La melera del Beato

viernes, 30 mayo 2003 2 Por Herrera Casado

 

Son estas de hoy palabras de recuerdo hacia un mundo que tiene cada vez menos voz, pero esta es más clara y muchos no queremos que se pierda. Es la voz del mundo rural, de las gentes que pasan su vida entera en los pueblos, y que hacen de sus formas de vivir en ellos la única forma de vivir que conocen: cuajada de sinceridad y manos limpias, de trabajo y ociosidad, porque de todo hay, pero con una perspectiva humana, familiar, muy clara, del mundo en que asientan.

Viene este recuerdo a propósito de una novela que acaba de ser ofrecida y presentada, concretamente el viernes pasado, 23 de mayo, en la Casa de Guadalajara, y a la que la autora me hizo el honor de solicitarme la asistencia y colaborar con otros escritores en el acto de puesta en sociedad de esa novela. Una hermosa pieza de lo que ya podemos denominar como “literatura alcarreñista”, porque nace de las plumas de aquí, y trata sobre temas nuestros, con personajes y ambientes que asientan en la Alcarria, y nos mezclan la fantasía de seres nuevos con la realidad histórica de ocurridos ciertos.

La novela se titula “La melera del beato” y es la primera larga composición, larga y tendida, de su autora, la joven profesora Mª Soledad López González, que aunque nació en Madrid siempre se movió por nuestra tierra, de la que son originarios sus familiares. Empapada de Cifuentes, de Alocén, de Budia…. curtida al sol de los carrascales de las alcarrias altas, y bruñida al viento de los tomillares de las cuestas, Soledad López ha puesto su denso verbo rural al servicio de una historia real, conmovedora, cuajada de vivencias oídas y entrevistas por los álbumes de fotos de la familia, por las charlas de  plazal al agobiante calor de la tarde veraniega. Recuerdos de gentes, de sucedidos, escorzos seguros, leyendas testificadas, y un continuo perfilar de caracteres y actitudes, la llevan a componer una novela entera y llena de sorpresas.

Una novela, esta de Mª Soledad López, que nos sumerge en el mundo rural de la Alcarria de comienzos del siglo XX. Tiene por protagonista a una mujer, y eso parece darle aún más valor, más densa atalaya: una mujer cuyo porvenir no existía, hace un siglo, y que vive y se alza como persona gracias a su tenacidad, y a la casualidad de entrar en la vida de un personaje de novela: el mítico Bibiano Gil, el ermitaño de Cifuentes, de cuya historia real muchos aún se acuerdan. De novela histórica, a la par que de aventuras, puede calificarse esta apasionante entrega.

En las páginas de esta “Melera del Beato” van desfilando los pueblos de nuestra provincia, tal como eran hace un siglo: Alocén, Budia, Cifuentes, con sus cuestarrones violentos, sus viejas casonas, sus movidas festividades….. y la feria de San Antón, en la capital de la Alcarria, en la que se reunían a comprar y mirar novedades las gentes de todo el centro de la provincia. De mulas había millar, pero de meleras, de jovencitas que traían su miel y los productos elaborados a partir de ella, más bien pocas. Una era Violeta Santos, la protagonista, que con sus ojos de un color especial, y su capacidad para ver “auras” de amor y tristeza en quienes le rodeaban, forja una historia que el lector sigue sin pestañear.

Quizás una de las cosas que más sorprenden a quien lea este libro, que es alcarreño por los cuatro costados, es saber que la autora que lo ha escrito tenía, cuando lo hizo, tan solo 28 años. Mª Soledad López González es licenciada en Filología Hispánica, y domina el idioma por los cuatro costados, cosa que queda clara en los capítulos de su libro. Ha escrito mucha poesía, que es por donde suelen empezar todos cuantos empiezan, y ha ganado algunos premios. Recuerdo sus libros “El sueño del pájaro”, “Estampas de Osuna” y “Las últimas notas de un arpa olvidada”, por solo mencionar algunos, que comenzó a escribir y a publicar en plena adolescencia. Lectora de muchas horas, sabia de hablares, y medida en todo cuanto hace, Soledad López abre con este libro la puerta de un parnasillo (el de los autores alcarreños) que sin estar excesivamente poblado tiene algunos nombres junto a los que a muchos nos gustaría estar. Y ella entra en esa habitación, y se sienta con justicia en ella, porque con esta novela ha demostrado muchas cosas, pero la más segura es que sabe escribir bien. La segunda, que sabe montar historias. Y la tercera, que vive y ofrece la memoria de una tierra en la que esa “cultura popular” de la que yo hablaba al inicio de estas líneas está pidiendo a gritos que se recupere, que se ponga no ya en imagen, que está ya en ella, sino en letra de oro, en novela densa, en verso cauto.

Junto a Lera y a Mª Antonia Velasco, junto a Villaverde y García Marquina, la novela de Soledad López se alza con voz firme, con paso seguro. Y esta “Melera del Beato”  va a descubrir a su autora, eso seguro, pero también va a abrir las puertas de un viaje a la memoria, tan necesario de hacer, -aunque a todos nos apasione el pisar los mañanas- y que aquí está tan bien hecho.

En Cifuentes muy especialmente gustará esta historia de Soledad López. No sólo porque allí es muy conocida (estuvo de profesora en el Instituto tres años seguidos) sino porque la trama se desarrolla fundamentalmente en aquella villa: la ermita de Loreto, en lo alto del monte, y la plaza mayor, con sus puestos abiertos al fresco cierzo de San Antón. En las páginas de esta primorosa novela se huele la Alcarria, se oye el trajinar de los plazales y los corrales, y se paladea el yantar, siempre dulce, de los pasteles y pestiños. Hemos leído este libro con la atenta y emocionada esperanza de encontrar algo conocido. Y nos hemos encontrado a nosotros mismos en ella. Porque el amor, las ganas de prosperar, el respeto a la familia, y el dolor de las ausencias, son algo de lo que todos sabemos. Y en este libro están, vibrantes, bien dispuestos, contados con sencillez y ardor, con la fuerza nítida de una escritora digna y novel, a un tiempo, pero firme en su camino hacia la fama. Porque quien escribe y refina, quien funda mundos en su cabeza, y los arma como un gran teatro sobre las páginas de un libro que los demás leen, tiene garantizada la fama, aunque solo sea entre los que se afanan por conseguirla. ¿Y quien, en su sano juicio, no quiere ser famoso? No popular, eh? Que es cosa bien distinta.