Mucha Miel para Pastrana

viernes, 10 marzo 2006 0 Por Herrera Casado

Acaba de abrirse una feria más, con número de plata ya, la vigésimoquinta Feria Apícola de Castilla-La Mancha. En esta ocasión, y porque se aúna con un Congreso, el octavo, Iberoamericano de Apicultura, el escenario será más a lo grande, más moderno y atrayente: en la misma Plaza de la Hora, y en el corazón de su Palacio Ducal, se van a dar cita estas oportunidades, que no hacen, en definitiva, sino dar vida, e inyectar alientos, a la Alcarria toda, que tanto los necesita.

Una feria a lo grande

Un año más, ahora por vigésimoquinta vez consecutiva, Pastrana abre sus puertas a la celebración de la Feria Apícola de Castilla-La Mancha. Un acontecimiento que ya hace tiempo cobró su auténtica mayoría de edad, instalándose no sólo en la realidad económica de la provincia, sino en la afirmación precisa y contundente del progresivo protagonismo de la villa alcarreña, que está decidida a un lanzamiento económico y turístico de gran altura.

Siempre que tengo oportunidad, lo digo y repito: las autoridades locales de Pastrana (en este caso su alcalde Juan Pablo Sánchez Sánchez-Seco y su equipo de gobierno) tienen las ideas muy claras de lo que necesita un pueblo de la Alcarria en un momento de crisis poblacional en Castilla como es este que vivimos en el inicio del nuevo Milenio. Hay que tener ideas, ponerlas encima del pavimento de una Calle Mayor, y hacerlas fructificar, brillar y andar. De nada vale visitar la provincia entera y constatar su desertización. Eso ya lo sabemos, desde hace mucho tiempo. Y si no se hace algo contundente, ese fenómeno no se parará. Mientras el valle del Henares se hipertrofia de gentes y urbanizaciones (de industrias y actividades también) el resto de la provincia se muere, se envejece y se paraliza. Hacer lo que se está haciendo en Pastrana es todo un ejemplo de dinamismo y de claridad de ideas: promocionar la villa como lugar de encuentro, de Ferias, de cultura, de interés turístico, de celebraciones y sorpresas.

Lugar de encuentro apícola

Va a ser la Plaza de la Hora, recubierta casi en su totalidad por una enorme carpa de plástico en funciones de “Palacio de Congresos y Exposiciones” la que hará estos días de centro de la bullanga y el trasiego de gentes, de apicultores, de curiosos y de viajeros que pretenderán encontrar ese aquel de Pastrana en este entorno. No es difícil, pero sería recomendable que lo hicieran con más pausa, con mayor sosiego en otra ocasión futura. En estos días, con el ir y venir de las gentes de Pastrana y de las que hasta aquí llegan con la ocasión propicia, se hace difícil vivir este encantador pueblo con la tranquilidad que merece.

La Feria Apícola, que hasta el domingo próximo estará abierta en Pastrana, tiene su asiento en la plaza, la luminosa y abierta al paisaje plaza de la Hora. Aquella en la que doña Ana se burlaba del mundo y añoraba los días de sus amores sueltos y su mando sin tregua. La plaza donde jugaban los niños en uso de una libertad que a ella le sabía a manjar imposible.

La Feria tendrá asiento sobre las baldosas nuevas del plazal antiguo. Y el Congreso de apicultores al que llegan desde una docena de países con sus estudios y sus nuevas ideas, entrará por la puerta grande y blasonada del palacio ducal, que ahora sí, ahora con generosa grandeza, se dejará mirar tras la larga y casi arcana restauración, demostrando, a cuantos ahora lo vean, lo maravilloso de su acondicionamiento como centro cultural y turístico. Será, una vez más, una ocasión para pedir a sus responsables, que se animen a dejarlo abierto todos los días, a coger gentes, a celebrar actos, congresos y reuniones cada semana en su interior. Será esa una forma de darle vida a Pastrana, de contagiársela a buena parte de la Alcarria baja.

Plaza y Palacio

En la plaza de Pastrana, la grande y nueva (porque las antiguas se quedan silenciosas y sumisas por entre los estrechos callejones de la altura) el viajero se siente rodeado de historia y leyendas. Por definirlo de alguna manera, se trata de un amplio espacio abierto, de proporciones cuadradas, con unos 150 metros aproximadamente por cada lado, que se encuentra ocupada, al norte, por la mole pétrea y dorada del palacio ducal, y abierta al sur sobre el estrecho y verde valle que riega los pies de la villa, y al cual se asoma la plaza a través de una recia baranda de cal y canto sobre un alto muro que encierra el relleno que hubo que hacer en su día, para conseguir ese amplio espacio abierto ante el palacio.

La plaza es un típico ámbito de armas, despejado ante el palacio para hacer en él paradas militares, corridas de toros, recibimientos principescos, etc. Hoy, ya entrado el siglo XXI, para hacer Ferias Avícolas: esta es la grandeza de adaptarse a los tiempos. Cuando está totalmente despejada, vemos cómo se complementa con el edificio palaciego, prestándole su anchura para hacerle ganar a la casa‑fuerte en elegancia y, concediéndole su primigenio sentido, de ser una clara imagen de poder.

El diseño inicial de esta Plaza de la Hora, comprendía dos grupos de edificios de viviendas a los lados del palacio, con un nivel bajo de soportales en cada uno, y dos‑tres pisos en los edificios. La entrada y salida única de la plaza se realizaba a través de sendos arcos de recio mampuesto, sobre cuyos vanos lucían las armas de los señores, que hoy se ven todavía en el portón de levante, pero que en el de poniente fue sustituido por nuevos edificios de viviendas que dejan paso a la calle mayor, que desde la plaza corre sinuosa y estrecha hasta la iglesia colegiata.

Esta plaza mayor de Pastrana fue construida, al tiempo que el palacio, pocos años después, a mediados del siglo XVI. Fue denominada siempre como plaza de palacio, y luego se le dio, literariamente, el nombre de plaza de la Hora con que hoy se la conoce, en recuerdo de los sesenta minutos que doña Ana de Mendoza, la princesa de Eboli, pasaba cada día asomada al ventanal del torreón oriental del palacio, donde vivió sus últimos años enclaustrada por orden de Felipe II.

Primitivamente despejada, plantaron luego árboles, y recientemente fue de nuevo urbanizada sin ellos, con pavimento firme, y un crucero de mármol en su centro. En estos días tiene acogimiento en ella la voluminosa Feria Apícola, la vigésimoquinta de la serie.

Y como complemento y gloria construida, el gran palacio ducal, ahora con posibilidades de entrar a verlo. Se trata de una monumental construcción que erigieron en el siglo XVI los señores de la villa, como expresión clara de su poder y su preeminencia sobre el resto de la población. Las fechas de su construcción van del año 1545 al 1580. El arquitecto diseñador de este palacio fue Alonso de Covarrubias. El maestro de obras que se encargó de su construcción directa, fue Pedro de Medina ayudado de Francisco Aragonés y el montañés Pedro Muñoz.

Este palacio nunca fue concluido. Su cuerpo principal, torres, decoración interior y jardín posterior, se hicieron en vida de la primera señora de Pastrana, Ana de la Cerda. Tanto su hijo don Gaspar Gastón de la Cerda como sus sucesores en el señorío, los Silva y Mendoza, no hicieron sino mantenerlo y habitarlo por temporadas. En él se hizo el recibimiento, en 1569, a Santa Teresa de Jesús, cuando vino a Pastrana a fundar sus conventos, y en él estuvo, en la torre de levante, retenida y prisionera la princesa de Eboli, doña Ana de Mendoza y de la Cerda, entre 1581 y 1592, por orden de Felipe II. Sus hijos y nietos ocuparon en alguna otra ocasión los salones de palacio, pero muy circunstancialmente.

De planta cuadrada, ofrece al estilo clásico un patio central rodeado de edificaciones, con otro amplio patio o jardín escalonado en la parte posterior. La fachada principal se abre al sur, presidiendo la gran plaza de armas ó Plaza de la Hora. Consta de un paramento hermético, de sillería tallada en piedra de tono dorado, con escasos vanos. En su centro, la portada principal, único acceso, que consta de un arco semicircular escoltado de sendas columnas exentas apoyadas en altos pedestales, y rematadas en capiteles corintios que sujetan un entablamento ó arquitrabe en el que se lee la leyenda DE MENDOÇA I DE LA CERDA. Un par de medallones circulares con bustos clásicos ocupan las enjutas. Se trata, evidentemente, de un elemento plenamente renacentista y de raigambre serliana. Años después de su construcción, se abrió un amplio balcón con barandilla de hierro forjado, muy volada, justo sobre la puerta, que resultó dañada en su estructura superior, y muy afeada en su aspecto. Así quedó para siempre.

En el interior, y tras atravesar el amplio vestíbulo, se encuentra el patio, también de planta cuadrada, que si fue proyectado por Covarrubias con arquería, piso alto, ornamentación clásica, etc., nunca llegó a construirse, por lo que quedó con las paredes de las estancias al descubierto, abriéndose en ellas algunos vanos simples. La restauración que se ha hecho en estos últimos años, dirigida por Fernández Alba y Clemente San Román, ha supuesto la recreación de un espacio nuevo, cubierto y sostenido por columnas metálicas y acristalados paramentos, con una gran fuerza de novedad y sugerencia de espacio renaciente.

Del interior, son destacables los salones principales de la primera planta, los que dan a la plaza en su fachada principal. Existen tres grandes salones rectangulares, mayor el central, y uno estrecho y cuadrado que clásicamente se denominó como capilla. En todos ellos aparecen unos extraordinarios artesonados de estilo renacentista, de madera tallada, con casetones y frisos en los que se derrama toda la imaginación y el buen gusto de los tallistas de la primera mitad del siglo XVI. Sus autores más probables fueron los alarifes madrileños Justo de Vega y Cristóbal de Nieva. En el artesonado de la denominada capilla, de forma muy especial, se ven estructuras y ornamentos de tendencia mudéjar. Todo ello en el estilo de la época en que fueron construidos.

Oportunidad ahora, después de varios años cerrado, de contemplar esta maravilla y constatar que puede (y debe) ser un motor de desarrollo para esta villa alcarreña.

Apunte

Las comunicaciones del Congreso Iberoamericano de Apicultura

Un libro que aparece estos días recoge en sus 96 páginas el total de comunicaciones presentadas al VIII Congreso Iberoamericano de Apicultura. Interesantes aportaciones entre las que destaca la descripción del virus Nosema Ceranae (un microsporidio, en realidad) en la abeja alcarreña, que está comprometiendo en cierto modo el desarrollo de esta industria. A su descubridor, Mariano Higes, este diario le destacó hace una semana con el título de “Popular Nueva Alcarria 2005” en el área de investigación.

Son numerosas las comunicaciones que se entregan llegadas de paises como Colombia, Argentina, Brasil, Uruguay, Cuba y Venezuela. En todos estos paises se está promocionando desde niveles gubernamentales la producción de miel y su mejora constante, de forma que en poco tiempo, si aquí no se hace algo parejo, serán competidores muy fuertes.

Entre las aportaciones españolas, hay estudios sobre el color de la miel, sus calidades, sus posibles contaminaciones y un largo etcétera de estudios que consolidan una publicación que deberá estar, como todas las que llevan página y datos sobre Guadalajara, en las bibliotecas alcarreñistas que se precien.