Memoria de Goyeneche en Illana
Entre los personajes que podemos decir incidieron de forma positiva en la historia de Illana, se cuenta de forma notoria a don Juan de Goyeneche, quien a comienzos del siglo XVIII impulsó de tal modo la vida económica y social de esta villa, que debe sin falta estar en los anales de la misma, entre la nómina de sus personajes ilustres.
Quien fue Goyeneche
El linaje de Goyeneche procede del valle de Baztán, en la Navarra pirenaica, donde tuvieron varias casas en su origen. Juan de Goyeneche nació en 1656 en el barrio de Ordoqui, próximo a Arizcun, en el Baztán navarro. Era el menor de seis hermanos, por lo que como «segundón» (más bien como sexendón) sus padres le mandaron a Madrid, a que estudiara. En 1670 llegó a la capital de España, estudiando Humanidades en el Colegio Imperial de los Jesuitas.
Casó en 1689 a los 33 de su edad. Celebró la boda en su casa de la calle del Arenal. Su mujer era María Francisca de Balanza, hija de Martín de Balanza, noble navarro natural de Aoiz. De los varios hijos habidos solo sobrevivieron Francisco Javier, futuro marqués de Belzunce; Francisco Miguel, que heredó este mismo título tras la temprana muerte de su hermano, y Juana María. El segundo, Francisco Miguel, añadió el título de Conde de Saceda por otorgamiento por Felipe V en 1743.
Por su formación madrileña y herencia de familia, Goyeneche fue un hombre muy culto, un gran humanista y erudito. Le gustaba comprar, coleccionar y leer libros. Él mismo fue escritor. Su único gran libro, publicado en 1685, es la Executoria de la Nobleza, Antigüedad, y Blasones del Valle de Baztán, que es un «auto de fe de su navarrería baztanesa» más que un libro de erudición. Además escribió una breve biografía de don Antonio de Solís y Rivadeneyra, apoyando la edición y poniendo prólogo de las Varias poesías sagradas y profanas del mismo Solís. Y siendo editor, finalmente, en 1688, de la Mística ciudad de Dios de Sor María de Jesús de Ágreda. Todo ello da muestras evidentes de su preocupación intelectual y literaria, de la que el mismo padre Benito Feijóo afirma que «su casa… es noble Academia donde concursan los más escogidos Ingenieros…» añadiendo que «las Ciencias le reconocen como Protector, y las Artes como Promotor».
Además puede calificársele de devoto cristiano, y más aún, de entusiasta «pro-jesuita», cosa que luego, en el siglo XVIII, se pondría bastante menos de moda. Su formación en el Colegio Imperial, y su trato frecuente con ilustrados religiosos, le hizo crecer en su apoyo a los Jesuitas, a la par con su devoción por San Francisco Javier, lo cual se puede leer como clave de muchas de sus actuaciones: en su testamento pedía ser enterrado en la iglesia de San Francisco Javier del Nuevo Baztán, o en la iglesia del Colegio de la Compañía de Jesús de Almonacid de Zorita, por él fundado.
La actividad de Goyeneche durante su vida en Madrid (que fue donde pasó toda su vida) es realmente impresionante. Él sirve de aglutinante a un amplio foro de empresarios e ilustrados navarros que viven en la Corte. Se hacían denominar como «protectores de la restauración de la abundancia de España» y trataron por todos los medios de dotar al país de fuentes de riqueza propias, aumentando la producción nacional y disminuyendo las importaciones.
Entre los cargos meramente cortesanos, aunque a su vez administrativos y económicos, Goyeneche fue Tesorero General de las Milicias, hasta 1710. Además fue Tesorero de doña Mariana de Neoburgo, por nombramiento de Carlos II. A partir de la muerte de este, y la subsiguiente Guerra de sucesión, Goyeneche fue siempre partidario del partido francés, por lo que una vez Felipe V en el trono alcanzó los cargos de Tesorero de las reinas María Luisa e Isabel de Farnesio, ambas esposas del primer Borbón. Este cargo se lo pasó a su hijo Francisco Javier en 1724.
La actividad empresarial de don Juan de Goyeneche, en una época de crisis y depresión, causa hoy asombro. Empezó con poco: en 1697 adquirió el periódico «La Gazeta de Madrid», fabricando en sus molinos del Tajuña hasta el papel del rotativo. De ese inicial «poder de información» le vinieron enseguida otros. Suministrador de materiales para el Ejército y la Armada, cortaba grandes árboles en el Pirineo para hacer mástiles de barco, bajándolos en grandes almadías hasta el Mediterráneo. Creó fábricas de brea y alquitrán en los montes de Tortosa. Promocionó y pagó buena parte de la carretera de Madrid a Valencia, porque intuía que la base del crecimiento económico eran las buenas comunicaciones.
Industrias y tenerías
Después llegaron las industrias. Se inició todo con la creación, en un lugar inhóspito, sobre la meseta de la Alcarria Baja, cerca de Alcalá y del Tajuña, de un pueblo entero: el Nuevo Baztán. El conjunto estaba inspirado en las propuestas de Colbert. Un auténtico ejemplo de urbanismo racionalista. Se trataba del asentamiento de una nueva y numerosa población, agrupando en una serie de edificios «de cal y canto» con vocación industrial, con amplio y limpio trazado urbano, los servicios de una ciudad pequeña y modélica.
En Nuevo Baztán el elemento principal es el palacio del dueño. A su extremo izquierdo se levanta la iglesia, y en el conjunto urbano se construyen viviendas, talleres de todo tipo, almacenes, hornos, pósito, escuela, mesón, bodegas, un jardín, etc., con un planteamiento de cuadrículas y calles perpendiculares, con una visión muy armoniosa. Delante del palacio, una gran plaza y detrás otra, rodeada de casas de oficios, de talleres de artesanos, con función de plaza pública y de plaza de toros.
Este conjunto, que fue diseñado en su conjunto y en sus detalles por el arquitecto José de Churriguera, lo completó Goyeneche con un nuevo trazado de la carretera de Madrid a Nuevo Baztán, construyendo algunos puentes sobre el Tajuña, añadiendo una fábrica de papel en el batán de Vella-Escusa, una ermita cerca, un gran bosque de nueva planta con encinas y robles para la caza, etc.
Las fábricas y el palacio de Illana
Después de tener en marcha Nuevo Baztán, Goyeneche se propuso elevar el nivel de vida de la comarca en su torno. Ahí entre en juego Illana. Porque por un Decreto de 23 de octubre de 1718 estableció en La Olmeda de la Cebolla y en Illana sendas «fábricas de paños, antes, gamuzas, sombreros y otros géneros…», productos todos ellos que antes se traían de fuera de España. Si en el Nuevo Baztán colocó fábrica de aguardientes, de gamuzas, de antes y sombreros, tenerías… para hacer «texidos de sedas, pañuelos, colonias y cintas…» llegó a instalar una fábrica de cristales finos, y de vasos, trayendo oficiales de Francia y los Países Bajos, en otros pueblos del entorno añadió otras pequeñas fábricas de lo mismo: concretamente en Almonacid de Zorita y en Chinchón, con molinos y tenerías en las riberas del Tajo y del Tajuña.
Además de esa labor verdaderamente ilustrada y benéfica, industrial y poblacional, Juan de Goyeneche levantó, desde el punto de vista personal y familiar, diversos palacios. Es en 1713 cuando encarga a Churriguera el Nuevo Baztán (el pueblo, el palacio, la iglesia…) e inicia la construcción de sus palacios en Illana, Saceda de Trasierra y Almonacid de Zorita, todos ellos actualmente conservados en mejor o peor estado. Concretamente el de Illana, con un diseño sobrio de fachada, cuyas líneas maestras daría sin duda José de Churriguera, está hoy muy maltratado. Solo queda de él (en tiempos estuvo dedicado a Cuartel de la Guardia Civil) la fachada y el hermoso escudo que la remata.
La mejor «casa grande y principal» la levantó en la calle de Alcalá, en Madrid, también con planos de José y Matías Churriguera, que la levantaron entre 1724 y 1729. Ya era mayor don Juan Goyeneche cuando se terminó este suntuoso palacio madrileño, por lo que no llegó a habitarlo, dejándolo en alquiler para el Estanco de Tabacos en 1732.
Juan de Goyeneche murió en 1735, en su palacio del Nuevo Baztán, tras hacer testamento en 1733. Su mujer había muerto antes, en 1728. Todos cuantos han estudiado la figura de este prócer navarro han coincidido en alabarle por sus virtudes, inteligencia y voluntad decidida. Como un ejemplo final, he aquí la frase que le dedica W. Callahan en su magnífico trabajo Don Juan de Goyeneche publicado en «The Business History Review», XLIII, nº 2 (1969) que nos dice que «no puede dudarse de que [Goyeneche] aceptó con sinceridad el punto de vista sostenido por muchos economistas españoles de su tiempo de que la nobleza estaba obligada, más que cualquier otra clase, a contribuir al progreso económico de la nación». Goyeneche fue precisamente uno de los que mejor entendió esta obligación moral, y la vino a poner en práctica precisamente en la Alcarria, y más concretamente, aunque de forma tangencial, en Illana. Es por ello que Illana debe reconocer en Goyeneche a uno de los más ilustres personajes de su historia.