Viaje a la sierra por Almiruete
Se agradecen las temperaturas que en los altos serranos de nuestra sierra del Ocejón se disfrutan estos días. En la caída pizarrosa del gran monte, en su vertiente oriental, en un escalofrío del terreno, entre arboledas y jarales, aparece encantador Almiruete, como un sueño de sencillez y silencio. Por las calles corren arroyos, que bajan desde el alto cerro, y sus edificios mantienen el rigor solemne y colorista de siglos pasados, huellas de una época de aislamiento y pobreza, pero hoy evidencia de un buen cuidado urbanismo, presto a mostrar al viajero las formas de vida antañonas.
Almiruete se encuentra en plena “ruta” de la Arquitectura Negra de la provincia, que cada vez acapara la atención de más viajeros y excursionistas. Estos días se encuentra pleno de visitantes y gentes que tienen allí su casa, a la que sacan el provecho de estas jornadas veraniegas en las que hay que echarse hasta manta por las noches.
El atractivo añadido de Almiruete, desde el año pasado, es su Museo del Carnaval, situado en un viejo edificio pizarroso. En él se celebran actos culturales en verano, como el “Curso de Pintura sobre Seda” que tuvo lugar el pasado mes de julio, o la “Jornada de Amor al Libro” que va a celebrarse el próximo jueves 23 de agosto a las 7 de la tarde.
Llegamos a Almiruete
Pasado Tamajón, al que se sube suavemente desde la honda y ancha vega del Henares, y camino de la Sierra de Valverde, llegamos pronto a Almiruete. Hay que desviarse un kilómetro para, subiendo una cuesta empinada, entrar en las estrechas y umbrosas calles de esta antigua villa. Lo que encanta al viajero, y para muchos es el mejor recuerdo que les queda de su visita, es el aspecto paisajístico, el ámbito de postal en que se asienta. Por la empinada ladera cuelga el caserío, mezclados sus edificios con las arboledas. Las casas, plenamente encuadradas en la tipología constructiva de la “arquitectura negra” están construidas a base de muros de mampostería de cuarcita aglomerados con barro, siendo más abundantes en las cubiertas las pizarras que las tejas, aunque hay de los dos tipos.
Las mejores edificaciones, y las que se han construido modernamente a imitación de las antiguas, son de dos plantas y cámara alta, con un pequeño balcón abierto en la fachada y en algunas la puerta principal protegida con un porche de madera. Las más pequeñas, humildes, o simples edificios auxiliares, son de una sola planta, estando precedida a veces la edificación de un corral pequeño que, a los lados del portón, deja ver dos mínimas casetas que se corresponden al alojamiento de los cerdos (la corte que llamaban) y al almacenamiento de la leña.
Las viviendas se agrupan en manzanas que escoltan al principal arroyo que surca el pueblo. Pero en la parte más alta también las casas se unen en conjuntos abrigados, por lo que Almiruete puede considerarse formado por tres grandes espacios urbanos, como son los dos que se forman a ambos lados del arroyo central, y la parte alta. Dentro de cada uno de ellos, hay pequeñas calles y espacios que no pueden llegar a recibir el nombre de plazuelas. Al inicio del barrio alto, está la iglesia, obra de finales de la Edad Media, con una puerta de arco semicircular decorado con bolas en el muro de mediodía, y una esbelta espadaña, espectacular, sin duda lo mejor del patrimonio artístico del lugar, que remata en cúspide triangular con tres huecos para las campanas. Una cornisa de ovas talladas sobre el recio sillar, aportan a este templo un aire medieval indiscutible.
La arquitectura negra de Almiruete
Un gran libro que editó la Junta hace algunos años, dedicado a la Arquitectura Negra de Guadalajara, y dirigido por Eulalia Castellote, aporta una serie de referencias técnicas a propósito de la arquitectura peculiar de este pueblo serrano, que quiero aquí transcribir y comentar, porque es ello, sin duda, el mayor atractivo que ofrece al viajero este pueblo. Al menos, al que va en volandas mirando sierras y espacios entrañables.
Nos cuenta Castellote que “los materiales empleados en la construcción de los muros de mampostería de cuarcitas y calizas aglomeradas con barro, [que constituyen el alma arquitectónica de sus edificios] en muchos casos se encuentran revestidos de yeso. Las cubiertas son a dos aguas, con la característica en las edificaciones grandes de la realización de un tercer faldón, de reducidas dimensiones respecto a los otros, y fundamentalmente de adorno, para achaflanar el encuentro de las dos aguas en la fachada principal, y proteger el balcón central de esta fachada”. Es ese un detalle constructivo muy espectacular, muy común en el resto de los pueblos de la Sierra del Ocejón.
“La carpintería es siempre de madera, que también es utilizada para la estructura de un pequeño porche en la puerta principal”. Van quedando pocos porches en Almiruete, porque los nuevos edificios, que se están construyendo conforme a la tradicional estructura serrana, prescinden habitualmente de él. “El sistema de construcción es el tradicional de estos pueblos con muros de piedra y entramados de madera en el interior. En general, se produce un predominio del volumen sobre la altura, siendo las edificaciones de una gran dimensión en planta. Existen algunos ejemplos de viviendas tradicionales de dos plantas y cámara con pequeño balcón, al igual que viviendas de una planta”.
En todo caso, Almiruete es un verdadero museo de arquitectura negra, tanto para los veteranos estudiosos de la arquitectura popular española, como para los viajeros fortuitos que acuden a verlo porque está en los libros de rutas, y cada vez se habla más de él. En ese sentido, y acabo con las referencias técnicas dadas por la profesora Castellote Herrero en su libro, “las viviendas tienen un claro predominio del muro sobre los vanos. En los muros, levantados con piezas irregulares, se suelen utilizar los sillares de mayor tamaño para reforzar las esquinas. Las cubiertas están realizadas con lajas de pizarra, también de piezas irregulares colocadas a la manera tradicional y con caballetes paralelos a la fachada. Apenas existen elementos auxiliares o decorativos exteriores, salvo el mencionado chaflán de cubierta para proteger el balcón central y el pequeño porche de la puerta principal. Las ventanas, de pequeño tamaño, se resuelven con cargaderos, peanas y jambas de madera”.
El Museo del Carnaval
Otro de los atractivos que añade Almiruete al visitante es su nuevo “Museo del Carnaval” que se inauguró el pasado año, y ahora se mantiene abierto los fines de semana, durante el buen tiempo, para que los visitantes puedan admirar las piezas en él recogidas que hablan de los mil y un detalles de su fiesta más universal, y que le hace ser conocido en amplios ámbitos del folclore castellano: las botargas y mascaritas de Almiruete.
En un recuerdo sucinto de esa fiesta, que tiene lugar la tarde del sábado anterior al Carnaval, podemos recordar cómo desde un alto cerro en las afueras, al que llaman La Linde, y a primera hora de la tarde, unos 25 hombres ‑los botargas– revestidos de blanco (pantalones y camisa), con el pecho y la espalda cruzados de cintos negros, colgando de su cinturón grandes cencerros que hacen sonar rítmicamente, con una careta diferente cada uno, y cubierta la cabeza de un gorro floreado a modo de mitra, bajan en fila de uno, despacio, haciendo resonar la atmósfera con sus cencerros, y aparecen por las calles altas del pueblo golpeando sus bastones rítmicamente sobre el suelo. En la plaza se encuentran con las mascaritas, otras tantas chicas vestidas de blanco, con mantón de Manila, gorro grande y cara tapada por pañuelo blanco en el que van pintadas caras de gatos, de ratón, de conejo, etc. Emparejados ambos grupos, recorren las calles del pueblo. Una tercera vuelta la hacen los botargas con la cabeza tocada por gorro negro. Al final, las mascaritas lanzan pelusa a los asistentes.
En esta fiesta, multicolor y sonora, aunque casi siempre sumida en el gris atardecer de un día helador, si no nevado, aparece también la vaquilla, un mozo o casado, oculto por una gran manta negra, provisto de unas amugas sobre los hombros en las que se pone una cornamenta de toro con la que embiste a botargas, mascaritas y chiquillería. Al anochecer se encienden fogatas, se asa carne y se come con vino, tratando de calentar el gélido ambiente serrano. Al final del día, los protagonistas recorren el pueblo, una vez más, recogiendo el somarro que les ofrecen los vecinos.
Apunte
El Museo del Carnaval abre los sábados, y concretamente mañana 18 de agosto y el próximo jueves 23 de agosto, en que se celebrará una exposición complementaria de Libros sobre Almiruete y las sierras de Guadalajara, así como una conferencia sobre “Almiruete en los libros” con proyección de diapositivas. Para Llegar hay que tomar desde Guadalajara la carretera CM 101 que por el valle del Henares llega a Humanes, y desde allí la CM 1004 que sube hasta Tamajón, para seguir, desde un cruce a un kilómetro de este pueblo, por la derecha hacia Valverde. Enseguida se ve a la izquierda, colgando de la montaña, Almiruete. Para Dormir, se puede hacer en la Casa Rural Las Peonias, en el mismo Almiruete (949 823 002), o en La Posada del Abuelo, ubicada en los alrededores de Almiruete (657 082 150). En Tamajón hay más oferta de alojamiento, pudiendo escoger el Hotel Rural Tamaya (949 859 187) o cualquiera de las varias Casas Rurales de esa villa. Para Comer, debe hacerse en el cercano Tamajón, donde aconsejamos el Restaurante “La Tienda de Tamajón” (949 859 022) a la entrada de la localidad, o el Restaurante Asador Camping, algo retirado del pueblo (949 859 174). Para más Información, imprescindible el libro de Nieto & Alegre “Guía de la Arquitectura Negra de Guadalajara”, de AACHE Ediciones.