Umbralejo

viernes, 7 abril 2000 0 Por Herrera Casado

La sierra norte de Guadalajara, sumida desde hace años en la desertización y deshumanización por la emigración de sus habitantes, viene en estos últimos años cobrando un protagonismo que surge de su idiosincrasia arquitectónica y belleza paisajística.

Junto al Alto Tajo y el Hayedo de Tejera Negra, la zona de la Arquitectura Negra, especialmente los valles de Majaelrayo y Valverde, en las caras norte y sur del Ocejón, despiertan cada día mayor admiración en gentes, en miles de gentes cuya pasión es viajar y ver cosas nuevas, la razón sabia y generosa de la Naturaleza, que entre nosotros se expresa con magnanimidad absoluta.

Los Ministerios de Educación y Ciencia, de Obras Públicas y Transportes y de Agricultura, Pesca y Alimentación, incluyeron a Umbralejo, junto a los lugares de Granadilla y Búbal, también abandonados y vacíos desde años antes, en el llamado PRUEPA (Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados), de tal modo que a lo largo de bastantes años, y durante diez meses al año, los tres pueblos venían recibiendo grupos de estudiantes, tanto de enseñanzas secundarias como universitarios, quienes a lo largo de su estancia tenían la oportunidad de disfrutar de un estrecho contacto con la naturaleza y de convivir en un medio rural que generalmente les era completamente ajeno. Un equipo permanente de monitores formados meticulosamente en las diversas áreas desarrolladas, se dedicaba a proporcionarles un programa educativo que trataba de ayudar a los jóvenes participantes para conocer mejor la riqueza del entorno natural, social y costumbrista, en una aproximación educativa a lo que había sido la vida rural, la esencia de la vida en los pueblos, con un purismo que ralla en la ausencia total de elementos de la modernidad y la «civilización» que hoy nos arropa. Esto es: allí no existen aparatos de televisión, no hay transportes mecánicos, no hay tiendas, nada más que casas, caminos y bosques en la falda de las montañas.

La localidad de Umbralejo ha sido en los pasados meses punta de actualidad, por cuanto el ministerio de Educación había pensado eliminar sus ofertas educativas del panorama extra-escolar que se mantiene desde hace años. Una serie de profesores y encargados de dar vida a aquel proyecto tan atrayente, se quejaron, encontrando apoyos en todos los niveles. Tras haber sido revalidada su utilidad y confirmada la continuación de su tarea, Umbralejo merece un recuerdo en este momento. Y un ánimo para que lo visiten nuestros lectores más viajeros y animados. Porque llegar allí no es fácil, aunque el gusto por verlo satisfaga cualquier otro sacrificio.

Descripción de Umbralejo

Según nos refieren Nieto y Alegre en su conocida «Guía de la Arquitectura Negra de Guadalajara», una vez pasado Valverde de los Arroyos, y tras cruzar el hondo foso del río Sorbe, «nos encontramos con UMBRALEJO, situado a más de 1.200 metros de altura en una ladera que desciende hasta la margen derecha del río Sorbe. Fue una aldea de La Huerce hasta que hace unos años fue adquirida por el ICONA. En el año 1751 tenía 42 casas y 32 pajares. La iglesia parroquial, hoy arruinada, es de una sola nave, tiene una entrada con arco de medio punto construido en pizarra y espadaña a los pies sobre el muro de poniente, con remate triangular de pizarra. El conjunto de casas del antiguo poblado ha sido, casi en su totalidad, reconstruido por el ICONA que, en colaboración con otras administraciones del Estado, ha dedicado el pueblo a sede de proyectos educativos». Y sigo apoyándome en el magnífico estudio de estos autores, que añaden como complemento técnico a la descripción general del lugar: «Pese a la masiva reedificación realizada, quedan algunas casas originales, como la perfectamente restaurada dedicada hoy a museo etnográfico, que nos da una idea de la tipología residencial tradicional dominante en este núcleo. Es una vivienda que se distribuye en dos plantas, situándose en la baja el zaguán de acceso, dos cubículos para aperos y, al fondo, las cuadras. Desde este zaguán parte una escalera hacia la planta primera donde se encuentran las alcobas y el espacio de la cocina, a la que se abre la boca del horno, cubierto por la gran campana de la chimenea. Sobre esta planta está la cámara bajo cubierta formada por estructura de palos, barro y pizarra. Solamente cuatro huecos, la puerta de entrada y tres pequeñas ventanas, todas con grandes dinteles, se abren a las fachadas».

Un día en Umbralejo

Gracias al Programa referido, y a que de nuevo se ha reinstaurado lo que parecía iba a desaparecer, Umbralejo ha resurgido, y hoy constituye una sorpresa para quien a él llega, pues se encuentra con una arquitectura serrana y una estructura urbanística original, todo ello basado en los materiales auténticos, reutilizados. Tan sólo ha cambiado la técnica de construcción que, aunque se intentó imitar en todo, ha pretendido ser más funcional y duradera.

Mientras que antiguamente la gente levantaba con sus propias manos (y las de sus vecinos) los muros de lo que después sería su casa, extraían el material (en este caso, el gneis y la pizarra) de los alrededores y lo transportaban en burros, carros y carretas, clasificaban las piedras según sus características (planas para el tejado, las más compactas para las esquinas de los muros, los trozos pequeños para rellenar huecos…), y lo mismo hacían con la madera para las vigas, para las que no servía cualquier tronco, hoy se ha hecho todo con elementos más sofisticados, pero el resultado es un armonioso conjunto de casas de muros y tejados pizarrosos, ventanas y puertas de madera, chimeneas humeantes, jardines llenos de flores, callejuelas estrechas y sombrías recubiertas de musgo… Tan sólo rompe esta uniformidad la antigua iglesia del pueblo, que como nos dicen Nieto y Alegre, está totalmente derruida y sin posibilidad de reconstrucción, por el momento, pues es propiedad todavía de un particular.

Los colegiales y asistentes a los cursos del MEC. se alojan en dos de las casas del pueblo (las que llaman la «grande» y la «pequeña»), ambas resultado de haber unido varias de las antiguas. Además se han modificado las estancias para amoldarse a los distintos usos: talleres, salón social, médico, biblioteca, comedor, museo… que este tipo de actividad comunitaria y educativa requiere. Así encontramos, al llegar después de un largo viaje por estrechas y empinadas carreteras, a Umbralejo acogedor, rústico y tradicional. Un encanto de espacio serrano que no se borrará fácilmente de nuestro recuerdo.

Además de lo descrito, el entorno en que asienta Umbralejo es de lo más espectacular que pueda imaginarse: desde cualquier rincón del pueblo es posible observar el pico Ocejón, el símbolo natural de estas tierras, que asoma orondo y alerta sobre los robledales del entorno, rojizos en otoño e invierno, verdes oscuros en la primavera y el verano. De los chavales que alguna vez han acudido a estos encuentros, a estas semanas que parecen largas al principio, y luego son un soplo cuando acaban, hemos oído impresiones, siempre favorables y gratificantes. Qué gran idea fue convertir a Umbralejo en esta «Aula de la Naturaleza» que hoy es un auténtico orgullo para la provincia de Guadalajara. Ello viene a demostrar que nuestra tierra, aunque se haya quedado vacía de gentes en la parte de su Sierra Norte, mantiene el espíritu creativo y vivificante que tuvo desde sus orígenes, allá cuando la creación del mundo, en aquella noche en que Dios no veía, y a tientas hizo «los pueblos negros, los pueblos del Dios de noche».