El Quijote en la Alcarria

viernes, 12 febrero 1999 0 Por Herrera Casado

 

En estos días, una noticia de prensa nos trae a la memoria de nuevo al Quijote. A ese personaje loco y sabio, generoso y derrotado siempre que es [en la ficción más alta, la que parece verdadera] la universal referencia del altruismo y la bondad. Y nos lo trae hasta Guadalajara, por dos razones.

La primera, por meditar de nuevo sobre la relación de don alonso Quijano con la Alcarria, con la Serranía del Alto Tajo, con los escritores alcarreños de su época. La segunda, porque en estos días se produce una noticia que creo, modestamente, que es histórica: por primera vez se edita en Guadalajara un Quijote. La obra literaria que ha sido, después de la Biblia, la más traducida de la historia, y la que mayor número de ediciones ha alcanzado. Desde la China hasta los esquimales, pasando por estes y oestes, cultos o incultos, el Quijote de la Mancha ha recibido los honores de ser leído y conocido por miles de millones de personas. Ese libro no se había editado, hasta ahora, en Guadalajara.

El Quijote atravesando Guadalajara.

Hace ahora cuatro años, con motivo del Congreso Internacional sobre la «Ruta de Don Quijote» que se celebró en Ciudad Real, se presentó un trabajo que reivindicaba el paso (siempre imaginario, no lo olvidemos) de don Quijote y Sancho por la Serranía del Alto Tajo y el Señorío de Molina, en su viaje desde la Mancha albacetense (Villarrobledo, La Roda) hacia el valle del Ebro y luego Barcelona. Para quien quiera recordar entero el interesante tema, le recomiendo leer el Semanario Nueva Alcarria de 24 de febrero de 1995, en cuya página 39 aparecía un amplio estudio documentado sobre este asunto.

Miguel de Cervantes conocía sobradamente la zona. Una hija suya había casado con el encargado de una ferrería en el Alto Tajo, y en algunas ocasiones debió acercarse por aquellos paisajes. Conocía también los paisajes de Guadalajara. Nacido en Alcalá, algunos familiares suyos vivieron en Guadalajara, y el valle del Henares era (entonces más que ahora) un hogar común de gentes e ideas.

En el Quijote se menciona por tres veces al río Henares. Cuando se hace la rebusca y quema de la librería de don Alonso, sale a relucir el libro Ninfas y Pastores de Henares que poco antes había escrito el estudiante de Salamanca Bernardo González de Bobadilla. Aunque Cervantes lo leyera con gusto, no se salvó de la quema. Se menciona en los capítulos 6 y 9 de la primera parte. Y luego en el 44 de la segunda, en unos versos que recita Altisidora, se dice de Dulcinea que «por esto será famosa desde Henares a Jarama, desde el Tajo a Manzanares». Para el Quijote, pues, el Henares no es un lugar escondido y lejano, sino algo próximo y que quiere.

La voz de los ríos se deja oír en el Quijote especialmente de la mano del Tajo. Para este río, el más largo de la península, Cervantes dedica en el Quijote seis referencias, siempre poéticas y admirativas. El Tajo es, conviene recordarlo, un río plenamente castellano (más extremeño y portugués, por supuesto), pero nunca un río manchego. Y cuando el Quijote dedica al gran río frases que le definen como «padre Tajo» (I, cap. 14), «el siempre rico y dorado Tajo» (I, cap. 18), «el Tajo amado» (II, Cap. 8) y redobla su admiración ante «el dorado Tajo» en los capítulos 23 y 48 de la segunda parte, no cabe duda que le considera un lugar hermoso, y que le es querido, entrañablemente conocido y recordado. Entre Cuenca y Guadalajara, y luego por Toledo, el Tajo se hace emisario de la grandeza de unos paisajes que el Quijote admira.

También menciona un par de veces al río Jarama. Una ya la hemos visto, en el verso de Altisidora, y otra cuando el propio don Quijote dice que para toros bravos, los que se crían en las riberas del Jarama… (Capítulo 48 de la segunda parte).

La ciudad de Guadalajara aparece mencionada en el gran libro universal un par de veces. Una, porque el Cautivo de los capítulos centrales, (que no es otro que el propio Cervantes narrando su azarosa vida de militar en Lepanto y prisionero en Argel) dice haber servido como alférez «de un famoso capitán de Guadalajara, llamado Diego de Urbina», (capítulo 39 de la primera parte), al cual sirvió en las pomposas guerras de Italia, donde más jugó y bebió que mató enemigos. Luego, en el capítulo 48 de la segunda parte, Cervantes pone en boca de Doña Rodríguez una historia en la que aparece la Puerta de Guadalajara, lugar de los más concurridos (por haraganes y desocupados) de la calle Mayor de Madrid.

También de autores alcarreños se ocupa Cervantes en el Quijote. Aparece referida (y salvada, que no es poco) la obra del cortesano mendocino Luís Gálvez de Montalvo «El Pastor de Filida» de quien como todos saben, dijo el Cura de la aldea que «no es ese pastor, sino muy discreto cortesano; guárdesele como joya preciosa». De la vida de Gálvez de Montalvo realizó una muy cumplida biografía y estudio de su obra ese gran escritor que fue José María Alonso Gamo, y hoy queda su recuerdo también en una calle de Guadalajara.

Por fin, reconocer que la fama de los Mendoza arriacenses fue tal que no pudo faltar una cita a ellos en el Quijote. En el capítulo 58 de la segunda parte, charlando amo y escudero sobre la irracionalidad de las supersticiones del vulgo, dice que «derrámasele al otro Mendoza la sal encima de la mesa, y derrámasele a él la melancolía por el corazón». Podía haber puesto cualquier nombre en ese punto. El de Mendoza era lo suficientemente conocido en todo el mundo para fijar la atención del lector.

El Quijote editado en Guadalajara

Aunque de nada puede hablarse con absoluta contundencia, me atrevo a afirmar, por las referencias que tengo, que nunca hasta ahora se había publicado y editado el Quijote de la Mancha en Guadalajara. Lo hace ahora de una forma singular, realmente atractiva y novedosa. El próximo lunes se presentará, en el Teatro Moderno de nuestra capital, «El Quijote entre todos», y que no es sino una edición formada por los 52 capítulos de la primera y más conocida parte de la obra cervantina, pero comentados todos y cada uno por otros tantos escritores y «famosos» castellano-manchegos. Añadido cada capítulo de una ilustración original, realizada ex-profeso para esta obra por otros 52 artistas de nuestra región. Una verdadera joya para los coleccionistas de quijotes, que hay tantos, y una nueva referencia de Guadalajara en el palmarés multisecular y universal de esta obra.

¿Los nombres? Lo mejor será ir a la presentación, y verlos allí a todos. Pero procurando que no se me olvide ninguno, por Guadalajara estarán escritores/as de la talla de José Antonio Suárez de Puga, Julie Sopetrán, María Antonia Velasco, Francisco García Marquina, Andrés Berlanga, Alfredo Villaverde, Isabel Cano y Pedro Aguilar, y artistas del prestigio de Raúl Santos, Rafael Pedrós, Amador Alvarez Calzón, César Gil Senovilla, Antonio Burgos, Sopetrán Domènech, Luís Gamo, Jesús Campoamor, y el fotógrafo Santiago Bernal, más una larga lista de las primeras figuras del arte actual en Castilla-La Mancha. Todo un espectáculo de arte y literatura alcarreña en torno al Quijote, que desde ahora, y con las razones que he dado, se irá haciendo, él mismo, un poquito más alcarreño, aunque nunca pueda llegar a denominarse, como muchos quisiéramos, don Quijote de la Alcarria. Don Alonso Quijano el Bueno es, no le quepa duda a nadie, del ancho mundo entero.