La Fuente de los Cuatro Caños de Pastrana

miércoles, 16 abril 2003 0 Por Herrera Casado

La fuente de los Cuatro Caños de Pastrana

 Celebra estos días la villa de Pastrana su sexta edición de la TUROJAR, la Feria del Turismo Rural, el Ocio y la Jardinería en la Alcarria. Una cita obligada para cuantos viajan de vez en cuando por la provincia, en ella tienen casas, o por sus caminos y montes se entretienen en respirar el aire puro que aquí se fabrica.

En ese contexto de ofertas, de miradas y aprendizajes, Pastrana tiene estos días un aliciente más: la admiración de uno de sus símbolos, centenarios y universales, la Fuente de los Cuatro Caños, que ha sido restaurada con mimo y milimetraje. Una restauración que ahora ya concluida, se percibe y se aplaude, porque se nota que buena falta le hacía. De ser gris ha cambiado a pardo. De tener gangrenas por la superficie y los meollos, ha pasado a tener un cutis de princesa oriental. Una tarea que ya está pidiendo, si no hubiera otros muchos motivos, el viaje hasta su ínsula, la algarabía de los pasos tranquilos por lo empinado de sus calles: Pastrana es la vieja gloria de la Alcarria que cada año luce mejor, se hace más entraña.

Esta restauración, que le ha cambiado la faz de más de cuatrocientos años, le ha venido de la mano de muchos que la quieren: del Ayuntamiento en primer lugar, que se ha ocupado de conseguir lo necesario, estudios, presupuestos, profesionales, medios técnicos, y oportunidades. Todos los miembros de su consistorio apoyaron la idea (unos más que otras, lógicamente, porque el juego de la política tiene abultada carga de bemoles) y todos merecen el aplauso. Si hay que dar un nombre, yo pondría el del alcalde, Juan Pablo Sánchez Sánchez-Seco, que desde hace años tenía en la mente esta tarea, ahora felizmente rematada. Luego ha sido el arquitecto director (Carlos Clemente San Román) y un equipo ancho de colaboradores, entre los que se me ocurre citar a Antonio Sánchez-Barriga y a María del Carmen Seoane,  que han puesto sus saberes meticulosos, de auténticos artesanos de la piedra, para rehacer este símbolo. Además cuento como al que más con Aurelio García López, que se ha vertido, en su tarea de auténtico cronista de la villa, en la indagación minuciosa de la historia de esta fuente, hasta el punto de que ha encontrado sus datos todos: quien la hizo, cuando la hizo, quienes le ayudaron, cuanto costó, etc, etc. Luego lo detallaré. Y al fin la Fundación “Caja Madrid”, que ha puesto buena parte del dinero que ha costado la tarea. Un conjunto perfecto de amores que han devuelto la luz primera, el sonido más limpio, la imagen perfecta a esta Fuente de los Cuatro Caños de Pastrana.

Un libro explicativo

De un solo monumento, y este doméstico y cotidiano como es una fuente, ha salido un gran libro. Podría haberlo hecho (hablando de fuentes) de la grandiosa de Ocaña, quizás lo más monumental que se ha hecho en fuentes en este país. O (hablando de Pastrana), del palacio ducal, del que hablé el otro día y que, en cualquier caso, y una vez abierto al público, ya pronto, también vendrá un libro, o varios.

El libro de la Fuente de los Cuatro Caños ha nacido de unas noticias, de unas memorias, de unos proyectos. Ha sido pensado y luego crecido entre los escritos y presentaciones de quienes han hecho realidad ese renacimiento hontanal: el arquitecto, los aparejadores, los técnicos restauradores, el alcalde…. todos han dicho unas palabras que rememoran su entusiasmo. También de unas fotografías (de ese antes y ese después que lógicamente se ha parangonado) y de unos dibujos. Un par de acuarelas dibujadas por Carlos Clemente, y que ha regalado al Ayuntamiento para memoria de esta secuencia única, dan la más cabal idea de lo que era y de lo que es el monumento del agua alcarreña. La visión simbólica de Seoane nos ofrece una explicación de lo que la fuente es, de lo que la fuente fue sobre todo en el día que se construyó: un elocuente mensaje cosmogónico en el que al agua se le hace eje del mundo, elemento que le llena en sus ocho puntos cardinales (sí, ocho, porque esos son los ángulos de nuestra referencia en la naturaleza), y de ahí la ochavada taza que recoge el líquido elemento. Un gran tazón del que nace, y está sostenido por un capitel exuberante (ahora se ha visto) que no es sino la expresión artística de esa “rosa de los vientos”. Y del tazón saliendo el agua por cuatro bocas, las de cuatro caras que son distintas, que son de jóvenes, de viejos, de menos jóvenes y de menos viejos: las caras de Bóreas, Austro, Euro y Céfiro, los cuatro vientos que soplan en el clásico mundo de los eruditos. Y arriba, la bola que no es otra cosa que la esfera armilar, la bola planetaria que encierra la superficie esférica de la Tierra entre las coordenadas densas de los números que la hacen medible y recorrible.

Pero a ese estudio cosmogónico y cargado de múltiples simbolismos se le añade el más racional y certero de los aportes documentales: Aurelio García López, el joven historiador alcarreño, consigue en esta ocasión bordar un escrito que nos da de punta a cabo la historia de esta fuente, en el contexto de una villa cuya historia también explica, y que surge de la nada medieval a la opulencia barroca y ducal de los Éboli. Con su licencia pongo aquí los datos capitales de la Fuente de los Cuatro Caños, por él desvelados en este libro que va a ser presentado, si no lo ha sido ya a estas alturas de semana, en el contexto de la Feria TUROJAR. Son datos que se refieren a la fecha exacta de su construcción, 1588, y al arquitecto que la diseñó y fraguó en detalle (el cántabro Francisco de Tuy, a la sazón vecino de Budia, maestro de obras) para que los escultores pastraneros Luis de Almaraz y  Pedro de Libescas) la redujeran a la forma y manera que hoy vemos.

García López analiza con su lectura de los viejos legajos concejiles, las peripecias ocurridas hasta que se hizo esta fuente. En ese mismo lugar, que era plaza mayor y de mercado de Pastrana, desde la Edad Media, había ya de tiempos muy antiguos una fuente de pilón, usada de gentes y de caballerías. Muy estropeada, se le insistió a lo largo del siglo XVI a los señores maestres y comendadores de la Orden de Calatrava, y luego a los duques, que se hiciera una nueva, porque aquella estaba desmedidamente rota y estorbaba. Al fin, en 1588 se consiguió ahorrar lo suficiente para hacerla dignamente. Y de ahí que esa sea (mérito del historiador saberlo) la fecha auténtica de su construcción.

Luego, en 1731, se hicieron arreglos, se talló el borde de la taza, y por eso siempre se creyó que esa fecha de arreglos era la originaria. Nada de eso: la Fuente de los Cuatro Caños de Pastrana es una fuente multicentenaria, con más de cuatro siglos en sus perfiles, y es por tanto ya símbolo de la villa, símbolo de la Alcarria, y símbolo cabal y medida cierta de la envergadura de un pueblo.

Mis lectores perdonarán el tono ligeramente exultante, un  tanto febril (será por el catarro que crónicamente me afecta) y platónicamente enamorado, que uso en este escrito. Pero a mí la Fuente de los Cuatro Caños siempre me pareció, más que el metro de París, una medida del mundo. Y mira por donde lo es: porque le cuadra entre los puntos del viento y de la luz. Así es que el hecho de haberla visto envejecer y ahora renacida y como de punta en blanco, y saber de ella hasta el más mínimo detalle gracias al libro escrito por estas gentes benéficas, y editado por el Ayuntamiento de la Villa, me ha dejado un buenísimo sabor de boca. Que no me lo va a mejorar ni los bizcochos borrachos de la pastelería de la esquina. Y a fe que son buenos…!