Hita, un festival de sensaciones

viernes, 6 julio 2001 0 Por Herrera Casado

 

Unas por grandes, otras por curiosas, y muchas porque tienen significado de esencia en la historia de nuestra tierra, en Guadalajara hay decenas de localidades que vencen el paso del tiempo por sus propios méritos. Además de la episcopal Sigüenza, de la caballeresca Molina, de la principesca Pastrana, está la arciprestal Hita, la villa del alto cerro, de la medieval algarabía, de los perfiles sorprendentes y luminosos.

Es esta Hita, la bien murada y altiva, la pequeña villa donde vivió el arcipreste, la que ahora se alza con el protagonismo, y en estos días (será exactamente el sábado 7 de julio) tendrá de nuevo por sus calles el desatado jolgorio de un Festival Medieval que alcanza en esta hora la edición 41 de su periplo ya duradero dos siglos…

Siempre de actualidad Hita, esta pasada semana lo ha sido por varios motivos, uno de ellos, el penoso trance de ver cómo ha quedado su monasterio de Sopetrán, piedra viva de la historia en la Alcarria, una vez más vacío de monjes y latido. Al parecer, la superioridad eclesiástica de los benedictinos que lo habitaban ha decidido trasladarles a otra casa de la Orden. Pero Hita/Sopetrán, ¿qué va a hacer ahora sin sus monjes? Nadie es imprescindible en este mundo, por experiencia lo digo, pero en Sopetrán tiene que haber monjes: después de conseguirlo hace unos 8 años, de levantar con su esfuerzo y el empuje de toda una comarca un centro de encuentro y aplicación, ahora sin más desaparecen. No parece el asunto, cuando menos, como para estarse callado, y desde aquí pedimos a la Orden de San Benito que reconsidere la oportunidad de seguir poblando (será la quinta ocupación en más de 1.500 años) Sopetrán, a la vera de Hita, con sus negros monjes.

Un Festival renovado

Es el de siempre, pero siempre es renovado. El Festival de Hita, que tendrá lugar en el calor de la tarde del sábado 7 de julio, va a suponer una posibilidad de reencontrarse con la Alcarria, con la dura alfombra de polvo y espigas que tienen en esta época nuestras tierras ardientes. A quienes vengan de lejos, por vez primera, o a quienes repitan de un año a otro, la silueta de la villa les dará la seguridad de estar ante la certeza de un bastión medieval, de una piedra firme y duradera.

Es Hita un nido de leyendas, porque en ella el río de la historia tiene orillas inciertas, aguas entrevistas. Punto de referencia en una tierra parda y lisa, la «Peña Hita» que vieron hace más de dos mil años los celtíberos que rondaron el fértil valle del Henares fue enseguida lugar de vida y habitación. Más todavía cuando se dieron cuenta, los hombres primitivos, que su masa era mansa, y que con facilidad podían hacerse cuevas amplias, generosas y seguras en el corpachón del cerro. Así sirvió luego de espacio fortificado para los romanos, de castillo altísimo y codiciado para los árabes, y de punto crucial de caminos, de poderes y suficiencias para los castellanos cristianos que desde 1085 la poseyeron.

En Hita se han dado cita todos los paradigmas de nuestra nación castellana. Es una villa mozárabe (así la califica el profesor Criado de Val) y luego una villa mudéjar. Es un lugar de residencia de cristianos, espacio donde los Mendoza labraron su poder primero, y en la larga nómina de sus posesiones, el «señorío de Hita» figuró siempre en primer lugar. Y es también una villa de densísima presencia judía, hasta tal punto que su aljama fue la más importante del valle del Henares, después de la de Guadalajara capital.

En ese lugar, que además tuvo (hoy es sombra de aquella grandeza, pero en la sombra se rastrean sin dificultad las miradas seguras de la gloria) monumentos singulares, una muralla espectacular, el castillo fortísimo en lo alto, iglesias mudéjares, conventos dominicos, escudos nobiliarios en cantidad inimaginable, y mil cosas de asombro, el visitante de hoy navega sus cuestas sin dificultad y con entusiasmo. Porque en los últimos años, además, Hita ha mejorado notablemente en su urbanismo, hasta el punto de que es posible ascender, aquí y allá, con coche por sus callejas, cosa hasta hace muy poco impensable. Y la mejora de sus edificios, de su plaza, de sus accesos, la hacen un lugar que emociona. Desde el jardinillo que rodea por poniente las ruinas de San Pedro, la vista del pueblo (y de los inmensos campos que se le rinden debajo) es por demás agradable. Pocos sitios dan con tanta pureza esa imagen de medievalismo, de antigüedad respetada, de esencia cierta y agradable.

Por Hita pasó el marqués de Santillana, también ahora de actualidad, por la Exposición monográfica que se le está dedicando este verano en Santillana del Mar. Pasaron grandes capitanes que hicieron las Américas; pasó Hernando Colón midiendo y contando, y Jerónimo Münzer, y los Reyes Católicos. Pasaron asombrados los franceses a los que luego combatió el Empecinado. Y pasó (días terribles, mejor para ser olvidados) la Guerra Civil Española, que dejó a Hita totalmente destrozada. Después de todo, en la alegría de este comienzo de siglo que en paz celebra fiestas, lee libros y canta canciones, Hita es hoy un lugar apacible y hermoso. Un lugar al que hay que ir, andarlo, pasar un buen rato mirando sus perspectivas.

Un Festival de esencias y sorpresas

Mañana será otra vez el día grande de Hita. El día grande del profesor Manuel Criado de Val, que volverá a cruzar el arco de la villa, con sus versos arciprestales a Santa María, serenamente seguro de estar haciendo lo que debe: recrear el Medievo, sostener una columna del templo de la Historia, dar paso por las venas del pueblo a la sangre cierta de nuestra memoria.

Se va a estrenar, a las diez y media de la noche, en la plaza de la villa, la obra “Jaque al Rey” que tiene por protagonista al Condestable don Álvaro de Luna, a Criado de Val como autor, a Carlos Ballesteros como director de escena, y a Gregorio Paniagua como creador de la música. Un conjunto irrepetible de genios del arte que van a seguir marcando, con el siglo nuevo, el destino de este lugar.

Antes, por las calles y cuestarrones de Hita, se podrán visitar sus bodegas, se verán alardes en la gran plaza, torneos de caballeros en el palenque, y el Combate de don Carnal y doña Cuaresma. Por las ruinas de San Pedro se repartirán meriendas, y por la plaza de Doña Endrina habrá un mercado medieval. Será una ocasión excepcional de encontrarnos con nosotros mismos, y ojalá que el tema que comentaba al inicio de estas líneas, ese quiebro en la línea secular de Hita y su entorno, no dure mucho, y vuelva la orden de San Benito a poblar Sopetrán, como el Arcipreste de Hita vuelve, en la memoria de miles de personas, a danzar y recitar su poemario enjundioso en las orejas de todos cuantos quieren oírle. Que son tantos…