Galve de Sorbe en la encrucijada

viernes, 29 junio 2007 0 Por Herrera Casado

 

Mañana se celebrará un Encuentro de historiadores y gentes varias en Galve de Sorbe, al objeto de hablar, exponer, recopilar y meditar en torno a los datos que hoy existen sobre el castillo de Galve, y al paso salir a mirar lo que ocurre en otros castillos de nuestra tierra, que están los pobres tan necesitados de atención, cuidados y estudios.

El patrimonio provincial, que pasa por ser de los más amplios y más descuidados de la nación, tiene en los castillos sus imágenes más fuertes y representativas. Cuando se llega hasta ellos, comprueba el viajero que sólo quedan recuerdos de batallas y nombres de personajes. Algunos muros inestables y poco más. Se hace necesario revitalizarlos cuanto antes.

Un castillo imponente

Aunque en otras ocasiones he escrito en estas páginas los datos más significativos de esta fortaleza, desde su perspectiva histórica y monumental, no viene mal recordarlos, porque así puede centrarse mejor el problema que aqueja a estos mal traídos torreones.

Sobre las altas parameras que unen la meseta castellana inferior con la superior, se alza el castillo de Galve, vigilante del naciente valle del Sorbe, que muchos kilómetros hacia el sur dará en el Henares. Perteneció este lugar, tras la reconquista, al Común de Villa y Tierra de Atienza, siendo luego, en el siglo xiii, de propiedad del infante don Juan Manuel, quien levantó un primitivo castillo sobre el lugar. Pasó luego a la Corona por muerte del revol­toso Infante, y en 1354 el rey don Pedro i dio Galve a Iñigo López de Orozco. Su hija doña Mencía casó con Men Rodrí­guez de Valdés, señor de Beleña, y a ellos compraron Galve, mancomunadamente, el almirante de Castilla don Diego Hur­tado de Mendoza, y el Justicia Mayor del Reino don Diego López de Estúñiga. En esta última familia quedó, y ellos fueron los constructores de la gran fortaleza que hoy existe dominando al pueblo.

Para el viajero que llega a Galve, supone una sorpresa ver un castillo tan grande sobre un pueblo tan pequeño. La forma de admirarlo en detalle es ascendiendo hasta su altura, por un camino de tierra que parte desde las últimas casas del pueblo.

Este castillo es obra de la segunda mitad del siglo xv, erigido por los Estúñigas, cuyos escudos aparecen distribuidos en las talla­das piedras de muros y estancias. Sufrió luego el abandono y la ruina, el destrozo programado en la guerra carlista, y la reconstrucción arbitraria que su nuevo dueño realizó en pasados años, y que le ha supuesto, entre otras lamentables alteraciones, el emparedamiento de su puerta principal, de tal modo que es imposible acceder a su interior, o la colocación de unas almenas semiartificiales que a las primeras rachas de viento se vinieron al suelo.

El castillo de Galve consta de un amplio recinto externo, de elevada muralla almenada, en la que se presentan sendas torres cuadrangulares en las esquinas, más un cubo semicircular ado­sado al comedio de la cortina sur. Sobre la esquina noroeste se alza la hermosa torre del homenaje: de planta cuadrada con fuertes muros de sillar, en lo alto de las esquinas rompen su línea recta cilíndricos garitones sobre repisas varias veces molduradas, luciendo cada uno un escudo de los Zúñigas constructores. Se remata esta torre con un saledizo sujeto por modillones de triple moldura. Tiene su interior, ya restaurado, cinco pisos, en uno de los cuales aparece una gigantesca chi­menea de piedra sillar, con gran arco escarzano, y ventanales escoltados de asientos de piedra, y una superior terraza desde la que se contempla un increíble panorama. En el cubo semicilíndrico que defiende el muro sur, en su interior, hay una bóveda hemiesférica de sillar con escudos de los constructores tallados en su interior.

En la restauración que hace unos 30 años realizó la actual propiedad, se sumó a la cubierta de la torre un cuerpo que aunque en este tipo de Castillo señorial y atalayado, en el siglo XV solía existir, en este caso se puso una edificación de mal trabados muros y cubierta de uralita, que le afeaba enormemente. Las tormentas y vendavales lo han destruido, dañándose al mismo tiempo los perfiles superiores de la torre, que están desmoronándose.

Todo ello ha llevado a ofrecer una situación de lastimoso abandono y peligro de ruina para este Castillo. Como muchos otros de Guadalajara (que es una de las provincias de Castilla con más abundante número de fortalezas militares de origen medieval) que representan la esencia de una historia centenaria y una evidencia palpitante de formas de vida, está el de Galve olvidado de todos. Menos de quienes en su pueblo tienen sensibilidad y valores.

Otros castillos de Guadalajara

Algo parecido ha ocurrido en otras fortalezas de nuestra provincia. Recientemente, una de las que sangraban por el pecho, y se caían a trozos, era la de Embid, en el confín de Molina: llegó el dinero y los restauradores. Y se ha salvado, con unos perfiles de novedosa técnica restauradora que, en todo caso, hay que aplaudir. De Almoguera, con un inventado castillete en lo alto del roquedal donde se alzó la poderosa fortaleza calatrava, solo cabe decir que el jardín que se ha construido en su interior permite amenos paseos y deja alargar la vista de quien allí sube hasta las orillas del Tajo. De Pelegrina, decir que todavía está esperando que alguien calce su torre mayor, porque el peligro de hundimiento sigue activo. Y de Palazuelos, prefiero seguir sin hablar.

En todo caso, cada vez interesa a más gente la conservación de nuestros viejos edificios medievales (castillos, iglesias, puentes y fuentes…) y ello nos llevará un día a evitar hundimientos y ganar presencias que no debieran haberse ido. De todos modos, conviene mantenerse atento a esa necesidad de restauración y prevención de hundimientos. El aumento de población en Guadalajara, hecha con gentes de aluvión que proceden de otras partes de España, incluso de otras culturas y de otros valores, no supone que crezca la conciencia de proteger lo que los siglos nos dejaron. Es más, hay que animarlos a que también ellos, los recién llegados, se percaten de cuánta maravilla existe y lo necesario que es mantenerla y cuidarla. El ejemplo, por el que surgen estas palabras y esta jornada de mañana, está en Galve: un edificio de propiedad particular, pero abandonado de forma total, ante el que la Administración Regional debe hacer algo. Al menos, hablar con el propietario y ofrecerle soluciones, la compra del edificio o el apoyo para que lo restaure.

Y este es solo un ejemplo, por desgracia: para otro día dejamos el tema de las ruinas del convento de San Antonio en Mondéjar, el monasterio de Bonaval cerca de Retiendas, el convento Carmelita de Cogolludo, el templo románico de Villaescusa de Palositos, las ruinas góticas de San Francisco en Atienza… todos ellos, y alguno más, son los incluidos por “Hispania Nostra” en su lista roja de monumentos en peligro grave de destrucción si no se hace algo por arreglarlos en corto plazo.

Actividades para recuperar el castillo

Mañana sábado 30 de junio, en convocatoria realizada por la Asociación Cultural “Castillo de Galve”, con el patrocinio de la Excmª Diputación de Guadalajara, la Universidad de Alcalá, y el Centro de Estudios Cisneros tendrá lugar la “I Jornada Cultural “Castillos de Guadalajara”, que tras su inauguración a las diez y media de la mañana por las autoridades locales y culturales de la provincia, se desarrollará con un contenido científico (conferencias de los profesores J.L. García de Paz, Amador Rubial, Lauro Olmo, y los alcaldes o ex-alcaldes de Zorita, Pioz y Jadraque, que expondrán los problemas inherentes al mantenimiento de castillos en municipios pequeños.

Además de la animación callejera por el grupo de dulzaineros “Mirasierra”, se inaugurarán dos exposiciones fotográficas, una organizada por el CEFIHGU de la Diputación, sobre “Castillos de la provincia de Guadalajara” y otra sobre “La fortaleza de los Estúñiga, el castillo de la Sierra” en el centro Social de Galve de Sorbe. Finalmente, a las 7 de la tarde, cuando el calor amaine, habrá subida y visita guiada al Castillo de Galve (sólo por fuera, se entiende, pues en el interior permanece cerrado por su propiedad).