Las razones del rey
Una nueva visión de las gentes que dieron nombres y silueta a la tierra de Guadalajara en siglos pasados, es lo que acaba de presentarnos GELCO, el hipermercado de Guadalajara, en forma de libro. Un libro que no tiene desperdicio. Porque lleva en su interior una obra de teatro, una historia, un tratado de moda, una elucubración sobre la arquitectura mágica y un granado recital de escritos que nos ofrecen la imagen de Felipe II y de Ana de Mendoza, la princesa de Éboli, en su más completa y diáfana visión.
El centenario de Felipe II
Precisamente en este año que se cumplen los cuatrocientos de que muriera el más grande (por extensión de sus dominios) rey de las Españas, se han multiplicado los actos y las palabras en su recuerdo. Desde la gigantesca exposición de El Escorial, en que se han visto reunidas piezas, retratos y huellas palpables del rubio monarca, hasta estudios concienzudos (el de Kamen podría ser paradigmático) y festivos.
Por Guadalajara pasó muchas veces el rey Felipe camino de sus asuntos, nacionales o internacionales. Aquí se casó, en 1569, con la princesa Isabel de Valois, «Isabel de la Paz» que llamaron por ser ese matrimonio prenda cuajada y ¿amorosa? de un tratado político entre España y Francia. Aquí vino Felipe, en varias ocasiones, a Lupiana, monasterio de la Orden preferida, la de los jerónimos, a consultar graves problemas de conciencia, y de Estado, con los sesudos rectores de la Orden. Y aquí puso su sabiduría administrativa al pedir que todos los pueblos escribieran, de mano de sus más ancianos y sabios pobladores, cuánto se conociera de cada uno de ellos, resultando esas «Relaciones Topográficas» que son hoy el venero más precioso de los historiadores y conocedores de nuestra tierra.
A Guadalajara le liga, también, la leyenda. A Pastrana más concretamente: en el palacio de la plaza grande, el que construyera doña Ana de la Cerda y siguiera habitándolo su nieta doña Ana de Mendoza, se suponen algunos momentos de amor, algunos suspiros del Rey. Dígalo Kate O’Brien, la irlandesa institutriz de José María de Areilza, que vino a España a educar al jovencísimo conde de Motrico, y terminó escribiendo la difícil psicología de «la tuerta» en Esa Dama, que por cierto ha sido reinterpretada, y con sencillez pareja a elegancia por Almudena de Arteaga, en su novela histórica sobre la susodicha «Princesa de Éboli».
El centenario de la muerte de Felipe II, por tanto, se ha celebrado (no todo lo intensamente que debiera) en Guadalajara. Al menos en el recuerdo de aquel 13 de septiembre de 1598 en que Felipe exhalara su último suspiro en las habitaciones severas de El Escorial. Y se ha celebrado, como digo, con la edición de un libro estupendo que recomiendo a todos mis lectores. Se titula «La Razones del Rey» y está escrito por ese polígrafo alcarreño que es Alfredo Villaverde Gil, que ha demostrado en tantas ocasiones que sabe pensar, que sabe componer, que sabe escribir… y que en esta ocasión ha rematado una magnífica pieza de arte dramático, pues no es otra cosa la obra: un drama en dos actos en el que la historia terrible de Ana de Mendoza y Antonio Pérez funde a dos seres en un amor imposible, y les arroja a una hoguera de pasiones e intereses que quizás ellos mismos atizaron previamente. La obra, que todavía no se ha representado pero seguro que en un futuro próximo podremos ver sobre la escena, es bella y está bien escrita.
El libro, editado por GELCO Hipermercado de Guadalajara, que con esta pieza inaugura una colección de libros que seguro ha de entregar saberes nuevos (por viejos) sobre la provincia de Guadalajara, se completa con una serie de estudios que centran las figuras de Felipe II y la Princesa de Éboli, en una Guadalajara y en una España muy precisas: las de la segunda mitad del siglo XVI.
Hay un inicial estudio de quien esto firma, sobre la biografía de Ana de Mendoza, sobre la Pastrana del siglo XVI y sobre otras consideraciones históricas, que otros deberán juzgar. Hay a continuación un extraordinario y amplio estudio de Alfredo García Huetos sobre la Literatura y la Espiritualidad, conjuntadas muchas veces, del siglo XVI español y de Guadalajara en particular; sigue después un trabajo del arquitecto mágico Julio Magán sobre la rara arquitectura de corte salomónico de El Escorial, con implicaciones esotéricas de su arquitecto y su rey oferente. Llega luego el estudio de Sylvia Laysser sobre la moda en la época del rey prudente, con valoraciones e incluso propuestas de utilización de las formas de vestir de entonces. Y es, para terminar este complemento de estudios, y como inicio de la obra teatral que centra el libro, un escrito del propio Villaverde lo que termina de centrar al lector en la clave de toda la obra.
Guadalajara por Felipe II
Aunque sólo fuera por este libro de la Colección Gelco Letras, ya tiene Guadalajara rendido su homenaje particular a la memoria de Felipe II. Los centenarios son, quizás, sólo útiles para eso, para recordar que hubo un tiempo pasado, y real, cuajado de firmes posturas y apasionantes aventuras vitales. Si el Ayuntamiento de Guadalajara nos ofreció esta primavera el homenaje cálido de la ciudad a la memoria de los seiscientos años del nacimiento del Marqués de Santillana, en este otoño que se adentra por los bosques es Gelco quien nos invita a recordar la presencia de un rey magnífico y atormentado por los lares alcarreños de Pastrana y Guadalajara, de Lupiana y Valfermoso. Un rey que sirvió para concretar más la esencia de esta tierra, fundamentada en las razones (oscuras a veces, nunca desveladas) de un rey, y de una princesa…