Villas y Señores: Una exposición itinerante con el Cardenal Mendoza

viernes, 9 junio 1995 0 Por Herrera Casado

Un aspecto de la fachada del palacio del Infantado, en grabado de Pérez Villamil

 

El Centenario  del Cardenal Mendoza ha tenido ‑­está teniendo- muchas perspectivas de celebración. Ya decíamos no hace mucho cómo la Casa de Guadalajara en Madrid desarrolla un ciclo de conferencias y un peregrinaje sentimental por los lugares en los que, hace más de cinco siglos, el Cardenal y jefe de, los Mendoza, don Pedro González, había ido escribiendo las más señaladas páginas de su biografía. 

Ahora acaba de inaugurarse, y de clausurarse muy pocos días después, una Exposición sobre su época que ha sido titulada «Villas y Señores», puesta en escena por la Diputación Provincial y su órgano cultural la Institución Provincial «Marqués de Santillana». En el salón de exposiciones del palacio provincial, ha abierto su periplo esta muestra singular y hermosa. Va a seguir haciéndolo por otros pueblos, hasta llegar a Sigüenza en pleno verano, coincidiendo con la celebración de un curso que la Universidad de Alcalá dedicará monográficamente al personaje y su época. El subtítulo de la exposición ha sido el de «La provincia de Guadalajara en la época del Cardenal Mendoza, a través de la documentación conservada en sus Archivos Municipales». Los responsables (en funciones de comisarios clásicos de exposición) han sido los archiveros de la Diputación Provincial Paloma Rodríguez y Plácido Ballesteros, secundados por el arte y la técnica fotográfica de Alfonso Romo, también funcionario gráfico de la institución provincial. 

La exposición ha sido, sin duda, la única que podía hacerse. No tiene tacha, ni permite un pero, aunque el Cardenal y el Centenario hubieran merecido otra exposición más amplia. Se ha hecho lo único que se podía hacer, y se ha hecho muy bien: ha quedado perfecta. Es por ello que recomiendo ir a verla, en el pueblo en que, cada quince días cambiante, reciba albergue durante esta primavera y verano. En la Sala de Arte de la Diputación Provincial no cabe duda que estaba muy bonita, pidiendo desde el primer panel al último su lectura, su reposada admiración, su disfrute ante tanta historia, tantas imágenes y tanta meticulosidad desarrollada. 

Centraba el salón la brillante mezcla de colores medievales que Hernando Rincón de Figueroa utilizó para retratar a don Pedro rodeado de cuatro de sus «familiares»: el Cardenal, orante, revestido de su hábito purpúreo, tiene a sus espaldas cuatro eclesiásticos que le atienden y acompañan. Todos ellos con mitras cubiertos y de capas arropados, y muy ricas, el cíngulo sacerdotal, la mitra episcopal, el capelo cardenalicio y la cruz patriarcal, en un orden jerárquico que se refleja incluso porque cada uno de  dichos, elementos está más alto que el anterior. Están todos en un ámbito eclesiástico, a la entrada de una capilla con arco escarzano e interior cubierto de bóveda de crucería, iluminada por estrechas ventanas cuyas cristaleras altas, plomadas, dejan ver grabado el escudo de armas de la familia Mendoza. Ante el Cardenal, que a pesar de no aparentar más de 40 años, está completamente calvo, reposa un libro de horas miniado con profusión. La serenidad del momento parece trascender cualquier, ámbito desde el que, cinco siglos después, se mire. Este cuadro, que originalmente fue pintado para el retablo mayor de la iglesia conventual de San Francisco de Guadalajara, y luego descompuesto apareció muy deteriorado sirviendo de tabla de mesa de altar en la iglesia de San Ginés, hoy se conserva habitualmente en la Sala de Comisiones del Ayuntamiento de Guadalajara. Su salida a esta exposición es un paseo que merece aplaudir, y no perder la ocasión para admirarlo. 

Pero la muestra sobre «Villas y Señores» tiene otros muchos elementos de interés. El mayor es, sin duda, la gran colección de documentos medievales, casi todos ellos centrados en la segunda mitad del siglo XV, la época que le tocó vivir al Cardenal Mendoza, y que han sido rescatados, restaurados y avalorados en numerosos archivos municipales de nuestra pro­vincia. En la muestra se ofrecen reproducciones fotográficas de estos documentos, pero con una calidad tal que permite en todo caso su lectura y su admiración meticulosa. En ellos se palpa, siquiera sea superficialmente, de forma tangencial la presencia del Cardenal y de sus monarcas los Reyes Católicos, por nuestra tierra. Cartas reales; Fueros y Cartas pueblas; Cuentas concejiles de Cifuentes, Guadalajara y Pastrana… y un buen plantel de sellos de plomo, de sellos rodados miniados con policromía. Una suculenta oferta visual que, además, tiene la carga indudable de la importancia histórica, de un pasado real, auténtico, muy cercano de todos porque es salido de los pueblos donde va a ir siendo mostrada. 

Finalmente, y como indispensable complemente bibliográfico sobre. los Mendoza y el Cardenal, aparecen unas vitrinas centrales conteniendo libros, folletos, postales, y aportaciones gráficas que son la evidencia del interés despertado desde hace muchos años por la vida y los milagros de don Pedro: la «Historia de Layna» en su primera edición, majestuosa en sus gráficos ya amarillentos y con la evidencia del maltrato que los siglos les dieron; y la revisión monográfica que con motivó del Centenario ha hecho Femando Vilches y que la Diputación ha editado con pulcritud y elegancia: entre medias, las clásicas obras del marqués de la Cadena, de Merino, de Villalba Ruiz de Toledo, más las visiones mendocinas de Helen Nader y Mª Teresa Fernández Madrid, acompañadas del facsímile del Testamento del Cardenal… 

Un Catálogo breve, pero muy didáctico y ajustado a lo que se expone, completa esta muestra de «Villas y Señores» que la Diputación ha montado para que todos los alcarreños podamos tener ante nuestros ojos la constancia de que todo aquello fue verdad: la historia, los reyes con majestad diamantina y los cardenales con capas purpúreas, se pasearon por las calles de nuestra Guadalajara y dejaron sus huellas, sus firmas, sus rodados sellos ‑por los salones oscuros unas veces, dorados otras, de nuestras villas y ciudades, Eran aquellos señores que Mendoza se apellidaron. Hace de ello quinientos años, más o menos…