Pareja y su Feria

viernes, 2 septiembre 2005 0 Por Herrera Casado

 

Este año se cumple un aniversario importante en Pareja. Ahora hace exactamente 750 años que fue creada su Feria anual, la de los quince dias antes de la Cinquesma. Fue el rey de Castilla Alfonso X el Sabio, quien en 1255 extendió el privilegio dando a los hombres buenos de Pareja esa capacidad, de tener feria que durase al menos 15 dias, y a la que pudieran acudir gentes de todo el reino, a comprar y vender, protegidos por su real fuerza de cualquier agravio que en el camino se cometiera contra ellos.  La feria comenzaría el 7 de septiembre y se alargaría por el resto del mes.

Este año, casualmente, es el 7 de septiembre el que da inicio a las fiestas patronales de Pareja, y en ellas se tendrá oportunidad de recordar cumplidamente este cabal aniversario, pues con tamaña conmemoración, puede calificarse a la de Pareja como la segunda Feria más antigua de las que existieron en la provincia, después de la de Atienza.

Siete siglos y medio

Las ferias que los reyes medievales concedían a las villas castellanas, tenían por objeto dinamizar el comercio y la economía del pueblo. Una feria venía a durar una media de quince días, y a ella acudían gentes de todo el reino, tanto más lejos cuanto más grande fuera la villa e importante en transaciones su feria. La más antigua de nuestra provincia, la de Atienza. La más famosa durante siglos, la de Tendilla. En Pareja se creó esta Feria porque los hombres buenos, y los señores de la misma, se lo habían solicitado previamente al Rey.

La historia de Pareja es antigua de verdad. Aparece citada en un documento de 1124, y su primer avatar notable es la entrega, por parte del rey Alfonso VII, a la mita seguntina, que poco antes ha nacido tras la reconquista de la mínima aldea serrana a los árabes. Es entregada, pues, al obispo de Sigüenza, que a la sazón era don Pedro de Leucata.

Pero unos años después, y por razones de estrategia política, el rey Alfonso VIII entrega Pareja a la mitra de Cuenca, recién creada tras la conquista de la ciudad del Huécar en 1177. En ese documento de entrega al obispo San Julián, Alfonso VIII dice que entrega “illa villa que vocatur Paradeja”.

El deseo de engrandecer el poder de los obispos, colaboradores natos de la monarquía en la creación de una sociedad teocéntrica que consagra al rey como designado por Dios para el gobierno temporal de los hombres, hace que se les vaya dotando a las nacientes villas de elementos de prosperidad económica, único motor del desarrollo y la tranquilidad social. Y así van salpicando los calendarios de ferias.

A Pareja se la concede Alfonso X, “el Sabio” en 1255 (hace ahora, pues, 750 años justos), mediante un breve documento redactado en Valladolid, y cuya copia se conserva en el “Liber Privilegiorum” de la Catedral de Cuenca. Dice, entre otras cosas, el documento fundacional, que se celebrará esta feria “una vez al año”…. y que comenzará “XV dias antes de la cincuesma”, pidiendo que vengan a ella todos: cristianos, y moros, y judíos. Y ordenando que nadie moleste o robe a los comerciantes o compradores que desde lejanos lugares se trasladen a Pareja, y que si alguien lo hiciese “aviere my ira y pecharme en coto todo el danno doblado”. Es lógico que aquella reunión de vendedores, de mil materias traidas desde todos los lugares del reino, juntos en la gran plaza que ya vería alegrar su silueta la céntrica olma que es hoy orgullo de la población, fuera un alegre trasegar de gentes, que se alojaban en las fondas, que comían en las tascas, y que traían dineros, noticias y hasta sangre nueva a la villa.

Estudian y comentan esta feria, con abundantes datos, Victor Manuel Ricote y Marcos Antonio González en su reciente libro titulado “Historia de la villa de Pareja”. Y en sus páginas rememoran, con frases sacadas de otros documentos, cómo sería y qué se vendería en la feria de Pareja, al igual que se hacía en la de Medina del Campo: Andan allí también mercaderes y tratantes de ganados mayores y menores y bestias de todas clases domadas y por domar, y todo género de cuatropeazgo, cabezas, manadas y rebaños, carnes muertas, frescas o acecinadas, pescados frescos y salados de mar y río, vino, vinagre arrobado y azumbrado, aceite, miel, cera, lino, cáñamo y esparto labrado y por labrar, ollería y otras vasijas de barro y vidrio, granos, semillas, frutas verdes y secas, hortalizas y otros comestibles. Leña, carbón, madera labrada o por labrar, puertas y ventanas, corambres curtidas, por curtir y al pelo, lanas, añimos, sebo, manteca, ropas, calzado, cueros, sedas, lencería, frazadas, mantas, colchones y colchas, paños, grana, añascotes, cordeles, sayales, frizas, burieles, estameñas, buratos, mercería, telas de seda o lana a la rara, joyería, buhonería, terciopelos, rasos, felpas y sedas tejidas… Eran los tiempos del trajinar y los recueros, de las maravillas de Flandes, de los juglares en las plazas.

Plaza y Palacio de Pareja

Añade Pareja cada día nuevos elementos de interés a su entorno. Este verano ha sido la apertura de su azud de recreo, un espacio que supone añadir un lugar de fuerte impacto turístico a los alrededores de la villa, pues con las aguas de un arroyo se ha creado un mínimo pantano junto al de Entrepeñas, en el que surgen arboledas, islas, y espacios para el descanso.

Pero en el interior de la villa, cada vez mejor cuidada, también se recuperan ámbitos y memorias. Los más densos son los que forman el repertorio de su patrimonio arquitectónico, en el que sobresale la iglesia parroquial de la Asunción y la ermita de Nuestra Señora de los Remedios.

Al centro del pueblo, en su corazón eterno, está la olma, que da cobijo a las charlas y los encuentros, y desde cuyo centro se divisan las cuatro esquinas y los cuatro paramentos historiados de la misma: a levante el Ayuntamiento, al norte el caserón de los Benito, ricos labradores que hubo en Pareja desde los siglos medios; al mediodía las casas soportaladas que ilustran una riqueza aldeana con sus columnas metálicas y sus formas señoriales. Y al poniente, el gran palacio de los Tinajas, que construyó a finales del siglo XVIII don Miguel Tinajas y Franco, con los bienes heredados de su padre don Juan Antonio Tinajas y Zarduarán, hijodalgo y abogado, también labrador rico, de la comarca.

Un poco más allá, frente a la iglesia, se alza el caserón al que llaman en Pareja “el palacio” y que fue el de los obispos conquenses, alzado tal como hoy lo vemos a finales del siglo XVIII por don Felipe Antonio Solano y Marín, que ocupó la mitra conquense de 1779 a 1800. Construyó también un palacio a la entrada de Huete, y su escudo se ve en lo alto de las fachadas de ambos edificios. Junto a estas líneas lo vemos en detalle.

El escudo de Pareja

El símbolo heráldico municipal de Pareja está pensado para definir en cuatro trazos la esencia toda de la villa alcarreña. De una parte vemos, como centro del escudo, un gran castillo y murallas rodeándolo. Es el recuerdo de la gran fortaleza que en la Edad Media tuvo y de la que apenas quedan mínimos vestigios. Por ser la esencia de su nacimiento, el castillo heráldico de Pareja es de oro, desplegado, puesto en campo de gules.

Además se suma de una gran olma, en sinople, que representa a la que hay en el centro de la plaza. Es la evidencia de su ser actual. Y se acompaña de dos cálices de oro, que traen a la memoria la historia de muchos siglos de la villa, que estuvo bajo el señorío de los obispos de Cuenca, cuyo era ese emblema caliciforme.