Viaje al interior de nuestras casas

viernes, 17 octubre 2008 0 Por Herrera Casado

Ayer jueves se presentaba en la Sala Tragaluz del Teatro Buero Vallejo el libro que ha preparado el Colegio Oficial de Arquitectos de Guadalajara con motivo de su 75 aniversario. Un libro cuajado y útil, un enorme catálogo de edificios, espacios y perspectivas donde vive o ha vivido la gente de Guadalajara.

Nada mejor que celebrar tan abultado aniversario reuniendo lo más granado de la arquitectura, lo que esos mismos arquitectos celebrantes consideran que ha sido su huella en la provincia, a lo largo de los últimos tres cuartos de siglo.

El libro, como todos los libros, da para ver y leer, para asombrarse y recordar, para disfrutar mirando y aprender. Para juzgar las cosas que nos rodean con más sabiduría y conocimiento de causa. Enhorabuena a quienes, -todos los arquitectos alcarreños- han hecho posible este libro, este recuerdo.

Desde la República a nuestros días

Empieza el libro con dos de los grandes edificios que se levantaron en Guadalajara durante la época de la República, ambos emblemáticos y aunque en desuso de lo que fueron en sus orígenes, piezas fundamentales del horizonte cotidiano. Son el Hospital Provincial, propiedad de la Diputación Provincial de Guadalajara, que comenzó a erigirse en 1928 bajo los planos y dirección de Sebastián Vilata, y la sede del Banco de España en Guadalajara, en pleno centro de la ciudad, dirigido por José Yarnoz.

Ellos fueron los que dieron inicio a una visión contemporánea de la arquitectura. Si recordamos la estampa que nos dejó, en el siglo XVI, Antón van der Wyngaerde, el flamenco que anduvo España entera dibujando las siluetas de las grandes ciudades, de su mano surgió una Guadalajara puesta sobre las terreras del Henares, rodeada de murallas medievales, y cuajada de torres y más torres de iglesias, conventos y palacios. La estrechez del burgo llevó a nuestras autoridades municipales, en los finales años del siglo XIX y comienzos del XX a “ampliar” la ciudad por sus cuatro costados, derribando murallas, torreones y conventos, y dejándola un tanto huérfana de artes, pero, eso sí, más despejada de cómo la inventaron los árabes hace más de diez siglos.

Cientos de nuevos edificios

En estos 75 años que lleva activo el Colegio de Arquitectos en Guadalajara se han construido más cosas y más casas que en toda la historia anterior. Y además más originales, hermosas y útiles. En este libro que acaba de presentarse, que cuenta con 282 páginas, y ofrece 233 obras arquitectónicas relevantes, aparecen tanto edificios públicos (Residencia del Seguro de Enfermedad, Hospital Universitario, colegios, etc.), espacios urbanos (el paseo de la Cruces) y casas o urbanizaciones privadas (desde algunos chalets de Cabanillas hasta los poblados de las centrales nucleares de Almonacid y Trillo). Además de edificios y conjuntos que no llegaron a construirse (el Alcarria Palace o el grupo de viviendas del Paseo de la Estación) y de las restauraciones de edificios antiguos que se han realizado en estos 75 años.

La obra ha corrido a cargo del conjunto de colegiados arquitectos, pero el coordinador principal y responsable último de la obra es José Ramón Martialay Valle, quien se ha ocupado a lo largo de dos años de reunir la documentación precisa para armar esta verdadera enciclopedia de la construcción alcarreña. Ayudado por Sagrario Gamarra, incansable en su capacidad de gestión para esta y mil cosas que la echen, y apoyado por la Junta directiva de la que en las primeras páginas aparecen palabras del presidente Miguel Angel Embid, del tesorero Javier Delgado y el estudio concienzudo, analítico y bibliográfico, del presidente de la Comisión de Cultura, José Antonio Herce Inés. La impresión, en duotono, ha resultado magnífica, corriendo a cargo de los maestros impresores Quílez, de Minaya S.A. Los ojos se van por las páginas viendo, reconociendo, admirando y, sobre todo, descubriendo cosas. Esos edificios que miramos (sin ver) cada día, y que ahora se nos desvelan como señeros y señalados elementos de la cultura arquitectónica.

Algunas sorpresas

Desde nuestra perspectiva de amantes y admiradores de la arquitectura, de entusiastas de los interiores, de degustadores del espacio vital, tenemos en las manos cientos de páginas llenas de apasionantes escenas. Unos son los edificios en que vivimos, en que trabajamos y a los que acudimos a comprar o a divertirnos. Los centros oficiales, los colegios y las fábricas. Además, el recopilador se ha entretenido en unificar los planos de los pueblos que fueron levantados por la Dirección General de Regiones Devastadas tras la Guerra Civil. El gobierno de entonces, en los años 1943 y 1944, dedicó un gran esfuerzo a rehacer cientos de pueblos que en España habían quedado aniquilados por bombardeos o por su situación en la misma línea del frente. Esto es lo que ocurrió con villas como Hita, Esplegares, Gajanejos, Montarrón, Alarilla y Masegoso. De este último, especialmente, aparecen los planos de la población entera, los alzados de sus edificios, quedando evidente la armonía y el buen gusto que guió a aquellos profesionales en tarea tan compleja, eje por otra parte de la arquitectura: hacer poblaciones enteras, con ese empuje casi mitológico que los españoles llevaron a América la capacidad de crear grandes poblaciones de la nada.

La mayoría de las sorpresas que nos vienen a las manos proceden de los chalets, casonas y viviendas unifamiliares que en los últimos años han ido levantándose, por encargo de los propietarios, en urbanizaciones y pueblos de la provincia. Con ellos, con sus ejemplos, podría hacerse una nueva ruta turística (con permiso de los dueños, claro, y en todo caso a admirar desde fuera) que sería la de las “villas contemporáneas”. Hay un edificio sorprendente y cubista trazado por Alvarez Hervás y Barrientos González en la calle Giralda de El Casar; otro espléndido en el camino del Silo de Brihuega, diseñado por Luis Gil de Bernabé, y en varios en la zona residencial de Cabanillas del Campo, del que destacaría especialmente el promovido por María Luisa Celada de Inés en la urbanización “Tres Torres II” y que ha sido firmado por M.A. Sánchez García, E. Pérez Gómez y J. Llorente Orejas. Racionalidad, nuevos materiales y, sobre todo, dimensionamiento del espacio interior, del que se explotan todas las posibilidades.

Restauraciones y rescates

En el libro aparecen los proyectos de restauración que se han acometido en la provincia especialmente desde después de la Guerra (en concreto la recomposición de la destruida Catedral de Sigüenza y el devastado palacio del Infantado) y más numerosos y puntuales, desde la Restauración monárquica y democrática (la capilla de Luis de Lucena, tan demandada siempre, la concatedral de Santa María, el castillo de Torija y el palacio de los Guzmán, entre otros.

Concretamente aparece un dibujo de la sección de la capilla del Doncel en la catedral seguntina, firmado por Juste y BAB Arquitectos, que es una lástima no disponer de un gran cartel en que pueda reproducirse, porque es una auténtica maravilla, de trabajo en detalle, y de medición exacta de los elementos que pueblan su muro norte, en el que es protagonista espectacular el enterramiento de Martín Vázquez de Arce. La restauración de la catedral se hizo inmediatamente acabada la Guerra, quizás como resultado del sentimiento de culpa que le quedó al gobierno de Franco por el ataque y destrucción que hizo de aquel edificio, en el que se hicieron fuertes los milicianos seguntinos, y hubo de ser tomado tras su ametrallamiento y bombardeo. Fue Leopoldo Torres Balbás quien, en el mismo año 1937, comenzó las obras de restauración, seguidas luego por Labrada Chércoles, y en otras campañas sucesivas por Vázquez Noriega, Manzano Monís, Juste Ballesta y Barceló de Torres.

Entre las intervenciones sobre edificios histórico-artísticos y monumentales que los arquitectos han realizado en estos años, falta una que a mi modo de ver fue fundamental, y que quizás por lo mal que se hizo, y la polémica que levantó, el coordinador de este libro ha preferido no recordar. Se trata de la intervención de cierto arquitecto, no alcarreño, sobre la iglesia de la Piedad en Guadalajara. Aquella en la que se perforó el muro original para poner una puertecilla de diseño metálico, aquella que montó una escalera de tipo hotel de cinco estrellas sobre los muros del presbiterio y que levantó la indignación de una buena parte de la sociedad alcarreña (la que entiende de estas cosas, fundamentalmente). Mejor ha sido así.

Y luego se han quedado en el tintero, pero con la lógica que impone la inmediatez de las actuaciones, cosas tan importantes como el Centro Comercial Ferial Plaza, que ha resultado ser un auténtico “templo” moderno del comercio y del ocio, una paráfrasis moderna de las clásicas basílicas romanas donde la gente acudía, entre columnas y estatuas de dioses, a comprar y vender, a demandar justicia, y a charlar con los amigos. Se inauguró no hace todavía un año, y es lógico que no haya llegado a tiempo para quedar eternizada en este libro. Saldrá en el del centenario, seguro.

Apunte

El libro de las arquitecturas

Cuadrado de 22 x 22 cms., con 282 páginas, y el título “75 años -1931-2006- de Arquitectura en Guadalajara”, ofrece 233 obras documentadas sobre fichas que ofrecen título del edificio o espacio, situación, localidad, arquitecto/s, promotor/es y año de proyecto. En la ficha, que suele ocupar una página, aunque hay varios elementos que ocupan más de una, aparece siempre una fotografía y uno o varios planos. Y en los casos –que hay unos cuantos- de obras que se proyectaron y no llegaron a hacerse, solamente los planos. Escritos iniciales de M.A. Embid, J. Delgado, J.A. Herce Inés y J.R. Martialay Valle. Indice y bibliografía finales. Fundamental para saber dónde, y casi hasta por qué, vivimos.