Un viaje a la Guadalajara de 1877

viernes, 20 marzo 2009 0 Por Herrera Casado

Se puede hacer, de vez en cuando, un viaje al pasado. Además de entretenido, es aleccionador, porque ves cómo ha cambiado el mundo en un siglo, en diez siglos, en tres años, etc. Hoy propongo un viaje a la Guadalajara de hace 130 años, y para hacerlo, nada mejor que meterse entre las páginas de un viejo periódico, el más chic de la época, la “Ilustración Española y Americana” en el que, a tamaño inmenso, venían noticias de actualidad, comentarios, historias y curiosidades. Ah, y una corta serie de láminas, con imágenes de obras literarias universales, retratos de políticos nacionales o extranjeros, instantáneas de actualidad o reflejos de los monumentos de la nación. Todo ello dibujado, con primor y exactitud, de la mano de los mejores dibujantes de aquel momento en España.

Salcedo se pasea por Guadalajara

Uno de los ilustradores más fieles en las páginas de La Ilustración Española y Americana fue Salcedo, de quien conocemos varias láminas, publicadas en torno a 1880, con motivos guadalajareños de lo más variado. Al menos, que yo conozca, Salcedo diseño y dibujó, del natural, con detalles sabrosísimos, cinco láminas que nos atañen: una dedicada a las fiestas en la Alcarria, con la imagen del rollo o picota de Fuentenovilla como elemento central, y escenas de bailes, tertulias, juegos de naipes y torerías por los pueblos alcarreños. Otra dedicada a la zona de Pastrana, Pioz y Lupiana, con detalles de Torija y Fuentenovilla. Otra dedicada a temas alcarreños en los que se incluyen vistas de Bolarque, Almonacid y hasta Buendía. Otra muy pastranera, con la imagen de la cripta ducal en la Colegiata, y el gran puente de Auñón sobre el Tajo, además de las ruinas del castillo de Anguix. Y, finalmente, la lámina que hoy comento y que nos sirve para hacer este viaje por la Guadalajara de 1887, año en que la dibujó: imágenes de la vieja ciudad novecentista.

Junto a estas líneas va la imagen completa de la página, que apareció publicada en 1877, poco después de iniciada la Restauración borbónica en España. Y en ella, de arriba abajo y de izquierda a derecha, ocho estampas de Guadalajara en ese momento: 1) La iglesia de San Ginés, hasta poco antes convento de Santo Domingo. 2) La ermita de Santo Tomé, hoy santuario de la Antigua. 3) El patio del palacio Antonio de Mendoza, hoy Instituto “Liceo Caracense”. 4) Interior del templo de Santo Tomé. 5) Portada en la fachada del palacio del Infantado. 6) Capilla de los Urbina junto a la iglesia de San Miguel. 7) Torreón del Alamin y puente de las Infantas. 8 ) Patio de los Leones en el palacio del Infantado.

Detalles de los edificios guadalajareños

Y ahora los vemos uno a uno, sin prisas, sin demasiados detalles, pero sacándole el jugo a las mejores imágenes de ese retablo de instantáneas.

  1. La primera es la iglesia de San Ginés, que se construyó a principios del siglo XVI para servir de sede a la nueva congregación de dominicos que llegaba desde Benalaque. Se puso fuera de la muralla, al inicio del arrabal de San Ana, y en la imagen se ve el templo, igual que está hoy, más el portón de entrada a los patios conventuales, que hoy sigue estando igual, como entrada al Instituto Castilla de Formación profesional. Delante del conjunto, una enorme diligencia o coche de postas con dos tiros de caballos, a toda velocidad pasa.
  2. La segunda estampa es la iglesia de Santo Tomé, de origen mudéjar, donde dicen que se apareció la Virgen de la Antigua. Hoy sigue siendo su santuario, y entonces mostraba el mismo ábside y enorme espadaña sobre él, toda en ladrillo, y con unos arcos apuntados y cegados en su muro meridional, seguida de una puerta de arcos rehundidos, por donde se accedía al templo, que quedaba entonces en la inmediatez de la muralla, frente al pozo de las nieves del convento franciscano de San Antonio, que entonces estaba donde hoy se alza el Mercado de Abastos.
  3. El patio del palacio de Antonio de Mendoza por entonces era sede de la Diputación Provincial. De ahí que se vea animado con numerosos grupos de varones, algunos de uniforme y muy elegantes, que hablan entre sí. Al lado izquierdo, dos paisanos, uno sentado en el suelo y otro apoyado en una columna, charlan delante del gran escudo de Carlos V que procede de la puerta del Mercado frente a San Ginés. Aquí vemos que en 1877 ya estaba desmontada esa puerta y traído a este lugar noble y entonces sede de la principal institución política de la provincia.
  4. Interior del templo de Santo Tomé, ya dedicado en su altar mayor, según vemos, a la veneración de la Virgen de la Antigua, por entonces proclamada patrona de la ciudad. Igual que hoy, se ven las buenas rejas de las capillas, el artesonado de madera de origen mudéjar, que se perdió, y un gran lienzo de la Virgen en su presentación como dama bizantina. Lo más interesante puede ser el grupo de devotos y devotas que rezan, algunas de llas sentadas en el suelo,
  5. La portada del palacio del Infantado, que en esos años fue vendido por el duque de Osuna a la ciudad, muestra el doble balcón sobre la puerta, que obligó a subir a los salvajes que sujetan el escudo mendocino y empotrarlos bajo el mocárabe que sustenta la galería superior, la cual ofrece también sus arcos tapiados, a excepción de pequeñas ventanitas.
  6. La capilla de los Urbina (hoy llamada capilla de Luis de Lucena por su fundador) estaba entonces adherida en el extremo sureste de la iglesia de San Miguel, que como vemos era muy sencilla (se derribó a finales de ese siglo XIX) con una portada inexpresiva, y después de haber sido desprovista de la galería de arcos que otro artista algo anterior, unos 20 años antes, había visto y dibujado (Jenaro Pérez Villaamil). Sobre la capilla se alza la torre de San Miguel, cuyo hueco quedó también junto a la capilla.
  7. Muy interesante es la vista del torreón del Alamín, del que arranca el puente de las Infantas, salvando el arroyo del Alamín. Está igual que hoy, solo que añade la estampa un detalle interesantísimo: al fondo, sobre los inmediatos cerros, a la derecha del barranco, se alza entero y verdadero el convento de San Bernardo, ocupado entonces de monjas cistercienses, y que abandonado en el siglo XX, fue finalmente derruido después de la guerra, y hoy no queda ni el rastro de donde estuvo. Ahí se le ve con sus tapias, su iglesia, una torre y una espadaña.
  8. La última estampa de Salcedo en este recorrido por la Guadalajara novecentista es un ángulo del patio de los Leones del palacio del Infantado. No por muy conocido deja de ser atractivo este escorzo, en el que destacan dos figuras humanas, charlando, y que representan una pareja en la que él luce alta chistera y ella un fuerte abrigo y un sombrero escueto.

Con esta lámina en la mano, podría un viajero recorrer esos monumentos hoy en día. Todos (menos el referido convento de San Bernardo y la iglesia de San Miguel del monte) están hoy en pie y restaurados. Esta estampa impresionante y bellísima, ha sido adquirida recientemente por el Ayuntamiento de Guadalajara, y ha sido expuesta en una interesante muestra de estampas antiguas en el Auditorio Buero Vallejo para demostrar que se han iniciado los trabajos de montaje y documentación de un futuro y necesario Museo de la ciudad.