Alcocer, visita a la catedral de la Alcarria
Aunque no muy grande, la iglesia parroquial de Alcocer es una de las más interesantes y perfectas que ofrece la provincia de Guadalajara. Con una estructura basada en tres naves, completada con crucero, girola y al exterior una torre espléndida, que a pesar de estar deteriorada, este templo nos sugiere la imagen de una pequeña catedral. Alcocer, la catedral de la Alcarria.
Vamos a pasar a visitar este templo, una vez hemos dejado el coche en la plaza delantera, y tras admirar el exterior, que es magnífico, enorme, cuajado de detalles artísticos. Sorprenderán al viajero sus puertas de acceso, una de estilo puro románico, y otras dos con arcos apuntados que sugieren el gótico. También la torre, fuerte y posiblemente fundada sobre viejo castillo, pero con remate airoso de vanos y canecillos góticos. Además el imponente aspecto volumétrico de naves, girola y capillas adosadas. Todo conlleva al deseo de entrar y ver, de mirar cada detalle y disfrutar con cada brillo.
Historia del templo alcocereño
El origen del templo, que es el cuerpo propiamente dicho de la edificación, se hizo en la segunda mitad del siglo XIII, a instancias de doña Mayor Guillén de Guzmán, señora de Alcocer y su tierra, fundadora en las proximidades de un convento de monjas clarisas, donde había un pequeño pueblo denominado San Miguel del Monte.
Consta de tres naves con su fachada de arcos apuntados a los pies. Aunque las puertas de acceso de los fieles se abrieron en los costados, el del norte, por ser más accesible desde el pueblo, y el del sur, también gotizante. La puerta del lado norte, por la que hoy se accede, es de medio punto, con numerosas arquivoltas y capiteles tallados con hojas de acanto y volutas geométricas, y la del lado sur tiene la arquería ligeramente apuntada. Sus arquivoltas descansan sobre capiteles de tipo geometrizante, y el trasdós de los arcos está decorado por una línea de puntas de diamante. Hay quien ha visto una notable similitud en la talla de estas puertas con la de los arcos, capiteles y portadas de la sala capitular del monasterio de Córcoles, muy cercano. Y es posible que sus autores, al menos materiales, fueran los mismos.
La nave principal
El templo tiene tres naves paralelas, separadas por arcos apuntados doblados sobre pilares octogonales rematados por capiteles desornamentados, muy en el estilo cisterciense que en esa zona del Tajo se desarrolló en aquella época. Las tres naves son de similar altura, y sus muros tallados en buena sillería se rematan por una cornisa apoyada en canecillos, siendo posiblemente la primitiva cubierta de madera, como era común en la época.
Durante el siglo XIV se iniciaron los trabajos para la continuación del templo, que se alzaría grandioso. Duró todo ese siglo, y consistió en el añadido de dos nuevos tramos, el crucero, que sobresalía un tanto de la alineación de las naves, y la cabecera de planta poligonal. Además de otra puerta en el muro norte, de mayor belleza y detalle de ornamentación gótica, que casi siempre estuvo cerrada, y que añade la belleza de un rosetón en el que aparece tallada la Virgen con el Niño.
Las cubiertas de las naves se hicieron de piedra, tal como nos ha llegado hasta hoy, formadas por arcos cruzados reforzados por un nervio de ligazón. Son impresionantes las columnas adosadas y los racimos de pilares que culminan allá en lo alto con capiteles pulcramente tallados, con hojarasca, algunos detalles naturalistas, animales, pájaros, hombres…
La cabecera es poligonal, formada de vanos altos y estrechos, con un aspecto casi de saeteras; En los fustes de las columnas que los acompañan, vemos anillos a media altura, como hacían los ábsides del siglo XIII, a cuya tradición pertenecen. Adosada al primer cuerpo de esta ampliación se encuentra la capilla del Tremedal, que ofrece de curioso una puerta pequeña decorada en su trasdós con puntas de diamante; la capilla es de planta pentagonal, con cubierta de crucería Y paralela a esta capilla, en el muro norte, se levanta la torre de la “catedral” que es visible desde largos kilómetros a la redonda, como faro de la Fe por la comarca del Infantado. Esta torre es de planta equilátera y se estructura a base de una escalera interior que gira alrededor de un machón central. Maciza en su base, con apenas estrechas saeteras, se remata en dos cuerpos superpuestos con dobles ventanas, cuya tracería y decoración datan ya del siglo XV.
Esta segunda fase de construcción del templo de Alcocer, sin duda el definitivo, le coloca en la mejor tradición del estilo gótico. De tal modo, que reconocer este estilo medieval, en la Alcarria, donde no abunda demasiado, es llegar a Alcocer y ver su templo completo.
Esta ampliación se hizo en función de la creciente importancia de la villa en su entorno, orillas del río Guadiela, pues en el siglo XIV llegó a tener más de 3,500 habitantes. Además se hizo para acoger una importante institución eclesiástica, que desde el Obispado de Cuenca se había creado y estimulado, el Cabildo de Salus Populi, y su conversión en colegiata. Parece ser que el patrocinio de las obras tuvo en su origen las personalidades de Sancho Fernández (j1384), contador del rey Enrique II, y su mujer Teresa Díaz, pues sus escudos aparecen en la basamenta de uno de los pilares. Estos personajes, muy ricos, fueron también dadivosos estimuladores del convento de clarisas de San Miguel del Monte.
El Renacimiento en Alcocer
Todavía en los siglos del Renacimiento la iglesia “catedralicia” de Alcocer siguió creciendo. Se levantó en el siglo XVI la sacristía, cuya imagen acompaña a estas líneas, y que consiste en un espacio sacro de planta rectangular y dos tramos, con una hermosa bóveda de crucería de terceletes, estando adosada al templo por su muro sur, entrando a ella a través de la estrecha puerta de la capilla del Tremedal.
La girola, que es propiamente lo que le da aspecto monumental y catedralicio al templo de Santa María de Alcocer, tiene doble cubierta de crucería, diciendo una fecha tallada en una piedra de su muro que sería en 1641 cuando se acabó de hacer. Un poco antes se había hecho lo mismo en la catedral de Sigüenza, ampliando el templo por su cabecera, eliminando dos de sus ábsides para abrir el camino de la girola.
En este “paseo” por detrás del altar mayor, que hoy está cerrado conforme a la estructura primitiva, aparecen cuatro interesantes capillas que sumaron dimensión a la iglesia por su cabecera: estas capillas son la de los Sendines, pegada en parte a la sacristía, fechada en 1581; la de los Briones, más al norte, Y la del Descendimiento, obra ya barroca, más amplia, situada en el mismo eje del altar. Allí es donde hoy encontrará el visitante el interés monumental de otros recientes hallazgos artísticos.
Como algo notable, podemos dar dos nombres de sendos párrocos que durante la segunda mitad del siglo XX se dedicaron a ir arreglando, restaurando, consolidando, devolviendo aspecto antiguo, y en definitiva salvando de la ruina a este templo maravilloso. Fueron estos don Andrés Pérez Arribas, y don Crescencio Sáiz, a los que desde aquí queremos rendir el obligado tributo de agradecimiento por su labor.
Si se escribiera algún día la historia y el desarrollo del estilo gótico en Guadalajara, del que hay pocos pero magníficos ejemplos (la catedral de Sigüenza, la iglesia de Santiago en Guadalajara, el ábside de San Francisco en Atienza…) aparecería en primera línea la iglesia de Santa María de Alcocer, por su estructura general, compacta y armónica, y por sus detalles ornamentales. Además, añadiendo la riqueza de presentar diversas etapas de ese estilo gótico en su desarrollo. Sin duda que estuvo influenciado por el vecino monasterio cisterciense de Monsalud, e incluso, quizás, por el desaparecido convento de las clarisas de San Miguel del Monte, pero en todo caso aportando una personalidad fuerte, que hoy debe atraer visitantes y estudiosos.
Apunte
Una escultura recuperada
En las tareas, largas y productivas, de restauración de la iglesia de Alcocer hechas durante años por quien fue su párroco, Crescencio Saiz, se encontraron dos esculturas de Cristo que habían estado largos años ocultas. Eran el “Cristo atado a la columna” que vemos junto a estas líneas, y el “Cristo con la Cruz a cuestas” perdido en su mayor parte.
Ambas esculturas, de gran calidad y estilo manierista, talladas sobre madera, y ahora nuevamente restauradas y pintadas, fueron realizadas por el escultor genovés Bartolomé de Matarana, en 1588, en su taller de la ciudad de Cuenca, por encargo expreso del Corregidor de la villa de Alcocer, y con destino a que sirvieran de tallas de culto y procesión de la cofradía o cabildo de la Vera Cruz, que por entonces tenía su sede en el convento franciscano de Alcocer. Al ser desamortizado este, pasaron a la iglesia, donde largos decenios se habían mantenido ocultas.
Ahora están recuperadas y a la vista de todos en la capilla del Descendimiento, la principal de la girola, con luz suficiente, y una serie de paneles explicativos acerca de su interés artístico.