Valverde de los Aroyos, de par en par
Podría decirse que Valverde de los Arroyos se abre de par en par, tras haber recibido en nuestras manos el libro que acaba de publicar don Juan Antonio Marco Martínez, y que titula así, “Valverde de los Arroyos, parroquia y parroquianos”. Fue Marco el sacerdote de Valverde hace 25 años, según él acabó la carrera eclesiástica (ese fue su primer destino) y según Valverde empezaba a abrirse al mundo, gracias a unos caminos que empezaban a saber, a cortos trechos, de asfalto y puentes.
Hoy es Valverde un destino turístico por excelencia, un lugar primorosamente recuperado de la oscura noche de los silencios, y que está esperando la visita de cuantos quieren ver espacios nuevos, puros y vertiginosamente hermosos. En la primavera que se supone pronta, Valverde será seguro un destino de viaje corto, de viaje intenso e inolvidable.
Algo de historia
Echando cuentas de sus orígenes, Valverde fue siempre un pequeño lugar perdido en los oscuros montes que rodean al Ocejón, y que tenía más relación con Galve de Sorbe, con Ayllón y Segovia, que con las llanuras a las que sus arroyos primero y luego el Henares forman hacia Castilla la Nueva. Por decir algo de su Historia, conviene recordar que nace en el momento de la pacificación del reino de Toledo tras la recoquista de la capital en 1085 por Alfonso VI. Desde este momento todo el territorio de la Sierra se estructura en tres grandes Comunes de Villa y Tierra, regidos por los núcleos cabecera de Sepúlveda, Atienza y Ayllón, centros de amplios alfoces con numerosas aldeas y gobernados por Fueros. El Común de Villa y Tierra de Atienza se organiza a partir de 1149, cuando Alfonso VII concede a esta villa un gran territorio, cuyo límite meridional se encontraba en el río Tajo, y un Fuero para aplicarlo en todo él. A este Común pertenecieron muchos pueblos serranos, y entre ellos Valverde.
Además de territorio real, fue luego, a lo largo de los siglos, del infante don Juan Manuel, de los Orozco, de los Zúñiga y por fin de los Mendoza, primero en la rama de los condes de Mélito, y luego en la de los duques de Pastrana, llegando en el XVIII a engrosar los territorios inmensos de la Casa de Alba.
Algo de arquitectura negra
La primera vez que fui a Valverde de los Arroyos, hice el viaje en un Land Rover de Diputación, y me acompañaba entre otros el entrañable escritor y poeta, fundador del Club Alcarreño de Montaña, Jesús García Perdices. Para atravesar el Sorbe, en la parte baja del pueblo, había un puente de maderas tan maltrecho e inestable, que el conductor del vehículo prefirió vadear el río, y con el agua por encima de los ejes y un último problema en la orilla, pudimos llegar al pueblo, que era, entonces, (y afortunadamente lo sigue siendo ahora, aunque de otro modo) una postal.
Valverde merece el viaje, siempre, y más ahora, en que la primavera pretende apuntar y la carretera es de asfalto hasta la parte alta del pueblo, donde deben dejarse los coches, en un aparcamento bien acondicionado. El pueblo entero está formado de grandes edificios de recios muros construidos de sillarejo de gneis, esa “pizarra dorada” tan propia de la zona oriental del Ocejón. Desde la lejanía, viniendo desde Palancares, Valverde se ve como colgando de la montaña, en un precioso y estrecho valle que forma el principal de los arroyos que dan las Chorreras de Despeñalagua, nutridas del deshielo de la nieve del Ocejón.
Rodeado de terrazas con pequeños huertos, Valverde fue un importante centro rural serrano, llegando a tener molino de harina, tres batanes y cuatro telares de paños ordinarios, y de esa importancia radica el hecho de encontrar construcciones notables, muchas de ellas de dos plantas, y un urbanismo con cierta regularidad. La plaza principal, que tiene una fuente bien nutrida y un juego de bolos, está presidida por la iglesia, simpático edificio con torre construido con mamposterías de caliza, cuarcita y pizarra y grandes sillares de pizarra rematando las esquinas. Este edificio religioso se levantó en 1732, con las trazas que para ello dio Domingo Ylisigasti, habiendo dirigido las obras su hermano José, siendo ambos maestros de obras montañeses, del valle de Meruelo, en Cantabria. Mientras que José volvía siempre en invierno a su tierra, Domingo quedó a vivir en Atienza, trazando y dirigiendo otras iglesias y ermitas del arciprestazgo.
En Valverde vibra la auténtica “arquitectura negra” de nuestra más emblemática Sierra, la del Robledal. Hoy muy bien mantenido en urbanismo y construcciones, rehechas la mayoría a la antigua usanza, con el esfuerzo y el dispendio que eso supone a sus actuales pobladores, destacan los edificios que conforman los límites de la plaza, todos ellos construidos con mampostería de caliza y pizarra y cubiertos de lajas de este último material, distribuidos en dos plantas, la superior con balcón sobre ménsulas protegido por tejaroz sobre estructura de madera o galería cubierta por alero y balaustradas de madera. Todos los huecos se recercan con elementos de madera. El resto del núcleo urbano de Valverde se articula en una sucesión de plazas y calles delimitadas por edificios de arquitectura popular cubierta de pizarra. Muy notables son las viviendas de dos plantas, con balcón de mínimas dimensiones, y las construcciones auxiliares adosadas a los edificios de vivienda o aisladas, con huecos mínimos recercados con madera; se han construido en los último años algunas nuevas edificaciones, en espacios en los que antes nada había: pero todo se ha hecho conforme a un uniformado patrón purista, acorde con la tradición.
Todos estos edificios son de una gran simplicidad. Los materiales fundamentales son la pizarra, las cuarcitas, la madera y el barro. Ello le confiere esa sensación de robustez, de rotundidad, de bien delimitados horizontes mínimos. La madera suele ser de roble, de chopo, de pino y de olmo. La única herramienta que se utiliza para su labrado es el hacha, por lo que las soluciones constructivas, tanto a nivel de elementos como de ensamblajes, encuentros y carpinterías, resultan de un gran primitivismo y rusticidad, habiendo mantenido los constructores modernos, estas técnicas remotas. Para conseguir el material básico con que se cubren, la pizarra, se sacan bloques o peñas con un pico y luego, con cuñas, se separan en lajas del grosor adecuado para la construcción, diferenciándose entre piedras (que son las utilizadas en la construcción de los muros, pizarras que son las planchas de la cubierta, y lanchas más amplias y bastas que se han seguido utilizando como pavimento.
Algunas curiosidades
La parroquia de Valverde de los Arroyos, que fue primero feligresía y luego anejo de Galve, se construyó tal como hoy la vemos en 1732. Desde mucho antes existía el pueblo, con el mismo perfil de hoy, aunque se denominaba Valverde del Ocejón. La relación de sus gentes se hacía fundamentalmente con la villa de Galve, la de Ayllón, la de Atienza, y la ciudad de Segovia. De ahí que veamos (lo vemos en este libro) cómo los mismos arquitectos que hicieron la iglesia valverdeña levantaron también las de pueblecillos cercanos como La Huerte y Valdepinillos, Palancares y aún la misma de Galve, sobre cuyos proyectos casi ciclópeos el autor aporta datos de interés.
En Valverde hubo un “Cabildo de Coronados” que también se denominó “Cofradía del Santísimo Sacramento”, y que es la que aún hoy mantiene sus ritos religiosos y sus danzas vistosas en las eras y por las calles y plazas de la localidad. A esa fiesta que con Declaración de “Interés Turístico Regional” acuden hoy miles de curiosos, le guardan las espaldas muchos siglos de historia, con ese antecedente que Marco encuentra en sus archivos, el de “Cabildo de Coronados”, que deduce por otros análisis históricos de Canredondo y Galve de Sorbe, que sería una fundación local, con individuos prudentes que se cubrían de sobrepelliz y se sentaban donde los clérigos “coronados” para con ellos participar, en calidad de oficiantes, en los cultos religiosos. De ahí que viniera, quizás, más tardiamente, la costumbre de salir cubiertos de floreadaos mantos y grandes gorros con flores, como “coronados” para danzar en la fiesta de la Octava del Corpus.
Apunte
El libro que nace
Un libro que recoge todo cuanto puede saberse de Valverde, en punto a su historia, arte, naturaleza, costumbres y curiosidades, es el que ha escrito Juan Antonio Marco Martínez, y que acaba de publicar AACHE como nº 64 de su Colección “Tierra de Guadalajara”. El libro tiene 200 páginas, infinidad de grabados y fotografías, y el suficiente material informativo como para animar a quien lo lea a subirse a la Sierra y entre los arroyos que bajan de ella patearse a fondo el término de Valverde.
[…] el aspecto paisajístico, Valverde de los Arroyos encierra abundante copia de lugares y entornos de gran belleza: de la altura rocosa del Ocejón […]