Un libro torero
La semana pasada, concretamente el sábado día 15, la Casa de Guadalajara en Madrid celebraba su 69 aniversario. Y lo hacía entre nosotros, a caballo entre la Plaza de Toros, el Santuario de la Virgen de la Antigua, y el Ayuntamiento. En el primero de esos lugares tuvo lugar el descubrimiento de una placa conmemorativa de tal evento. En el segundo, la habitual misa y ofrenda a la patrona. En el tercero, la presentación de un libro que me ha llegado ya a las manos, y que me ha parecido tan interesante, tan lleno de noticias, tan movido y entretenido, que no me resisto a comentarle aquí, porque lo merece sobradamente.
Libro y autor
Escrito por Juan Luis Francos, “Los Toros en Guadalajara” se convierte ya, nada más aparecer, en un clásico de nuestra literatura. Porque aborda con conocimiento profundo, elegante decir, y abundancia de imágenes, algo que es tan querido por muchos de nuestros paisanos como la “Fiesta Nacional”, el regocijo del ruedo en torno a la lucha y el engaño del toro y el torero. El sol, los gritos, la sangre que reluce, el bufido dramático de la media tonelada que se acerca mientras el joven de rojo y gualda se mantiene impertérrito con el capote en la mano. La eterna diatriba entre los que aplauden la fiesta y los que la consideran un atraso vergonzoso de cara a Europa.
Aquí en Guadalajara nadie se ha planteado ese dilema. Aquí la mayoría va a los toros contento y feliz, a ver buenas faneas, grandes figuras, presencia de los morlacos bien formados, bravos, nobles. Al que no le gusta, no va, y en paz. Pero es un porcentaje muy alto el de aficionados. Y esos van a tener con esta obra que acaba de sacar editada la Casa de Guadalajara un buen elemento para pasar buenos ratos, re-aficionarse a la lectura, y evidenciar que también en las páginas de un libro puede caber mucho sabor, mucho ruido, muy buenas faenas.
Juan Luis Francos no necesita presentación. Es un escritor ya enraizado en la Alcarria, con numerosos títulos en su haber, y los honorarios empleos de “Cronista de la villa de Orche” y Académico correspondiente de la Real de Historia. Títulos ambos que avalan su medido juicio en las cosas del escribir, del investigar, del contar. Ha hecho realidad, hace poco, una biografía de Saleri II que ha cosechado tanto éxito, casi, como el que en su día cosechara el diestro de Romanones en los ruedos. Y ahora se ha apresurado a acabar (ha ido con los días contados para que saliera este libro, aunque nada o muy poco le falta) este compendio de todo cuanto atañe a la fiesta de los toros en Guadalajara. Y bajo ese título, y en un libro de 356 páginas nos lo presenta, aliñado de sabrosas anécdotas, de testimonios directos, de fotografías de plazas, de diestros, de ganado. En fin, un pequeño Cossío de nuestra provincia, una delicia.
Plazas, toreros, ganaderías
El libro de “Los Toros en Guadalajara” de Juan Luis Francos, se estructura en torno a tres grandes capítulos, como tres faenas seguidas: primero son las plazas de toros de los pueblos; segundo los toreros, y los rejoneadores. Tercero, las ganaderías, y sus propietarios. En ese trío de temas aparecen cosas tan interesantes como la noticia de la plaza más “natural” y ecológica del mundo, la de Chequilla, formada por rocas naturales y ruedo de hierba siempre húmeda. O la de el coso de las Cruces, la plaza de toros de la capital, de casi dos siglos de evolución, y con tanta historia a las espaldas: de construcciones, arreglos, decoraciones; y de figuras, cogidas, carteles y alternativas. Aún más, por orden alfabético aparecen las plazas de 46 pueblos, entre las que están la tan veterana de Barbatona, y la superreciente de Aranzueque, que en estos días se ha terminado, a la par del libro que recoge una foto de ya mismo. Menciona y explica orígenes y estructura de los cosos de Brihuega, de Maranchón, de Pastrana…. todos ellos con modos muy peculiares de construir las plazas, pero siempre manteniendo ese amoroso grano central de españolismo, de sangre torera, de tarde veraniega cargada de gritos. Algunas fotografías son muy antiguas. Otras curiosas y espectaculares, como la de la plaza de Guadalajara completamente nevada. Y en cualquier caso, este capítulo sirve de referencia fidedigna, de catálogo total de las plazas de toros guadalajareñas.
Luego vienen los toreros, el alma de la fiesta. Los protagonistas. Aquí el acopio de información de curiosidades, de sorpresas, llega al máximo. Aquí aparecen biografías, recuerdos, historias contadas por los propios protagonistas, a los que ha ido buscando el autor, Juan Luis Francos, y a la mayoría de los vivos los ha encontrado, reflejando en sus páginas la evocación de los muertos.
De alguno de ellos, como de Manolete, el autor nos da la anécdota de su relación con la Alcarria, pues bien es sabido que su gran amor, su novia la actriz Lupe Sino era natural de Sayatón, y en realidad se llamaba Antonia Bronchalo Lopesino. Una fotografía de la actriz y el torero juntos nos los recuerda en este libro, junto al dramático relato de su muerte… Y aparecen los antiguos, Mazzantini, el gobernador torero, la saga de los Saleri, la peripecia de algunos clásicos que aún lo cuentan, como Aurelio Calatayud, Morenito de Guadalajara, el Alcarreño, y tantos otros. De todos pone fotografía, recuerda tardes gloriosas, nos anota donde empezaron, cuando acabaron, etc. Y entre esas fotografías, entre esas arrebatadas biografías, no nos resistimos a resaltar la de Juan Garcés, que puso en su vida y en su obra todo el pundonor de un torero de raza. La fotografía que se da en el libro de Juan Garcés (es seudónimo, claro, que esconde a un profesional hoy dedicado a otros menesteres) es de verdadera antología.
Sigue luego Francos con la reseña de los rejoneadores y rejoneadoras. Ha habido de todo: desde el famoso Manuel Vidrié a María José Pérez. También en el capítulo de los toreros surge una mujer, la histórica Paquita Martín Belmonte, de Gárgoles, que marcó una época… y acaba el libro con las ganaderías actuales, los ganaderos que se esmeran en preparar ganado de pura raza, los checanos que han ido por el mundo dando fama a la alta serranía molinesa solo por sus toros perfectos…
Es, en fin, una obra cálida y densa. Un libro este de Juan Luis Francos que le consagra como escritor, como historiador, como periodista. Que le pone en la primera línea de quienes se dedican a escudriñar el pasado guadalajareño, y lo hace en esta perspectiva tan poco usada hasta ahora, la de mirar la fiesta nacional en nuestros lares, con la alegría del aficionado (a los toros) y con la maestría del profesional (de las letras). Todo un jugoso hallazgo que aplaudimos, como se aplaude a una magnífica faena. Mientras da la vuelta al ruedo, entre ovaciones, caerán los claveles, seguro, las botas de vino, hasta la salida a hombros, quizás, algún día…
EL FUNDI EN CENICIENTOS
Han dado suelta al burel
y los coruchos se sientan,
y entusiasmados se aprestan
a verle en el redondel.
Arenas de una Babel
repleta de aficionados
ven correr a los astados
y ven lidiar a un torero
en el centro de su albero,
que es El Fundi Pedro Prado.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
A LA MUERTE DE VICTOR BARRIO
Viendo estaba la corrida
pegado al televisor,
ráfaga, de aire invasor,
trajo a la muerte homicida.
Sangre manó de la herida
del valeroso torero
de rojo tiñó el albero
y el alma de Victor Barrio
ya se halla en el escenario
del ruedo del Dios Ibero.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA SUERTE SUPREMA
El torero ante el astado
que ya le pide la muerte
le fija, le pone en suerte,
lengua fuera y aplomado.
La faena ha terminado,
monta su espada el torero
y fulge el brillante acero
y con decisión lo entierra
y el toro rodando en tierra
vuela al prado de un lucero.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA SUERTE DE RECIBIR
A Lázaro Carmona
Lázaro un toro brindó
al gran Sebastián Palomo,
grandes cuernos y ancho lomo
que en las Ventas toreó.
Con pureza ejecutó
la suerte de recibir,
y al toro logró abatir
sin golpes de verduguillo,
y paseó en el anillo
una oreja al bien herir.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
POR TIERRAS DE PIEDRA ESCRITA
Por tierras de Piedra Escrita
los toros y mayorales
llegaban a los corrales
con puntualidad de cita.
Y la afición nunca ahíta
de los coruchos en carros,
sobre varales sin barros
contemplaban la corrida
en tarde comprometida
de toreros bizarros.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
PLAZA DE LA CORREDERA
Plaza de la Corredera,
bajo tablas la banqueta,
allí la afición muy quieta
atisbaba tras madera.
Pilares eran frontera
y de la plaza era aforo
de aficionados a coro,
que se echaban para atrás,
todos al mismo compás
al embestirlas el toro.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL TORO SALIENDO AL RUEDO EN LA PLAZA DE CENICIENTOS
En tarde sin viento hay lleno en el coso
en la nueva plaza recién construida,
y el timbal y el clarín dan la salida
a un toro cinqueño, astas de coloso.
Figura imponente emerge del foso
fiero resuella y la testuz erguida,
produce asombra la estampa surgida
belleza fiera del tótem fogoso.
Un rayo de sol nimba su cabeza
la impregna de luz riesgo y fortaleza
de una fiesta única ancestral y mítica.
La historia mágica armazón de España:
que sus campos viste, hermosea y baña.
del toro ausente de torpe política.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL BANDERILLERO DE JUAN BELMONTE
El pasmo de Triana tuvo
un magnifico peón,
vuelto a ver en ocasión
que en Guadalajara estuvo.
Y en la charla que sostuvo
de gobernador le halló
y como aquello le extrañó
le dijo el banderillero:
-Acabé en politiquero
degenerándome yo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho