Memoria de los militares en Guadalajara

lunes, 1 enero 2007 0 Por Herrera Casado

Globo aerostático sobrevolando Guadalajara

La presencia del Ejército Español en nuestra ciudad, que hoy queda apenas reflejada en el nombre de nuestra principal avenida, fue durante un siglo largo densa y vivificante, porque a través de numerosas instituciones, cuarteles, la Academia, la Aerostación, los hospitales, la maestranza, fábricas de motores a su calor nacidas, edificios modernos y urbanismo renovado, significó todo un largo proceso de crecimiento y novedades.

El incendio que acabó en 1924 con el poderoso motor de la Academia, las destrucciones de la Guerra civil, el posterior abandono de todos los edificios e instituciones, y la reciente venta del Fuerte de San Francisco a la Junta de Comunidades para que en su recinto construya más pisos, ha supuesto que la memoria de aquella presencia militar se haya reducido a las páginas de los libros de historia.

 Un caudal de instituciones militares

 En el año 1833, después de haber tenido provisional sede en otros lugares de España, se instala en Guadalajara la Academia de Ingenieros Militares, creada en 1803 en Alcalá de Henares a imitación de la institución francesa que perseguía la formación de los militares, entonces nacientes como clase social. Se instaló en el edificio de la Fábrica de Paños, que había quedado abandonada a su cierre tras la Guerra de la Independencia, y que se había aprovechado del anterior palacio de los marqueses de Montesclaros, segundones de los Mendoza, que lo habían construido en el siglo XVI frente al palacio ducal del Infantado.

La evolución de la enseñanza de esta parcela de la actividad militar comulgó desde el primer momento de lo teórico y de lo práctico. Con una especial incidencia en los temas constructivos, por lo que muchos de estos ingenieros militares, y especialmente su profesorado, alcanzó cotas de prestigio excepcional en el área de la arquitectura.

Es Zarco del Valle uno de los primeros profesores, en la primera mitad del siglo XIX, que desde Guadalajara imparten su sabiduría. Autor, entre otras cosas, de la “Disertación sobre la propiedad considerada como única regla fundamental de la Arquitectura”. Le siguen en las cátedras Bernardo Portuondo y Barceló, autor de unas “Lecciones de Arquitectura”, muy influidas por Durand, pero que suponen la aceptación de unas normas europeas que, además, quedan reflejadas en una infinidad de láminas con estupendos dibujos. Además de ellos trabajó aquí Antonio Parellada, autor de un libro titulado “Arquitectura” usado como de texto en la Academia, con buenísimos dibujos, planos y descripciones, teniendo cierta preferencia por el tema de la “Ingeniería Sanitaria” los hospitales, etc.

En la evolución intelectual y auténticamente universitaria que la Academia de Ingenieros supuso para la ciudad y el ámbito militar español, destaca la creación, por parte de Zarco del Valle, del “Memorial de Ingenieros”, una revista que se publicó en nuestra ciudad, desde 1846 a 1874, mensualmente, con aportaciones siempre brillantes y novedosas sobre la teoría y la práctica del Arma, en forma de “Memorias de corto volumen relativas a la ciencia y arte de la guerra, construcciones, ciencias auxiliares, etc”. A partir de 1875 pasó a denominarse “Memorial de Ingenieros y Revista Científico-Militar”.

 La Aerostación Española 

 Uno de los máximos exponentes de la calidad científica y práctica desarrollada en la Academia de Ingenieros de Guadalajara fue la creación de la Aerostación Española en nuestra ciudad. Los primeros dirigibles, los globos cautivos, los aviones, los motores de la fábrica Hispano-Suiza, las técnicas de ataque y defensa aérea, un nuevo mundo que se abría en Occidente de cara a combatir enemigos, pero también a ganar puntos en la ciencia y en la conquista del futuro. Guadalajara es la sede de ese camino que se inicia. El general Vives, Kindelán, Emilio Herrera Linares, creador entre otras cosas de los primeros trajes de astronauta para conseguir subir, en globo, hasta la estratosfera, a 20.000 metros de altura, son algunos de los muchos ingenieros y militares que dieron cuerpo a esta rama de la defensa.

 Edificios múltiples, grandiosos y perfectos

 El libro que acaba de publicar el Colegio de Arquitectos de nuestra provincia, y que firma el profesional Andrés García Bodega, es todo un catálogo de los edificios destinados de un modo u otro a la puesta en práctica de esta vertiente universitaria del Ejército. Aparecen cientos de planos, de alzados, de fotografías y dibujos, la mayoría de ellos inéditos hasta ahora, y obtenidos de los recónditos Archivos Generales Militares de Avila, Madrid y Segovia. Algunos, tan sorprendentes como el que reproduzco junto a estas líneas, y que es el plano detallado del que fuera Alcázar de los reyes cristianos (ahora en proceso de excavación) transformado en talleres de sarguetas para la Real Fábrica de Paños, convertido posteriormente en Cuartel de San Carlos.

García Bodega elabora un catálogo que no deja de sorprendernos, a pesar de conocer (hoy la mayoría en ruinas) la mayoría de estos que fueron edificios sede del Arma de Ingenieros en Guadalajara. En breve enumeración, conviene aquí recordar, primeramente, la sede de la Academia, en la plaza de su nombre que hoy está dedicada a la Memoria de los Caídos en la Guerra Civil.

Luego el convento de las jerónimas, que tras la Desamortización se pensó utilizar como ampliación de la Academia, pero que el final en 1868 quedó desafectada y pasó a ser Hospital Civil, hasta que el edificio conventual se derribó tras la Guerra Civil, abandonado y viejo, quedando solo la iglesia de los Remedios, hoy sede (aunque apenas sin utilidad) del Paraninfo de la Universidad alcalaina.

El mismo palacio del Infantado, vendido a la ciudad por el duque de Osuna a finales del siglo XIX, albergó pronto el “Colegio de Huérfanos de la Guerra Civil” que no fue otra que la sucesiva e inacabable “Guerra Carlista” que ensangrentó España a lo largo de esa centuria.

El torreón de la muralla que se llamó del Cristo de la Feria, y luego tomó la denominación de Alvar Fáñez en atención a su leyenda conquistadora, quedó incluido en el recinto de las estructuras de la Academia.

Otro de los interesantes edificios, que hoy todavía quedan parcialmente en pie, de aquella renovación y ampliación de la Academia que se hizo en 1865 dirigida por el capitán Lorenzo de Castro, seguida de nuevas ampliaciones en 1879, con una España restaurasa y en paz, dirigidas por el comandante de Ingenieros Federico Vázquez Landa. Hoy vemos junto a la Avenida del Ejército la fachada posterior que da sobre el barranco de San Antonio, y que sobrevivió a incendios, guerras y abandonos. Esa parte posterior ofrece, gracias al estudio de García Bodega, el sorprendente parecido de la Academia guadalajareña con el palacio de los Papas de Avignon. En aquella ocasión se le añadió al conjunto el edificio del “Picadero”, que es de lo poco que ha sobrevivido, y que construido entre 1875 y 1881 aún asoma sobre la acera de la avenida, frente al palacio del Infantado.

Siguieron las reformas en los inicios del siglo XX, hasta que llegó la fatídica fecha del 9 de febrero de 1924 en que ardió entera, quedando sobre sus ruinas, además del humo, la idea de reconstruirla, pero que a pesar de la realización de un completo proyecto a ello tendente por parte del teniente coronel Villar y Peralta, nunca cuajó, y el gobierno de la República decidió no volver a reconstruir en nuestra ciudad este centro universitario que tanta tanta vida le dio durante un largo siglo.

 Aún más edificios militares

 En fin cabe recordar, someramente, algunos otros edificios militares de los que apenas asoman sus sombras entre las urbanizaciones, rotondas, grúas y demás glorias constructivas del momento presente. Fue uno, y enorme, el Cuartel de San Carlos, asentado sobre el solar del antiguo Alcázar, y ampliado en 1859, aunque desde 1845 ya era centro militar, con unidades de Caballería, Infantería y Zapadores. Fue Juan Puyol quien en 1861 hizo los planos y dirigió las obras.

Junto al Fuerte de San Francisco se construyó, entre 1891 y 1895, la Maestranza de Ingenieros, con enormes naves para albergar los talleres de carpintería metálica, así como edificios de habitación para las familias de los militares que allí trabajaban.

Además hay que recordar el gran Hospital Militar que asentó, desde los días de las guerras carlistas, en lo que había sido hasta poco antes el Convento de Santo Domingo. Hasta hoy ha llegado, muy reformado, como Instituto de Formación Profesional “Castilla”.

Y finalmente el Polígono de Aerostación, quizás la huella más preclara de esta presencia militar, y la más arrasada en la actualidad. Junto al Henares, en la zona actual de Manantiales, se elevó el gran barracón para los globos cautivos y los dirigibles. Lo proyectó en 1900 Martínez Sanz. Así como el que poco después, en 1920, el ingeniero Agustín Arnaiz elevó con gracia de formas para “Taller y Almacén de Globos” y que hoy subsiste, absolutamente derruido, en la zona de Manantiales, ahogado por bloques de chalets.

 Apunte

 Guadalajara y los Ingenieros militares

 Este es el nombre de un libro espléndido, grande en dimensiones y exhaustivo en información, que acaba de aparecer para memorar con claridad y pulcritud esta historia de los ingenieros militares. Su autor es el arquitecto alcarreño Andrés García Bodega. El libro ha sido editado por el Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha en su demarcación de Guadalajara. Cuenta con 458 páginas en gran tamaño, encuadernación en cartoné, y cientos de grabados, con muchos planos de la ciudad, la Academia, el fuerte, la Aerostación, etc. que recuperan esa memoria tan rica y densa de aconteceres.