La Navidad en la Alcarria
Aunque este año no podamos hacer el relato de la blanca «Navidad» sobre la Alcarria, porque la nieve no fue puntual cuando debía, y las ilusiones de los niños y de los poetas quedaron un tanto truncadas, sí que haremos la llamada al recuerdo de lo que fueron, y aún perviven casi agónicas, las Navidades aldeanas de nuestra tierra alcarreña, con su correlato de villancicos y rondas, con sus alegrías chiquilleriles y las costumbres añejas de la matanza y el buen comer.
Ya en el calendario románico de Beleña, en el arco de ingreso a la pequeña iglesia aldeana, obra del remoto siglo XIII, se representa el mes de diciembre por un hombre sentado ante una mesa bien provista de viandas, dando al conocimiento de los tiempos venideros que la forma de celebrar estas fiestas era, también entonces, llenar abundantemente los estómagos. Al mes de enero le significan por la matanza del cerdo, desequilibrando con éllo la normal representación de los meses en la generalidad de los calendarios antiguos.
Pero el caso es que estos dos ritos son los que, hoy también, conforman la celebración de la Pascua de Navidad en nuestra región. Que hasta hace muy poco tiempo fue una fiesta eminentemente pastoril, en la que ese gremio olvidado y de gentes con muy pocas posibilidades, se levantaba durante unos días en centro de la atención y el cariño de sus paisanos. En muchos lugares de la Alcarria, los pastores llenaban el mes de diciembre con su presencia notable en cualquier acto del pueblo, y sus cánticos plenos de ingenuidad invadían trochas y altares, portones y soportales de las villas de la tierra.
Eso nos contaron Antonio Aragonés Subero, en su libro magnífico sobre el folclore de Guadalajara, y algo después José Antonio Alonso Ramos, en el estudio publicado en los «Cuadernos de Etnología de Guadalajara» sobre Canciones tradicionales de la Navidad alcarreña. Ellos nos dicen cómo los pastores de Peñalver cuidaban durante todo el mes la lamparilla del Santísimo y del altar de la parroquia. Allí mismo, la Nochebuena veía su triunfo, pues en la Misa del Gallo, a la medianoche, iban en traje de faena a la iglesia, portando dos ancianos pastores un corderillo y un gallo, que contestaban a las oraciones del cura con un balido o un quiquiriqueo, según a uno u otro apretaran sus dueños. Los zagales ayudaban a misa y el resto de pastores y pastoras dejaban oir su orquesta de almireces, castañuelas, zambombas y panderetas. Poco más o menos ocurría en el cercano lugar de San Andrés del Rey, donde también se libraba de muerte temprana a los corderillos que nacían en ese día de la Nochebuena.
Otro peñalvero de pro, este año desaparecido, Doroteo Sánchez Mínguez, nos refería también en su impagable libro sobre las costumbres de su Peñalver natal cómo era el mundo de los pastores el que daba vida y animación al folclore navideño en este tierra. El rumbo que lleva el mundo de tecnologías y optimizaciones, ha hecho que esta profesión haya prácticamente desaparecido, y lo que hoy buscan los pastores es, como el resto de los españoles, pasar la Nochebuena en casa y con los suyos, comiendo turrón y mariscos, y, a ser posible, con el regusto de alguna reciente victoria ¡una más! de la selección nacional de fútbol.
En tiempos pasados, la cosa era de otra manera: grandes fogatas se encendían en los pueblos delante de las iglesias. Como contrapunto a ese otro 24 de junio en el que la noche se puebla de luminarias, las posturas extremas del sol sobre el horizonte son saludadas con el rito del fuego. Y, después de la gran lumbre, a la Misa del Gallo, a cantar villancicos. Durante toda la noche recorrían el pueblo los mozos jóvenes, con improvisadas orquestas a base de palillos, huesos secos, panderetas y zambombas, botellas de anís rascadas, y alguna que otra bandurria entrometida. A rondar a todos los vecinos y pedirles el aguinaldo. Así hacen en Trillo, donde les daban lo más selecto de la reciente matanza: los chorizos aún blandos, que al día siguiente ponían a freír y así celebrar la Navidad.
La matanza del cerdo, proverbial festejo comunitario en los pueblos de la Alcarria, se encuentra muy unida a la celebración navideña. Porque si bien es cierto que estos sacrificios se hacen en la época del frío intenso para conservar mejor sus productos, por otra parte es la ocasión más solemne y en la que con más justificación se pueden consumir esos bocados de ilustre prosapia castellana como son el jamón, el chorizo y la morcilla. Las familias se reúnen por uno y otro motivo, y en la Navidad se cata casi con mayor placer de lo salado que fabricó el abuelo, que de los bizcochos y mazapanes que trajo el tendero.
Los villancicos son también, en muchos casos, plenamente autóctonos, especialmente en su música, pues las letras son comunes al costumbrismo general castellano. Así ocurre con los famosos y populares villancicos que cantan en Sigüenza y Brihuega, puestos de relieve en estos últimos años por los grupos corales y rondallas de los respectivos pueblos. El encuentro anual, va ya para el cuarto de siglo, que en Torija se celebra entre las mejores rondallas alcarreñas, es buen prueba de ello.
Y siempre, siempre, con la alegría ingenua y sin límites que a todos, chicos y grandes, el Nacimiento de Cristo en la humildad de un pesebre les ha deparado a lo largo de los siglos. Que sirvan, finalmente, estas palabras para desear a todos mis lectores, en esta fecha mágica y humana del 24 de diciembre, los mejores augurios de Feliz Navidad.
Belenes por la Alcarria
Desde hace años, y este muy especialmente por haber sido Guadalajara sede del Congreso Nacional de Belenistas, se montan enormes belenes por los pueblos, las iglesias y las casas de Guadalajara. La Asociación Provincial ha dado un gran dinamismo a esta actividad, que si en algún pueblo ha cuajado de forma firme, es sin duda en Horche. Nos lo recordaba Juan Luis Francos en su “Historia de Horche” que fue presentada a principios de este año, y que viene a sumar datos para este momento en el que se refleja, en el paisaje íntimo del Belén, el deseo de que todos los hombres y mujeres del mundo dejen sus diferencias y formen un solo bloque de entusiastas por la Paz y la Concordia.
El belén de Horche comenzó a estar vivo en el inicio de los años 40. Fue el cura horchano don Pedro Cortés Calvo, quien por entonces inició el montaje de un belén en la iglesia del poblado de Villaflores, del que era capellán, y cuando allí quedaba suficiente población como para que la ermita/iglesia abriera sus puertas y tuviera algo de vida. Tras la Guerra Civil, un grupo de jóvenes, con más afición que conocimientos, se empeñaron en ilusionar a todo el pueblo con la confección de unos belenes que trataban de ser monumentales, en un época en que había escasez de todo, fundamentalmente de dinero. El belén de Horche no se dejó de montar ni un solo año desde sus orígenes, yendo siempre a más. Desde el primer río con agua “de verdad” han pasado muchos años y ha evolucionado la técnica de este espectáculo. En Horche se ha constituido hasta una Asociación Cultural para unidos sus socios (van por los 140) preparar a lo largo del año esa manifestación espléndida del Nacimiento de Cristo en miniatura. Moratilla ha sido el presidente y dinamizador de este grupo durante muchos años, recogiendo hasta los más mínimos detalles del pueblo y dándoles vida, miniaturizándolos, sobre el belén monumental. Hasta la altura de la primera Alcarria acuden excursiones, asociaciones, autocares y aficionados. Lo recomendamos muy vivamente, porque es una de las atracciones que más nos centran en esta Navidad Alcarreña que hoy se da cita en los corazones de todos nosotros. El de 2009 está montado en la sacristía de la iglesia parroquial.
En la ciudad de Guadalajara también este año tiene una especial relevancia el Belén monumental que se ha instalado en las “Salas del Duque” del palacio del Infantado. Bajo los grandes paneles que pintara Rómulo Cincinato en las techumbres de estas salas que habían sido, inicialmente, jardines guardados con música de agua por sus orillas, ahora está puesto un excepcional belén que da color a la Navidad de Guadalajara. Además del conjunto principal, como todos los años con su portal bajo la ingente roca, y las perspectivas que cambian el desierto del día a la noche con latido continuo, hay una pequeña muestra antológica de belenes que conviene admirar, entre ellos uno preparado por Barahona con figuras del Play-Mobil, que es una auténtica delicia, reconstruyendo el mundo de Israel bajo el dominio romano, En cualquier caso, todo ello es la expresión de esta forma íntima y tradicional que muchos alcarreños vivimos todavía la Navidad, como época en que se recuerda el Nacimiento de Cristo, y se estrechan los lazos familiares y amistosos de cara al Nuevo Año.