Sigüenza, el púlpito del Cardenal Mendoza

viernes, 11 agosto 1995 0 Por Herrera Casado

El púlpito del Cardenal Mendoza en el crucero de la catedral de Sigüenza

 

En el Quinto Centenario del Cardenal Mendoza, es justo y lógico que dediquemos algunas páginas de recuerdo y admiración hacía su persona y hacia su obra. Porque su gran capacidad de acción permitió que don Pedro González de Mendoza dejara su nombre, su escudo, y sobre todo la memoria de su gran personalidad, grabados por todos los lugares por donde pasó. En la ciudad de Sigüenza son múltiples las actuaciones que a él se deben: desde la creación de la plaza mayor para servir de mercado semanal, hasta la ampliación de la capilla mayor de la catedral, donde además mandó poner un grandioso retablo de estilo gótico y pinturas sobre tablas que desapareció por completo, sustituido en el siglo XVII por el actual de Giraldo de Merlo y su equipo. Además del coro catedralicio y algunos arreglos en bóvedas laterales, don Pedro González mandó tallar un soberbio púlpito en el que se cantaran sus glorias y se pusiera de por siglos la memoria de su persona y su linaje. Le veremos con detalle a continuación. 

El púlpito mendocino

En el lado de la Epístola, en la confluencia del transepto con la capilla mayor, se encuentra esta magnífica obra del último gótico: el púlpito tallado en alabastro que fue regalado a la catedral por su obispo y cardenal don Pedro González de Mendoza. Fue el encargado de realizarlo el conocido tallista Rodrigo el Alemán, a quien se propuso hacerlo en madera. Pero en última instancia no fue él quien lo realizó, sino un desconocido artista, de elevada técnica, e inscrito claramente en la ya reconocida escuela de escultura gótica que en los finales del siglo XV produjo Sigüenza. Quedó terminado en 1495 y, por desgracia, el Cardenal comitente no llegó nunca a verlo. 

Se trata de una bellísima obra de arte que ha despertado siempre admiración y diversas interpretaciones a su significado. Rizados en cardinas y hojarasca sus capiteles sustentadores, los cinco tableros que constituyen sus límites rebosan gracia gótica en todos sus detalles. Los de los lados presentan sendos escudos cardenalicios de Mendoza, y en los centrales aparecen tres figuras. El central muestra una dulce Virgen María que sustenta, en sus brazos, y algo apoyado en su cadera izquierda, un Niño, Jesús que juguetea con el manto de su madre. La Virgen apoya sus pies sobre un objeto que es ‑sin duda, una barca o nao medieval. A su derecha, una mujer con corona muestra un libro abierto, y en su mano derecha aprieta el resto de un palo, sin duda más largo, hoy quebrado y desaparecido. A la izquierda de la Virgen, un joven con gran capote sobre la armadura de guerrero, se toca con sencillo bonete de la época. A sus pies, por él pisoteado, un dragón se retuerce. 

Pérez Villamil dio a estas figuras una interpretación romántica y fantasiosa: en el centro veía una representación o alegoría del descubrimiento de América, simbolizado por la nao Santa María y, presidida por la Virgen. A su derecha, una reina sabia: Isabel de Castilla, patrocinadora de la gesta transoceánica, y su izquierda, el rey Fernando, quien en esos años aplastaba al enemigo moro. Era un monumento, el primero, al Descubrimiento de América. Pero el significado de estas tres figuras es, sin embargo, más sencillo y directamente ligado a la biografía del donante del púlpito. El Cardenal don Pedro González de Mendoza, hijo del primer marqués de Santillana, fue un hombre de una gran inteligencia y de un indomable espíritu de superación, en el que también cabía la ambición. Acumuló cargos y prebendas en gran número, reteniendo varios obispados y, al fin, el arzobispado de Toledo. Fue obispo de Sigüenza desde 1467 a 1495, fecha de su muerte. Tuvo cabida cerca de los Papas, y así consiguió nada menos que tres títulos cardenalicios: fue el primero el de Santa María in Dominica, recibido el 7 de marzo de 1473, y a poco, el Rey Enrique IV de Castilla, que le había nombrado recientemente su Canciller Mayor, ordenó que le fuera dado el nombre de Cardenal de España. Más tarde, Mendoza recibió otro título cardenalicio: el de Santa Cruz, advocación a la que era devotísimo, por haber nacido un 3 de mayo (1428), celebración de la Santa Cruz. Gozó además del título de Cardenal de San Jorge. 

Son estos nombramientos los que don Pedro González de Mendoza manda representar en el púlpito que regala a su catedral de Sigüenza. La figura del panel central es Santa María. El hecho de apoyarse en una nao, o pequeña navecilla, deriva de que la iglesia romana sede de este título, la de Santa María in Dominica, presidía la Ramada plaza de la navicella o navecilla, de ahí, esta curiosa identificación. La figura de la derecha no es otra que Santa Elena, reina y llevando en su mano derecha una cruz, hoy rota y desaparecida en esta imagen del púlpito seguntino. Finalmente, la figura de la izquierda en el púlpito seguntino es la de San Jorge, caballero armado que mata a un dragón. Son, pues, los tres títulos cardenalicios que don Pedro González de Mendoza obtuvo a lo largo de su triunfante carrera eclesiástica. 

La interpretación, por otra parte, no es difícil, teniendo en cuenta que estos mismos temas se ven, idénticamente distribuidos, aunque mejor tratados escultóricamente en el púlpito gótico de la catedral de Burgo de Osma (Soria) de cuya diócesis fue el Mendoza administrador, entre los años 1478, y 1483, y donde quiso también dejar su recuerdo en esta forma. 

Además de este púlpito, que por desgracia no pudo llegar a ver en vida, y de otras muchas interesantes obras como el coro catedralicio y el gran retablo mayor (ya desaparecido) cubriendo los muros de la capilla mayor por él ampliada, el Cardenal Mendoza cuyo quinto centenario celebramos este año de 19195, dejó en Sigüenza un recuerdo pleno de admiración y solemnidad. Su nombre, glorioso entonces y magnificado después por biógrafos y herederos, ha quedado prendido en cada piedra, en cada rayo de luz, en todos los ecos que por naves y capillas de la seguntina catedral resuenan.