Pontevedra, casco viejo

viernes, 4 agosto 2006 0 Por Herrera Casado

El pasado mes de junio se celebró en Pontevedra el XXVII Congreso Nacional de la FEPET (Federación de Periodistas y Escritores de Turismo) con amplia participación de comunicadores de nuestra Región y provincia. El debate estuvo centrado, a lo largo de las ponencias, visitas y participación de congresistas, en el tema de los cascos viejos de las ciudades españolas, para los que se pide algo más que la conservación y mantenimiento: una vigorosa puesta al día y revitalización a través de comercio activo, actos culturales, museificación de edificios, magnetismo social para los habitantes de la ciudad y los visitantes, etc.

La ciudad elegida para este Congreso es uno de esos ejemplos, magníficos, que en Galicia están surgiendo. Cascos viejos restaurados pero palpitantes y llenos de vida. Desde Allariz a Vigo, desde Santiago a Mondoñedo, y, por supuesto, desde Combarro a Pontevedra, en la misma ría baja, todo es fulgor de piedra berroqueña.

Pisar granito tallado

He podido constatar, personalmente, el cambio habido últimamente en el casco viejo de Pontevedra. De mi primera visita, hace 30 años, a la del pasado mes de Junio, han cambiado muchas cosas, y no solamente de cara. Han cambiado en la raiz, y se han manifestado en la luz y el sonido, en las plazas y los edificios, en las esculturas callejeras, en sus viejos cruceiros, en el propio camino de Santiago que atraviesa, sobre ténues luces en las baldosas, la ciudad multicolor y viva.

Todo está latiendo en Pontevedra. Lo notará enseguida el viajero que se dirija, desde cualquier hotel en que recale, hacia el centro. El cogollo de siempre, las calles anchas y la plaza da Ferraria, como un corazón del que salen todas las arterias. Esas plazas del renovado casco histórico se abren a la luz como claros en un bosque pétreo; muchos soportales y fachadas conforman el bosque, cuyo dosel filtra luz y lluvia creando atmósferas irreales y cálidas donde el baile de luces y sombras juega con el granito tallado por expertas manos, dotándolo de colores y matices que van más allá de su fría naturaleza, reflejada continuamente en los bloques de magnolios, camelios y t ejos.

Este centro histórico o casco viejo de Pontevedra es uno de los más importantes de Galicia. Abarca la zona que se encontraba intramuros, tras las siete puertas de la ciudad medieval. Su planta es circular, y si miramos un plano para orientarnos, nos daremos cuenta que estamos inmersos en una vieja ciudad de corte medieval, pero renovada cada siglo, cada año, viva hoy a todos los efectos.

Es peatonal en toda su extensión, y entre el discurrir de sus calles, algunas estrechas y empinadas, van surgiendo no menos de trece plazas, cuyos nombres nos recuerdan la intensa actividad comercial de esta antigua ciudad: las plazas da Verdura, da Pedreira, da Leña o da Ferraría son buen ejemplo de los oficios y mercados que aparecen en el callejero.

La belleza monumental de Pontevedra surge de la impresionante serenidad del granito gallego, cortado por los afamados canteros de su comarca, y de la importancia de la ciudad a lo largo de los siglos. Pazos, iglesias, conventos, casas tradicionales, labras heráldicas, fuentes, cruceiros… todos ellos se suceden ininterrumpidamente a lo largo de sus calles y de plaza en plaza, donde pequeños tesoros esperan al ojo curioso.

Los pazos urbanos son un referente claro del patrimonio artístico pontevedrés: a cada paso surgen las moles grises de estos palacios (“pazos” en gallego) en los que resaltan sus portadas, ventanales, veletas y sobre todo sus vibrantes labras heráldicas, de las que hay casi dos centenares de ejemplares, y que son reflejo de la pujanza de la ciudad entre los siglos XIV al XVIII. A mirarlas nos invitan, en los días de sol especialmente, al atardecer con sus violentos perfiles, los muros que escoltan sus plazas: la llamada del Teucro es uno de los mejores lugares para ello; y a quien definitivamente le entusiasme el mundo de los escudos heráldicos de noble labra en el granito, recomiendo visitar la exposición permanente de labras heráldicas que el Museo Provincial atesora en las Ruinas de Santo Domingo.

En la Praza da Pedreira nos encontramos con el Pazo de Mugartegui (siglos del barroco), mientras que la arquitectura religiosa de la ciudad y su entorno­cuenta con importantes monumentos, de entre los que destaca una joya del Renacimiento: la Real Basílica de Santa María la Mayor, que fue costeada por el Gremio de Mareantes en el siglo XVI, y cuya fachada occidental es una maravilla del Plateresco, obra del maestro Cornelis de Holanda. En su entorno se encontraban la judería y el cementerio judío, y por debajo de la cara oeste de la iglesia se conservan los únicos restos del lienzo de la muralla. A la caida del sol, por la tarde, esta fachada se ilumina y ofrece la riqueza de cientos de imágenes talladas, mezclando santos y santas con grutescos y figuras mitológicas. Una pieza que no debe perderse el viajero a Pontevedra, aunque en esta ocasión de nuestro Congreso, debemos decir que estaba oculta por los andamios que la están dando mejor cara con una cuidada restauración.

Otro edificio suntuoso y muy característicos de Pontevedra es el céntrico santuario de la Virgen Peregrina, delicada joya barroca con rasgos neoclásicos, construida en el siglo XVIII, y que con su imagen de María vestida de peregrina en la fachada, es uno de los símbolos de la ciudad y un reflejo de la profunda vinculación de ésta con el Camino Portugués de la peregrinación a Compostela.

El Gótico aparece representado por los conventos de San Francisco (siglo XIII) y Santa Clara (siglo XIV) más las ruinas del de Santo Domingo (siglo XIV). Se atribuye la fundación del primero al propio Santo de Asís, y tanto en San Francisco como en Santo Domingo encontramos tumbas de bella factura, como la de Paio Gómez Charino, Primer Almirante de Castilla y afamado trovador, en San Francisco. La iglesia de San Bartolomé, que fue capilla del Colegio de los Jesuitas, es muy profusa en su arquitectura y ornamentación, ofreciendo un importante conjunto de retablos e imaginería.

Pero el mayor encanto de este casco viejo de Pontevedra, que desde aquí animo a visitar y disfrutar, son sus calles estrechas y pendientes, que discurren desembocando en plazas y plazoletas,  donde se ofrecen fuentes y cruceros. Una de estas plazas  es la da Ferraría, un gran espacio abierto y lleno de vida, asoportalado en su caras norte y oeste y con jardines a los pies de San Francisco, en los cuales se encuentra una preciosa fuente de estilo portugués del sigloXVI. La Plaza de Méndez Núñez forma un rincón encantador, presidido por el impresionante magnolio de la casa donde moró el insigne marino y rematado por la propia casa blasonada y el monumento a Valle Inclán, que en bronce y con su ya conocida pequeña talla nos saluda desde el mismo pavimento.

En la confluencia de la Rúa Real y el Marqués de Aranda disfrutarmos de la Fonte dos Tornos (siglo XVI). En la Praza da Verdura y en Curros Enríquez encontramos originales fuentes de hierro del siglo XIX.

Tenía especial interés en visitar la Praza da Leña, porque hacía 30 años era un lugar minúsculo, silencioso y como salido de un cuadro antiguo. Hoy está igual. Añade durante la jornada las sillas y mesas de las cafeterías que albergan sus edificios, pero en la madrugada es tan silenciosa y limpia como siempre. Se centra de un crucero antiguo y tiene hoy enfrente, ocupando un viejo pazo, el Museo de Pontevedra, toda una referencia entre los museos provinciales de la Península; sus fondos pueden entretener acualquier enamorado del arte durante una mañana entera.

Fuera del casco viejo

Pontevedra ofrece al visitante muchos otros edificios y espacios de interés, fuera ya del casco viejo. Así conviene admirar los edificios oficiales del Ayuntamiento y la Diputación, ambos del siglo XIX, y que, junto con el parque de la Alameda, donde se conservan algunos paneles con azulejos de tradición portuguesa, más los jardines de Vicenti y demás edificios del entorno, forman un conjunto digno de ver. Tras el contorno de la muralla se encuentra el arrabal de A Moureira, barriada de pescadores y gentes de mar, en el que hoy en día solo quedan algunas casas tradicionales que permiten imaginar cómo era. Allí está la plaza de toros, construida en 1900 sobre una anterior, y la capilla de San Roque, muy restaurada y alterada.

 Apunte

Un escudo mendocino

En la plaza del Teucro, y acompañado de otros grandes escudos que presiden pazos señoriales, en pleno corazón del casco viejo pontevedrés, y como ejemplo de esa variedad infinita de labras heráldicas que caracterizan a la capital de las Rías Baixas gallegas, está colgando de un muro el escudo que adjunto a estas líneas. Es un emblema heráldico de los Mendoza, que como por ello se puede colegir, tuvieron representación en todas las regiones de España. Nada escapó a su influencia, y las alianzas que con otros linajes establecieron, les dieron calidad de monarcas durante largos decenios de los siglos XV y XVI.