Libros Fantásticos
Hoy es el Día del Libro, el aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. Y aquí recordamos los libros que más nos han gustado en estos últimos meses. Por supuesto, relacionados con Guadalajara y sus cosas.
En el Día del Libro es bueno recordar algunos que han cobrado vida entre nosotros los últimos meses: libros que nos han revelado aspectos de nuestra tierra, que nos han ayudado a seguir queriéndola, a verle la espalda y el corazón. No deja de ser un poco triste que al libro se le dedique un solo día al año, y que luego se le relegue un poco a resignado intérprete que descansa en un rincón del salón las fatigas de su día loco. En España seguimos estando a la cola del uso y disfrute de los libros, al menos en el contexto de Europa. Porque, por desgracia, hay países que leen menos: allí donde no hay afán sino para buscarse la comida de forma prioritaria.
Con la llegada de un nuevo gobierno, que ha prometido rebajar el IVA aplicable al libro a solamente un 1%, se supone que nuestro protagonista de hoy vivirá mejores momentos aún. En cualquier caso, lo realmente fundamental es que exista curiosidad por saber lo que guardan las cubiertas de cualquier libro, que se trabaje por abrirlas, que se disfrute paseando por sus páginas, que se tenga como referencia para emprender viajes, para cambiar ideas, para soñar despierto.
Una vieja historia de Guadalajara
El pasado invierno nos sorprendió la aparición de un libro que todos cuantos lo han tenido en la mano han creído estar, sin duda, ante el libro mejor hecho y más espectacular de cuantos se han hecho nunca en nuestra tierra. Es la “Historia eclesiástica y civil de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Guadalaxara”. Lo escribió, a mediados del siglo XVII, un cronista real, don Alonso Núñez de Castro, que había pasado su vida entre viejos papeles, y que había recibido toda la información necesaria, de otros cronistas y de nobles arriacenses, para escribir tamaña historia de nuestra ciudad. Le salió redonda, y se la publicó Pablo del Val, impresor de Madrid, en 1653. Desde entonces, había corrido por las manos y los ojos de cuantos querían saber, en su entraña, la historia de Guadalajara. Pero se había hecho, definitivamente, muy difícil de encontrar este libro. De tal modo, que se estaba pagando ya, a finales del siglo pasado, casi medio millón de las viejas pesetas por ejemplar encontrado.
Hace unos meses se reeditó, en formato de facsímil. Se respetó su tamaño grande, sus hojas rugosas, sus tipos solemnes. Se le puso encuadernación de lujo, un terciopelo Burdeos con las armas clásicas de la ciudad impresas en seco: el caballero que pasea su bandera de juez por la calle mayor.
En esa “Historia de Guadalajara…” de Núñez de Castro está resumida, y ampliada a un tiempo, toda la secuencia de cosas que han ocurrido entre nosotros a lo largo de los siglos. Y los árboles genealógicos de sus mandamases, noticias de sus santos, desvelamiento de sus verdugos. Es este, sin duda, el libro que puede ponerle bandera a este Día del Libro 2004.
El Quijote en latín macarrónico
Siendo como es hoy el aniversario de la muerte de don Miguel de Cervantes, nada mejor que recordarle con una edición de su obra más famosa, el Quijote. Ahora es todo preparativo para la celebración, el año próximo, de la aparición de la primera edición del Quijote. El gobierno regional ha apostado fuerte por esa celebración, y aunque está mezclando churras con merinas, como suele decirse, a propósito de un logotipo que lo identifique, y una Ruta del Quijote que está hecha con el ánimo de contentar a todos, pero que evidentemente se sale de cauce por muchos sitios, se le quiere dar al evento la relevancia que merece. Esperamos que se centre todo en el homenaje al libro, fundamentalmente, al libro de “El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, como lo tituló su autor.
Entre nosotros, y coincidiendo con este mismo aniversario, pero del siglo XX, o sea, en 1905 exactamente, publicóse por primera vez un libro titulado “Historia Domini Quijote Manchegui”, escrito por un paisano, el horchano don Ignacio Calvo, cura misae et ollae como él se apodaba, y que venía a poner la novela universal de los sentimientos más puros, en latín macarrónico traducido: un latín divertido, legible por todos, en el que se da el texto cervantino traducido pero desde la perspectiva del mal estudiante al que le han hecho traducir un capítulo y ha hecho un desaguisado monumental, un desaguisado que troncha de risa al que lo lee. Eso hizo Calvo, siendo estudiante en el Seminario de Toledo, y sirvió para cumplir un castigo y al mismo tiempo descubrir su vena creativa y humorística. Si ensalzo este libro en su día, no sólo es por recordar que al año que viene también será su Centenario (el primero) sino para avisar que en esta tierra alcarreña también se le ha hecho mucho caso, y se le ha puesto en bandeja, al Quijote como libro.
La Provincia en Fotos
El pionero de la fotografía en Guadalajara, de la fotografía documental y de testimonio, fue sin duda don Tomás Camarillo, a quien por fin el Ayuntamiento puso estatua frente a San Nicolás, en el más justo homenaje que se le ha rendido a este pionero de la técnica y cronista visual de nuestra tierra.
Junto con don Francisco Layna Serrano, otro esforzado paladín de esta tierra, historiador y defensor de su patrimonio artístico, publicó en 1948 un libro que titularon “La provincia de Guadalajara”, y en el que ponían, sobre elegante papel y con tipografía de Hauser y Menet, que para entonces era el no va más de la técnica, una inmensa colección de fotografías de nuestros pueblos, nuestros paisajes y nuestras gentes, ordenadas por partidos judiciales, con textos del historiador, y algunos dibujos de Andrés Pastrana. Fue muy bien recibido en la provincia, e incluso en Madrid se les llegó a hacer un homenaje a los autores, en el Círculo de Bellas Artes, y se dijo entonces, y con razón, que ese libro era el mejor promotor del turismo y la imagen de nuestra tierra.
Yo recuerdo haber visto, de pequeño, cuando después de las clases en el Instituto me dedicaba con mis amigos a subir y bajar la calle mayor, llenar con la portada de ese libro el escaparate de la tienda que Camarillo tenía en el comedio de esa misma calle. Era un libro resplandeciente, con una portada cremosa en la que destacaba el escudo heráldico de la ciudad rodeado de los escudos de los pueblos. Era un libro inalcanzable, porque entonces costaba doscientas pesetas, y aquello, en los años sesenta, era el sueldo mensual de mi padre. Luego, al acabar yo la carrera y empezar a trabajar, en 1970, se lo compré personalmente a Layna, quien me lo dedicó. Hoy se han hecho ediciones parciales, con reproducciones de sus fotografías, y hace poco la Diputación reunió en un libro titulado “Guadalajara en blanco y negro” algunas de aquellas fotografías.
El viaje a la Alcarria en BTT
Un buen amigo, y compañero de estas páginas, como es Paco Lirón, ha publicado hace pocos meses un libro espléndido que podría ser, en una versión actualizada, la imagen especular del anteriormente comentado. Lirón solo se mueve en bicicleta, y así puede llegar a los rincones más insospechados de la provincia, donde nadie llega. Lirón ha hecho un viaje con su bicicleta por la Alcarria, justamente por la que recorrió Camilo José Cela en 1946, descubriendo una tierra que muchos pensaban era un mito, que no existía. Y ha puesto ese viaje, como si de un entomólogo se tratase, descrito con el detalle de todas sus patas y todas sus alas. Con mapas, rutas, perfiles, descripciones, indicaciones, consejos, etc, para poder recorrer la Alcarria en bicicleta. Otro libro que debiera ser famoso y antológico. Un libro al que en un día como este hay que aplaudir y recomendar.
Y poco más. Simplemente animar a mis lectores a que salten de la perentoriedad de esta página, y se sumerjan en la marea permanente de los libros. En ellos está la información y el gusto, las ideas que nos faltan y la belleza que se nos escapa. En ellos está, y valga la imagen manida, pero efectiva y cierta, el mejor amigo que se puede tener: porque no nos da la lata nunca, y siempre le tenemos a mano, para lo que haga falta.
Un libro que nos acusa
En los pasados meses salió a la palestra un libro que parece un dedo acusatorio para todos. Autoridades y pueblo, antiguos y modernos, creyentes y no creyentes: el testimonio amplio y detallado que redactó el profesor García de Paz sobre los elementos de nuestro patrimonio histórico-artístico, cultural, en definitiva, que fueron arrasados o llevados fuera de nuestras fronteras. Me estoy refiriendo a Guadalajara y el libro se titulada “Patrimonio Desaparecido” de esta provincia.
Desde el monasterio cisterciense de Ovila, junto a Trillo, al puente de Jordá o el retablo del Greco en Almadrones… cientos de cosas que fueron sacadas violentamente de su contexto, para ser destruidas o llevadas a museos de América. Es este un libro al que algunos han calificado como “el de la mala leche” que es la sensación y disgusto que deja tras su lectura. Pero es, en definitiva, un libro valiente, que dice las cosas como son, y que después de muchos años de medias palabras, de no molestar, de sí pero no, esto fue así pero no conviene que se sepa, etc, pues lo pone entero y verdadero.
Este libro podría ser el mejor representante de la bibliografía provincial reciente. Libros que se meten, en profundidad, en la problemática provincial, con imágenes y datos. Libros que van más allá (los libros es que siempre van más allá) de la información volandera de una página de prensa. Que queda y se comenta durante meses, durante años.