La iglesia parroquial de Yunquera
Otro elemento patrimonial de la Campiña que acaba de ser rescatado para la admiración de los entusiastas del arte y la arquitectura de pasadas épocas, es la iglesia parroquial de San Pedro, en Yunquera de Henares. Después de varios años de obras, de entusiasmo colectivo, de dádivas comunes y de paciencia, más el buen criterio de los profesionales que han llevado adelante esta restauración, se ha conseguido rescatar una antigua arquitectura, desvelar su escondida belleza, y realzar de forma magnífica lo que ya se sabía, aunque desde hacía poco, que era otro de los grandes elementos monumentales diseñados por Alonso de Covarrubias en tierra de Guadalajara. Añadida a su corta pero elocuente lista de obras geniales en nuestra tierra (recordar la Sacristía de las Cabezas en la Catedral de Sigüenza; la iglesia de la Piedad en Guadalajara con su portada; el claustro del monasterio jerónimo de Lupiana) esta iglesia parroquial de Yunquera de Henares aumenta, completa y avalora el catálogo de las maravillas covarrubiescas entre nosotros.
Un templo de calidad
Yunquera tuvo, desde la Edad Media, un amplio templo que sufrió reformas, aumentos y embellecimientos sucesivos. De su iglesia de estilo gótico sólo nos ha llegado su torre con detalles del arte hispano-flamenco y muchos detalles platerescos, que nos la fechan, según Llaguno, entre 1520 y 1539. Según también este autor, sería en la segunda mitad del siglo XVI, concretamente en 1559, a 10 días del mes de agosto, cuando el Concejo de la villa reunido «a campana tañida» decidió ponerse en tratos con el maestro constructor Nicolás de Ribero, a la sazón vecino de Alcalá de Henares, para que fuera diseñando las trazas de un nuevo y mayor templo acorde con el mayor número de habitantes y más alta riqueza de los mismos. Poco antes, el arzobispo toledano Carranza, señor espiritual del Valle del Henares, había decidido que fuera este artista quien se encargara de esta nueva obra.
El propio Llaguno añade, como sin darle importancia, un dato que para nosotros es crucial: que las trazas las hiciera Ribero con la aprobación del arquitecto mayor del arzobispado, a la sazón Alonso de Covarrubias. Este debería, además, vigilar y dar el visto bueno al emplazamiento y a las zanjas de los cimientos. Esto ya nos está diciendo claramente que (puesto que Nicolás de Ribero era simplemente un maestro de obras), Alonso de Covarrubias fue realmente el arquitecto y diseñador del templo yunquerano. Abundando en esta idea, llega la noticia que aporta el investigador actual Muñoz Jiménez, que ha encontrado una carta de obligación de otro de los maestros de obras que intervinieron en la realización de este templo, Pedro de Medina Medinilla, en el sentido de que, en 1561, se compromete a construir la nave nueva de las Animas de dicha iglesia, «siguiendo las trazas dadas por Alonso de Covarrubias»; este dato le hace suponer a Muñoz Jiménez que el encargo inicial hecho por el Concejo a Ribero en 1559 era simplemente el de levantar las otras dos naves (la central y la de Nuestra Señora o del Evangelio), pero también con trazas dadas previamente por el genial arquitecto toledano. Estos datos nos permiten concluir, con bastante lógica, que sería Covarrubias quien diera, en 1559, un único y conjuntado proyecto para levantar la iglesia parroquial de Yunquera de Henares, y que a partir de ese momento serían las cuadrillas de dos excelentes maestros de obras montañeses, Nicolás de Ribero y Pedro de Medina Medinilla, quienes se encargaran de la realización material del proyecto.
Una estructura señorial
Covarrubias ofrece en este templo campiñero un excelente ejemplo de iglesia de salón o columnaria.
El gran historiador del arte barroco español, Schubert, ya señaló que en el templo de Yunquera, con sus tres naves de igual altura y separadas por cuatro columnas toscanas a cada lado, se ofrecía un ejemplo muy elocuente de la gran aceptación que el tipo de las iglesias vascas del tipo de salón habrían tenido fuera de la zona norteña. Hay que tener en cuenta, además, que el propio Alonso de Covarrubias había utilizado con alguna frecuencia este tipo de plantas y alzados para sus iglesias parroquiales. Entre ellas, la que entre 1532 y 1534 trazó para la parroquial de Yepes; y la iglesia de Madridejos, de 1536, que parece una evolución natural de la anterior. Esta apreciación se puede completar contemplando la iglesia de la Magdalena de Getafe, obra del toledano en 1548, y de la que sólo llegó a levantarse la capilla mayor y el crucero.
La parroquia de Yunquera es un magnífico ejemplo de iglesia columnaria, de amplitud colosal, elegante, aunque ya algo manierista por lo austero de su ornamentación, y de la que no hemos llegado a conocer la solución que para su cabecera habría proyectado Covarrubias, pues esta cabecera, que perdió su retablo y hoy sólo ofrece sobre el muro liso un gran lienzo de San Pedro, sólo muestra el cierre del presbiterio mediante una bóveda de cañón y un muro final liso.
Una visita obligada
El viajero que llega a Yunquera, y que desde su lejana perspectiva ofrece siempre como un dedo alzado la torre limpia con su chapitel grisáceo, llegará hasta el templo de San Pedro tras recorrer las estrechas callejas del cogollo de la villa antigua. Se asombrará de ver, ya de cerca, la altísima aguja pétrea de esa torre en la que adornan sus muros varios ventanales de cobijos platerescos, en los que grutescos, escudos mendocinos y filigranas de cardinas se alternan para darla viveza y hermosura. Abajo, a nivel de calle, dos portadas permiten el acceso al recinto. Al sur, la más habitual, dorada y soleada. Al norte, sobre una plazuela en cuesta, la fría y esquemática portada. En ambos casos, líneas sobrias, renacentistas puras, sin apenas adornos ni concesiones.
El interior, hoy después de su perfecta restauración, asombrará al viajero por su amplitud, su claridad, su elegancia. Tres naves de similar altura, cubiertas por techumbres planas de madera, son el remate de sus pilares cilíndricos acabados en simples capiteles toscanos, casi molduras sin más, de cuyos planos remates surgen los elegantes arcos semicirculares que dan sustento a la techumbre. A los pies, un alto coro y en la cabecera, el crucero escoltado por los pilares semicilíndricos adosados a otros más recios que sirven de contención a la gran cúpula central, hemisférica, en cuyas pechinas lucen pinturas de evangelistas, mientras que se ven, muy pequeños, tallados en piedra, sendos escudos del linaje Mendoza bajo los frisos que recorren el crucero. Señal evidente del señorío que sobre Yunquera ejercieron, durante siglos, los Mendoza en su rama de señores de la villa.
Blancura, luminosidad y elegancia. Eso es lo que el visitante del templo yunquerano se va a llevar como recuerdo de su visita. Para quien, además, guste de contemplar y valorar arquitecturas puras y sabias, antiguas y fuertes, este lugar será revelador, inolvidable. Una gran restauración para un templo que entra ya, con fuerza propia, en los catálogos del mejor patrimonio artístico de Guadalajara.