RUTA DEL ROMÁNICO RURAL EN GUADALAJARA

viernes, 5 julio 1996 0 Por Herrera Casado

 

Si hubiera que elegir un estilo artístico, de los varios que ha tenido el Occidente europeo, a lo largo de los últimos veinte siglos, como el más representativo de la provincia de Guadalajara, este sería sin lugar a duda el románico rural, pues no solo por ser el más numeroso, sino por presentar unas ciertas características de peculiaridad en todo el ámbito castellano, le confiaron el papel de estilo, figura o norma artística, rural y sencilla, popular y verdade­ramente identificada con el pueblo en que asienta.

Pueden hallarse todavía más o menos conservados en su totalidad o en parte, un centenar de iglesias de estilo románico por los pueblos de la provincia de Guadalajara. Algunas muestran el influ­jo directo de la arquitectura medieval castellana de en torno al Duero, y otras presentan unos caracteres propios muy singulares. En muchas de ellas surge la gran galería porticada adosada al muro meri­dional del templo, con capiteles, canecillos y otros detalles icono­gráficos de gran relieve. En otras, sencillamente, es la simple porta­da de arcos semicirculares, o el simple ábside orientado a levante, lo que tienen de común con el estilo románico pleno. En todos los edifi­cios de esta tierra, sin embargo, luce con fuerza el carácter puro, la seña cierta del Medievo.

Una vez más, la Administración regional (léase el Director General de Turismo Sr. Berenguel) ha vuelto a insistir en que quiere potenciar esta ruta turística, creando unos carteles que pondrán en las orillas de la carretera, y señalándola en algún mapa desplegable de los que se entregan para su orientación a los excursionistas y viajeros por nuestra Región. No es mala cosa, ni pequeña, aunque los esfuerzos por crear y revitalizar este patrimonio han venido, desde hace muchos años, por otros caminos y han cargado sobre otros hombros que, como no son los de políticos convocantes de ruedas de prensa, parecen no haber existido. Pero sí, sí han existido.

El caso es que el románico de Guadalajara volverá a ser protagonista de las inauguraciones. Perfecto que así sea. No es mal momento, por lo tanto, para volver a recordar lo que ese románico rural significa, y para animar a mis lectores, una vez más, a que viajen a verlo.

Muchas iglesias románicas, por todos los caminos

La época de construcción de estas iglesias es general­mente el siglo XII, pues en esa centuria tiene lugar la repoblación del territorio, poco antes conquistado a los árabes, por parte del reino de Castilla. Los yermos campos se pueblan con gentes venidas del norte, y van surgiendo aldeas y edificios religiosos. Nace así el románico rural, popular al máximo, hoy todavía conservado en su ambiente genuino.

Primera ruta en torno a Sigüenza

Una primera ruta del románico de Guadalajara ha de partir desde Sauca, pueblecillo situado en el km. 130 de la Autovía de Madrid a Barcelona. Este templo parroquial es ejemplo singular del estilo: maciza presencia de sillar rojizo, con fuerte espadaña a poniente, portada semicircular de entrada, ábside poligonal a levante, y magnífica galería porticada que rodea el templo por el sur y poniente, con múltiples arquillos semi­circulares, apoyados en capiteles singulares, con bonitas hojas, tra­cerías y aun figuras humanas y animales.

Una carretera local sigue hacia Sigüenza. Pasado el pueblo de Estriégana, debe torcerse a la izquierda, por una carretera estrecha que lleva hasta Jodra del Pinar, brevísimo caserío en el que el viajero admirará su antiguo y perfecto templo parroquial, en el que como un milagro se muestra toda la tradición arquitectónica del Medie­vo castellano: galería porticada al sur, con capiteles de hojas de acanto; portón con arquivoltas semicirculares; gran espadaña triangu­lar a poniente; ábside de semicírculo a levante, y un interior de fuertes arcos formeros, con entrada al breve y alto presbiterio. Parecen no haber pasado los siglos sobre este edificio.

Más allá, en el valle del Henares, asienta Sigüenza, ciudad en la que toda maravilla del arte es posible. La catedral comenzó a construirse en el siglo XII, y así son románicas sus puertas occidentales, su acceso meridional, y un gran rosetón sobre el muro sur, único en su género. Por la ciudad alta surgen otras iglesias románicas: Santiago, con portón semicircular de decora­ción mudejarizante, y San Vicente, con portada muy similar y también bella. Ambas son iglesias de tipo urbano.

Siguiendo la carretera comarcal 114, pronto se alcanza, en un ramal a la derecha, el pueblecillo de Pozancos, en el que ha de admirarse su antiguo templo parroquial, que conserva plenamente el aire románico, reflejado concretamente en su arcada de acceso, con bellos capiteles foliados, y el ábside semicircular. Frente a la carretera que nos llevó a Pozancos, arranca otra que conduce a Pala­zuelos, y de ahí a Carabias, donde surge otra iglesia de singular encanto, poseedora todavía de una gran galería porticada, orientada sobre tres de sus costados, con numerosos arquillos y capiteles de tema vegetal.

Sigue la ruta hasta llegar a Atienza, la alta villa medieval resguardada a la sombra de su castillo. Por las callejas del burgo, y aun por sus alrededores inmediatos, van surgiendo las igle­sias que han sobrevivido al paso de los siglos. Aquí hubo, durante la Baja Edad Media, mas de una docena de templos, de los que aún hoy el viajero puede contemplar cinco, y en este orden: al final de la calle principal del pueblo, una vez cruzada la espléndida Plaza del Trigo, se admira la iglesia de la Santísima Trinidad, en la que destaca el ábside semicircular, cuajado de ventanales, impostas, canecillos y capiteles de rica ornamentación. Camino arriba, hacia el castillo, se alcanza la iglesia de Santa María del Rey, que hoy sirve de cemente­rio, y que muestra dos extraordinarias portadas: en la principal lucen sus arquivoltas más de un centenar de figuras, y en la del norte surgen frases en caracteres latinos y cúficos de alabanza a Dios. En la parte baja de la villa se visitará la iglesia de San Gil, que muestra de románico su ábside semicircular y su estructura interior, hoy preciosamente rescatada como sede de un Museo de Arte medieval. Y ya casi en el valle ha de verse la iglesia de San Bartolomé, precedida de un bello pórtico con portón, y un interior de gran carácter, del que también en próximas semanas hablaremos, pues está a punto de inaugurarse en su interior otro museo de arte y paleontología; y mas allá aún, la ermita de Nuestra Señora del Val, en la que destaca su portada, con arquivoltas ocupadas por curiosos personajes contorsionistas o saltimbanquis del Medievo.

De Atienza hay que seguir hacia Ayllón y Aranda. El viajero se encontrará primeramente con la ermita de Santa Coloma en Albendiego, quizás el más bello templo románico de la ruta y de la provincia toda. Está aislado en el campo, entre arboledas den­sas. Perteneció a un antiguo monasterio de canónigos agustinianos. Tiene una espadaña triangular a poniente, un espléndido ábside semicircular a levante, con columnas adosadas en haz, y tres ventanales ocupados por variadas celosías caladas con tracerías mudéjares. El interior es impresionante, con presbiterio central, de piedra vista, y capillas laterales, todo ello cuajado de vistosos capiteles del esti­lo.

¿Todavía más? El viajero no debe dejar de ver, en esta perfecta ruta turística del Románico Rural de Guadalajara el templo parroquial de Campisábalos, en el que destaca su atrio porticado; su portón grandioso, cuajado en sus arquivoltas de tracerías mudejarizantes; y su ábside semicircular, con vistosa serie de canecillos. El interior es magnífico, mostrando su presbiterio de piedra vista, con cúpula sobria de la que cuelga un crucifijo. Adosada tiene la capilla del caballero San Galindo, que muestra también bella portada románica, y en su muro sur tallado un «mensario» con represen­tación gráfica de los doce meses del año, con las faenas agrícolas y ganaderas practicadas en el lejano siglo XII. Su interior, hace poco restaurado, es también merecedor de ser visitado.

Finalmente, como coda de todo el trayecto, en el mismo límite con Segovia, la iglesia de Villacadima, joya última de asombro y belleza. Con ello damos remate a esta «ruta del románico» de Guadalajara para la que la Administración requiere, una vez más nuestra atención. Hace mucho que se la tenemos concedida, pero no sobra nunca el recuerdo y la oferta a que sean cada vez más quienes conozcan la dorada piel de estos viejos edificios.