Puentes sobre aguas escasas
Los puentes de hoy, los que brincan por encima de los ríos de nuestra provincia, ven pasar a sus pies unas más bien escasas aguas. Pero en los tiempos en que fueron hechos, la generosa acometida regular de las lluvias hacía crecer los ríos y a estos, a los puentes, les daba razón de ser y acúmulo de agradecimientos.
El repertorio de los puentes guadalajareños es muy numeroso. Los hay de madera, de hierro y de piedra. Los hay que tienen la huella palpable de su construcción romana. Los hay árabes, medievales, renacentistas y barrocos. Los hay particulares y públicos. Los hay de un solo ojo y de muchos, de muchísimos ojos. En fin: que un elemento patrimonial, de los bonitos, variados y entretenidos con que cuenta nuestra provincia, el puente, tiene mucho que ver y que decir. Vamos a ello.
La mirada de un arquitecto
En la pasada primavera apareció un libro, editado por el Colegio de Arquitectos de Guadalajara, que ha pasado un tanto desapercibido para la auténtica importancia que tiene. Tanta, que quiero aquí elogiarle y ofrecer en imagen y memoria algo, muy breve, de lo mucho y bueno que trae dentro.
José Enrique Asenjo Rodríguez, su autor, es arquitecto, y durante años ha ido paseando su mirada, sus estudios y sus viajes sobre las suaves jorobas de los puentes alcarreños. De tal manera, que, apoyado en un denso acúmulo de documentación obtenida en los archivos de la Diputación Provincial e Histórico Provincial, y rescatando del olvido planos, fotografías antiguas y memorias de viejas crónicas, ha conseguido materializar su enorme información en este libro que ahora disfrutamos.
La mirada con que se materializan estos cincuenta puentes que estudia es la de un arquitecto, la de un profesional que se fija en formatos, dimensiones, calidades, novedades técnicas, estado de conservación, reformas, y un largo etcétera de cuestiones que a todos nos interesan, al menos para tener un acopio de datos cuando vayamos a disfrutar del lugar, de la segura fresca alameda que rodea al puente que sea nuestro objetivo. Pero esa mirada es fructífera y salva cualquier aridez de la información aportada. Y nos entrega imágenes, fechas, nombres y avatares en una vitrina que se alza ante nosotros perfecta y novedosa.
El puente o viaducto de Entrepeñas
Quizás el puente más grande que hoy existe en la provincia de Guadalajara sea el viaducto sobre el embalse de Entrepeñas, entre los términos de Chillarón y Durón, y que se construyó en los años cincuenta del pasado siglo, al tiempo que se concluía la presa de Entrepeñas entre Auñón y Sacedón. De este puente, del que se aporta una fotografía en el libro de Asenjo, existía un proyecto primitivo que venía de 1936, y que firmaron los ingenieros Longinos Luengo y Rafael Ureña, que proyectaba un puente de siete arcos con pilares muy elevados, de 45 metros de altura, pero que no llegó a hacerse debido al estallido de la Guerra Civil en los meses inmediatos. Del que sí se hizo, y hoy vemos (en fotografía adjunta de hace un mes) tenemos por seguro ser el más atrevido con 13 arcos semicirculares y dos ovalados centrales, del que el autor no aporta datos técnicos pero que sin duda es el más espectacular.
El puente colgante sobre el Henares
Quedan hoy en Guadalajara algunos puentes colgantes, mínimos y primitivos, en los arroyos de la Sierra Norte y en el Tajuña. Pero lo que muy poca gente sabe es que hay uno de este tipo sobre el Henares, en la Finca de la Acequilla, en terreno privado. Dos torres de hierro colado y muy decorado, ancladas en las orillas, mantienen unos largos cables metálicos de los que penden otras tiras de metal que sujetan en pavimento, de madera. Pasar por él supone el vértigo de lo que oscila en la altura. En una de las torres se lee esta inscripción “Lo hizo D. Valeriano Madrazo Escalera en 1879”, por lo que al tal puente azudense (en término de Azuqueca está) se le imputa una edad de casi 130 años, que los ha aguantado impertérrito.
El puente no medieval de Cañamares
La localidad serrana de Cañamares, que lleva el nombre del río que la atraviesa, tiene para salvar las escasas aguas de ese curso un puente monumental, y hermoso, que todo el que lo ve piensa es medieval, con un montón de siglos a las espaldas. Sus gruesos apoyos o tajamares, sus amplios arcos, la inclinación de sus rasantes de modo que le hacen ofrecer una acentuada joroba en su centro, y la piedra arenisca rojiza con que está construido hace pensar en ese origen medieval. Pero Asenjo demuestra en su estudio que este puente fue construido a finales del siglo XVIII, por la Real Administración de Carlos III, y que luego fue reparado por la Diputación Provincial en varias ocasiones a lo largo del siglo XIX, siendo la última de esas reparaciones en 1952. En cualquier caso, bien merece una visita este puente, que es de los pocos que ofrecen un aspecto uniforme, homogéneo, perfecto desde su origen. Quizás, todo ello, por lo poco utilizado que ha sido.
El puente románico de Molina
Este sí que es medieval, el de Molina de Aragón. El autor de este libro nos da los datos técnicos esenciales: longitud de 28 metros, ancho de 5,80 m., un arco central, muy abierto, de 8,30 metros de luz con una flecha de 3 metros. Y, sobre todo, y eso es lo que lo define como plenamente medieval, unos tajamares que ascienden hasta los pretiles, macizos y labrados en piedra. Airoso al mismo tiempo que rústico. Fuerte y poético, el puente románico de Molina es, quizás, el más bonito, el más figurativo de la provincia, con un cuerpo pétreo que impone de rotundidad y un alma de cantares y recuerdos cidianos.
Otros puentes medievales
Pero sin duda hay otros puentes en nuestra provincia que son de construcción medieval, y su aspecto así lo delata todavía. El más antiguo, posiblemente (después del romano de Murel, en término de Carrascosa de Tajo) es el de la capital, el de la Wad.al-Hayara califal, mandado construir por Abderramán III en el siglo X de nuestra era. Desde remotos tiempos en el lecho del río se pusieron enormes losas talladas, que aún se conservan, y sobre ellas se construyó este puente, que ha ido sufriendo derrumbamientos por vejez, avenidas del río y guerras, pero que aún hoy conserva su aire morisco y su vetustez. Consta de varios arcos apuntados, y en el centro del río, contra corriente, avanza un fortísimo espolón o estribo que remata en varias hiladas de sillería en degradación, y sobre él aparece un «arco ladrón» en herradura, que llaman el ojillo para dar salida a las avenidas impetuosas. Tuvo originariamente una alta torre en el centro, y al parecer otra en el extremo opuesto a la ciudad. Fue remodelado en época cristiana, sufriendo numerosísimas reformas a lo largo de los años. Del extremo sur, el que da a la población, arranca en zig‑zag la pontezuela que se dirigía hacia el barranco del Alamín, y cruzándolo, seguía camino por la margen izquierda del río (el camino salinero) sin necesidad de subir a la ciudad. En el fondo del puente se levanta un monolito pétreo en el que se ve borrosa leyenda explicativa del arreglo que de este puente hizo Carlos III, tras su derrumbamiento en 1757 por fuerte inundación. Es su imagen deteriorada y pintarrajeada la que sirve de portada al libro de Asenjo Rodríguez. Fue el arquitecto montañés Juan Eugenio de la Viesca quien se encargó de llevar adelante la obra de restauración. En el siglo pasado se le privó del pretil de piedra y la chepa central que aún, tras las muchas reformas, le confería un verdadero aire medieval, hoy ya perdido.
Otro impresionante es el de Beleña, que cruza el río Sorbe por un solo ojo que se mantiene a respetable altura sobre las aguas límpidas del río serrano. Visto desde lo alto del pueblo y su castillo, su imagen zigzagueante y pétrea nos hace recordar los momentos de la llegada de comitivas de arrieros desde lejanas tierras.
Y el mejor, quizás, por lo grande y bien conservado, sea el de Auñón Que fue construido con los impuestos de todos los pueblos y aldeas del contorno, desde Pastrana hasta Sacedón. Tras servir durante siglos al paso del río Tajo de caravanas, ejércitos y viajeros, en la Guerra de la Independencia protagonizó una gran batalla entre las tropas napoleónicas y las partidas guerrilleras de El Empecinado. Hoy ha quedado fuera de los circuitos excursionistas y de carretera, y quizás por eso, a pesar de su aislamiento entre los bosques, esté mejor conservado y limpio.
Otros muchos puentes podríamos seguir desvelando, animando a conocer, poniendo imágenes. Porque no son solamente los 50 que aparecen en este libro del Colegio de Arquitectos. Hay muchos más, y, sin duda, será una magnífica iniciativa desde el punto de vista turístico la de crear algunas “Rutas de los Puentes de Guadalajara” al objeto de mostrar paisajes, construcciones, memorias históricas y, en definitiva, esencias y raíces de nuestra tierra a quienes la quieran conocer y compartir con nosotros.
Apunte
Puentes de la provincia de Guadalajara
Editado por el colegio de Arquitectos de Guadalajara, el libro que comentamos está escrito por José Enrique Asenjo Rodríguez. Consta de 278 páginas impresas la mayoría en color, con multitud de planos y fotografías, en tamaño folio y encuadernación en cartoné. La foto de la cubierta es una “foto denuncia” del estado en que se encuentra el monolito que se puso cuando Carlos III mandó restaurar el puente de Guadalajara. Se puede adquirir ya en las librerías de Guadalajara y por Internet, siendo su precio de 50 Euros.