Budia, todo un museo en la glesia parroquial

viernes, 30 septiembre 1994 0 Por Herrera Casado

 

No hace muchos anos, y gracias a la iniciativa del actual Ayuntamiento de Budia, y de su alcalde Rafael Taravillo, se editó un librito que durante mucho tiempo había andado manuscrito o malamente fotocopiado de casa en casa, explicando la historia y las curiosidades de Budia. Lo escribió, en el siglo pasado, un ilustre hidalgo del pueblo, don Andrés Falcón, con no mal arte y mucho amor hacia el terruño. En ese libro, cuando don Andrés Falcón habla de la iglesia parroquial de Budia, la supone tan antigua que dice ser en su origen obra de romanos, y dedicada primitivamente como basílica de los primeros cristianos. No es ello cierto, ni tampoco que sus arcos y columnas sean de la época románica, ni siquiera gótica. Se ve que este señor exageraba, en un afán muy comprensible de enaltecer a base de echarle siglos a su pueblo, porque el templo de Budia, que fue primitivamente románico, por ser construcción realizada en los primeros días de la repoblación, fue luego derribado por completo en los años mejores de riqueza y despegue económico del siglo XVI, elevándose entonces un gran templo que, aunque con diversos estilos sobreañadidos, y realizado a lo largo de diversas etapas, muestra en su conjunto la grandiosidad de los volúmenes renacentistas, y la galanura de la decoración plateresca en sus detalles.

Nos vamos a entretener hoy en describir este monumento alcarreño, por muchos conceptos relevante y digno de ser admirado, y sobre todo ahora que ya han concluido las obras de restauración que durante bastante tiempo se han llevado a cabo en él. Ha quedado hecho una preciosidad, limpio y magnífico, con una serie de obras de arte en su interior que le constituyen en todo un museo del arte alcarreño.

Dedicado a San Pedro Apóstol, su planta es de tres naves, con pilares entre ellas de variado corte: los, unos son circulares, y los otros cuadrilongos. Alturas diversas pero siempre majestuosas. Techumbres de madera trabada, y apliques de elegancia, tallas, capiteles, y un sin fin de detalles que hacen muy hermoso este templo. Quizás lo, mejor de todo es la portada, puesta en el muro principal, orientada al sur. Ante ella se abre un patiecillo estrecho con plantas de hoja perenne, que van cortando la visión del cincelado retablo que es esta puerta. Esta portada de la iglesia de Budia, que vemos junto a estas líneas en un dibujo abocetado, tiene todos los visos de haber salido de la mano ingeniosa y artística de Alonso de Covarrubias o de alguno de sus seguidores. Es, en cualquier caso, plenamente adscribible a la estilística plateresca de la archidiócesis toledana en el comedio del siglo XVI, y en ella sorprenden los grutescos y las vegetaciones de magnífica talla, añadidas de medallones, bichas aladas y otros detalles de efecto y equilibrio.

En el interior del templo, del que desaparecieron durante la Guerra Española de 1936‑39 algunos retablos y un buen número de piezas artísticas, el frontal de altar mayor, en plata repujada, y decoración barroca y exuberante, con una imagen de la Virgen del Peral, es lo más destacado en orfebrería.

En escultura, son de destacar los enterramientos (que ya señaló como debía don Andrés Falcón, pero que Orueta en su obra de la escultura funeraria en Castilla­ La Nueva ignora) de doña Juana García, y de Pedro de Cañas. En la lápida de éste, vése al clérigo orando y tonsurado con las manos juntas y actitud beatífica, debajo del cual se lee: “Aquí está sepultado en reverendo señor Pedro de Cañas Cura que fue de esta iglesia de Budia. Falesció a  del año de MD años”, lo que significa que fue hecha en vida del presbítero, pero luego nadie se ocupó de anotar la fecha exacta de su muerte.

En pintura, hay algunos interesantes cua­dros en la sacristía. Proceden todos ellos del, convento de carmelitas que existió en la parte alta de la villa, y del franciscano de La Salceda. De éste sería el retrato (imaginario pero muy hermoso) de fray Diego de Alcalá en su conocido milagro de las rosas. Además existen algunas otras piezas de arte barroco que suman valor a este templo.

Pero lo que quizás le confiere un valor mayor es la pareja de esculturas originales del artista malagueño Pedro de Mena, que representan a Cristo doliente en la iconografía clásica del Ecce‑Homo, y a su madre la Virgen María como Dolorosa transida en lágrimas. El cartel, mínimo, de hueso o marfil, que aparece sobre la peana del Cristo, sitúa perfectamente al autor de las obras: Pº de mena Ft Malace anno 1674 que traducido al castellano de hoy viene a decir Pedro de Mena lo hizo en Málaga el año 1674. Pertenecen estas obras a la mejor época del tallista andaluz. De ellas se han dicho multitud de cosas, todas buenas, piropos artísticos plenamente merecidos, pues realmente son dos obras que están en la primera fila del arte religioso español y europeo de todos los tiempos. El Ecce­Homo mide 94 centímetros de altura, sin contar la peana, mientras que la Dolorosa es muy similar: 93 centímetros. Está desnudo, salvo un sudario que le queda a la altura de las caderas, con sus brazos sobrepuestos, y la cabeza erguida y ligeramente ladeada. Tiene el cuerpo de Cristo un realismo absoluto, parece vivo, y en definitiva alcanza, un grado de perfección técnica en su modelado detallista y en su policromado que admiran.

La Dolorosa ofrece una actitud de amargura y desconsuelo impresionantes. Toda la angustia de una madre que ve morir a su hijo se transmuta en esta madera tallada y en estos ojos de cristal que parecen tener vida. Un manto de gran ampulosidad y forzadas volutas, pintado en azul y rojo, los colores de la liturgia inmaculista, le confieren una grandeza sin desajustes, y una belleza en cualquiera de los infinitos ángulos en que cabe verla, que la hace inolvidable.

Realizadas en Málaga, a finales del siglo XVII, no llegaron inmediatamente a Budia. Fueron donadas, a mediados de la siguiente centuria, hacia 1750, por un hijo ilustre de la villa, el militar don Ambrosio Sáez Bustamante, gobernador que fuera de Mérida, coronel de los Reales Ejércitos borbónicos, y caballero de la Orden de Santiago. Otros miembros de esta ilustre familia alcarreña, mencionados por Andrés Falcón en su Breve historia…, también se caracterizaron por sus donaciones a los templos de Budia, Fue uno de ellos don Pablo Sáez Durón Vela y Romo, que en otros documentos se le llama Pablo Sáez Durón Bustamante Romo y Vela, quien en Perú actuó como canciller de sus Audiencias, y a tan altos puestos administrativos llegó en la Nueva España que en Budia se le tenía por Virrey de Méjico, habiendo dejado aquí fundado el pósito de granos. En cualquier caso, ya estaban en la ermita en 1764, según aparece en un inventario de la misma, como nos refiere el investigador José Luís Souto. Siempre estuvieron en la ermita del Peral, y en 1929 estuvieron a punto de ser llevadas a la Exposición Iberoamericana de Sevilla. En 1937, tras sufrir algunos daños por milicianos de la República, fueron llevadas a Madrid a través del Servicio de Protección del Patrimonio Histórico‑Artístico, de donde fueron devueltas, pero ya a la iglesia parroquial, en 1940. Y aquí continúan, desprovistas de las urnas originales que regaló don Ambrosio Sáez, dentro de unas modestas vitrinas que merecerían ser renovadas.

En cualquier caso, un magnífico contenido para un renovado y brillante continente. La iglesia de Budia, hoy restaurada, fuerte de espacios y vibrante de ornamentos, joya auténtica de la arquitectura renacentista, es un atrayente motivo para él viaje, y desde allí recorrer las calles cuestudas de la villa, pararse un rato en la plaza mayor donde la fuente gorgea su canción, y llevarse unos bizcochos crispines, por aquello del tipismo, y lo dulces que están…