Sobrino, Santillana y el Alamín
Al terminar el año, uno no puede por menos de hacer recuento de las mejores y/o peores cosas que le han pasado. Malas, aparte de algún que otro dolor errático, nada me ha ocurrido. Buenas, muchas. Uno no puede quejarse, y por eso lanza las campanas al viento y hace algo que no debe hacerse nunca: alegrarse en público. Pero el mundo es un pañuelo, la vida son dos días, y a mí se me da un ardite lo que piensen los demás de mí. Por eso me declaro feliz, y prosigo.
Sobrino y los vándalos
Volvió Francisco Sobrino, uno de los artistas alcarreños que nunca se fue del todo, con una exposición a lo grande que le ha montado la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, a lo ancho y lo largo de la ciudad. Hace 23 años, en noviembre de 1975, el 20 de dicho mes para más exactitud, Paco Sobrino inauguraba en Guadalajara su primera exposición antológica. Fue todo un éxito de crítica y público, y, aparte de los acontecimientos vividos esos días, en esta ciudad no se habló de otra cosa que de las imaginaciones geometristas de nuestro paisano, que caló hondo y luego hemos estando siguiendo, por aquí y allá, entre los muros de su molino de Utande, o sobre la rotonda de la entrada a la ciudad desde la Autovía de Aragón. Y todos hemos coincidido siempre en calificar a Sobrino de «artista genial», de valeroso imaginador de espacios, de entusiasta creador de volúmenes, de aristas, de colores.
En la inauguración de la exposición, por las calles y plazas de Guadalajara, y en el seno del palacio del Infantado, mucho frío y muchos aplausos. Pocas noches después, los vándalos profesionales de Guadalajara le hicieron astillas una de sus composiciones geometristas a Paco Sobrino, se la quisieron quemar, y al fin tiraron los restos al pilón. No es crítica, es simplemente noticia. Hechos.
Incluso en un periódico local, se dio espacio hace unos días, a una carta (mínima, y redactada a trompicones) de un ciudadano que decía que eso ni es arte ni es nada, y que eso lo hace mejor cualquiera, por ejemplo: él. Que el arte de Sobrino no tiene gran valor. Es más: que tiene escaso valor. ¿Será por eso que el ministerio de Cultura de la República Francesa ha encargado a Paco Sobrino que realice una escultura geometrista-luminosa, móvil y gigantesca, para decorar en las noches junto al Sena la Biblioteca Nacional Francesa? ¿Será por eso que el Ministerio de Fomento le ha encargado realizar diversas obras a colocar en rotondas y puntos relevantes de la nueva carretera de Guadalajara a Cuenca? ¿Será por eso que toda Europa, en sus calles y plazas, tienen puestas esculturas de Paco Sobrino?
Un poco de seriedad. Un poco de respeto y un poco de dignidad: Paco Sobrino es una de las glorias artísticas de Guadalajara en lo que va de siglo. Junto a Regino Pradillo, a Fermín Santos, a Ortiz de Echagüe y a José de Creeft, la obra de Sobrino (que por cierto es el único vivo de todos los nombrados) marca un punto de inflexión en el arte de nuestra época. En punto a abstractos e ismos, la creatividad de Sobrino pone la marca y separa el antes y el después. Junto a Klee y otros avanzados, Sobrino revoluciona la perspectiva del mundo, de las formas y las luces.
Ahora, en esta fría prenavidad de Guadalajara, entre hielos y nieblas, con la magnanimidad de quien ama a su tierra, sabiendo que una exposición así no es para vender, como hacen la mayoría de los que exponen, sino para animar la ciudad y conferirle un aire de modernidad y lujo, las reacciones que surgen son esas: tirarle al pilón una de sus composiciones, o decirle que «no es verdadero arte» lo que viene haciendo con aplauso universal desde hace 50 años.
Señor Sobrino: gracias por haber empleado tanto tiempo, tanto cariño, y tanta genialidad a hacer las cosas que hace. Y más gracias aún, por habérnosla dejado ver a los alcarreños, a sus paisanos. La inmensa mayoría, están felices por ello.
Santillana y la Diputación
El día 11 de diciembre la Excma. Diputación Provincial de Guadalajara, a través de su Institución de Cultura «Marqués de Santillana», celebró acto público para rendir homenaje a Iñigo López de Mendoza, de quien se han cumplido este año los seis siglos de su nacimiento. Hubo conferencia medievalista a cargo del profesor Aguadé de la Universidad de Alcalá. Hubo palabras del presidente Francisco Tomey Gómez para presentar un cederrom conteniendo los textos de los 25 números hasta ahora publicados por dicha Institución en la Revista de Estudios «Wad-al-Hayara». Y hubo entrega de medallas a todos los autores que han escrito, en estos 25 años, algún trabajo o investigación en esta Revista. Una revista a la que quiero tanto, que no me concedo la venia de hablar bien de ella, porque me siento implicado un tanto en su trayectoria.
El Alamín otra vez
Y en este año que va acabando, lleno de realizaciones, de obras en la ciudad, de proyectos, de idas y venidas, de luces y discursos, una obra que avanza deprisa y que, a pesar de no ser de las más vistosas, es sin duda una de las más importantes del siglo. Que también, miren ustedes por donde, se va animando a acabar.
Me refiero a la limpieza y urbanización del barranco del Alamín, el que limita a la ciudad por el norte y el oriente, y que fue siempre el fin o el principio de ella, para cuantos llegaban de nuevos a esta Wad-al-Hayara a la que Mohamad al-Edrisi vio como «manantial de aguas vivas». Es una obra trascendental, porque limpia de malezas y malos olores a una zona que va a quedar englobada en el urbanismo de esa área. Y al mismo tiempo trata y consigue de integrar en esa nueva ciudad un perfil de ciudad antigua, venerable, monjil y mora a un tiempo.
Incluso el compromiso alcanzado entre el Excmo. Ayuntamiento de Guadalajara y la entidad Ibercaja para restaurar y recuperar para usos culturales el «Torreón del Alamín», más conocido como «la perrera», es también otro buen clarinetazo de ilusión que a Guadalajara le cae en estos días.
Tres solemnes gritos de alegría, a los que el ánimo de este cronista, de por sí optimista, se une y repica. Feliz Navidad y un Año Nuevo cuajado de alegrías y éxitos a todos mis lectores, os lo desea [Antonio Herrera]