Viaje al románico de Guadalajara

viernes, 17 junio 2005 0 Por Herrera Casado

 

Entre las medidas que Diputación Provincial ha puesto en práctica para promocionar el turismo y el conocimiento de Guadalajara entera, está la promoción de ofrecer viajes en autobús a los grupos y asociaciones de cualquier tipo que con tiempo lo soliciten. Una de las ofertas es un “Viaje al románico de Guadalajara”. He tenido la oportunidad, la semana pasada, de participar en una de estas excursiones promocionales, junto al grupo formado por una buena parte de los socios del Centro Segoviano de Guadalajara. Y visto lo visto, puedo de cir que la iniciativa es en todo encomiable, las intenciones manifiestamente positivas, pero todo ello siempre con un punto de capacidad de mejora: y es que a los asociados, vengan de donde vengan, lo que la Diputación les brinda es un autobús, un conductor/a que se sabe la ruta a realizar, y nada más. La información sobre lo que van a ver, se la tienen que procurar los viajeros. En el caso de la “Ruta del Románico”, el viaje consiste en salir de San Ginés a las 8:30, y atravesando paisajes de grandiosidad serrana, con el Ocejón y Valverde a la izquierda mientras se asciende por el boscoso valle del Sorbe, se llega a Galve de Sorbe donde la tropa excursionista baja del autobús a tomarse un café en el bar en cuya puerta para el transporte. Y luego sigue el día por Campisábalos, Albendiego, Atienza, Imón, Palazuelos, rematando la jornada en Sigüenza. Pero los turistas van a su aire, a mirar lo que encuentren en el horizonte de estos pueblos.

Una visión del románico atencino

Por si pudiera valer para las próximas excursiones de grupos y asociaciones de Guadalajara que hagan esta Ruta que Diputación ofrece, aquí está el itinerario seguido por nuestro segoviano grupo: los monumentos visitados, los encuentros hechos, las sorpresas recogidas.

La primera parada (pasamos nosotros sin parar por Galve, puesto que nada románico hay en la castillera villa de los Estúñiga) la hacemos en Villacadima, ahora poblado de algunos valientes que han vuelto a levantar y reconstruir sus casas. Como levantada y reconstruída está la iglesia parroquial, con su cubierta entera, su reja en la puerta, y el conjunto perfectamente consolidado y limpio. La magnífica perspectiva del pueblo serrano sobre los verdes pastos de altura, nos rapta la mirada hacia la portada de su templo, que es de lo mejor del románico rural. Declarada hace años Monumento Nacional, gracias a los esfuerzos continuos de Monje Ciruelo y Layna Serrano, consiguió así la necesaria atención del Patrimonio, y hoy está resplandeciente y única. La portada, de rojiza piedra, tiene múltiples arquivoltas semicirculares con detalles mudéjares muy espectaculares.

Ya en camino hacia levante, el primer pueblo al que llegamos es Campisábalos, donde se visita la iglesia de San Bartolomé, la parroquia que centra el pueblo. Aquí se multiplica la sorpresa, porque la iglesia tiene de todo. Tiene una torre (es lo más moderno) que preside un ábside de tres cuerpos, el central con ventanas decoradas con capiteles, cimacios, cenefas y múltiples canecillos. El atrio al sur, alberga una colección de estelas medievales, elementos con cruces y adornos tallados, que proceden de un cementerio medieval, dando así cabal idea de cómo se enterraban los cristianos en el siglo XII: igual que hoy los árabes. En el puro suelo el cadáver, y sobre él una estela tallada en piedra, con su nombre, frases y alguna cruz tallada.

En el interior del atrio, la portada espléndida de múltiples arcos en degradación, y en el interior, de una sola nave, el ábside tenuamente iluminado de cuyo techo pende una espectacular talla de Cristo en madera. Saliendo de nuevo al exterior, la mejor sorpresa: está adherida por el sur al templo la capilla del Caballero San Galindo, que es como una maqueta de catedral románica. Su puerta exterior, sobre el muro pétreo, tiene todos los elementos que vimos en Villacadima. Se añade a ellos canecillos con personajes, y en el muro exterior, tallado (y hoy muy deteriorado por la intemperie) el mensario que muestra con escenas agrícolas lo que cada mes del año se hace en esas tierras: matanza del cerdo, arado, sembrado, segado, trillado, vendimia, etc…. más dos escenas de tipología consagrada, al menos en el cercano edificio soriano de Tiermes: la justa a caballo de dos guerreros, y la cacería del jabalí con perros y lanzas.

El interior de esa capilla de San Galindo es inolvidable. Pequeña de dimensiones, tiene el poyete corrido para que sentaran los fieles, el arco triunfal apoyado en capiteles con curiosa iconografía de mitología medieval, el ábside semicircular iluminado tan solo por una miniventana de calado mudejarismo, etc. Una joya que hay que ver, al menos una vez en la vida.

Y el tercer elemento de este románico de Sierra Pela, quizás el mejor de toda la provincia: la hoy ermita de Santa Coloma, en los alrededores de la villa de Albendiego, y antiguamente templo monasterial de los caballeros de San Juan que la mandaron costruir. Entre arboledas densas, al final de un camino cubierto de la vegetal pelusa que en primavera sueltan los chopos, la dorada cantata de la piedra tallada y construida. En Santa Coloma debemos admirar su exterior (espadaña a poniente, portada de corte gótico a mediodía, y elegante ábside triple a levante, en cuyo centro se abren las preciosas ventanas caladas en cuya piedra tallada se ve con profusión repetida la cruz de San Juan.

Pidiendo las llaves previamente en el bar, hemos podido pasar todo el grupo a ver el interior, con su ábside solemne y elevado, y sobre todo con sus dos capillas laterales, que fueron pensadas para rematar las naves colaterales que nunca llegaron a construirse, y hoy sirven de admiración a quien desea ver un arte inmaculado y original al cien por cien: capiteles de hojas de acanto, la justa luz de los parteluces, la limpieza de los arcos fajones…

En Atienza, arquivoltas y capiteles

En Atienza quedan hoy seis templos de estilo románico. No da tiempo a verlos todos en esta excursión. Optamos por los más singulares. Primero, al final de la calle de Cervantes que sale desde la plaza del Trigo, el ábside de la Santísima Trinidad, que alegra los corazones de los excursionistas porque es de claro signo segoviano, con grandes capiteles vegetales, cenefas, columnas y grandiosidad extrema. Subiendo la cuesta hacia el castillo, la esperada visión de la portada sur de Santa María del Rey. En esa puerta, escoltada hoy por las sepulturas del cementerio, luce la riqueza iconográfica del Medievo. Santos, ángeles, demonios, señores y monjes, damas y villanos. El mundo “ingenuo y benévolo” del románico castellano está allí vivo. Luego, visita de la portada norte, ahora limpia y protegida, con su larga frase en caracteres cúficos y sentido cristiano, en el que las antiguas alabanzas a Alah se transforman en cánticos al Dios de Occidente. Para terminar, en Atienza, visita desde fuera a San Bartolomé, a su bella arquería del atrio, a su puerta escueta y limpia, a su preciosa soledad sobre el prado que la precede.

Sigüenza y su románico catedralicio

Finalmente, llegamos a Sigüenza, tras pasar por Imón y saber de sus salinas, hoy abandonadas a su suerte (otra asignatura pendiente de los responsables de nuestro patrimonio) y por Palazuelos, donde aún en la distancia se ve la torre del homenaje de su castillo, y sobre ella la construcción que se hizo hace unos años…. se ve, eso es todo, se ve desde lejos.

Llegados a Sigüenza, la primera visita del recorrido románico es para la catedral. Y la empezamos por la fachada de poniente, la principal, donde vemos sus tres grandes portaladas, a primera hora de la tarde iluminadas por el sol que las saca todo su valor, especialmente a la multidecorada del Evangelio, toda racimo y flor, toda alambique mudéjar. Entre la severidad castellana de sus torres, pasamos a la admiración de su estructura interior borgoñona. A todos gusta el cimborrio que el arquitecto Labrada añadió al crucero, en los años de su reconstrucción. Le da más luz, la hace más alta, más bella. Admiramos el rosetón románico del lado oriental del crucero. La trompa de su muro, las portadas de la capilla del Doncel, la puerta del Sagrario Nuevo, el altar de Santa Librada, el retablo/enterramiento de don Fadrique…

Y subimos luego, desde la plaza mayor que es la mejor plaza castellana de toda la Región, por la mayor calle hacia el castillo. Pero en el camino no dejamos de admirar los templos románicos que nos salen al paso. Los dos mandados construir por el obispo francés don Cerebruno, en el siglo XIII: Santiago, de grandes  proporciones con sus arcos en degradación y decoración muy catedralicia. Solo se ve esto, la portada. Dando al barranco del Vadillo se ve el ábside, que es de planta cuadrada, y tiene el mejor ventanal románico de la ciudad. Pero el interior no es posible verlo: sigue hundido, y aparte del cartel azul y blanco de la Junta que llena toda la fachada, y que promete “obras de restauración “ estas siguen sin acometerse.

Un poco más arriba, entramos a la calle Travesaña alta, y tras admirar el caserón de los Vázquez de Arce, la “Casa del Doncel” que es ahora administrada, después de haber sido restaurada, por la Universidad de Alcalá, nos damos de cara con la del templo de San Vicente, el patrón de la ciudad, mandado también levantar por don Cerebruno a mediados del siglo XIII. Tras subir sus escalones, y ver su espectacular fachada, cuajadas sus arquivoltas de hojas trenzadas y cenefas de ruido mudéjar, don Gerardo el párroco nos espera dentro para mostrarnos gentilmente “su” iglesia restaurada y perfecta. Todos los detalles nos los dice, todas las explicaciones contesta. Un lujo de visita, como remate de la Ruta.

Bueno, no: este remate tiene lugar poco después en Sauca, donde los excursionistas montarán en el autobús que ya por la autovía de Aragón los pondrá en Guadalajara una hora después. Sauca es otro de los espléndidos ejemplos del románico rural de nuestra tierra. A la caida de la tarde es aún más bello, porque el sol arranca sus mejores tonos rojizos a la arenisca piedra seguntina. El atrio porticado se extiende sobre los muros sur y occidental, con sus múltiples columnas pareadas, rematadas en bellísimos capiteles con tallas de flores, hojas, y personajes de la Biblia y la mitología. Dentro el silencio y la armonía. Sobre los muros se alza la gran espadaña, hoy también restaurada, con sus campanas talladas, con su luz y su sonido que dan alegría y serenidad a quien los goza.

Un “Viaje al románico de Guadalajara”, en fin, que nos ha ofrecido Diputación y que agradecemos, que aplaudimos. Y, aunque el nuestro no fue ese caso, precisamente, porque algo ya sabíamos de formas, alzados y ornamentaciones, siempre sería de agradecer un guía que le echara saber y entusiasmo a este periplo por nuestro patrimonio medieval.