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abril, 2001:

Patrimonio Concejil:La Casa Consistorial de Fuentelencina

 

Por toda la comarca de la Alcarria se encuentran pueblecitos en los que su plaza mayor está presidida por el comunal edificio del Concejo o Ayuntamiento. Suelen tener todos ellos unas características comunes, y aunque sencillos en su desarrollo, destacan sobre el resto de las edificaciones populares que les rodean.

Si hubiera que concretar y resumir las características de los Ayuntamientos alcarreños en uno de ellos, sin duda alguna es el de la villa de Fuentelencina el que reúne las características de mayor elegancia, de dimensiones más amplias, de mejor conservación. Estos días pasados ha sido Fuentelencina centro de muchas miradas, pues en la Semana Santa han hecho, un año más, la representación de su Pasión Viviente, de gran efectismo y contundente belleza.

De Fuentelencina debemos recordar que perteneció a la Orden Militar de Calatrava, incluida en la encomienda de Zorita, hasta el siglo XVI, en que sus vecinos no consintieron ser vendidos a señorío particular alguno, y llegaron a reunir la cantidad de 1.232.000 maravedises con que comprar la permanencia de su pertenencia al Rey y a la Orden, siendo considerada Villa de jurisdicción propia. Ocurría esto en 1555, y es a partir de entonces que se comenzó la construcción del edificio concejil en el que se concretaba ese espíritu de autonomía municipal que tanto desearon y cultivaron siempre los vecinos de este pueblo alcarreño. Ejemplo de ese sentido comunal es el monumental conjunto de la fuente de abajo toda tallada en piedra y armonizando su entorno con centenarias olmas.

Es muy interesante por sí misma la plaza mayor de Fuentelencina, a pesar de haber sido adulterada la arquitectura popular de alguno de sus costados. Tiene en su centro una fuente de amplio pilón, hoy totalmente renovada con piedra demasiado nueva, y una enorme olma comunal, de cuatro siglos de existencia. Se rodea de edificaciones típicamente alcarreñas, y en su costado norte surge llenándole por completo el edificio del Ayuntamiento.

Este edificio, que por sí solo merece una visita detenida, está construido con sillarejo y elementos muy simples propios de la zona alcarreña. Muestra en su frente un paramento abierto con doble galería superpuesta, en la que aparecen ocho columnas bajas, de piedra caliza bien tallada, y otras tantas en el piso principal, de madera, que soportan arquitrabados dinteles por medio de sencillos capiteles y zapatas de madera tallada.

En la planta baja, y descentrada del muro principal, se encuentra la puerta de acceso al Ayuntamiento, que consta de doble arco con una columna central y escoltado en su parte superior por tres escudos, que representan los emblemas heráldicos del Emperador Carlos I de España, de la Orden de Calatrava, señora de la Villa, y del propio municipio, que partido en mantel muestra un león, una fuente y una encina, constituyendo un ejemplo muy notable de escudo heráldico municipal de inspiración parlante, surgido sin duda en el momento de acceder a la autonomía del villazgo.

Es necesario remarcar el hecho, tan magníficamente ejemplarizado en este Ayuntamiento alcarreño de Fuentelencina, paradigma de otros muchos de la misma comarca, de la permanencia de una tipología de edificio abierto por medio de galerías en su frente, con el objeto de darle una opción de participación ciudadana. Este tipo de uso en edificios públicos es netamente medieval, y la más elocuente de sus manifestaciones se encuentra en las galerías porticadas de las iglesias románicas, que a lo largo de sus muros meridional y de poniente, abren sus galerías para en ellas permitir la reunión de fieles antes y después de las ceremonias religiosas. Sabemos que también los Ayuntamientos de los pueblos grandes tenían esta misma estructura, aunque en nuestra región apenas han llegado hasta nosotros ejemplares de los mismos. Cuando en el siglo XVI, en la hora de las autonomías municipales y obtención del grado de villazgo por muchos pueblos hasta entonces de señorío, se construyen de nuevo los edificios concejiles, se reutiliza la antigua estructura con los nuevos modismos estilísticos, surgiendo tantos de estos Ayuntamientos que, aquí representados por el de Fuentelencina, ponen hoy todavía, en las tierras de Guadalajara, el signo cierto de la comunal empresa.

Para cuantos en estos días han vuelto a su villa natal, o para aquellos otros que han decidido salir al campo en estos días ya largos y luminosos de la primavera, en los que es una tentación echarse a los caminos a conocer nuestra tierra en todos sus detalles, han sido estas líneas expresión del deseo de que nuevamente admiren su edificio más representativo, y cuiden de él como una auténtica joya legada de sus mayores. Ese escudo heráldico que, surgido de la vieja historia y entroncado con el propio nombre de la Villa, que adorna estas líneas, es también una muestra fehaciente del sentido comunal y concejil de este pueblo.

El Museo de Cela en Torija

 

Muchos viajes tienen hoy por sólo objeto visitar Museos, estancias en las que se almacenan y ofrecen las imágenes del pasado, los testigos fieles de otro tiempo, de otra cultura. Hace pocos años, hubo cierto afán iconoclasta que trató de condenar a los museos a la inoperancia, diciendo de ellos que eran lugares sin alma, vacíos y silenciosos testigos de la nada. Porque la vida, lo que se mueve en torno, es lo único que nos puede lanzar hacia el futuro.

Y no es así. La vida es tanto futuro como pasado. La personalidad de cada uno (qué bien, que todos seamos distintos) se proyecta más hacia una u otra de estas pulsiones del presente. Jano camina con nosotros y unas veces nos enseña su cara de joven expectante, otras la de viejo evocador. Pero hay un equilibrio, y ese está, a nivel de la burbuja cultural en que nos movemos, en los Museos. Como lugares en los que se alberga el pasado, con todas sus minucias, capaces de dar sentido al presente, de explicarnos (solo a quien sepa leer, a quien esté acostumbrado a escuchar) el futuro.

El Museo del Viaje a la Alcarria de Cela es uno de los pocos museos que existen en la provincia de Guadalajara. Y es, sin duda, un Museo exquisito, moderno, distinto, aleccionador y vibrante. Lo vi cuando se inauguró, (sé del entusiasmo y las horas que echaron en él sus creadores, que fueron Paco García Marquina, Jesús Campoamor, Emilio Cuenca y Margarita del Olmo, Pedro Aguilar, y muchos otros que colaboraron, sin más interés que el que tienen por mejorar su tierra) y lo he vuelto a ver ahora, años después, en una húmeda mañana de esta primavera. Pero ahora envuelto en una barahúnda de turistas, haciendo cola (como si de un Pequeño Prado en medio de la Alcarria fuera) para entrar, subir sus escalas y pasear por sus ofertas.

Oferta de libros y recuerdos

El Museo del Viaje a la Alcarria de Cela es singular por muchos motivos. Los alcarreños podemos estar orgullosos de él, recomendarlo a los demás, visitarlo nosotros mismos. Está enclavado en la torre del homenaje del Castillo de Torija, uno de los más espectaculares elementos arquitectónicos de la Edad Media castellana. Restaurado, cuidado siempre por la Diputación Provincial, que es la propietaria del edificio, ha sido concebido con un aire de modernidad que parecía en principio complejo y arriesgado. Porque el acceso a la torre se hace a través de un cuerpo exento y adosado, en materiales de madera y metal, que chocan frontalmente con la estructura pétrea y uniforme del castillo. El arquitecto Condado Ayuso logró una simbiosis de discreción y utilidad, que realmente gusta y resuelve un problema en principio insuperable, el acceso al primer piso de la torre, que es donde empieza el Museo.

Museo que se alarga, en vertical, por cuatro pisos yuxtapuestos, unidos entre sí por una escalera de caracol fabricada con metal pintado de verde, y en el centro de la torre, un gran vano que permite la visión continuada del conjunto del Museo desde cualquiera de sus plantas. No me resisto a declarar que me parece espectacular, hermoso y acogedor. Un Museo único y bello.

El contenido es también muy interesante, conjuntado y con una línea maestra claramente trazada: el libro “Viaje a la Alcarria” escrito por Camilo José Cela en 1946, y que ha alcanzado la madurez de la obra genial, como lo ha conseguido su autor, Premio Nobel de Literatura, entre otras muchas cosas, y uno de los mejores escritores en lengua castellana de todos los tiempos. Alternan en paredes y en vitrinas los contenidos rurales junto a los literarios, los testimonios sociales y costumbristas en par de los documentos gráficos de aquel viaje. Y el visitante irá ascendiendo las escaleras hasta la primera planta, y deambulando por las galerías superpuestas mientras se le aparecen ediciones varias del “Viaje a la Alcarria”, o cartillas de racionamiento, libros de texto y postales, más cartas personales de Cela a sus amigos alcarreños, todo ello en el entorno gráfico de las fotografías de los pueblos, los personajes y la silueta estirada y simpática del autor.

Hay muchas fotografías (y ese es uno de los mayores valores de este museo torijano) que ofrecen la imagen de los protagonistas auténticos del viaje: Quico, el alcalde de Budia, el de Trillo, el de Pastrana; el viejo Portillo de Brihuega, las fondas, las fuentes y los puentes por donde Cela pasó realmente…. esa amalgama de evocación, certeza y realidad salida de la literatura, es muy difícil encontrarla en otro sitio. Aquí en Torija, en los muros de este museo dedicado por entero, y en exclusiva, al libro “Viaje a la Alcarria” de Cela, es posible encontrarlo. En opinión de muchos, el mejor libro escrito en lengua castellana a lo largo del siglo XX. En opinión personal, el libro más rotunda y más bello que se ha podido escribir sobre la Alcarria. Sin parangón con nada.

Algunos datos

El Museo dedicado al libro alcarreño por antonomasia, -y la visita aneja a su espectacular entorno castillero- abre solamente los sábados y domingos, mañana y tarde. La entrada es gratuita, y solo se pide respeto a los elementos que le conforman. No tocar las piezas, no estropear nada. Qué menos, en un país del primer mundo. No tengo estadísticas, pero lo sé por simple experimentación personal, cada día acuden a torija, a su Museo especialmente, cientos de turistas. Ese potencial de viajeros, de admiradores de nuestra tierra, merecerían mucha más atención por parte de nuestros responsables políticos. Por ejemplo, ¿no sería acertado insertar en el propio castillo de Torija, en una edificación bien conjuntada con el interior del castillo, un “Centro de Interpretación Turística” de toda la provincia? Que Torija fuera, en ese recio entorno medieval, la puerta de entrada a Guadalajara, a todos sus pueblos, sus paisajes, sus rutas y su patrimonio.

Otro detalle a tener en cuenta por quienes mantienen este Museo tan vivo y brillante, sería el de limpiar periódicamente las vitrinas en las que se exponen los objetos que le dan gracia y color. En esas vitrinas se ha colado el polvo que procede de los muros (un castillo medieval tiene esas servidumbres…) y nadie se lo ha sacado desde hace meses. La imagen que deja ante los visitantes es de un ligero abandono, que a ninguno de los alcarreños nos interesa que se lleven nuestros visitantes. Pero son detalles mínimos, detalles que refuerzan el valor de este lugar, al que recomendamos a nuestros lectores acudir y saborearlo. Está ahí mismo, a cuarto de hora de la capital, en la misma autovía de Aragón, a mano de todos. Y su visita detenida (con paseo incluido por Torija y su monumental y bellísima Plaza Mayor) será preámbulo de otros viajes por la tierra alcarreña, de muchos ensueños y evocaciones, de una militancia activa en esto de la aventura rutera por Guadalajara. Un empeño que puede empezar por tener Torija como una bandera alta y limpia.

El Henares ha sido protagonista: Historia y patrimonio

 

Una vez más, la séptima consecutiva, repetida cada dos años, los historiadores del Valle del Henares se han reunido y encontrado, esta vez en Guadalajara, durante los días del pasado fin de semana. Esta cita bianual de cuantos estudian los pretéritos siglos de la comarca, ha querido ser siempre, desde su inicio hasta hoy mismo, un bocinazo de atención a cuantos creen en la unidad de las tierras que baña este río.

No es este el momento de volver a recordar cómo el Henares fue la ruta inicial de Castilla, uno de los caminos que se abrieron generosos al pasar de los hombres y mujeres de remotísimas generaciones. Los iberos, los celtíberos, los lusones y los vacceos, tantas y tantas tribus a las que podemos llamar bisabueletes, seguidas de romanos, de visigodos, de árabes y teutones, de francos y africanos… mil razas se dieron la mano aquí, en las orillas ahora verdeantes y gloriosas del Henares. Lope de Vega le vio y escribió rimados versos para su presencia huidiza. Cervantes también lo conoció y por los caminos que le circundan viajaron, en mulas y carrozas, los reyes más sabios y los más pánfilos, los pintores portentosos y los santos más nuestros. No es este, insisto, el lugar para cantarle. Ya lo hicieron muchos, lo harán muchos más, y todos, mientras el hálito nos quede en el pecho para poder gozar del dolorido sentir que nadie puede arrebatarnos, diremos que es este un lugar ideal para nacer, para vivir, para morir incluso, junto a su orilla.

Un programa denso y atractivo

A Encuentro pasado, aquí nos cabe la satisfacción de dar noticia de su celebración, crónica de su pálpito. El jueves 5 de abril se inauguró en la entrañable Sala de Lecturas del Centro Educacional”Príncipe Felipe” del paseo de las Cruces. Allí, a las ocho, reunidos cientos de amigos del Henares, dio una primera conferencia, magistral como todas las suyas, el profesor doctor Arsenio Lope Huerta, quien habló de “La mujer en el siglo XVI: de Andrea Cervantes a Teresa de Jesús”. Palabras de inauguración por parte de los responsables culturales de la Excma. Diputación Provincial de Guadalajara, que en esta ocasión ha ejercido de generosa anfitriona, más un vino español, y animada charla de escritores, intelectuales y profesores completaron esta sesión inaugural a la que acudieron numerosas autoridades de los pueblos del Henares que en estos Encuentros han tenido ocasión de plantearse, entre amigos, perspectivas y rumbos para una tierra que los tiene en potencia más que ninguna otra.

Muchos escritores, muchas noticias nuevas

Los días 6 y 7 de abril, viernes y sábado respectivamente, se dedicaron a la presentación, por sus respectivos autores, de numerosas comunicaciones, muchas de ellas inéditas investigaciones, descubrimientos arqueológicos, hallazgos de documentos, nuevos artistas, fiestas curiosas recuperadas… todo ello dentro de un orden que el programa elaborado ofrecía, y que ha venido a ser, en esencia, el siguiente: el viernes por la mañana se ofrecieron artículos sobre el valle del río Dulce como alternativa histórica al actual Henares; una superinteresante visión de la ciudad árabe de Guadalajara con una reinterpretación de la Madinat al-Faray clásica; elementos toponímicos con referencia a la población y reconquista del espacio geográfico que nos ocupa, etc.

El viernes por la tarde y el sábado por la mañana fueron comunicaciones de Historia, con referencias a temas tan curiosos como el pósito de Guadalajara, algunas notas sobre la historia de Azuqueca, los conflictos judiciales entre la villa de Yunquera y el monasterio de Sopetrán, la heráldica de la ciudad de Guadalajara, con muchas diapositivas, la propaganda política en tiempos de Alfonso XII en nuestra ciudad, el libro y la Imprenta Provincial de Guadalajara en el siglo XIX, y una aproximación al conocimiento y memoria histórica de los dos últimos obispos seguntinos, Castán Lacoma y Pla Gandía.

El sábado por la tarde tuvo como protagonista al arte. Un total de 12 conferencias se programaron en ese espacio: se habló del desconocido monasterio de San Salvador de Pinilla, de las iglesias de Miralrío y Membrillera, de todos los templos del bajo Henares (desde Carrascosa a Azuqueca), de cenotafio de Francisco de Eraso, hoy desmontado en el templo de Mohernando, de la orfebrería moderna en el valle del Henares, y de Alejo Vera, pintor máximo del realismo histórico en nuestra tierra. Un conjunto de 44 comunicaciones que en esta ocasión han abierto nuevas puertas al conocimiento histórico de este espacio común, sancionado como único por la historia y el uso. El Valle del Henares.

Y un viaje final, a la Alcarria profunda

La clausura de este Séptimo Encuentro de Historiadores del Henares fue, como siempre, itinerante. Un viaje cultural para el domingo por la mañana tuvo por objetivo uno de los más singulares pueblos alcarreños: Brihuega, que si no está en el Henares (es el Tajuña el que la riega) sí puede decir que acumula circunstancias que le unen a la historia enarenes: señorío de los Obispos toledanos (como Alcalá), sede de residencia del rey moro de Toledo (como Guadalajara y Sopetrán), y núcleo alternativo a la propia capital en desarrollo industrial e intelectual. Se visitaron iglesias, fábrica de paños, murallas y plazas de evocadora fuerza histórica.

La comida de hermandad y las palabras de clausura de las autoridades fueron el punto final de este Encuentro, momento en el que además, y conforme ha sido tradicional desde el primero de estos Encuentros, se entregaron los diplomas de asistencia a los participantes, y los ejemplares de las Actas conteniendo, en grueso volumen, los textos completos de todas las conferencias y comunicaciones.

Lectura final

La lectura final de este acontecimiento está, creo yo, más allá de los datos concretos del programa relatado. Está en lo que pretende, y ya ha logrado este singular Encuentro científico y social, formar un espíritu de auténtica unidad, de compromiso y unión entre cuantos hacen, con dinamismo, la historia de hoy investigando en la historia del ayer. La conclusión siempre es fácil. La hemos hecho en cada convocatoria, y se vuelve, ella misma, a reflejar en las palabras, en los comentarios, en las crónicas: el Valle del Henares forma una unidad geográfica e histórica a la que, por pura lógica, hay que reivindicar una unidad política. Esa unidad hará al Valle no sólo más hermoso (que ya es difícil) sino más fuerte, más rico, y con mejores perspectivas para todos sus habitantes. ¿Hay alguien que -político con fuerza y con visión de futuro- se lance a ese reto? Un Valle del Henares único, y unido.

Propuestsas de Turismo en Guadalajara

 

A la semana que viene, que es ya la Santa, va a abrir sus puertas una nueva edición de la Feria del Turismo Rural, el Ocio y la Jardinería: la TUROJAR de Pastrana, que lo hará ya en su cuarta edición. Es esta una Feria que considero especialmente valiosa porque da a conocer muchas de las cosas que en el ámbito de la realidad viva de la provincia se están moviendo: el turismo en áreas rurales y mínimas, la capacidad de nuestra tierra por recibir la visita de miles, de cientos de miles de personas, y el ofrecimiento de espacios y motivos para el ocio en su contexto geográfico y social.

En Turojar se abren, una vez al año, las puertas de la provincia, y me consta que son miles los visitantes que, especialmente desde las grandes poblaciones de la Cuenca (o Corredor como ahora se le llama) del Henares, vienen por la vieja Paterniana a mirar qué novedades se han izado en Guadalajara, para usarlas.

Las novedades, a la vista está, son una oferta variada y renovada, cada vez mejor y acogedora, de Casas Rurales, de pequeños hotelitos de 4, de 6 habitaciones, construidos en entornos paisajísticos perfectos, sobre edificios antiguos y tradicionales. Cosas y casas como la del palacio de Imón, el Hotel Valdeoma en Carabias, el Molino de Alcuneza, la Casa del Obispo en Budia, el Nido de Valverde en el pueblecillo serrano del Ocejón, La Pizarra Negra en Campillejo, y tantas y tantas otras que están poniendo. Las novedades son preparar con fundamentos de rigor y seriedad los espacios naturales protegidos, como el Alto Tajo fundamentalmente, por fin declarado parque y regido por una Junta que tiene la garantía de su presidente y sus miembros. Guadalajara entera se ofrece como un espectáculo, como un lugar deseable al que viajar y mirar, comer sustancia de la tierra, oir silencios y purezas, mirar piedras bien trabadas con un fondo certero de historias y costumbres….

Propuestas de viaje

Hace poco un alto cargo de la política nacional me decía en Madrid que a Guadalajara venía siempre que podía, de incógnito absoluto, en su “todoterreno” a explorar caminos, pequeños pueblos, a anotar lo que pone en sus fuentes, en sus frontones, a hacer fotografías de ermitas, de castilletes, de arboledas. Eso lo hacen altos cargos y panaderos, profesores de Universidad y ferroviarios. Eso lo están haciendo ya miles y miles de personas. ¿De donde sacan la información? Es muy fácil: de lo que se dice en la radio y en la televisión, de lo que comentan una semana aquí y otra allí los diarios nacionales y las revistas de viajes y de turismo rural. De lo que leen en guías turísticas que las hay ya para todos los gustos. Y del boca a boca en oficinas, tiendas y colas de autobús. Guadalajara tiene una ventaja. Que de Madrid comunidad salen la mitad de sus seis millones de habitantes, en cuanto amanece el sábado con sol, en todas direcciones, pero cada vez más hacia Guadalajara, a la que muchos califican, en conversaciones de café, como la provincia más bonita de los alrededores de Madrid. Viendo  lo que hay, y con todos los respetos hacia la Serranía de Cuenca, y el Gredos abulense, no es de extrañar que digan eso. Porque en Guadalajara lo que nadie nos regateará es variedad de ofertas.

En esta semana de espera ante Turojar, me parece útil decirle a mis lectores al menos tres destinos que pueden usar ya, en cuanto aclare el cielo. El primero, sin dudarlo, la propia Pastrana. Desde Guadalajara por Tendilla son tres cuartos de hora de viaje. En Pastrana hay una cosa sobre todas para hacer: callejear, andarse las costanillas, pararse en las plazuelas, mirar desde las bardas hacia el valle. Entrar en la Colegiata y ver los tapices otra vez. Bajar hasta los frailes del Carmelo y visitar la gran iglesia barroca, mirar sus recuerdos teresianos, subir al Albaicín y sorprenderse, como yo lo hice hace poco, con la Plaza de Toros más antigua de la provincia, de fábrica y pedrotes, como un corral antiguo y mendocino. En Pastrana se puede comer suculentos platos de alcarreña raigambre, y en el Convento de San Francisco se puede, se debe, tras admirar la plaza del Deán por donde se arriba, visitar la Turojar de este milenio, cuajada de ofertas útiles y prometedoras.

Otro viaje que se debe hacer, ahora en la primavera que pone verdes todas las ramas: al Concejo de Campillo, al que se llega por Humanes y Tamajón. Desde allí, pasado la ermita de los Enebrales, siempre abierta, desplegarse por la oscura carretera que nos lleva enseguida al corazón de la arquitectura negra: El Espinar, Campillejo, Campillo de Ranas, Majaelrayo… lugares de evocador ruralismo, de esencia medieval, de fuerza de líneas, con sus ejemplares (todos son de lo mismo) de la Arquitectura Negra a los que tarde o temprano llegará el reconocimiento de figurar en el Patrimonio más firme y defendible de la Humanidad. Mirar edificios, admirar prados, pellizcarse para saber que se está vivo ante los espectaculares perfiles de la sierra de En medio, con su Ocejón pino y nevado aún en lo más alto.

Y un tercer motivo de salida, a Trillo, que cada vez está más cuidado, con sus cercanas Tetas de Viana, a las que se puede llegar andando (para andarines es la oferta) o con automóvil yendo primero por Azañón  hasta el cruce de La solana, y de allí coger la carretera que baja serpnteando junto al arroyo de La Puerta. Subir primero a Viana de Mondéjar, donde está la iglesia románica más sorprendente de la zona, los restos de su castillo y muralla, y la posibilidad de subir, o acercarse, a las Tetas  mencionadas, las medievales “Peñas Alcalatenas” que fueron controladas de cuantos tuvieron poder y mando en la zona. Bajar luego hacia La Puerta (otra iglesia románica de la que debe verse la portada interior, pidiéndole la llave al alcalde, que amablemente la presta) y asombrarse del paisaje de roquedos majestuosos sobre el mismo pueblo. Y al final desviarse por la cuestecilla que sube hasta Cereceda, hoy hecho un mínimo y coqueto punto de residencia de fin de semana, en cuya plaza mayor destaca el nuevo Ayuntamiento, las casas pintadas de múltiples colores, y la iglesia también románica de sorpresas medievales. Bajando el río se llega por Mantiel hasta Chillarón, donde se puede mirar, en su iglesia, un retablo barroco que se quedó sin pintar, pero que así y todo reconforta la vista y asombra: una nueva sorpresa en la Alcarria escondida.

En fin, que de tres propuestas cualquier puede escoger la que más le caiga a mano, la que aún no haya hecho. Pero lo que está claro es que hay que salir, mirar esta provincia que es (lo dicen los de fuera sobre todo) sorprendente y hermosa. Turojar en Pastrana dará desde el Jueves al Domingo Santo la medida justa de lo que esta provincia es capaz de ofrecer, en el ámbito del Turismo rural, y eso hará que sigamos creciendo, por un camino que ya está anunciado desde hace tiempo: el del ocio y el turismo. Caminos abiertos para todos, eso es Guadalajara ahora.