el de entroncar la altura divina (torres, espadañas) con lo profundo del tránsito postmortal (criptas, enterramientos). Los muros de la nave ofrecen, tapiados, diversos vanos antiguos que en un nivel alto eran de medio punto, y quizás sirvieron como ventanas, y en un nivel más inferior, algunos rompiendo a los anteriores, eran apuntados, más anchos, y debieron servir como altares ó enterramientos.
El viajero podrá contemplar a su sabor la portada principal, que da a la calle mayor seguntina. Se alza sobre el muro de poniente y aparece inmersa en una profunda bocina, ocupada por siete arquivoltas, cuatro de ellas anchas y otras tres como de segundo orden, más estrechas, separando a las anteriores. La que sirve de dintel arqueado es la más gruesa, moldurada con cordón y escocia, se apoya en pilastras laterales, simplemente molduradas. El resto de arquivoltas se decoran con temas geométricos, de entrelazos, con motivos vegetales muy variados y finamente tallados, recordando de forma nítida la decoración utilizada en la puerta románica de la catedral. Estos arcos apoyan a través de capiteles con hojas de acanto sobre columnas y columnillas que en diverso grosor se proporcionan con las arquivoltas a las que sostienen. En el tímpano aparece tallado un busto de Santiago en medallón, obra renacentista, y sobre el bloque de la portada lucen muy desgastadas pero con restos de policromía las armas del obispo don Fadrique de Portugal, quien al parecer patrocinó obras restauradoras en este templo, a comienzos del siglo XVI. La obra primitiva del templo de Santiago no cabe duda que ha de remontarse a los años del primer cuarto del siglo XIII, en el transcurso del obispado de don Rodrigo de Sigüenza. La restauración y adecentamiento de este monumento capital del estilo románico de Guadalajara es tarea que esperamos concluya pronto.
La iglesia de San Vicente
En la parte alta de Sigüenza, en los barrios que rodean al castillo y sobre la que llaman calle Travesaña Alta, asienta en estrecho pasadizo esta iglesia que junto a la catedral y Santiago forma el trío del mejor románico seguntino. Es también un templo urbano, escoltado por todos sus límites de otras edificaciones civiles, y tan sólo dando a la calle por uno de sus costados, concretamente el septentrional, en el que se abre la portada.
Se cobija ésta por un profundo arco de medio punto, muy ancho y elevado, de descarga, que fue realizado con mucha posterioridad a la original iglesia. La portada primitiva aparece muy desviada del eje de ese arco. Consta el ingreso de San Vicente de un vano al que se accede mediante escalinata, cobijado por cuatro anchas arquivoltas prolijamente decoradas. En esas cintas aparecen rosetas insertas en círculos, parejas de hojas afrontadas e inscritas en tallos y un taqueado jaqués, las dos primeras muy similares a la decoración de la puerta norte de la fachada occidental de la catedral, con una innegable influencia mudéjar. El más interno de los arcos de esta puerta es el dintel, arqueado, en arista viva. Todas las arquivoltas descansan sobre capiteles foliáceos, muy esquemáticos en su composición, y estos a su vez en columnas adosadas, excepto la arcada interna, que se apoya en jambas lisas. Sobre la puerta, y también desviada de su eje, hay una talla antigua de la Virgen bajo un doselete de aspecto gótico.
Pasamos al interior, que ha sido no hace muchos años restaurado con paciencia y acierto. Su aspecto es románico pleno, aunque algunos detalles evidencian cierta tendencia al protogótico. Es curioso comprobar, -se ve a simple vista- la irregularidad de la planta de este monumento, de una sola nave, ajustado como está, y condicionado, a los otros edificios que le rodean.
La cabecera, elevada sobre la nave, es de planta rectangular. Se abren los paramentos del fondo y de la epístola en sendos vanos (un óculo y un ventanal) adornados de arquivoltas y chambranas de puntas de diamantes. Sobre el muro del fondo se abre también un arco que tiene grueso baquetón por rosca y que forma una estrecha capillita, con otros dos vanos a su izquierda. Comprobamos también que los muros de esta parte principal del templo son más altos que los de la nave. Quizás se hicieron (ó rehicieron tras un hundimiento) después que ellos. Y se cubren de bóveda de sillar, reforzada con crucería sencilla. Los nervios de esta se apoyan en las esquinas sobre haces de tres columnas con capiteles de decoración vegetal, densa y que recuerda nítidamente a los elementos de este tipo que rematan los pilares de las naves catedralicias. Un arco triunfal, ya apuntado, da paso al presbiterio. Tiene tres arquivoltas y una chambrana adornada de puntas de diamante, apoyando sobre capiteles con hojarascas. La nave se cubre, finalmente, con techumbre de madera, aunque antiguamente la tuvo de piedra, pero se hundió, ya que en los muros vemos columnas en haces que flanquean los soportes de un gran arco fajón apuntado en el centro de la nave. Adosada a la cabecera se alza la sencilla torre.
Y un Apunte sobre la catedral seguntina
No es la protagonista hoy, la catedral, sino el complemento de una visita que busca los elementos románicos más sencillos. Pero siempre conviene visitarla, admirar sus fachadas, especialmente la que da a poniente, la principal, en la que además de sus torres almenadas lucen las portadas de neto estilo románico, con arcos enormes, y en ellos la decoración vegetal y geométrica característica de este estilo don raíces francas.
La catedral seguntina, ara verla con detenimiento, necesita un día entero. Al viajero que acude con prisas, le será suficiente admirar esta fachada, la del sur, frente a la plaza mayor, y vagar un poco por sus naves interiores, en las que admirará lo bien compuesto de sus bóvedas, lo airoso de sus pilares de múltiples columnas adosadas y ristras de capiteles bien tallados. Y, sobre todo, el rosetón que da luz al crucero desde su muro sur, el que da a la plaza. Ese rosetón es uno de los más antiguos –románico puro- de las catedrales españolas. Y por ser toda una excepción, recibirá un admirado vistazo en cualquier circunstancia.