Por la Ruta del Sabinar

viernes, 12 marzo 2010 0 Por Herrera Casado

Vamos a tratar de recorrer Molina entera, río a río, sesma a sesma, pueblo a pueblo. Visitando sus castillos y monasterios, sus pairones y casonas, todos los elementos que la hacen una tierra única e inconfundible.

Desde la perspectiva unitaria y concreta que da la geografía y la historia, el costumbrismo y la esencia sociocultural de sus gentes. El Señorío de Molina, se mire por donde se mire, es una entidad plenamente definida, y sus partes son sus partes. Creo que se entiende bien lo que quiero decir: o sea, que el Parque Natural del Alto Tajo, es una parte del Señorío de Molina, y cuando se quiere promover la visita de uno y otro, hay que explicitar bien que Molina es el todo, y el Parque la parte.

En nuestro recorrido por el Señorío de Molina, que ha de ser objetivo de viaje y conocimiento para todos los que quieran saber más, y en profundidad, de esta tierra castellana, veremos de todo un poco. También el Parque del Alto Tajo.

 

Viniendo de Castilla hacia el Señorío de Molina, el  viajero ha de pasar primero por la sesma del Sabinar. En Selas ha de admirar la iglesia parroquial dedicada a Nª Srª la Virgen de Minerva, que tiene de interesante una buena colección de retablos platerescos y barrocos, con pinturas excelentes. En Aragoncillo  merece verse el pueblo todo, y saborear la arquitectura popular  que se conserva sin mácula: cargaderos tallados con frases y  símbolos; rejas de subida artesanía, grandes aleros de madera. El término es rico en parajes para recorrer andando. Es toda una aventura subir al cerro “Aragoncillo” desde el que se domina inmenso territorio, especialmente hacia la sesma del Campo.

En Canales de Molina deberá buscar el visitante la famosa «Peña Escrita«, que enseñan amablemente los vecinos, yendo con el  coche, o andando, a través del pinar, a un refugio rocoso donde se  observan inscripciones de extrañas siluetas, que pueden ser de  época neolítica, muestra del arte rupestre que en el Señorío  tiene algunas otras buenas representaciones. Sobre la Peña Escrita se cuentan leyendas en las que se mezcla la historia medieval con las presencias de “platillos volantes”. Dicen que en ese lugar hubo un dragón que vomitaba fuego, y que tenía raptada a una joven princesa. Y que algún valiente caballero finalmente se enfrentó al dragón, de tal modo que este echó a volar y se fue por los cielos dejando un rastro de fuego y humo. Y allí, en el claro del bosque, un montón de piezas extrañas (sus vómitos) y a la princesa sana y salva. En Rillo de Gallo hay una iglesita de corte románico y una fuente‑monumento dedicada al prócer Calixto Rodríguez, hijo del pueblo, y benefactor del mismo. Es  obra curiosa de comienzos del siglo XX, que magnifica la figura del que fuera político y empresario, iniciador de la explotación resinera de los montes del Ducado. En lo alto de la fuente, como un Romanones rural, se ve a don Calixto, todo bigotes y magnificencia, junto a un viejo farol.

Un monasterio medieval aún vivo

Bien desde Molina, o aun mejor desde Alcolea del Pinar, a través de Riba de Saelices y Huertahernando, se llega al monas­terio cisterciense de la Buenafuente del Sistal, declarado mo­numento nacional, y enclavado en medio de un abrupto terreno junto al Tajo, rodeado de espesura de sabinas. En la Edad Media, a poco de ser reconquistada la zona, el conde don Manrique de Lara trajo una comunidad de canónigos franceses de San Agustín, que hacia 1136 comenzaron a levantar el monasterio que hoy subsiste. En el siglo siguiente, pasó a ser ocupado por monjas cister­cienses, cuando ya la tranquilidad se había adueñado de lo que en  los primeros tiempos fue zona peligrosa y disputada a la morisma. En los siglos siguientes surgió un pueblo en derredor del monasterio, que hoy pervive atendido por la comunidad femenina del Císter, y dedicado a una intensa actividad social y espiritual, sir­viendo de hospedería uno de sus edificios.

Desde el punto de vista artístico, lo más interesante es la iglesia monas­terial, que estuvo en un principio aislada del resto de las edificaciones. Es de sillar grisáceo, con una sola nave de  bóveda de medio cañón, bastante apuntada, sin arcos fajones. Al  exterior muestra dos entradas o accesos claramente románicos: uno sobre el muro norte, con arco semicircular, encuadrado entre dos altos pares de columnillas que sostienen una cornisa sobre modillones. Tras las últimas obras de restauración, esta puerta  ha quedado practicable y permite el acceso hacia la capilla del  Cristo y la Buena Fuente, en la que una antigua hornacina también románica servía para albergar la talla del famoso Cristo. En el  sur, en lo que hoy es clausura, se abre la otra puerta el templo, similar a la descrita. El ábside es de planta cuadrada y al exterior muestra dos fortísimos contrafuertes, entre los que se  abren un par de ventanas sencillas, de la misma época. El entron­que de este edificio con el románico francés es indudable. Desde el monasterio de Buenafuente pueden realizarse en el mismo día excursiones inolvidables al cercano «alto Tajo».

Pueblos pinariegos

Cerca de Buenafuente se halla Villar de Cobeta, en cuya iglesia parroquial se guarda un buen altar de talla en madera dedicado a Santa Catalina, y una espléndida cruz proce­sional en plata, obra del artífice seguntino Pedro de Frías, en los comienzos del siglo XVI. Cobeta, también próxima y enclavada en magnífico paisaje de pinares, enseña su emplazamiento muy pintoresco, con los restos de lo que fue un castillo medieval que dominaba anchas franjas de terreno, que se fue hundiendo poco a poco, y hoy ha sido reconstruido, al menos la torre de planta circular que hacía de atalaya poderosa. En la iglesia merece verse un retablo churrigueresco que hace las veces de mayor.

También en esta zona de bosques densos destaca Corduente como centro muy frecuen­tado de veraneo: su infraestructura turística permite acoger a muchos visitantes en la época estival, pudiendo hacerse por su  término infinidad de excursiones al monte, al barranco de la Hoz, al castillo de Santiuste, etc. En Corduente se ha ubicado el principal Centro de Interpretación del Alto Tajo, con moderna arquitectura y una completísima información de tema natural y ambiental, que merece visitarse. De martes a domingos, de 10 a 18 h., todo el año.  Es este el lugar obligado a visitar antes de acometer la tarea de patearse el Parque del Alto Tajo.

Torete, más abajo de la Hoz, es pueblo con abundante bosquedal, paisajes magníficos en torno al  río Gallo, y una arquitectura popular con gran encanto. Y de Ventosa se puede decir lo mismo, pues también se enclava en las cercanías del barranco de la Hoz, justo a su entrada desde Moli­na. Es este enclave natural, el Barranco de la Hoz formado por el río Gallo, lo que sin duda merece un viaje a esta zona del Señorío molinés. No puede dejarse de visitar, esta misma primavera que ya se acerca, o el próximo verano: porque se está habilitando poco a poco todo el recorrido junto al río, con zonas de aparcamiento, de merienda, de información, más la ermita dentro de la montaña, la vieja hospedería, la nueva abierta ahora, esperemos que por mucho tiempo. Y sobre todo el paisaje que se admira desde lo alto. Porque junto a la ermita parte una escalera tallada en la roca que en poco más de cinco minutos nos lleva a las alturas, desde las que se contemplar un espectacular paisaje. No olvidarse en el coche la cámara de fotos!

Pequeños pueblos de la sesma

Otros pueblecillos en los que son de ver estructura y elementos característicos de arquitectura popular molinesa, son los de Cuevas Minadas, Cuevas Labradas, Lebrancón, FuembellidaEscalera y Valhermoso. En este último destaca por su hermosura y  perfecta conservación la «casa grande«, magnífico ejemplo de  casona molinesa del siglo XVIII, en la que además nacieron varios personajes dedicados a la milicia y la religión. Taravilla es pródiga asimismo en  paisajes de gran esplendor, teniendo en el seno del pueblo uno de los árboles más espectaculares de toda la región: es un viejo olmo, apuntalado y relleno de piedras para mantenerle en pie, pero sorprendetemente vivo, cuajado de hojas en el verano, y viejo, viejo, viejo como pocos. Desde Taravilla se abaja por buena carretera al Alto Tajo, al puente de Poveda, lugar de espectacular belleza.

Cerca de allí, en Almallá, a la orilla del río Bullones, podrá el viajero pararse a admirar una completa insta­lación salinera del siglo XVIII, tal y como el rey ilustrado Carlos III la mandara construir. Muy cerca, Tierzo, con una iglesia sencilla en la que destaca el retablo mayor, plateresco, bueno, y en la vega del Bullones, rodeada de prados eternamente  verdes, la vega de Arias nos ofrece la interesante casa‑fuerte que ya hemos reseñado  al hablar de los castillos molineses, y en cuyo espacio dice la leyenda que descansó el Cid en su camino hacia Valencia. Aunque de propiedad prievada, y ocupada por sus dueños, el aspecto medieval del edificio almenado, con varios niveles de murallas en su derredor, el patio central, la torre… todo hace evocar siglos pasados, la figura del Cid, y sus mesnadas.