Barbatona de nuevo
Este domingo próximo, una vez más será Barbatona el destino de miles de peregrinos.
La Marcha multitudinaria que partiendo de Sigüenza se dirigirá, carretera adelante, o a través del pinar, arribará al Santuario para pasar allí un día en la cercanía y protección segura de María, en su advocación de la Salud.
Desde la misma catedral seguntina partirá la Marcha, en cabezada por el Obispo de la Diócesis, don José Sánchez González, rezando durante el trayecto el Rosario. Y la llegada a Barbatona en inmediata celebración de una misa, está prevista para las 11. Esta celebración se hará en la explanada, y en el ofertorio de la Misa presentarán ofrenda y recibirán cirio votivo las parroquias de Santa Teresa de Jesús y María Madre de la Iglesia, de Azuqueca de Henares, Cogolludo, Uceda, San Nicolás de Guadalajara, Maranchón, Pastrana, Peñalver, Baides y Malaguilla. Además presentarán ofrenda y recibirán cirio votivo las siguientes instituciones: Delegación Diocesana de la Familia, Colegio Episcopal «Sagrada Familia» de Sigüenza, Delegación Diocesana de Catequesis y Comunidad “Sagrada Familia” de Sienes. Finalizará el acto con el canto de la Salve y una procesión, que siempre es emotiva y cargada de fuerza popular, con la imagen de la Virgen de la Salud hasta el Santuario.
Por la tarde se reza el Rosario y tanto a las 6 como a las 7, de nuevo Misa en el interior del templo.
Una tradición que se afianza
Creada en 1965, esta actividad de la Marcha Diocesana a Barbatona se hizo para crear un lazo de unión entre las tierras que formaron tradicionalmente, durante siglos, parte de la diócesis seguntina, y las nuevas que acababan de incorporarse desde otras diócesis fronterizas, como eran la ciudad de Guadalajara y las villas de Brihuega, Uceda, Pastrana y sus correspondientes comarcas, procedentes de Toledo, más Sacedón, Pareja y Alcocer, que procedían de Cuenca.
Esta Marcha, que ahora alcanza su 41 edición, yendo siempre a más, en fieles y en devoción, tiene un sentido mariológico y popular, que viene a demostrar que el cristianismo está vivo, pujante en el corazón y en el sentir cotidiano de muchos. Y que el seguimiento de las enseñanzas de Cristo se fundamenta también en el amor sencillo y entrañable a la mujer que le dio vida en la Tierra: a María que fue además Virgen, tal como el dogma de la Inmaculada Concepción proclamó hace ahora 150 años.
El año pasado se conmemoraba el medio siglo de la coronación Canónica de la imagen de Nuestra Señora de la Salud. En el mes de septiembre de 1955, concretamente el día 8 dedicado a la Natividad de la Virgen, se procedió por parte del Nuncio del Vaticano en España, monseñor Hildebrando Antoniutti, portador de especiales indulgencias del Pontífice Pío XII, a la coronación canónica de la Virgen y su Hijo. Se pusieron entonces sobre sus cabezas sendas coronas de oro, engastadas de pedrería, adquiridas por suscripción popular. Al acto asistieron las primeras autoridades civiles y militares de la provincia en ese momento, y todo el pueblo de Sigüenza y de muchas otras villas y aldeas de los contornos, incluidos pueblos de Soria y Zaragoza, pertenecientes entonces a la Diócesis seguntina. Se editó con ese motivo un amplio folleto, que hoy constituye una preciada rareza bibliográfica, en el que se pusieron imágenes de la jornada, escritos en recuerdo de la aparición de la Virgen, una impresionante poesía de José Antonio Ochaita, y diversas exhortaciones suscritas por el Obispo, Abad de la Cofradía, cofrades destacados, etc.
Al acto de la Coronación Canónica de la Virgen de Barbatona asistió el referido Nuncio Antoniutti, el Obispo de nuestra diócesis don Pablo Gúrpide Beope, diversos obispos de diócesis fronteras, el entonces ministro del Ejército, Hijo Adoptivo de Sigüenza, el Teniente General Muñoz de Grandes, quien actuó de padrino de la ceremonia, junto a la esposa del entonces Gobernador Civil, el también general don Miguel Moscardó Guzmán. En la procesión y actos acompañaron a la imagen de la Virgen de la Salud muchas otras advocaciones marianas de la diócesis, entre ellas la Virgen de los Quintanares, la del Robusto, la de Mirabueno, la Mayor de Medinaceli, la Dolorosa de Atienza, la de la Santa Cruz de Conquenzuela… y miles de personas entusiasmadas.
Los exvotos, manifestación de Fe
Para el simple curioso, Barbatona tiene muchos otros valores aparte del eminentemente religioso y cristiano: tiene el valor de la curiosidad etnográfica en sus exvotos. Desde hace siglos, las gentes sencillas (y las adineradas y sabias también, todo el mundo) confiaba a la Virgen de Barbatona sus peticiones de salud y mejoría. Al parecer, durante siglos, fueron numerosos los milagros efectuados por la Virgen, en su entorno de la ermita y a distancia. Comprobados muchos de ellos, dieron lugar a la plasmación en forma de cuadros pintados sobre tablas, en los que se hacía referencia escrita a la persona sujeto del milagro, su oficio, el tipo de enfermedad y la rapidez y totalidad de su curación. Los más pobres, decidían dejar en los muros del templo una nota, o un exvoto en forma de órgano (el afectado, el sanado) de cera, o el elemento que habían llevado anejo a la enfermedad durante años. Así se llenaron los muros de Barbatona de muletas, de pies de cera, de capas y uniformes, de fotografías, de escritos, de velos….. poner un exvoto pintado por un artista, representando a la persona sanada, a su familia, a los eclesiásticos colaboradores y a los médicos asombrados, era caro, y no todo el mundo lo podía hacer. Pero se pusieron muchísimos.
Hace cincuenta años, cuando la coronación canónica de la Virgen, eran miles los exvotos que colgaban de los muros, y cientos los cuadros con escenas milagrosas y milagros cumplidos que los adornaban. En reformas posteriores, se fueron retirando unas y otras piezas, hasta quedar hoy reducidas a mínimas representaciones, y a un abultado conjunto de lápidas que no dejan de ser emotivas, pero bastante más aburridas que los antiguos exvotos.
Fue hace unos 30 años que la profesora de la Universidad de Alcalá doña Eulalia Castellote Herrero, inició el estudio de ese conjunto de exvotos, como manifestación polimorfa de la religiosidad popular, fotografiando todos los cuadros que entonces existían, casi medio centenar. Y con ese estudio y esas fotografías completó un impresionante libro que recientemente nos ha ofrecido cuajado de belleza y sabiduría. Porque constituye un catálogo completo de los milagros pintados, y porque aúna en ellos (la mayoría desaparecidos) el rito del milagro, de la súplica, del agradecimiento.
En el estudio de la profesora Castellote se muestran las imágenes, a todo color, de los exvotos que se conservaban hace cincuenta años, y de cada uno de ellos el estudio iconográfico y estilístico. Se da cuenta de las formas en que la Virgen aparece en ellos, los enfermos/as, de qué padecen, qué piden, cómo lo agradecen, y quienes están junto a ellos: esposos/as, hijos, curas y médicos, estos últimos siempre vestidos de chaqué y chistera. Un mundo vivo y palpitante que se nos viene a los ojos en estas páginas sorprendentes.
La autora identifica a un total de cinco artistas populares, sin nombre propio, pero con estilos muy definidos, que deberían haber pasado (hoy lo hubieran hecho sin duda) a los anales de la historia artística provincial. Solo uno de ellos, un tal “Soriano” que pintó en 1814 el techo del camarín de la Virgen, con la escena de un milagro que esta obró en el asedio de la ciudad de Sigüenza por los franceses, es el que deja su nombre para la posteridad.
Es este tema de los exvotos pictóricos algo que nos llega demasiado tarde en su apreciación y estudio. Hubo muchos otros de estos elementos en santuarios marianos como los de la Virgen de la Hoz en Molina, la de la Granja en Yunquera, o la del Peral de la Dulzura en Budia. Casi nada queda de ellos en los lugares de origen: sí en los comercios de antigüedades y en las casas de los coleccionistas, que se los fueron llevando poco a poco. Pero nunca es tarde si la dicha llega, y ahora, en este luminoso día de Marcha a Barbatona, llega esta memoria de exvotos y colores, este estudio que nos devuelve en gran modo la devoción y la emoción por estas pequeñas cosas de nuestra historia compartida.