Establés y su castillo de la mala sombra
Guadalajara es, -muchos la han señalado con ese mote- «la provincia de los castillos». Quizás la más castillera de toda Castilla. La tierra que vio alzarse, en cada cota, en cada otero, una fortaleza, una torre de vigía. La que más cantidad de atalayas y alcázares conserva de la época medieval, de cuando los moros dominaban estos horizontes, y de después, de los castellanos señores, de las guerras sin razón (¿hay alguna guerra con ella?) y de las algaras festivas.
Hace pocas fechas me enteré de lo que le acaba de pasar a uno de nuestros más queridos castillos molineses. Al de Establés. Al que fui en días de nieve densa y en jornadas de brillante mayo. Al que salió en venta hace 25 años y se lo quedó un arquitecto aragonés, de origen italiano, que enseguida empezó a restaurarlo y enseguida se le quitaron del alma las ganas o del bolsillo los dineros para hacerlo. El caso es que muchos años ha permanecido Establés, alto y garboso, sobre el caserío, cerrada su puerta, invisible y lejano. Hasta que hace unas semanas apareció en «El Heraldo de Aragón» la noticia de su venta. Una vecina de Alcañiz, que prefiere mantenerse en el anonimato, se ha visto sorprendida por una herencia no esperada. Al morir el antiguo propietario, la ha legado este castillo que a ella la pilla lejos, no sólo en kilometraje, sino en querencias. No sabe ni dónde está Establés. Y ha decidido ponerlo a la venta. Ha dejado que se ocupe de ello una Agencia Inmobiliaria de su pueblo, Fincas Alcañiz se denomina la empresa que se encarga de esta gestión.
Al parecer, ya se han interesado por él algunos particulares (concretamente un señor francés, y otro alemán, han ido a verlo) y también el Ministerio de Cultura, incluso el mismo Ayuntamiento de Establés ha preguntado el precio. Este es «muy razonable» según dicen. No hemos conseguido encontrar el volumen de esta razón, pero en cualquier caso, ya vemos que la vieja historia se va a repetir: el patrimonio histórico-artístico español pregonado en anuncios de inmobiliaria. «Se vende castillo medieval en el corazón de España». Y al final, probablemente, se lo llevará algún extranjero. Aquí interesa más el fútbol, arrasan los grupos de rock y preocupa la elaboración de listas. Los castillos están siempre muy lejos, apenas pasan votantes por delante de ellos.
Donde está Establés
Se sitúa esta villa en un estrecho valle que riega pequeño arroyo surgido desde las alturas del pico Aragoncillo, y que va a dar al río Mesa, entre arboledas densas, algunos campos de cereal, antiguos sabinares y páramos pedregosos. Su importancia estratégica, situada en un camino natural que asciende desde Aragón, a través del río Mesa, hacia el centro del Señorío de Molina, hizo que ya en los comienzos de la repoblación del territorio, hacia el siglo XII en su primera mitad, se colocara en la parte más alta del valle un torreón de vigía, y a sus pies el pueblo, entonces humilde, que progresivamente fue creciendo en habitantes y valor. Ese torreón era una de las primitivas fortalezas defensivas del independiente señorío (primero los Lara y luego los monarcas castellanos). En 1432, D. Álvaro de Luna, como canciller del rey Juan II, ordenó que el castillo de Establés fuera reparado.
En ese mismo siglo XV, cambió bruscamente el destino histórico del pueblo, al ser violentamente conquistado por Gastón de la Cerda, conde de Medinaceli, en cuya casa y territorio quedó incluido este lugar y otros cercanos. El Común de Villa y Tierra de Molina solicitó repetidas veces de sus señores, los Reyes Católicos, que les fuera devuelto el lugar y castillo de Establés. Siendo su alcaide, por los Medinaceli, don Pedro de Zurita, este se negó a obedecer las órdenes reales, y los monarcas se vieron obligados a utilizar la fuerza enviando como alcalde ejecutivo a Diego de Riaño. El 1841, y tras ciertas escaramuzas guerreras entre las gentes del Común de Molina, capitaneadas por su Regidor don Luís Fernández de Alcocer, y el entonces alcaide Sancho Díaz de Zurita, Establés pasó de nuevo a ser del Común molinés, donde prosiguió durante siglos.
Y cómo es él
Destaca sobre su caserío el castillo medieval, que fue construido, tal cual hoy se ve, por orden de su señor el conde de Medinaceli, en 1450. Fue encargado de la erección de la fortaleza un tal Gabriel de Ureña, que utilizó su crueldad para conseguir baratos los materiales (piedras, vigas, etc.) y de ahí que el recuerdo de sus malos modos quedara desde entonces grabado en los naturales del pueblo, que estos todavía denominan «castillo de la mala sombra» al que preside la silueta de su pueblo. Es fortificación típica de su época, constando de fuertes muros que establecen una planta cuadrada, rematando sus esquinas con cubos semicirculares, siendo el torreón de su punto sur el más fuerte de ellos, cuadrangular, supremo. La entrada, escoltada, de torre y garitón, la tiene al nordeste. El interior está vacío, abandonado de todos, tocado de esa varita mágica que la muerte cercana presume de llevar entre sus dedos. La muerte, la de este edificio, que quizá evite alguien pronto con el toque de amor que supone una mirada. La nuestra la tuvo, cuando hacía sol y el trigo estaba alto. Y hoy seguro que la va a recuperar, y no gracias al Ministerio de Cultura, seguro, que sólo la ve en los Museos de Madrid, en los Conciertos de Madrid, en los libros de Lunwerg y en la tilde de la ñ fuera de España. Establés, en lo profundo y alto del Señorío de Molina, está demasiado lejos.