En el centenario de Fray José de Sigüenza
Interesantísima es esta figura, y una de las más destacadas que en nuestra provincia de Guadalajara vió la luz a lo largo de los siglos.
Hoy viene a esta crónica por haberse cumplido en estos días (fue exactamente el 22 de mayo) el cuarto centenario de su muerte. De siempre se ha tenido, en los ambientes cultos de nuestra provincia- una respetuosa admiración por este individuo, dedicado a la religion, como fraile de la Orden jerónima, pero también dedicado, y por eso llegó a ser famoso, a la escritura de libros, a la composición poética, al discurso histórico, a la descripción de edificios y al comentario patrístico.
Es por ello obligado que nuestra “memoria histórica” se dedique hoy, aunque solo sea un minuto, a recuperar la de este personaje, al menos por haber nacido en esta tierra, y también por su indiscutible capacidad con la pluma, que le llevó a pasar un largo tiempo en las cárceles de la Inquisición, dedicada entonces, en la segunda mitad del siglo XVI, al control ideológico de quienes decían y escribían cosas en público.
Una biografía sencilla
Como en una definición de urgencia, podría decirse de él que fue religioso jerónimo, historiador y poeta, desarrollando su actividad en la segunda mitad del siglo XVI, en plena Edad de Oro hispana. Se conoce con certeza también el lugar y fecha de su nacimiento: Sigüenza, 1544. Esa es la razón de que, cuando años después entró en la Orden religiosa de San Jerónimo, tomara por apellido el de su ciudad natal, como era costumbre entre los frailes de la misma.
Fue su padre un clérigo seguntino, sochantre de la catedral, llamado Asensio Martínez. Su madre tuvo una vida irregular: se llamó Francisca de Espinosa, nacida en Espinosa de los Monteros (Burgos) habiendo estado primeramente casada con un tal de Franca, de quien tuvo dos hijos: Juan de Franca, capitan en Flandes, y Pedro de Franca, clérigo en Sigüenza. Tras quedar viuda, tuvo otros dos hijos naturales: Isabel Fernandez y Librada Hernandez, y, finalmente, de su unión con el sochantre nacieron José (el escritor jerónimo que nos ocupa) y Matea de Espinosa, que casó con Jerónimo de Franco, joyero, vecino de Sigüenza. Así pues, el nombre secular del fraile jerónimo sería el de José Martínez Espinosa.
En su ciudad natal trazó sus primeros caminos en las letras: aprendió a leer y escribir, estudió gramática y canto; fueron sus profesores el maestro Torrijos y el licenciado Velasco en Gramática, y el maestro Chacón en canto. El año 1561 comenzó sus estudios en la Facultad de Artes de la Universidad de Sigüenza, obteniendo en 1563 el grado de bachiller en Artes. Inmediatamente inició sus estudios de Teología en el mismo centro, y al terminarlos, con 22 años, solicitó el hábito jerónimo. Un tiempo antes, en esa juventud decidida de los 21 años, marchó con un compañero suyo, seguntino también, Antón Mayor, a Valencia y Játiva, con pretensión de embarcarse en la expedición de socorro a la isla de Malta, cercada por los turcos. Falló su intento, sufrió una enfermedad, y finalmente llamó a las puertas del monasterio segoviano de El Parral, donde tomó el hábito jerónimo el 16 de junio de 1566, haciendo la profesión al año siguiente.
Tras esa fecha, se encierra ya la vida religiosa y de estudio, el encuentro perenne con Dios y su Escritura. Fechas correlativas marcan su paso por diversos centros jerónimos, monasterios donde su nombre gozó de la merecida fama de sabiduría y rectitud que le adornaban, y en los que dió enseñanza o ejerció la dirección. En principio, siguió estudiando, y así estuvo perfeccionándose en artes y teología en Santa María de Párraces (Segovia) hasta 1571. Al año siguiente fue ordenado de subdiácono, diácono y sacerdote. En 1575 terminó sus estudios en El Escorial, y en 1577 volvió a El Parral, donde se dedicó a la docencia, hasta 1579. De este año, hasta 1582, volvió a su ciudad natal, a Sigüenza, donde fue profesor de Artes en el Colegio de San Antonio de Portaceli, que los jerónimos tenían agregado a la Universidad. De 1582 a 1584 estuvo nuevamente en El Parral, leyendo artes, y en este último año fue elegido prior de dicho monasterio, para el trienio de 1584 a 1587, año en que pasó a el Escorial, definitivamente, como predicador. En esta casa, mimada del rey Felipe II, fray José de Sigüenza ocupó los cargos de bibliotecario, archivero y reliquero (1591‑1594), encargandosele la tarea de escribir la Historia de la Orden jerónima en ese año. De 1594 a 1597 es rector del Colegio escurialense, y en 1603 se le nombra prior del monasterio, siendo reelegido en 1606, año de su muerte.
Durante su estancia en El Escorial, ya es sabido el firme apoyo que recibió del monarca hispano, encargandosele en muchos casos la distribución de ornamentación del monasterio, obrando de auténtico cerebro director de la múltiple y complicada iconografía científica de aquella casa. Consejero a todos los efectos del rey Felipe, fue hombre en perpetuos deseos de aprender, y se reunió con otros sabios (Arias Montano, Pedro de Valencia, fray Lucas de Alaejos, etc.) con los que comunicó sus ideas un tanto avanzadas en materia religiosa.
Llevado de su inquietud (y quizás también movidos sus acusadores de envidia y despecho) fray José de Sigüenza fue sometido a un duro proceso por el Santo Oficio de la Inquisición. En la primavera de 1592 es sacado de El Escorial y llevado, preso, al monasterio de la Sisla, en Toledo. El fiscal de su causa, Soto Camano, le declaró por hereje, apóstata de nuestra santa fe católica, y ley evangélica, excomulgado, perjuro, y siendo puesto a cuestión de tormento, el cual le sea dado y repetido cuantas veces hubiese lugar a derecho. Fue absuelto de todas las acusaciones que se le imputaban, y quedó libre en febrero de 1593.
La obra realizada por fray José de Sigüenza fue enorme, y sus amplios conocimientos humanísticos, decantados en el tamiz de una honda espiritualidad cristiana, quedaron reflejados a lo largo de sus múltiples aspectos desarrollados en el campo de las letras. Fue ante todo un prosista excepcional, y literariamente se le puede encuadrar en el Siglo de Oro español, dentro del segundo Renacimiento, constituyendo su pluma una de las cimas estilísticas de la literatura hispana, y si desde el punto de vista histórico es una autoridad indiscutible, también ocupa un lugar de relevancia como teólogo, comentarista patrístico, autor ascético, y poeta. En este último terreno, el padre Sigüenza alcanzó sus mayores cotas en sus Paráfrasis de Salmos, traducciones libres en verso de algunos salmos bíblicos. También escribió diversos Villancicos y sonetos muy bien compuestos.
Como teólogo, el padre Sigüenza ahondó continuamente en las raíces del cristianismo, basado en la escuela de teología tomista, de lo cual es buena prueba sus Comentarios a la Suma de Santo Tomás. A través de sus largos contactos con Arias Montano, el jerónimo se inclinó hacia los estudios positivos, como revalorización de la Sagrada Escritura, y del testimonio de los Padres de la Iglesia. Otras interesantes obras suyas en este aspecto son la Vida de San Jerónimo y la Historia del Rey de Reyes. Como autor de temas ascéticos, fray José de Sigüenza debe ser destacado gracias a su Instrucción de maestros, obra que sintetiza su magisterio espiritual, y en la que se pone de relieve su mayor acento en la ascética que en la mística.
En su faceta de historiador, que le ha hecho pasar a la posteridad como concienzudo y erudito artífice, es de destacar su Historia de la Orden de San Jerónimo, compuesta por encargo del Capítulo de la Orden, y que ha conocido múltiples ediciones desde el siglo XVI en que fuera escrita. En este capítulo de la historia, y más concretamente de la artística, es de destacar la Fundación del Monasterio de El Escorial por Felipe II, en la que fray José de Sigüenza se revela como el auténtico cerebro ordenador del contenido simbólico del edificio supremo de la Contrarreforma hispana. Los múltiples valores, humanísticos, religiosos y literarios, aportados por fray José de Sigüenza a la historia española, han quedado reflejados en los estudios y valoraciones de múltiples autores, y su valía unánimemente reconocida. Menéndez Pelayo le calificó como uno de los tres mejores estilistas de la lebgua castellano, tan solo por detrás de Juan de Valdés y Miguel de Cervantes. Es, no cabe duda, una de las destacadas figuras de la nómina de personalidades de la historia alcarreña, y es por ello que hoy, en el cuarto centenario de su muerte, era obligado dedicarle un recuerdo y una Mirada retrospectiva.
El retrato de Fray José de Sigüenza
Sólo existe un cuadro que identifique claramente a fray José de Sigüenza. Está en El Escorial, en los muros de su solemne biblioteca. Aparece el monje revestido del hábito blanco y la casulla parda propia de la orden de San Jerónimo. Está sentado, t con un largo cálamo escribe sobre un papel, alguno de sus textos clásicos. Ya anciano, para su época, frisando la cincuentena, con un amplio claro de pelo sobre la cabeza, y una mirada un tanto hosca y ceñuda. Decían, todos cuantos le conocieron, que no era simpatico, sin más bien adusto: un hombre dotado para la introspección y la soledad, para el studio y la escritura.
Se dió siempre como autor de ese lienzo, espléndido de factura y hondura psicológica a Alonso Sánchez Coello, pintor de cámara de Felipe II, pero recientemente se ha revisado esa autoría, y hoy la crítica se inclina por atribuírselo a Bartolomé Carducho. En todo caso, de ese retrato, que reproducimos junto a estas líneas, se han levantado luego estampas, grabados, para nutrir colecciones de personajes, llenar galerías de retratos y apostar por las siluetas de los mejores escritores españoles.
Para saber más de Fray José
No son abundantes, pero sí completos y útiles, los textos existents hast ahoy en día sobre Fray José de Sigüenza. Uno capital es el studio que hizo el primero de los Cronistas Provinciales, Juan Catalina GARCIA LOPEZ, y que tituló “Elogio de fray José de Sigüenza”, discurso leído en la Academia de la Historia, Madrid 1897, y edición de 1907. Es clásico el texto de F. SANTOS “Vida del V.P.Fr. Joseph de Sigüenza”, dentro del volumen «Instrucción de Maestros y Escuela de Novicios, Arte de Perfección Religiosa y Monástica», Vol. I, Madrid 1793. L. RUBIO GONZALEZ, publicó un “Estudio crítico de los valores literarios de fray José de Sigüenza”, en la Revista «Studia Hieronymiana», I, Madrid, 1973, pp. 399‑520. Y debe ser leido por quien quiera saber a fondo de la aventura inquisitorial en que se vió metido fray José: el “Proceso inquisitorial del Padre Sigüenza”, escrito por G. de Andrés y publicado en Madrid en 1975. De 1979 es la publicación en la Revista Wad-al-Hayara de las “Notas para el estudio de la vida y de la obra de fray José de Sigüenza” del hoy obispo de Córdoba Juan José Asenjo Peregrina. Y muy actualizado y con intenciones divulgadoras es el texto que aporta José Luis García de Paz en su aportación a la biografía de Fray José en “Alcarreños Distinguidos”, el sitio webhttp://www.aache.com/alcarrians/siguenza.htm donde aparecen cientos de personajes de nuestra tierra.
Si entonces hubiéramos pensado como hoy muchos pensamos, la Suprema nos habría pillado a muchos como carne de cañón. Malo se le pone el ojo a la yegua, sin embargo, en estos tiempos en que tanto inquisidor de medio pelo abunda. Me encanta leerte amigo Antonio. Un abrazo gordo.
Deseo, desde hace muchos años, un don Antonio Herrera Casado para mi querida tierra:Segovia. Honor y gloria a toda Guadalajara, por tener un señor tan grande en letras, y escribir sobre su bella provincia. I love you.