Con el mondejano Antonio de Mendoza por tierras de La Mancha
Por tierras del Quijote, cruzando los llanos cuajados de rojizas viñas, llega el viajero hasta Socuéllamos, uno de esos grandes pueblotes manchegos de la provincia de Ciudad Real, donde La Mancha se yergue plena y justa, y es recibido con los honores que no merece pero que agradece.
Durante el pasado fin de semana, y a lo largo de cuatro densos días, se ha celebrado en Socuéllamos el Quinto Centenario del Nacimiento de Antonio de Mendoza, y a la celebración, bien estructurada, han sumado los organizadores a gentes que ellos pensaban que tenían algo qué decir en el evento: así han llamado a la Casa de Guadalajara en Madrid, al Ayuntamiento de Mondéjar, a los de Estremera y Granada, y sin saber muy bien por qué, me han llamado a mí. Por eso fue que el pasado sábado, día 26 de octubre, viajé hasta ese lugar de la Mancha para dictar una conferencia titulada «Los orígenes alcarreños del Virrey don Antonio de Mendoza», que fue seguida por bastantes socuellaminos, con su alcalde al frente, en el Centro Cultural «Carmen Arias».
La celebración ha sido multitudinaria. Profesores de diversas universidades españolas han dictado otras conferencias; el cronista de la villa de Socuéllamos y prestigioso investigador también ha hablado del más excelso de los Mendoza manchegos, de don Francisco de Mendoza, comendador de la Torre de Vegezate; se ha inaugurado y ofrecido una gran exposición con datos de la villa y sobre todo de los Mendoza, en la que pude admirar documentos y grabados mendocinos que jamás hubiera imaginado que existiesen. Quizás el más multitudinario acto fue la visita guiada a la Casa de los Lodares, realmente la Casa-Encomienda que construyó y habitó largas temporadas don Antonio de Mendoza, virrey de México, en Socuéllamos, y que se conserva en magníficas condiciones. Durante muchos años cerrada a todos los ojos, incluso a los de los paisanos manchegos, y en estos días abierta y expuesta a cientos, a miles de curiosos que por ella han paseado su admiración.
Antonio de Mendoza, el Virrey alcarreño
La conexión de los alcarreños en este Centenario del Virrey Antonio de Mendoza debe ser obligadamente expuesta al inicio de estas líneas. El cronista de Socuéllamos, Francisco Javier Escudero Buendía, en sus investigaciones meticulosas por archivos de lo más variado, ha encontrado la fehaciente prueba (que he tenido en mis manos, y que sin duda certifica el aserto) de que Antonio de Mendoza nació en Mondéjar. Un abultado dosier documental, con pruebas de nobleza y limpieza de sangre en voluminoso legajo, que este investigador publicará en breve (y esperamos que lo haga en la Revista «Wad-al-Hayara» de estudios de Guadalajara, pues el tema lo merece) así lo demuestra con claridad. No estoy autorizado ni procede que aquí desvele más datos en torno a este tema. Solamente referir el contento que tanto los mondejanos como todos los alcarreños podemos tener al confirmar, documentalmente (con papeles en la mano, que es la única forma de demostrar en historia cualquier tesis) que ese gran personaje de la historia de España en América, don Antonio de Mendoza y Pacheco, primer Virrey de la Nueva España (México) y Perú, fue natural de Mondéjar.
Hasta este momento, a don Antonio se le había dado como nacido quizás en Granada (donde su padre era Capitán General y alcaide de la fortaleza de la Alhambra); quizás en Socuéllamos, de donde fue comendador su padre, él mismo, su hijo y otros descendientes, y donde queda aún el palacio o Casa-Encomienda que habitó largos años; quizás, incluso, en Guadalajara, según alguna vez yo mismo elucubré, dado que sus padres habitaron también nuestra ciudad. Ya no hay duda: nació en Mondéjar (hacia 1496 o poco antes), y con ello el pueblo alcarreño acoge en su nómina de personajes propios a este genial individuo del que en ocasiones futuras haremos cumplida referencia y ahora nos baste decir que tras una intensa vida de movimientos políticos, militares y organizativos, a punto estuvo de ser Rey de México, y fundador de una nueva dinastía de monarcas en América, la de los Mendoza.
Orígenes alcarreños del Virrey Mendoza
En la saga de los principales Mendoza aparece la estrella del Virrey don Antonio. Entre los hijos que el marqués de Santillana procrea, aparece con fuerza el segundo de ellos, también llamado como su padre Iñigo López de Mendoza. Fue primer conde de Tendilla y ejerció de militar y diplomático en la corte de Enrique IV. De él nació un primogénito, un nuevo Iñigo López de Mendoza, segundo conde de Tendilla y primer marqués de Mondéjar. Calificado unánimemente por los historiadores como «el gran Tendilla», su viaje a Italia en 1486 le supuso empaparse del espíritu renacentista de la península itálica, amistar con el Papa Bonifacio VIII, traerse a Castilla a humanistas y arquitectos lacios, y ejercer de auténtico introductor del Renacimiento en España. En Mondéjar puso palacio y alzó el precioso monasterio de San Antonio para franciscanos, hoy todavía en lamentable estado de abandono.
De este primer marqués de Mondéjar, de su matrimonio con doña Francisca Pacheco, nació una larga serie de individuos, hasta 11 conocidos (tres de ellos naturales), entre los que pueden contarse figuras de gran relieve en la Corte del emperador Carlos I. Entre ellos recordar a don Luís Hurtado, segundo marqués de Mondéjar, por ser el primogénito, constructor de la gran iglesia mondejana, y presidente de los Consejos de Castilla y de Indias, entre otros cargazos; a don Francisco de Mendoza, obispo de Jaén, vicario general de los ejércitos imperiales, cardenal de la Iglesia Romana; a don Bernardino de Mendoza, capitán de La Goleta y de las galeras de España, que llegó a ser Virrey de Nápoles; a don Diego Hurtado de Mendoza, embajador imperial en los estados italianos, gobernador de Siena y Gran Gonfalonero de la Iglesia, de quien Antonio Prieto escribió no hace mucho una biografía novelada, que publicó en Seix con el título de «El Embajador» y que es, por cierto, una trepidante novela de aventuras. A todos ellos debe sumarse nuestro personaje, don Antonio de Mendoza, que además de heredar de su padre la encomienda de la Torre de Vegezate y Socuéllamos, de la Orden de Santiago, de ser amigo personal del emperador, de haberle acompañado a su coronación en Bolonia, de haber ejercido como su embajador en Hungría, y de haber participado en las grandes batallas que sobre suelo alemán hubieron de trabar los ejércitos de Carlos contra el poder turco en 1532, fue nombrado primer Virrey en América, concretamente en la Nueva España (el actual México) donde llegó en 1535 para hacer y deshacer como si un «alter ego» del Emperador fuera.
De ancestros vizcaínos y alaveses hablé en Socuéllamos. De héroes en Aljubarrota y señores de Hita y Buitrago. De poetas y constructores. De valerosas mujeres y de imposibles querencias… Muchos jóvenes del pueblo me pidieron aumentar los datos sobre tantos personajes, sobre tantas y complicadas letanías de Pedros Gonzáleces, Iñigos Lópeces y Diegos Hurtados como en la charla aparecieron. El universo de los Mendoza, allá donde se cuenta, apasiona. Y en Socuéllamos pude comprobar que cualquier parte de España donde se exponga este patrimonio histórico que en Guadalajara tiene su manantial, se vuelca en admiración, y se gana en amigos.
Quizás fue ese, además de la satisfacción de apuntar a don Antonio de Mendoza en la segura nómina de personajes alcarreños, el mejor premio que me llevé de un presuroso viaje por la Mancha.