El monasterio carmelita de Budia: un rescate pendiente

viernes, 3 noviembre 1995 0 Por Herrera Casado

El convento de los Carmelitas de Budia, una ruina posible

Uno de los monumentos más señalados, y, por desgracia, abandonados y en trance de ruina progresiva, que posee la villa de Budia, es el antiguo convento de la Orden de Carmelitas, situado en la parte alta del pueblo, en las eras de Santa Lucía, desde donde se divisa un bello panorama de la localidad y de los montes del entorno.

En el siglo XVI existía una casa donde vivían en comunidad cuatro beatas, según dice la Relación de la Villa enviada a Felipe II en 1580. El convento de altura que se fundó en esta villa es el de la Orden del Carmelo Reformado, en el siglo XVIII. Corta vida tuvo la fundación carmelitana en este pueblo alcarreño, pero siempre muy querida de sus vecinos, quienes procuraron hacer la vida amable a sus religiosos huéspedes. Tuvo su origen en la piedad netamente popular: varios vecinos de Budia habían entregado, en el primer cuarto del siglo XVIII, algunas cantidades para fundar con ellas un convento de la Orden Carmelitana reformada. Así nos lo cuenta don Juan Catalina García López, el que fuera Cronista Provincial a principios de este siglo, en sus Aumentos a las Relaciones Topográficas de Budia, y fray Silverio de Santa Teresa en su Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América. Puestas en renta dichas cantidades, producían al año 13.956 reales de vellón. Por otra parte, donativos o compromisos de otras personas, ascendiendo a 12.000 ducados, llevaron al provincial de la Orden, fray Bernardo de San José, a presentar en 1732 la formal solicitud de levantar en Budia una nueva casa del Carmelo, en la que podrían vivir cómodamente más de 15 religiosos, sin necesidad de acudir a la limosna pública.

Accedió el obispo seguntino, el franciscano fray José García, unos días después, como el año anterior lo había hecho el duque del Infantado, señor del pueblo, y en agosto de 1732 lo hacía el Consejo Real. El 22 de octubre de ese mismo año, ya estaba levantado el cenobio: casa conventual y hospicio anejo, se congregaban en torno a una grandiosa iglesia a la que se trasladó el Santísimo desde la parroquia con mucho boato y popular festejo. Quedaba así instituido el Convento de la Concepción de Nuestra Señora, siendo general de la Orden el padre Antonio de la Asunción. Era la última fundación carmelitana en la provincia de Guadalajara, la que cerraba una interesante serie de Casas santas donde la oración y el acercamiento a Dios fueron siempre las metas más apetecidas.

Tranquila fue la existencia de este convento a todo lo largo del siglo XVIII. A mediados de él, concretamente en 1747, se trasladó desde Madrid la casa de profesos, siendo un prior, nueve religiosos y seis legos conventuales los que la habitaban. Ya finalizando la centuria, en 1796, quiso la Orden carmelitana probar fortuna nuevamente poniendo en este convento de Budia una modesta fábrica para hacer en ella sayales de las religiosas y religiosos. En otras casas y ocasiones se había intentado ya, pero con muy escaso éxito. Se contaba ahora con la tradición probada de las industrias laneras y de buenos paños que habían existido en la alcarreña localidad, y así, en el Capítulo de 1796, se acordó «que para su establecimiento se tomen a censo 50.000 reales, hipotecando todos los bienes de la Provincia, dando plena autoridad al definitorio provincial sobre la disposición y giro de esta fábrica». El experimento comenzó a funcionar, y mal que bien, y renovando frecuentemente de religioso organizador, se llegó como pudo a 1814, en que, después de mucho sufrir en la guerra de la Independencia, el obispo de Sigüenza se propuso comprar la fábrica de tejidos de estos religiosos, poniendo por condición que continuase el hermano Pedro de San Antonio al frente de ella. El Capítulo Provincial accedió a este deseo, pero el obispo no llegó a comprarla finalmente. En 1820 se nombró al padre Julián de San Jerónimo administrador de la fábrica, a quien debían rendir cuentas los dos religiosos que en ella trabajaban. En 1824 se decidió se fabricase solamente sayal pardo o blanco, nunca paño.

Los franceses llegaron a Budia en enero de 1809. Ante las noticias de su inmediata llegada, y los desmanes de brutal salvajismo a que sometían a ciertos sectores de la población, en especial del estado religioso, decidieron los carmelitas de la Concepción de Budia abandonar su convento, dejando únicamente a dos miembros de la comunidad entre sus muros. Llevaban los frailes cálices y custodia, resignándose a perder algunas cosas, como altares, sagrario, copones, etc., que destrozaron los invasores nada más llegar. De vez en cuando aparecía una columna francesa por Budia, y aprovechaban la fábrica del Convento como cuartel. Finalmente, en 1814 volvieron los religiosos. Ignorando seguramente lo poco que le quedaba de vida al convento. Fue su último prior fray Cristóbal del Niño Jesús, pues la Desamortización de Mendizábal dio la puntilla y llevó a la ruina esta fundación religiosa.

En la pág. 482 de su obra Brihuega y su partido, transcribe D. Antonio Pareja Serrada, que también fuera Cronista Provincial de Guadalajara, el Inventario y recogida de los bienes pertenecientes al convento de carmelitas de Budia aparecido en el «Boletín Oficial de la provincia de 1837». Junto a la multitud de enseres para el uso diario y la larga copia de cuadros y estatuas, figura el demostrativo epígrafe siguiente: «Libros de la Biblioteca: Una librería compuesta de siete estantes de pino con más de ochocientos libros viejos de varias obras incompletas y desencuadernadas, que por estar estropeadas y de mal uso con las invasiones de los enemigos, no sirven para otra cosa que para papel viejo». Clara muestra de la ignorancia supina que ha preponderado entre aquellos que tuvieron a su cargo la conservación del patrimonio espiritual español.

El edificio entero, con su huerta, pasó a poder de particulares. Fue concretamente en 1842, poniendo en práctica la Desamortización de Mendizábal, que el Gobierno había decidido dedicar el convento a hospital y escuela de la villa, y la iglesia dejarla para el culto. La Diputación Provincial se opuso, y exigió que todo saliera a subasta. Así fue que en 1847 lo adquirió doña María Isidra Pastor, vecina de Madrid, en la cantidad de 140.000 reales, quedando de todos modos la iglesia para culto y uso de cementerio, como hasta hoy ha permanecido. Una carta autógrafa de Santa Teresa quedó en la parroquia del pueblo y otros objetos e imágenes se llevaron al convento de franciscanos de Pastrana.

El edificio de este convento, especialmente la iglesia, es una obra magnífica de la arquitectura carmelitana española, que tuvo unas características muy propias desde que en el siglo XVII el arquitecto y religioso de la Orden fray Alberto de la Madre de Dios levantara diversos templos con una estructura similar y muy hermosa. Esta iglesia de Budia está construida a imagen y semejanza de las que diseñara el fraile santanderino (que por cierto murió en Pastrana) en San José de Guadalajara, la Encarnación de Lerma, los Reyes de Guadalajara y San Pedro de Pastrana. El cuerpo central de su fachada presenta tres arcos bajos de acceso, hoy cerrados de una verja. El central se escolta de planas pilastras, y se remata con vacía hornacina. Sobre ella aparece un enorme ventanal escoltado de almohadillado, que tenía por misión dar luz al coro, y sobre ella todavía gran remate triangular con bolones. El templo es de tres naves, con gran linterna sobre el crucero, hoy ya hundida. En 1968 se desmontaron las cubiertas de este templo, lo que supuso un verdadero atentado al arte y la monumentalidad de Budia, pues éllo ha propiciado la aceleración del hundimiento de esta joya de la arquitectura barroca castellana. Una asignatura pendiente que tienen quienes cuidan del mantenimiento del patrimonio arquitectónico y monumental de nuestra provincia.