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abril, 2006:

Al rescate de Villaescusa de Palositos

Mañana sábado 29 de abril, va a tener lugar en nuestra altura alcarreña un original acto reivindicativo del que, por razones entrañables y por su objetiva importancia, me hago eco y animo a mis lectores a participar en él.

Será una marcha, pacífica y descubridora, desde la localidad de Salmerón, subiendo los cerros que bordean la Hoya del Infantado, en dirección a Escamilla y luego, campo a través, hasta Villaescusa de Palositos, uno de los muchos pueblos de Guadalajara que quedaron abandonados en la década de los sesenta, y que ahora ha sido adquirido por un particular, con una progresiva destrucción del caserío, y un abandono activo de la iglesia, que está clasificada, o al menos considerada por cuantos entienden de arte y patrimonio, como un ejemplar especialmente relevante de la arquitectura románica de nuestra provincia.

Una marcha por la Ruta de la Lana

La marcha está organizada por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Cuenca, y quiere con este acto reivindicar dos cosas: una es la revitalización de la “Ruta de la Lana”, que era el camino que seguían, desde la Edad Media, los peregrinos del Levante español hacia Santiago de Compostela. Y otra, llamar la atención de la opinión pública hacia la situación en que se encuentra Villaescusa de Palositos, un enclave que fue villa en épocas antiguas, que tiene una iglesia románica espléndida, y que está en una situación de abandono progresivo, que no augura para ella nada positivo, por lo que se quiere pedir, de este modo, que las autoridades implicadas en su cuidado y protección se tomen en serio este problema.

La petición de esta Asociación es que se permita el libre paso por los caminos públicos de este pueblo, incluso el paso de peregrinos, viajeros y excursionistas por las calles del lugar, y la admiración, de cerca, del templo, así como pedir que se restituya la fuente pública en condiciones de potabilidad como estaba hasta hace muy pocos años, para que todos puedan sentir que ese “camino” antiguo, esa ruta de peregrinación, que tiene una consistencia de muchos siglos, y que tenía su paso, es cierto, por Villaescusa de Palositos, se siga manteniendo viva.

Hay una dirección en Internet que informa detalladamente de todo esto, y mucho más, y que recomiendo visitar: www.villaescusadepalositos.com, añadiendo el llamado a participar en ese camino que mañana sábado se abrirá de nuevo para que pasen caminantes y peregrinos, en un simbólico “andar de paz” y de memorias en torno a lo que siempre fue nuestro, de nuestra tierra, de nuestros ancestros.

Está previsto, incluso, que los que sean descendientes del pueblo, depositen unas flores en las tumbas, -o donde se supone que estuvieron-, de sus antepasados. Una forma de aunar la memoria y la realidad, la fuerza de la sangre viva con el reposado silencio de los muertos, que como se sabe siempre andan disfrazados de árboles, fuentes y pájaros, y están muy cerca de nosotros.

La Ruta de la Lana

No hace mucho tiempo que en un libro firmado por Herminio Pareja Pérez y Vicente Malabia Martínez, titulado “La Ruta de la Lana” se ha expuesto la historia rescatada de este “camino de Santiago” que desde el Levante español cruzaba la península ibérica hasta llegar a Santiago, a la Tumba del Apóstol.  Era este un camino antiguo, por el discurrió, por ejemplo, el Cid Campeador en su destierro desde Burgos hacia Valencia: lo recorrió al revés. O el que figura en el “Repertorio de Alonso de Meneses” en el siglo XVI, por el que transitaban las recuas que llevaban la lana de la Alcarria y los paños de Cuenca hacia las ferias de Medina del Campo y el Consulado de Burgos. Por ese camino pasó Felipe III cuando desde sus bodas en Valencia vino a visitar el Monasterio peñalvero de La Salceda. Y por ese camino pasaron los grupos de artistas que iban de pueblo en pueblo tallando santos, piedras y escenas para las portadas de las iglesias románicas, y que ya en su día analicé en mis estudios respectivos de las portadas románicas de Cifuentes y Santa María del Rey de Atienza, tan similares en todo, que sin duda están talladas por el mismo equipo de artistas, apareciendo en ambas las imágenes de peregrinos, gentes que hacían este “viaje de la lana” hacia Compostela.

El Camino está descrito, y con gran precisión, en un documento que redactaron, en la primavera de 1624, Francisco Patiño, su mujer María de Francis y su primo Sebastián de la Huerta, que desde Monteagudo de las Salinas (hoy provincia de Cuenca) peregrinaron a Santiago.  Llegaron a Burgos, donde se unieron al clásico “camino francés” que desde allí ya era único.

Por nuestra región pasaba esta Ruta Jacobea “de la Lana” por mil sitios. Desde Cuenca, por Torralba, Priego y Valdeolivas entraba a la Alcarria por Salmerón, Trillo, Cifuentes, cruzando el río Dulce/Henares por Mandayona y subiendo por Atienza y Miedes a la vieja Castilla. En ese trazado, el camino atravesaba Villaescusa de Palositos, y no solo su término, sino el pueblo por mitad. De ahí esta reivindiación que mañana se hará, de un camino, un paso, una fuente, una iglesia románica…. una memoria, en definitiva, que quizás porque no está teñida de tinte político alguno pasará más desapercibida que si la hicieran cuatro energúmenos rompecosas de los que abundan por el Norte de España.

La iglesia románica, en peligro

Aunque ya alguna que otra vez he recordado la existencia, y el deterioro progresivo, de la iglesia románica de Villaescusa, este es un buen momento para poner en letra impresa su memoria, y en imagen su progresivo deterioro, que parte de la hermosura espléndida, y llega a la dignidad herida, el mismo camino de rosas ajadas y olorosas que toda mujer describe.

En lo alto de la loma donde descansa la osamenta ya desvencijada de Villaexcusa de Palositos (el pueblo se abandonó del todo, como he dicho, allá por los años sesenta del pasado siglo), se alza esta iglesia de arquitectura netamente románica, con una estructura que mantiene en toda su pureza las líneas iniciales con que fue construída. Tiene en el muro de poniente un gran parche, generado en tiempos en que allí debió abrirse un boquete. Y a lo largo del eje central del ábside se está abriendo peligrosamente una gran hienda. Hasta hace muy pocos años se conserve digna, pulcra y perfecta, como recién hecha. En los últimos 6 años, ha sufrido una serie de expolios, bastante inexplicables, que la han llevado a una situación caótica y peligrosa. Se puede ver en las dos parejas de fotos comparatives que añadimos a este artículo. Ha perdido la cubierta, se han puesto testigos adheridos a los muros, se ha desmontado el palomar de la espadaña, y se han cubierto de rasillas las columnas de la puerta.

La iglesia está orientada de forma clásica. La planta es rectangular, alargada de poniente a levante. La puerta de ingreso, única, está en el centro del muro sur. Sobre el extremo poniente de ese muro se alza la espadaña de tres vanos. Los muros de poniente y del norte están lisos, cerrados herméticamente, sin el más mínimo adorno. El extremo de levante ofrece el airoso y elegante ábside de planta semicircular perfecta, con cuatro semicolumnas adosadas, apoyadas en basamentas polimolduradas, y en los tres espacios que dejan libres se abren sendas ventanas, aspilleradas. La central es algo más amplia y tiene una cenefa ancha y moldurada linealmente que cubre el arco semicircular superior y aún se alarga algo a los lados. Las laterales están hoy cegadas.

La puerta de ingreso es simple pero muy hermosa. Se inserta en un cuerpo que sobresale ligeramente del muro del templo. Se forma de un vano semicircular, abocianado en profundidad, con un arco externo decorado con bolas lisas, y luego otros dos arcos de arista viva que a través de una imposta moldurada apoyan en pilares adosados.

El interior es de una sola nave despejada, con tres tramos, algo más corto el occidental, y un presbiterio elevado y más estrecho que la nave. Rematando todo, un ábside de planta semicircular, cubierto de bóveda de cuarto de esfera, de piedra. La longitud de la nave es de 13 metros y su anchura de 9, adoptando el plano de este templo una forma en todo tradicional y del más puro y riguroso estilo románico rural. Es una obra esta de Villaexcusa de Palositos indudablemente románica, que no en otro estilo puede incluirse, pero de una construcción muy tardía.

En las piedras del ábside se ven tallados múltiples signos lapidarios o «marcas de cantería» propias de los diversos canteros que las hicieron. Dos signos solamente, aunque muy repetidos, se ven en este templo. Una A mayúscula gótica, y una cruz simple.

El porvenir de este templo es oscuro. Y claridad es lo que pedimos, lo que pedirán mañana los peregrinos que hasta ella lleguen: claridad en lo que se está haciendo con ella, porque el desmontaje de la cubierta, que se anunció como preámbulo de una restauración, no ha servido sino para acelerar su ruina. Y la propuesta que por ahí ha surgido, de desmontarla entera y trasladarla a una urbanización cercana a la capital, sigue pareciéndonos (a mí y a un montón de “románticos inoperantes”) una mala solución, por inauténtica y agresora. Lo ideal es reconstruirla en el lugar donde nuestros ancestros la levantaron. En eso tienen la voz más clara, las razones más contundentes, quienes nacieron en Villaescusa o de allí proceden. Mientras ellos tengan voz, seguirán pidiendo esto que es lo más lógico: respeto, arreglo y mantenimiento de un ser que, aunque de piedra, está vivo.

Alcalá de Henares, patrimonio de todos

Cerca de Guadalajara, hermanada por la distancia, por su silueta vislumbrada en el horizonte del poniente, se alza una de las ciudades más hermosas de España. Una ciudad que precisamente define a nuestro país, y que es, como la nuestra, cifra y sentido de una historia, de un pasado, de unos personajes. Tanto el Arcipreste de Hita (en Alcalá nacido y en la Alcarria madurado) como el Cardenal Cisneros (protagonista de ambas tierras y ciudades) hasta incluir a Cervantes (que en Alcalá nació habiendo sido su padre antes algo empleado de los duques del Infantado) han sido nítidas siluetas que han permitido hermanar a Guadalajara con Alcalá. Y esa Universidad, que hoy la ha conferido el rango de “Ciudad Patrimonio de la Humanidad” es precisamente elemento común, que finalmente, cinco siglos después de su fundación, ha recalado en parte entre nosotros, dando a Guadalajara y a todo el Valle del Henares la calidad de ámbito universitario que desde entonces se persiguió y hoy es ya realidad.

Edificios de la Universidad

Entre los elementos que definen, por historia y patrimonio, a Alcalá de Henares, destaca su Universidad. Creo que merece, cualquier día, mejor en sábado o festivo, un breve viaje y una larga visita. Fundada por el Cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo y señor de la ciudad a la sazón, en 1499, inició su andadura por el colegio mayor de San Ildefonso, en el que se empezaron a impartir clases de Derecho Canónico, que era junto a la Teología el principal de los saberes que un eclesiástico debía profesar en la época.

Desde aquel momento, y a lo largo de medio siglo, fue creciendo el edificio, multiplicando en superficie y altura, en profundidad y grandiosidad, sus espacios. Hoy puede verse, resumen y fin de todo aquello, un espléndido edificio que sirve de sede a las dependencias administrativas, al Rectorado, a la Escuela de Estudios Internacionales, al Paraninfo, e incluso a la Hostería del Estudiante, uno de los más antiguos elementos de la actual Red de Paradores.

* La fachada de la Universidad alcalaína es un monumento por sí mismo: dirigida por Rodrigo Gil de Hontañón, participaron en su construcción y talla los mejores artistas del momento.

  • El patio de Santo Tomás de Villanueva (uno de sus profesores que alcanzó la santidad) es grandioso, trazado por Juan Gómez de Mora, y a él le sigue el patio de Filósofos, donde se abre el espacio único y ensoñado del Paraninfo. Más adelante aún, pasamos a
  • El patio Trilingüe, equilibrado espacio donde se albergaban los estudiantes de los antiguos idiomas.

Anejo a ello está el primitivo templo de la Universidad, la capilla de San Ildefonso ante cuyo altar se admira el mausoleo del fundador, el Cardenal Cisneros, obra sublime de la escultura castellana, aunque su cuerpo esté enterrado en la Catedral de Alcalá.

Sorpresas de la ciudad

Alcalá guarda una serie de sorpresas monumentales que pueden servir al viajero para admirarse de ellas, y aún proponerse repetir la visita.

La Calle Mayor es una de esas “sorpresas”. Un largo trecho de calle, hoy peatonal en todo su trayecto, nos permite contemplar con su verdadero sabor una calle mayor tradicionalmente hispánica. Toda recorrida a ambos lados de soportales, excepto en dos de sus señalados edificios, el Hospital Antezana y la Casa natal de Cervantes. Esa calle se mantiene, tal cual hoy la vemos, desde la Edad Media. Quizás más estrecha entonces, pero siempre animada, fue ocupada en su mayor parte por los hebreos, que en ella establecieron sus comercios. Pilares de piedra, entramados de ladrillo y maderas, dan sustancia a su aspecto, y aún más valor los recuperados corrales que a trechos se abren desde estrechos portales de sus muros. Empezaba la calle frente a la Colegiata (hoy catedral) dedicada a los Santos Niños, Justo y Pastor, los dos infantes cristianos que fueron martirizados por los romanos al defender su Fe, y acababa en el descampado donde más adelante se construyó la Universidad y antes había sido mercado, hoy plaza dedicada a Cervantes.

Otra sorpresa que no debe dejar de admirarse, es el convento e Iglesia de las monjas bernardas. Al final de la calle de Santiago, al fondo de los jardines que animan una recoleta plazoleta escoltada del palacio episcopal y el convento de los dominicos, se alza la fachada barroca del templo con su aneja entrada al convento. Esa iglesia de las bernardas es algo insólito y sorprendente. Difícil de describir, hay que verla, moverse por ella, para poder admirar, de una parte, su planta ovalada y su cúpula inmensa y absorbente; de otra, deambular por sus laterales naves que son al mismo tiempo capillas y espacios donde los nobles oían misa y mantenían su separación del pueblo. Al fondo, en el presbiterio, un baldaquino exento con tallas de Giraldo de Merlo, rodeado totalmente por un retablo de pinturas realizadas por Angelo Nardi, que rivaliza por su originalidad con la traza del templo, obra de Juan Gómez de Mora.

Más cosas aún, de las que hay que ver el primer día, para tomarle afición a la ciudad del Henares, y querer volver otras veces: el Hotel Laredo es un edificio que ocupa una manzana entera en el paseo de la Estación. Rodeado de edificios modernos y enormes, colmenas de las que ha sido saturada Alcalá para dar habitación a más de un cuarto de millón de habitantes, fue mandado construir por el sibarita Manuel José de Laredo y Ordoño, quien se encargó personalmente de su construcción y pinturas, además de otros artistas, especialmente escultores, pintores, ceramistas y rejeros, la construcción de aquella casa que hoy puede visitarse, convertida en Centro de Estudios Cervantinos, en toda su original dimensión: especialmente interesante es el Salón Real, en el que sorprenden las pinturas de sus muros, en los que están retratados todos los reyes españoles, y en sus techumbres izadas complicadas tracerías de artesonados. Un patio romántico se abre en la parte posterior.

La Feria del Libro de Alcalá

Ayer jueves día 20 de abril se inauguró, ocupando el ámbito de la Plaza de Cervantes, la Feria del Libro de Alcalá. La que fue sede, desde los inicios del invento imprentil, de una serie de pioneros talleres en los que se imprimieron los más clásicos productos de la sabiduría renacentista, es hoy lógica y renovada sede de la oferta editorial en nuestro ámbito.

En Alcalá de Henares tuvieron sede los talleres de impresión de la categoría del de Brocar, saliendo de ellos los escritos impresos de Alvar Gómez de Castro, Elio Antonio de Nebrija, Cisneros y la impresionante obra “Biblia Políglota Complutense”, en la que en un alarde de técnica se mostraba el texto bíblico traducido y comparado en diversos idiomas, cuales eran el hebreo, latín, griego y arameo. De aquella tradición se hereda hoy esta Feria que año tras año se va haciendo más interesante y prolífica, exponiéndose en ella las producciones y nuevos libros de la propia Universidad, libreros alcalaínos y editoriales de la zona. Estará abierta, mañana y tarde, hasta el próximo 2 de mayo.

Apunte

Una visión novedosa de Alcalá

Si el lector de estas apresuradas líneas quiere saber más, quiere saberlo todo, de esta Alcalá de Henares próxima y sorprendente, harán bien en hacerse con un libro que acaba de salir, escrito por un grupo de jóvenes salidos de su Universidad, el Equipo Paraninfo, y tituladoAlcalá de Henares de un vistazo. En sus 128 páginas, añadidas de muchas fotografías y planos, se presentan datos y explicaciones de casi medio centenar de edificios, más una amplio resumen de su historia, referencias a sus personajes, fiestas, leyendas, etc.

Museos en Semana Santa

A punto de comenzar los actos religiosos y las procesiones de la Semana Santa de nuestro país, y cuando la principal actividad de la gente es salir de casa y viajar de acá para allá sin darse un minuto de respiro, se me ocurre que hoy puede ser una buena sugerencia la de acudir a visitar los Museos que a la Semana Santa están dedicados por esas tierras de España, en la que unánimemente se destina la devoción y el asombro para los misterios de la Fe y la alegría del gozo.

En Guadalajara tendremos los cumplidos desfiles y procesiones cada vez más cuidados, y por el resto de España una variedad impresionante de procesiones pondrán nota de color y sonido a las oscuras calles. Al mismo tiempo, los Museos dedicados a la Semana Santa tendrán un nuevo valor y serán casi un objetivo para visitar en horas libres.

El Museo de la Semana Santa en Zamora

Es el más antiguo de España dedicado a este tema, y sirve al mismo tiempo de almacén de todos los pasos procesionales que desfilan estos días por la ciudad castellana. Creado por decisión de la Junta zamorana en 1957, se contó desde un inicio con el apoyo de la Cámara de Comercio e Industria de Zamora. El Museo se abrió al público el 9 de septiembre de 1964. En 1990 recibió una notable ampliación y mejora estructural y expositiva inaugurándose en 1994 tal como se ve hoy, con 435 m2 de extensión, y un total de 33 grupos escultóricos, túnicas y hábitos de las distintas cofradías y hermandades, y un gran conjunto visual de fotografías, instrumentos, y detalles que hacen de la Semana Santa zamorana un espectáculo único.

El Museo del Tambor en Tobarra

Un conjunto espléndido de tambores, elementos musicales, procedentes de todo el mundo, se dan cita en este Museo, al que sin exageración puede calificarse de “único en el mundo”. El Museo del Tambor de Tobarra se aloja hoy, muy bien acondicionado, en vitrinas y amplios espacios, en la antigua iglesia de la Purísima, que con unas pinturas del siglo XVIII recientemente descubiertas, resulta un lugar cómodo y muy atractivo para albergar esta colección.

Sabido es que la Semana Santa de Tobarra tiene por tradición la salida a la calle, durante las procesiones de esos días de alta carga religiosa, de numerosas “turbas” que atruenan el aire con el redoble de sus tambores, que ya son miles. Ello ha significado que en la historia y el costumbrismo de la ciudad, la tradición tamboril haya cuajado, y especialmente gracias al dinamismo y dedicación entusiasta del creador del Museo, que no es otro que el abogado y poeta, José María Hurtado Ríos, hijo predilecto de Tobarra. La colección, enorme, de tambores, que él había ido formando con los adquiridos y encontrados por toda España y por el mundo, fue donada a la ciudad albacetense en 1986, alcanzando a ser inaugurado, en su primera sede de la calle Francisco Cano Fontecha, en una dependencia anexa al Hogar del Pensionista, en ese año, y pasando en abril de 2005 a tener su nueva ubicación, ya montado de acuerdo a las más modernas técnicas museísticas, en la iglesia de la Purísima, en la calle mayor.

En la actualidad ofrece un amplio número de tambores, traidos de diversos paises, del resto de España, y sobre todo de Tobarra y su comarca. Se muestra también la técnica de su construcción y de su uso en el rito tamborilero de la Semana Santa, de la cual hay también muchas piezas, carteles, trajes, etc.

Hellín

Cerca de allí, y también llevado por el entusiasmo tamborilero y semanasantero de la ciudad serrana, se piensa construir un nuevo Museo esta vez dedicado a la Semana Santa de Hellín.  Así lo anunció el presidente Barreda, el pasado años al ser nombrado “Tamborilero de Honor”. Anunció entonces una suma de 300.000 euros para su construcción y dotación. De momento este Museo no ha iniciado todavía su andadura.

Medina de Rioseco

La Semana Santa de Medina de Rioseco, declarada de Interés Turístico Nacional, es una de las que más y mejor conservan el espíritu tradicional de la celebración de la Pasión de Cristo, y sin duda es la que mejor expresa la manera castellana de sentirla. Sus actos y procesiones revisten una gran solemnidad, siguiendo una tradición ininterrumpida desde el siglo XVI, celosamente guardada por la Junta de Semana Santa, el clero y las hermandades penitenciales. La ciudad de Medina de Rioseco ha creado el Museo de Semana Santa que se encuentra ubicado en la Iglesia de Santa Cruz construida a finales del siglo XVI. El museo cuenta con una importante colección de grupos escultóricos de los siglos XV, XVI y XVII, de los más insignes imagineros castellanos.

En el Levante español

Por Levante existen también muestras de esta temática, y aprovechando que muchos estarán estos días por aquellas tierras, es oportunidad de visitar el Museo de Semana Santa de Orihuela, ubicado en el antiguo convento de la Merced, del cual conserva la fachada de la iglesia. En Semana Santa de 1985, se inauguró la primera fase de este museo, en el que se exponen los pasos procesionales y en el año 2003 se realizó la apertura de la segunda fase, que cuenta con el doble de espacio para exposición permanente y una zona reservada para audiovisuales. Destacan 25 grupos escultóricos, con obras atribuidas al taller de Nicolás de Bussy, como el “San Pedro arrepentido” de la cofradía del Lavatorio; obras de Francisco Salzillo, como “Ntro. Padre Jesús de la Caída”, titular de la cofradía del Perdón. Entre los tronos procesionales existen obras de orfebrería de los talleres valencianos de Orrico, José Bonacho y Peris Bacete y otras en madera debidas a ebanistas y doradores como los hermanos García Quinto y de artistas oriolanos como los hermanos Gimeno, José Balaguer o los hermanos Peñalver. Todos estos pasos se pueden visitar el Viernes Santo por la mañana en la Iglesia de Monserrate, lugar donde son trasladados en los días santos anteriores. También en Levante es de admirar el Museo de la Semana Santa Marinera de Valencia, situado en la calle Rosario, hoy convertido en un lugar emblemático para la ciudad.

Un libro cuajado de Museos

Y para quien desee saber más de Museos, de todos los Museos que existen en nuestra Región de Castilla-La Mancha, además de los dedicados a la Semana Santa, a los tambores y a la Etnografía, está un libro que acaba de aparecer y que es una inestimable ayuda de viaje. La guía de los “Museos de Castilla-La Mancha” tiene 352 páginas y más de medio millar de grabados, e incluye los casi 200 museos que existen en nuestra tierra, entre los que destacan el Nacional de Teatro en Almagro, el fabuloso de Santa Cruz en Toledo, el de la Cuchillería en Albacete, el recién abierto de Arte Antiguo en Sigüenza, y la sorprendente Fundación Antonio Pérez en el viejo convento carmelita de la ciudad alta de Cuenca. Cinco ejemplos de un mundo poblado e impresionante. Autores del libro, José María Ferrer y Antonio Herrera. Editorial AACHE, Colección “Tierra de Castilla-La Mancha” nº 6.

Arte antiguo en Fuentelviejo

Con motivo de mis trabajos preparatorios del libro que por fascículos está editando nuestro diario “Nueva Alcarria” sobre el Renacimiento en la provincia, he viajado a Fuentelviejo y he podido admirar el fantástico retablo que preside su templo parroquial. Un retablo que ha sido restaurado recientemente, porque los años, los siglos más bien, le habían puesto un oscura capa de polvo y suciedad encima de las escenas que representa. Y ahora, ya limpio y recuperado en su esplendor antiguo, y tras varios intentos para poder verlo, porque la iglesia no suele estar abierta ni es fácil encontrar a la señora que custodia sus llaves, hemos conseguido maravillarnos ante lo novedoso de sus pinturas y las escenas singulares que pueblan su ordenada estructura.

Un puntal del Renacimiento en la Alcarria

Por fuera la iglesia parroquial de Fuentelviejo, que está dedicada a San Miguel,  no pasa de ser un gran edificio de piedra sin especial encanto, con una torre apelmazada y una puerta orientada a mediodía, que el sol de invierno ilumina con fuerza y ciertas exiguas calorías. En ella, surgen los clavos espléndidos, antiguos y orondos, acompañados de las fallebas que le dan enjundia y solemnidad. Pero muy poco más.

El interior de este templo tampoco tiene mayores elementos de arte: es de una sola nave, y esta de un solo tramo, cubierta de cielo raso. Un arco de medio punto da paso al presbiterio, que es de planta cuadrada y se cubre de bóveda de crucería. A los pies, un coro alto de madera. Y abierta en el costado norte del presbiterio, una amplia capilla también abovedada de crucería, con una pequeña sacristía aneja. La decoración del templo está formada por pequeños altares sin mayor mérito, y cuadros barrocos.

Pero por lo que merece la pena su visita, y el subir hasta la altura limpia de Fuentelviejo, que otea la vega del río Prá a sus pies, caminando hacia el Tajuña ya cercano, es por contemplar su retablo mayor, dedicado al titular del templo, y con diversas pinturas al óleo sobre tablas que, tras haber sido restauradas, muestran la sorpresa de unas escenas infrecuentes y la gloria de otras clásicas muy bien tratadas.

El estudio inicial de esta obra, sobre la que yo mismo pasé de puntillas hace 25 años cuando realicé el Inventario del Patrimonio Artístico de Guadalajara, por estar entonces muy deteriorado y casi invisible, lo ha hecho recientemente Francisco Javier Ramos Gómez, en su libro “La pintura en la ciudad de Guadalajara y su jurisdicción (1500-1580)” con el que ganó el Premio “Layna Serrano” de investigación provincial en 1997.

Nos dice Ramos que en su opinión la obra completa de este retablo, que es una joya del Renacimiento castellano, está hecha después de 1515 y antes de 1565. Ello porque el estilo netamente plateresco y protorrenaciente no permite adelantarlo más, y porque no aparece mención alguna a su realización en el libro de Fábrica del templo, conservado en el Archivo Diocesano de Sigüenza, y que empieza en 1565.

La autoría, desconocida, es de la mano de un buen pintor del área alcarreña, muy posiblemente de la misma ciudad de Guadalajara, con la que Fuentelviejo seguía muy relacionada, a pesar de ser ya en esa época señorío de los Condes de Tendilla y Marqueses de Mondéjar. No está lejos del estilo de Pedro Berruguete, con el que sin duda el autor de este retablo se formó o tuvo relaciones, pues la distribución y actitudes de las figuras en las escenas son muy parecidas a lo del pintor palentino.

Un retablo estructurado

Se compone el retablo de San Miguel de tres calles verticales y dos cuerpos horizontales, coronándose cada calle de una tabla semicircular. En lo alto de todo, y hace 25 años, aparecían talladas y pintadas las armas de la familia Velázquez, que hoy ya no están.

En el centro, sobre el Sagrario, una gran hornacina aloja la talla en madera de San Miguel. La original debió ser mucho más grande. Aunque todo el retablo tiene una prolija decoración en paneles y columnas, frisos y molduras, sin embargo da sensación de sencillez y elegancia.

Lo interesante y fundamental son las pinturas. Hay en total cinco tablas: dos en cada calle lateral, y una en lo alto de la central. Suponemos que sea esta colocación actual la que tuvo primariamente. Porque el orden de las escenas clásicas (la Pasión de Cristo) está un tanto alterado de lo habitual, mientras que las dos nuevas aparecen en su nivel más bajo.

Las escenas altas son, -es muy fácil identificarlas- la Resurrección de Cristo en la calle izquierda; el Calvario en la central, y la Asunción de la Virgen María en la calle derecha. Lo interesante está abajo, en el nivel inferior.

San Miguel se aparece en el Monte Gárgano

La Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine nos da la clave de las dos escenas inferiores del retablo de Fuentelencina. A la izquierda del espectador, se ve un cuadro en el que un grupo de cazadores dispara una flecha contra un toro en lo alto del monte. El toro pertenecía a un pastor de nombre Gárgano, que vivía en Siponto, el año 390, y que se extravió de la manada, apareciendo finalmente en lo alto del monte, a la entrada de una cueva. El dueño, para castigarle, lanzó contra él una flecha envenenada, pero por extraño milagro, esta se dio la vuelta y se clavó en el arquero, que murió en el acto. El obispo de la ciudad escuchó finalmente la voz de San Miguel, que decía que era él quien había causado aquel extravío taurino, y la muerte del pastor. Y que aquella cueva era lugar que él cuidaba. El significado de esta leyenda, se nos hace difícil de entender, a la entrada del siglo XXI, pero el hecho es que tradicionalmente esta fue la primera aparición registrada del arcángel San Miguel.

San Miguel acaba con la peste de Roma

La pintura baja de la calle derecha, representa a un Papa y su corte, orando arrodillados ante un altar en el que se ve la imagen de la Virgen María y su Hijo, y encima de ella la figura de San Miguel limpiando una espada. Se dice que esta fue la tercera aparición del arcángel, cuando tras una de las habituales pestes que en Roma asolaron a su población, ante las súplicas del Papa el arcángel decidió limpiar su “espada ensangrentada de víctimas” cesando la peste, y en ese momento el Papa San Gregorio decidió levantar en honor del ser celestial una iglesia dedicada a “Santángelo” en lo alto de la romana fortaleza de Adriano. Es ese hoy el Castillo de Santángelo que todos los que han ido al Vaticano han visto junto al río Tíber.

Son pues dos inusuales representaciones tomadas de la Leyenda Dorada, y que en Fuentelviejo se suman, con su interesante iconografía y su bella disposición, a dar realce a este retablo que merece ser visitado y admirado, pleno de colorido y hermosas proporciones. Una joya más de las que Tierra de Alcarria nos depara a poco que sepamos buscar, mirar, y asombrarnos.