Sigüenza, medieval & eterna

viernes, 18 agosto 2000 0 Por Herrera Casado

Estalla estos días la ciudad de Sigüenza en el color y el ruido de sus fiestas patro­nales. Y lo hace con la misma alegría de siempre, con la fuerza que la caracteriza. Es por esto, y ese este el momento, en que para ella evocamos algunos aspectos y facetas de su pasado antiquísimo. Por aquello de poner un tanto de contrapunto a la bullanga del hoy: aires del ayer enfrente.

Tiene Si­güenza, como núcleo urbano, varias caras, todas ellas a cual más interesante, y que de un modo u otro han sido puestas de mani­fiesto por escritores y comentaristas. Por una parte, su rango multisecular de burgo cabeza de una diócesis, señorío durante largas centurias de unos obispos omnipotentes. Por otra, asiento del arte hispano en sus más característicos estilos y formas. Y aún, en un sentido más moderno, ciudad eminentemente de atractivo turístico, por la voluntad de sus habitantes de mantener y defen­der a toda costa esos valores históricos y artísticos que la confieren rango y categoría únicos.

Otro aún es su valor o faceta de subido interés: el de Sigüenza como ciudad; como burgo corazón de un territorio, en el que se concentra una población, unos servicios y unas funciones que le confieren supremacía sobre las villas y aldeas que la circundan. Esa función de Sigüenza como ciudad fue analizada en otros aspectos secundarios por diversos investigadores hace ya algún tiempo. Así, Terán estudió su tipología constructiva y la división del burgo en barrios y funciones. Blázquez ha hecho un análisis cuidadoso de su funcionalismo ciudadano desde la neofun­dación en el siglo XII por los obispos aquitanos; Martínez Taboada ha indagado sobre el desarrollo y estructuración progre­siva de barrios, calles y funciones a lo largo del tiempo. Davara nos ha presentado su visión completa de la ciudad mitrada como objeto que recibe y emana mensajes comunicativos. Peces ha puesto de relieve sus mil valores, y entre otros los heráldicos. Nosotros mis­mos, en fin, hemos desarrollado una obra (un pequeño libro) que toca al especto de Sigüenza como ciudad medieval fundamentalmente.

Esencia del Medievo

Todos estos aspectos urbanísticos, sociales y geográfi­cos se imbrincan entre sí perfectamente, y su evolución a lo largo del tiempo entronca con la actualidad. De ser una ciudad de mera avanzadilla ante territorio enemigo, árabe, pasa a ser cabeza de tierra señorial con el prestigio que una catedral, un cabildo y un obispo le daban a una población en la Edad Media.

Se circunda de murallas, abre puertas a los cuatro puntos cardinales, y ejerce sus funciones de centro jurídico, administrativo, mercantil y cultural. En ella se asientan conventos, luego la Universidad, también cuarteles y se hace con una gran Plaza de Mercado que ejerce lo que en definitiva alza y prima a un burgo sobre el resto de la tierra circundante: el poder económico. La pérdida del señorío sobre ciudad y tierra por parte de los obispos, en las postrimerías del siglo XVIII, y su consiguiente igualación ‑a nivel de simple ayuntamiento‑ con las poblaciones antaño supeditadas, parece imprimir un parón en la vida ciudadana. La igualdad social que apunta la Constitución de Cádiz, heredera directa de la Revolución francesa, parece frenar su función de ciudad con batuta. Su propio dinamismo la saca del episodio, y vuelve a tener rango y cuerda para rato.

Una población muy reducida hoy en día (pero al máximo de habitantes de toda su historia) se conjunta a la perfección con su cometido: ciudad cabecera de comarca, con los servicios correspondientes. Ciudad cabecera de obispado, con otros tantos de su rango. Centro cultural en cuanto a densidad de colegios y escuelas, y en el sentido de conglomerar actividades culturales veraniegas sobre un círculo más amplio, que abarca a la capital de España.

Un burgo, en fin, de capacidad y posibilidad turística, con ofrecimiento de un patrimonio histórico‑artístico de alto rango, que atrae miles de visitantes esporádicos, y con clima e infraestructura que permite el asentamiento permanente de vera­neantes en número creciente. La posibilidad industrial siempre anduvo a trasmano; nunca fue pedida con entusiasmo por la pobla­ción, consciente de que no es ese su camino, por lo que todos sus esfuerzos se han encaminado a mejorar ese perfil turístico, cultural y universitario que mejor la cuadra.

Sigüenza, ciudad medieval, ciudad eterna, es en estos días núcleo festivo de toda su comarca. Acumulando funciones, los cultos religiosos y festejos populares en honor de San Roque, el hombre que anduvo peregrino por los caminos de Europa, son tam­bién fiesta para toda la comarca, que aquí se reúne en torno a unos fuegos de artificio, un desfile de carrozas, un pregón y unas peñas que suponen un espejo, inalcanzable, para las aldeas y lugares del entorno. Aparte de estatuas, portadas, joyas de orfebrería y castillos; aparte de abultadas nóminas de obispos y escritores, de hechos y fábricas, está la realidad densa de Sigüenza como ciudad, simplemente. Como otro aspecto capital de su personalidad inconfundible.

Que estos días sean muy felices para cuantos en ella viven y a ella llegan, peregrinos del gozo y abiertos a la admi­ración de su embrujo.