Rollos y picotas de Guadalajara

viernes, 9 noviembre 2007 1 Por Herrera Casado

 

La historia, la descripción, la visita, de los rollos y picotas de plazas y alrededores de pueblos, es uno de los temas que más interesan a los viajeros y visitantes de nuestra provincia.

Estos denominados rollos y/o picotas, son unos monumentos que colocados generalmente sobre unas gradas de piedra, elevan en considerable altura una columna tallada con más o menos elegancia y detalle, llevando en su remate capiteles, cruces, cuerpos y cabezas de leones, animales, monstruos, y siempre recordando el noble origen de la villa en que asientan.

Se pusieron la mayoría de estos monumentos en el siglo XVI, aunque los hay todavía más antiguos, y otros más modernos. En el momento actual se están levantando algunos nuevos, que nunca existieron, por el motivo de recordar la historia de cada pueblo, y evocar su calidad de villa con jurisdicción propia, que era el principal de sus significados.

Las picotas, también las horcas, puestas en las afueras de las villas y ciudades, sirvieron para colgar de sus pinchos a los cadáveres de los ajusticiados y malhechores. Pero de esos elementos apenas quedan hoy recuerdos gráficos, y ninguno en pie. Los que quedan, son los que en el centro de una plaza, a la entrada principal de una villa, recordaban a quien los veía que aquella era una localidad de rango y jerarquía, con la capacidad de juzgar los pleitos entre sus vecinos en primera instancia.

La provincia de Guadalajara es la que más elementos de este tipo tiene, entre todas las de España. Son ya 52 los localizados y que hoy pueden verse en buen estado. El libro que acaba de editar AACHE Ediciones de Guadalajara, titulado “Rollos y Picotas de Guadalajara”, escrito por Felipe Olivier López-Merlo, con fotografías de Juan José Bermejo Millano, ofrece en segunda edición esta obra tan interesante, en la que se explica el origen de estos símbolos, y describe uno a uno, por orden alfabético, todos los que hoy existen en la provincia alcarreña. En esta segunda edición se añaden 10 nuevos elementos, con sus correspondientes fotografías, que aparecen renovadas y actualizadas para el resto de los rollos ya conocidos.

Las mejores picotas

Aunque siempre está mal el comparar, pero de algunas habrá que decir que son las mejores. Y la primera es sin duda la de Fuentenovilla, que centra su plaza, como abrazando en su majestuosa envergadura a la iglesia y al ayuntamiento. Portada de tantas cosas, -también de este libro- la solemne picota de Fuentenovilla se caracteriza porque sobre las cuatro gradas circulares de piedra, muestra su estructura consistente en una columna cilíndrica de gran esbeltez, cuya parte inferior es lisa y la superior es estriada culminando todo en un capitel del que sobresalen en sus cuatro esquinas sendos cuerpos de monstruos antropomorfos con cabezas de animales, y como cimera de base cuadrada se levanta una balaustrada con adornos o pináculos en los ángulos esquineros, en cuyo centro se elevan tres troncos de pirámide superpuestos y en disminución, correspondiendo el más pequeño al más alto y cuyos simulados tejadillos están cubiertos de escamas, alzándose sobre el último una bella cruz de hierro forjado.

Sería otra, preciosa, y en un camino de entrada a la villa situada, la de Moratilla de los Meleros.  De estilo plateresco, tiene cuatro gradas circulares sobre las que asienta la basa cuadrangular con relieves en sus cuatro costados, en los cuales ya describí en su día que están tallados los cuatro vientos representados por seres humanos; sobre ella se eleva una columna circular de fuste estriado, mitad cóncavo y la otra mitad convexo, y encima del todo aparece el clásico capitel jónico sobre el que sobresalen las cabezas de leones. Culmina el monumento por un pináculo cuadrado de dos pisos, con cabezas de angelitos aladas en el superior y rosetas en el inferior, teniendo final remate en una cupulilla formada de hojarasca y una bola.

No puedo dejar de mencionar la de Budia, a la que los del pueblo denominan “el patíbulo”. Está aislada, a la salida y en una camino que baja hacia Durón, pero hermosa y contrastada siempre: se afianza sobre cinco gradas cuadradas de piedra sobre las que se eleva una columna sobre basamenta cuadrada, con fuste estriado en sus dos tercios superiores., con capitel toscano, al que se superpone un ábaco cuadrado que soporta cuatro cabezas salientes, de animales, muy deterioradas, rematándose el monumento con un prisma cuadrangular terminado en pirámide.

Las nuevas picotas del siglo XXI

En fechas muy recientes se han levantado algunos rollos que vienen a añadir valor e interés a las villas que han decidido ponerlos, recuperando así parte de su memoria histórica, de la que nadie debe abdicar, porque no tener historia es como perderse en los niveles inferiores de las especies animales.

Recuperando la memoria de haberlo tenido (tal es el caso de Horche, de Guadalajara o de Trillo) o sacando de los viejos documentos la posibilidad, aunque remota, de haber contado con rollo (tal es el caso de Sayatón, o Cendejas de la Torre) o incluso a sabiendas de no haber contado con ella, pero teniendo los suficientes amarres históricos como para decir que hubiera sido lógico tenerla (por decir alguno el caso de Fuentelviejo), son varias las localidades que han mandado tallar sus picotas y exhibirlas en lo más llamativo de sus pueblos.

De ellas se refieren en esta obra las de Guadalajara, de la que también se recuerda, a tenor del grabado que queda hecho por Antón van den Wyngaerden, la picota que debió existir en carrasalinera, en los altos de las terreras del Henares. La de Trillo, que se ha tallado nueva en lo alto del pueblo, donde estuvo el castillo. La de Mazuecos, que después de derribarla y destruirla hace no demasiados años, en un “mea culpa” colectivo las autoridades han decidido volver a ponerla en el centro de la plaza.

Fuentelviejo inauguró el verano pasado una preciosa picota, en la que con las proporciones clásicas, y el mejor detalle escultórico, recurriendo al arte de un artista de la talla de Roberto Castro González, se han puesto en el remate cuatro cabezas de leones muy expresivas, incluidos sus dientes de metal brillante. Lo mismo han hecho en Sayatón, con una picota espléndida que añade el escudo de la villa en su basamenta. Y en Cendejas de la Torre, o en Atienza, en esta con una remota semblanza de lo que fue su picota caminera.

El caso de Horche

El caso mejor, y el que aún promete, es el de Horche, que gracias al entusiasmo y generosidad de un vecino del pueblo, ha recuperado su vieja picota, una de las más bonitas de la Alcarria, según nos dicen los libros y crónicas antiguas, pero que un mal viento se la llevó un día de Corpus de finales del siglo XVI. Juan Francisco Ruiz Martínez, enamorado de su pueblo, y magnífico tallista, ha dado vida con sus manos a la picota de Horche, y la tiene por el momento, fragmentada aún, depositada en su domicilio, esperando que el Ayuntamiento de la villa alcarreña se arranque a ponerla en lugar señalado, que no debería de bajar de categoría que el centro de su plaza mayor, el lugar primitivo y el que más le corresponde.

Con los pasos marcados por el cronista de la villa, Juan Luis Francos, que ha indagado en los viejos legajos consiguiendo la descripción cumplida de su pretérita imagen, esta picota de Horche será quizás el mejor atractivo turístico de la villa. Decía fray Juan Talamanco que este monumento era “realizada toda ella de piedra paxarilla, curiosamente dolada, identificadas con las cuatro esquinas cuatro lunetas de labor estriadas, coronadas de escarpias, y en un ángulo pendiente la argolla, que es para ciertos delitos mala vergüenza”. Ojalá en pocos meses podamos reproducir aquí la alegría del pueblo de Horche de ver su antigua picota reproducida y engalando los perfiles de su plaza o mejor espacio.

Apunte

Un libro que las explica todas

En el libro de Oliver y Bermejo, aparecen descritas las 52 picotas que hoy existen en Guadalajara. Sobre la edición anterior, aparecen 10 nuevas, entre ellas las de Canredondo, Castejón y Marchamalo, que entonces quedaron olvidadas, o las nuevas de Sayatón, Fuentelviejo y Cendejas de la Torre, más las que han terminado de arreglarse como Hontoba, Trillo y Mazuecos. En sus 104 páginas, a las que precede un estudio sobre los rollos y picotas, con descripción de sus partes y memoria de su consideración social, aparecen fotografías y datos, así como unos índices y bibliografía. Un elemento indispensable, sin duda, para quienes piensan visitar la tierra en que viven, y saber de sus memorias y patrimonio con todo detalle.