Antonio de Mendoza, cabeza de dinastía
Por muchos conductos ha quedado demostrado que don Antonio de Mendoza, el primer virrey de Nueva España (México) en América, intentó crear una dinastía que gobernara, desde una perspectiva monárquica independiente de la española, el nuevo continente de dominio hispano. Desde Toledo se vio la maniobra muy claramente, y se frenó a tiempo. Aunque, ¿quizás no hubiera sido la historia, la de hoy mismo, muy otra si aquello hubiera llegado a cuajar? La dinastía Mendoza, los Reyes de América entera, organizadores del continente completo…. es jugar un poco a la historia-ficción, pero, aparte de que siempre es posible, ahí están los datos.
Aparte de la influencia que los Mendoza pudieran haber tenido en el hecho mismo de la aventura colombina, y que ha sido estudiada en otros lugares y aún deberá decirse mucho nuevo sobre ella, es evidente que este grupo familiar, a partir del siglo XVI, ejerció una gran influencia en la marcha de los asuntos ultramarinos de la corona hispana. Hasta el punto de que bien pudiera decirse que en algunos temas fueron ellos quienes dirigieron la marcha de esos asuntos.
Diversos miembros del grupo pertenecieron, a lo largo de los siglos XVI y XVII, al Consejo de Indias, órgano máximo de dirección de los asuntos americanos. Así, recordamos a don Luis Hurtado de Mendoza, tercer conde de Coruña, que fue su presidente en los años en que su hermano alcanzó el honor del primer Virreinato de Nueva España; o el propio don Juan de Mendoza y Luna, tercer marqués de Montesclaros, quien a su regreso de los virreinatos americanos que ejerció, pasó algunos años en dicho Consejo, hacia el año 1625. Y muchos otros que no son del caso ahora enumerar. El hecho incontestable es que, desde la Península, desde sus órganos decisorios, los Mendoza estuvieron siempre presentes en las decisiones de poder respecto a la política indiana.
Otro elemento a tener en cuenta, y ello podría abrir nuevas vías de investigación en este línea, es el de la colocación en puestos de importancia en la administración virreinal de numerosos individuos de tierras alcarreñas o norteñas, feudos mendocinos. Es sabido que al pasar a Indias, todo Virrey o gran funcionario tenía derecho a llevar consigo, acompañándole, un cierto número de servidores y de colaboradores, que de este modo trasplantaban a América su familia e intereses. Con los diversos virreyes del grupo Mendoza pasaron al Nuevo Continente un elevado número de alcarreños y de vascos, que ocuparon puestos de segunda fila como corregidores, supervisores de minas, oidores en las Audiencias, y por supuesto en relevantes cargos eclesiásticos, entre éllos numerosos obispados. Los apellidos Azagra, Guzmán, Caniego, Urbina, Saldaña, Medina, Núñez, además del propio Mendoza, se encuentran frecuentemente a la hora de repasar documentos y detalles de la administración novoindiana, especialmente en el territorio mexicano.
Antonio de Mendoza
El generador de esta perspectiva histórica, que cuajó de muchos modos, pero que quedó como a la espera de más grandes decisiones, fue don Antonio de Mendoza, de la casa de los Mondéjar, un personaje sobre el que se han escrito importantes libros, pero del que ahora está preparando el definitivo nuestro buen amigo, el cronista de Socuéllamos don Javier Escudero Buendía, cuyas tesis estamos ya deseando conocer a fondo. Él fue, en cualquier caso, quien hace unos años desveló el dato crucial de que este gran personaje de la historia de España nació en Mondéjar, hacia 1492.-1493.
Otros estudios importantes han sido el de Ciriaco Pérez Bustamante, profesor en Santiago de Compostela, editado en 1929 con motivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, y poco antes, en 1927, el más importante de todos, el editado en la Universidad de Durham, con el título «Antonio de Mendoza, first Viceroy of New Spain» por el profesor Aiton.
Las referencias familiares, escuetas, son estas: de la sangre del Marqués de Santillana surge su hijo, Iñigo López de Mendoza, primer Conde de Tendilla. A este sucede Iñigo López de Mendoza, segundo Conde de Tendilla y primer marqués de Mondéjar. Y del matrimonio de este con Francisca Pacheco Portocarrero, nace Antonio de Mendoza en Mondéjar, justo en el momento en que los españoles descubren e inician la colonización del continente americano. Sus hermanos son Luis Hurtado de Mendoza, nacido en Guadalajara, a principios de 1490, segundo marqués de Mondéjar, constructor de la iglesia y monasterio franciscano de Mondéjar. Este ya fue Presidente del Consejo de Indias, y luego del de Castilla. Gran Alcaide de la Fortaleza de la Alhambra y Capitán General del Nuevo Reino de Granada; luego va Antonio, el Virrey; después don Francisco de Mendoza, nacido en Granada, dedicado a la Iglesia, que fue vicario general de los ejércitos de Carlos I. Obispo de Jaén, acompañó al César en sus campañas, y murió en Spira. Había recibido el cardenalato de Paulo III aunque no tomó posesión; Bernardino de Mendoza, nacido en la Alhambra, estuvo en la conquista de Túnez, siendo luego alcaide y Capitán de La Goleta y luego general de las galeras de España, con grandes victorias sobre los turcos. Fue Virrey de Nápoles, y luego Contador Mayor de Castilla, muriendo tras la batalla de San Quintín; Diego Hurtado de Mendoza «el Embajador» cuya vida es toda una novela (así la ha publicado hace poco Seix escrita por Antonio Prieto, llegando a ser gobernador de Siena y Gran Gonfalonero de la Iglesia. Pero aún queda una hermana, María Pacheco, esposa del comunero toledano Juan de Padilla.
Nació don Antonio el virrey en Mondéjar. Sus padres casaron en 1480. En los 9 primeros años no tuvieron descendencia. Luego nació María, en 1490 Luis, y después, 1492‑93, Antonio. Hereda la encomienda de Socuéllamos de la Orden de Santiago, y allí manda construir un gran palacio en 1514, que hoy permanece con sus armas en la fachada. Heredó también la hacienda de la Torre de Vegezate.
Desde muy joven tuvo varios cargos cortesanos: En la Corte de Doña Juana y del Rey Católico. Fue a Flandes a rendir pleitesía al nuevo Rey Carlos en nombre de sus hermanos, volviendo a España con él, en 1517. Amigo suyo desde el primer momento, destacó en la Guerra de las Comunidades al lado del Emperador, especialmente en el combate de Huéscar. Acompañó a Carlos I a Bolonia, a su coronación, y fue embajador en Hungría. También fue con el César a Alemania para luchar luego con los turcos en 1532.
Casó con Doña Catalina de Carvajal, dama de la Reina Católica, celebrándose el matrimonio en Valladolid, donde residía la Corte. Tuvo por hijos a Iñigo, heredero de sus encomiendas, que acompañó a su padre, tíos y Emperador. Luego en San Quintín, con Felipe II, batalló y murió de un arcabuzazo. Don Francisco de Mendoza heredó Socuéllamos, sirvió en la galeras de su tío Bernardino, siendo capitán de la galera «La Patrona», acompañando al Emperador en Argel en 1542 y pasando luego a Nueva España con su padre, ayudándole, inspeccionando las minas de Potosí en el Perú, etc. Fue también general de las Galeras de España, a la muerte de su tío. Al final de sus días, Felipe II le nombró superintendente de las Minas del país. De su hermana Francisca, casada con Alonso Fernández de Córdoba y Velasco, heredó la encomienda de Socuéllamos y mayorazgo don Alonso, a quien se impuso para ello la obligación de llevar por apellido el de Mendoza. Con sus hermanos fueron repartiéndose el territorio manchego que heredaron.
La forma en que llegó nuestro personaje, hasta entonces muy metido en “política europea”, al cargo que le ha dado fama, fue cuando el Obispo Zumárraga pidió al Emperador que nombrara un Virrey con amplios poderes para cortar los abusos de la primera Audiencia. El 17 de abril de 1535 se nombró a Mendoza primer Virrey de Nueva España. Llevaba meticulosas órdenes y asuntos: hacer un censo de población, conseguir la humanización de la guerra a los indios; nuevas fundaciones de ciudades y fortificaciones; reformas administrativas; fomento de la economía; aumento de las conversiones.
Sus facultades eran muy amplias: Presidente de la Audiencia, pudiendo nombrar cargos militares, aunque Hernán Cortés seguía siendo el Capitán General de la Nueva España. Le ayudó mucho, antes y después de su llegada, el conquense obispo Ramírez de Fuenleal, presidente de la segunda Audiencia. Tuvo muy buenas relaciones con Zumárraga, Ramírez de Fuenleal y Vasco de Quiroga, pero algo tirantes con Hernán Cortés, quien se dedicó entonces a explorar las costas del Pacífico y California. Mendoza hizo repartos de tierras a los españoles, moderó los tributos de los indios y activó las obras del acueducto de Chapultepec. Residenció y prendió al también alcarreño Nuño Beltrán de Guzmán, presidente de la primera Audiencia, en 1537, señalado por sus abusos y crueldad.
En 1541 hizo frente a una grave rebelión de los indios de Nueva Galicia, que sitiaron a Guadalajara defendida por Cristóbal de Oñate, muriendo allí Pedro de Alvarado, en el peñón de Nochistlán. El Virrey Mendoza dirigió personalmente una dura campaña militar que llegó a forzar el cambio de lugar de Guadalajara.
También fue muy señalada la alteración social, especialmente entre los españoles, al tratar de implantar las Leyes Nuevas de Indias, de 1542, a partir de 1544 en que llegó el visitador e Inquisidor Francisco Tello de Sandoval con la intención de imponerlas. Fue imposible, para evitar la rebelión de los encomenderos. Las Casas, sin embargo, siguió clamando en contra de la esclavitud de los indios.
En 1547 Mendoza tuvo que reprimir dirigiendo personalmente el ejército una revuelta de indios en Oaxaca. Allí sufrió su primer episodio de hemiplejía. En 1549 tuvo que eludir una conjura de algunos españoles para matarle.
Entre sus actuaciones culturales y económicas, podemos destacar cómo creó la primera Casa de Moneda en América, en 1535; la primera imprenta, en 1539, imprimiendo la «Doctrina Christiana» de Zumárraga para evangelizar indios, en español y nahuatl. Inició los trámites para fundar la Universidad, que la conseguiría en 1551 Velasco. Estimuló enormemente la agricultura, la fundación de estancias, el cultivo de la seda, los obrajes de lana, abriendo caminos y haciendo muchas obras públicas. Se abrieron los yacimientos inmensos de plata en Zacatecas (en 1548) con la fundación de aquella ciudad por Cristóbal de Oñate, Diego de Ibarra y Juan de Tolosa, llevando allí a bastantes alcarreños.
En 1541 se fundó la ciudad de Valladolid en Michoacán (hoy Morelia). Muchos viajes de descubrimientos se hicieron en su mandato: los de Cortés y Francisco de Ulloa al golfo y península de California. De fray Marcos de Niza a Nuevo Méjico, y de Quivira a las praderas del centro de los Estados Unidos, de Hernando de Alarcón al Río Colorado, de Rodriguez Cabrillo a la Alta California, etc. Toda Norteamérica se hizo hispana bajo el inicial mandato de Mendoza.
No está nada claro lo que ocurrió a partir de la enfermedad de Mendoza en 1547. Quedó su hijo como gobernador. Existían al parecer planes de algunos para que le «heredara» y se implantara en Nueva España una nueva monarquía hispano‑americana bajo el cetro de los Mendoza. En 1549, Carlos I decidió cambiarle de gobernación y hacerle Virrey del Perú, enviando a Luis de Velasco como Virrey en Nueva España. En 1550, y a pesar de estar bastante enfermo, Mendoza optó por irse a Perú. Le dio sabias instrucciones a su sucesor, que han quedado impresas como modelo de buen gobierno.
En Lima encontró el ambiente mucho más enrarecido y alborotado. Llegó en 1551. Mantuvo en suspenso la cédula sobre el servicio personal de los indios, pero al ponerla en práctica la Audiencia, comenzaron de nuevo los disturbios. Mendoza encargó a su hijo Francisco un extenso informe y una visita, para tomar oportunas medidas, pero en éllo murió, el 23 de julio de 1553.
Una biografía densa, movida, una auténtica novela de aventuras, y un carácter de alcarreño valiente y sabio, que hizo neto el valor de una dimensión más humana en la “europeización” de Norteamérica, que hubiera sido muy, muy otra, si los Mendoza hubieran quedado allí como monarcas de un territorio al que comprendieron enseguida.