Una imagen viva de Pastrana

viernes, 16 enero 2004 0 Por Herrera Casado

Tiene muchos méritos Pastrana, para estar siempre de actualidad. Ahora sube a la palestra por un acontecimiento cultural que la da nueva dimensión, que la pone aún más alto, en el equipo bien formado de villas turísticas y espacios históricos de la provincia, cada vez más convencida de que en este aspecto está buena parte de su futuro aguardando.

Ese acontecimiento fue la presentación pública de un libro, el titulado “La villa ducal de Pastrana”, que tuvo lugar el pasado día 17 de diciembre, en el Hotel Meliá de Guadalajara, y en el que participaron la autora, Esther Alegre Carvajal; los diseñadores, Abel e Irina Rasskin, y yo mismo, por una especial deferencia de la autora y editores. El libro ha sido patrocinado por RAYET S.A. que con esta iniciativa pone también su esfuerzo en alentar empresas culturales en nuestro territorio.

El libro es, de entrada debo decirlo, una verdadera joya: por su aspecto y textura, por su imagen interior, la volumetría de sus páginas y grabados, el equilibrio entre ellos y el texto, los colores falsos y hermosos dados a las fotografías, los fondos mullidos de sus planos… de un libro que trata de arquitectura, hay que valorar también su calidad arquitectónica: no solo el aspecto de su fachada, sino los espacios que crea en su interior. Y esto lo ha conseguido esta nueva y reveladora obra sobre Pastrana.

Lo que dice este libro

Cuenta con una Introducción de Tomás Nieto Taberné, y un Epílogo de Antonio Fernández Alba. No me cabe ninguna duda al calificar de magistral este libro por su contenido. Trata de Pastrana, y aunque de esta villa alcarreña ya se ha escrito mucho, se han publicado muchos libros: de historia, de literatura, de poesía y leyendas… este nos ofrece una nueva visión de Pastrana: es la historia de su imagen, de su silueta y su anatomía. Me atrevería a decir que es este un libro de biología: porque nos ofrece la visión de un ser vivo. Todas las ciudades lo son, todas nacen, se desarrollan y mueren. Desde una Palmira que en el ardiente abrazo de las arenas del desierto sirio nos muestra hoy el esqueleto humano de lo que fue palpitante centro de negocios, a un Tres Cantos o un San Chinarro que en los alrededores de Madrid dan sus primeros pasos de ciudad nueva, recién nacida de la nada.

Pasan los largos siglos, y los hombres casi pierden la memoria de esa evolución. Pero en algunas se ve, y Pastrana es una de ellas.

Esther Alegre, la autora de esta “Villa ducal de Pastrana”, ha tomado por objetivo el estudio de una ciudad desde esa perspectiva de imagen física. Es como un álbum de fotos de una persona a la que solo vemos cómo cambia de estatura, de trajes, de poses… pero que mantiene siempre en su mirada la misma traviesa ironía. Aunque nada más supiéramos de ella, sería bastante para conocerla.

Pero la autora de este libro sobre Pastrana va más allá de ofrecernos las fotos sucesivas de esta villa, del estudio y análisis de cada cambio de imagen. Nos ofrece, sabiamente urdido con lo anterior, la evolución histórica del burgo. Y así, lo que hubiera resultado tremendamente pesado (si solo nos hubiera dicho sus datos históricos) se ensambla con lo que hubiera parecido tremendamente superficial (si solo nos hubiera referido su imagen cambiante). Consigue, por lo tanto, un libro firme y sereno, completo y –debo repetirlo- magistral. Porque aúna su intención primera y fundamental, de estudiar la evolución física de Pastrana, con los hechos y personas que promueven y causan su evolución. Y así nos da su historia. Una historia urbana, un retrato que alcanza el supremo valor de la biografía.

 El palacio ducal

De entre las varias docenas de temas que aborda este libro, yo destacaría algunas de las cosas más elocuentes.  En primer lugar el estudio que hace Esther Alegre del Palacio Ducal de Pastrana. A mí es lo que más me ha gustado, aunque sin duda hay otras cosas en él interesantes y aún novedosas. Pero es que el Palacio Ducal es hoy por hoy el símbolo de la villa, de su pasado, y de su futuro.

En el contexto de su evolución histórica, que de aldea de la encomienda calatrava de Zorita, pasa a villa con jurisdicción propia, feria y edificio concejil, Pastrana da varios saltos, y uno de ellos es el de hacerse capital de un estado señorial, de un ducado nada menos. Con méritos, en el siglo XVI, y muchos votos a favor, para haberse convertido en capital del reino. Ese salto no se hace de cualquier manera: se necesitan gentes con ánimo, circunstancias favorables, y una secuencia de hechos que lo avalen. El eje de ese gran paso histórico está en el palacio. Que tiene, analizándolo fríamente, una historia triste e inacabada. Porque nace de un ideal de grandeza, no crece lo previsto por problemas del día a día, entre ellos la oposición del Concejo y las gentes de Pastrana a que ese palacio (que ellos llamaban fortaleza) se levantara; no llega a triunfar porque alcanza a ser antes cárcel y sepulcro de su dueña que alcázar victorioso. Y porque cuando está a punto de darle un quiebro a la historia, y en su recta final acometer el triunfo definitivo, una mala sombra se le echa encima y una vez más le detiene… Personalmente soy optimista y creo firmemente que en este siglo dará su voz clara, su mujer brillo.

La autora diseca con meticulosidad la evolución del Palacio de Pastrana: de las ideas que sus dueños quieren impregnar en su figura, y de la genial estructura que su arquitecto constructor, Alonso de Covarrubias, le imprime a partir de 1540. Aparte de las corazonadas y deducciones que personalmente adelanté, hace más de dos décadas, ha sido Aurelio García López quien ha descubierto los documentos que prueban la autoría de este edificio. Con estos datos, y el examen pormenorizado de lo que hoy existe, Alegre Carvajal nos relata la vida de este palacio, desde su proyecto inicial, su construcción, sus reformas, sus hundimientos y restauraciones: los jardines que se proyectaron para su entorno, la muralla que lo protegía, la gran plaza que finalmente lo realza visualmente…

Pero hay otros muchos temas: como la evolución detallada de la iglesia Colegiata de Pastrana, de la iglesia de San Francisco, de las murallas, y sus múltiples puertas, del Palacio viejo, la Casa del Concejo, el palacio de los Muelas, la calle Ancha, el Albaicín, el Hospital de San Miguel, los conventos extramuros, los jardines moriscos… y tantas y tantas cosas, que a pesar de su larga historia, aquí saben a nuevas, son las que magistralmente trata Esther Alegre en esta obra excelente y magistral.

Acaba –y da pena que acabe alguna vez el libro- con un capítulo titulado “La villa ducal de Pastrana en el contexto de las villas ducales españolas”. Ese coda final es lo que le da su dimensión más alta: porque desde esa idea partió el libro, y con ella, desarrollada y evidente, acaba. Y con ella dice que Pastrana es lo que es, y ha sido lo que ha sido, porque en un determinado momento de su historia, el siglo XVI exactamente, fue elegida como núcleo de un sistema social basado en el señorío personal y en el proyecto de construcción de una villa ducal, émula y paralela, como sus compañeras españolas, de la Corte imperial.

En definitiva, una lección perfecta de vida urbana, de urbanismo vivo, de historia real y suculenta. Con este nuevo libro sobre Pastrana, al que han puesto letras, imagen y acentos tantas personas, con Esther Alegre de protagonista, la villa ducal de la Alcarria se pone en su puesto y avanza la cabeza. Es toda una artista que sale a escena.