El Románico de Sierra Pela: voces del Medievo

viernes, 22 julio 1994 0 Por Herrera Casado

 

Esta es la época idónea para lanzarse al campo y mirar esas cosas que tanto hemos oído nombrar, pero a las que nunca hemos podido dedicar al menos un día para admirar como demanda la justicia y el buen seso. Me refiero al románico de Guadalajara, al románico rural que puebla los lejanos enclaves de nuestras sierras y nuestros recónditos valles. Bien vale una jornada el románico de la sierra de Pela, al norte de Atienza, cerca ya de la raya con Segovia. Un largo día de sol y buena temperatura, que por aquellas alturas se hace muy soportable.

El recorrido al románico de Sierra Pela puede iniciarse en Sigüenza, ó hacerlo desde Atienza. En cualquier caso debe completarse con la visita a tres lugares extraordinarios e inolvidables: la ermita de Santa Colomba en Albendiego; la iglesia parroquial de Campisábalos, y el templo hoy magníficamente remozado de Villacadima. En esa secuencia el viaje será lógico y completará nuestra visión de tres edificios del siglo XIII que fueron, hace ya treinta años, declarados Monumentos Nacionales. El lector, con ellos delante, juzgará del acierto de tal medida.

Santa Colomba de Albendiego

El lugar en que asienta esta joya del románico es de los más hermosos de la serranía atencina. Hundido en ancho valle, junto al río Bornoba que acaba de nacer en la laguna de Somolinos, aparece el caserío de Albendiego, arropado con la exuberante vegetación de cientos de árboles que le escoltan, aislado en medio de los labrantíos y pastos del término. Al sur del pueblo, a unos 300 metros de su caserío, destaca aislada la iglesia románica de Santa Colomba, que centra la atención de los viajeros.

En este lugar tuvo su sede una pequeña comunidad de monjes canónigos regulares de San Agustín, que ya existían en 1197. Se trata de un edificio inacabado, con añadidos del siglo XV. De lo primitivo queda la cabecera del templo, con su ábside y dos absidiolos. El ábside principal, que traduce al exterior el presbiterio interno, es semicircular, aunque con planta que tiende a lo poligonal, y divide su superficie en cinco tramos por cuatro haces de columnillas adosadas, que hubieran rematado en capiteles si la obra hubiera sido terminada completamente. En los tres tramos centrales de este ábside aparecen sendos ventanales, abocinados, con derrame interior y exterior, formados por arcos de medio punto en degradación, de gruesas molduras lisas que descansan sobre cinco columnillas a cada lado, de basas áticas y capiteles foliáceos. Llevan estas ventanas, ocupando el vano, unas caladas celosías de piedra tallada, que ofrecen magníficos dibujos y composiciones geométricas de raíz mudéjar, tres en la ventana de la derecha, cuatro en la central, y una sola en la de la izquierda, pues las otras dos que la completaban fueron destruidas o robadas. Estos detalles ornamentales mudéjares de la iglesia de Albendiego, bien conservados, demuestran el entronque con lo oriental que tiene el románico castellano. Centrando cada dibujo, se aprecia una cruz de ocho puntas, propia de la orden militar de San Juan. El resto de la cabecera del templo, ofrece a ambos lados de este ábside sendos absidiolos de planta cuadrada, en cuyos muros de bien tallada sillería aparecen ventanales consistentes en óculos moldurados con calada celosía central, también con composición geométrica y cruz de ocho puntas, escoltándose de un par de columnillas con basa y capitel foliáceo, y cobijados por arco angrelado, cuyo muñón central ofrece en sus caras laterales una bella talla de la exalfa o estrella que llaman sello de Salomón, lo que viene a insistir en el caracter oriental de los autores de este edificio.

Al interior aparece el arco triunfal con gran dovelaje y capiteles foliáceos, de paso al presbiterio, y el calco interno de la disposición exterior del ábside. A ambos lados del presbiterio, se abren sendos arquillos semicirculares, que dan entrada a dos capillas primitivas, escoltadas de pilares y capiteles perfectamente conservados, tenuemente iluminadas por los ventanales ajimezados del exterior. Son dos receptáculos increíbles, donde el aire misterioso, ritual y místico de la Edad Media, parece detenerse y fluir de sus piedras. La presencia de tan maravilloso ejemplar románico es la mejor incitación para seguir viaje hacia los otros lugares de la sierra de Pela que atesoran similares ofertas de tallada piedra y ámbitos solemnes.

Campisábalos

Participaron en la construcción de la iglesia parroquial de Campisábalos diversos artistas de filiación mudéjar, que plantearon una limpia estructura hoy conservada bastante completa desde su primitiva construcción en el siglo XIII. Tan sólo la torre es un añadido posterior, que precisó derribar la  parte oriental del atrio meridional. El resto nos muestra un edificio compacto, orientado y alargado de poniente a levante, con ábside semicircular en este extremo, ingreso al sur, incluído en el atrio, y capilla añadida (la de San Galindo) sobre el muro sur del templo.

El exterior del ábside, semicircular, muestra adosadas cuatro columnas que rematan bajo el alero con capiteles de tipo clásico. Una bella serie de canecillos muestra temas curiosos, figuras, incluso escenas, como la caza del conejo con palos. En el tramo central se abre una estrecha ventana aspillerada, que se cubre con dos arquivoltas o cenefas de bella decoración foliácea, apoyando sobre corrida imposta de entrelazo que se extiende a todo el ábside. Un par de capiteles (uno de tipo corintio y otro de entrelazo) coronan las columnillas que escoltan este bellísimo ejemplo de ventana absidal románica. Bajo ella, y también extendiéndose a todo lo ancho del ábside, aparece otra imposta con decoración de «ochos» sin fin.

El atrio es muy simple, y sirve para cobijar la puerta de ingreso al templo, que se incluye en el muro, escoltada por dos altas columnas con sus correspondientes capitelillos, a la altura de una cornisa moldurada sostenida por varios modillones que alternan con talladas metopas. La puerta tiene cuatro arquivoltas, con decoración muy movida, dentro del tema vegetal, estando bordeada la más externa con cenefa de entrelazo; la sigue otra arquivolta con incisiones que dejan ver baquetón interno; y otras dos más con alternancia de baquetones lisos y cenefas decoradas. Apoyan todas ellas sobre imposta decorada y tallada, y ésta a su vez sobre sencillos capiteles, cuatro en cada lado, con sus respectivas columnas. El dintel arqueado presenta, como es común en este grupo de portada románico‑mudéjar, dovelaje dentellonado con rosetas talladas, apoyado en imposta y jambas que son más pronunciadas en su parte superior, confiriendo al conjunto un cierto aire de arco en herradura.

El templo al interior es de una sola nave, con presbiterio y ábside semicircular cubierto de cúpula de cuarto de esfera, arco triunfal y pequeña entrada primitiva, también con arco románico, a la sacristía.

Añadida en la misma época sobre el costado meridional del templo se ve la llamada Capilla del caballero San Galindo, que al exterior presenta una portada del mismo estilo, mas un paramento cubierto con tallas alusivas a los doce meses del año, una ventana y un muro recto que sirve de ábside. La portada es similar a la de la iglesia y a la de la parroquia de Villacadima: cuerpo saliente de bien tallado sillar, con alero de piedra sostenido por ocho canecillos de temas iconográficos zoomórficos y antropomórficos, y en el muro inclusa la portada abocinada con cuatro arquivoltas en degradación, la más externa con decoración de roleos vegetales; le siguen otras dos lisas, baquetonadas, y la interior con línea zigzagueante. Apoyan en imposta corrida, sobre tres capiteles vegetales a cada lado, cada uno sobre su correspondiente columna. El dintel semicircular se constituye con dovelas talladas de rosetas, que forman bello arco dentellonado que se apoya en jambas estriadas con prominencia hacia el vano en su parte superior, dando a toda la estructura un cierto carácter oriental o de arco en herradura. Esta decoración, similar en todo a la portada del próximo lugar de Villacadima es a su vez muy parecida en algunos temas a las portadas occidentales románicas de la catedral de Sigüenza, fechadas sin duda en los primeros años del siglo XIII.

Villacadima 

Se encuentra Villacadima en los confines de la provincia de Guadalajara con la de Segovia. Su templo románico es uno de los más espléndidos ejemplos de la arquitectura religiosa medieval en la provincia de Guadalajara, y cuando llegamos hasta su enclave vemos que se rodea por el sur con un amplio prado delimitado de barbacana de piedra, y un ingreso a poniente que consta de arco semicircular entre jambas y rematado en cruz. Otro ingreso similar tenía a levante, pero se hundió hace años.

Sobre el muro de poniente de la iglesia se alza la espadaña, obra reformada en el siglo XVI, así como la torre, aunque se interpreta fácilmente por sus cegados arcos la existencia de otra espadaña, más humilde, pero primitiva del XIII. El ábside es también obra del XVI, lo mismo que el ensanche que sufrió la iglesia haciéndose de tres naves.

Lo más antiguo e interesante es la portada, que debemos fechar en la primera mitad del siglo XIII.  Consta de varias arquivoltas semicirculares en degradación, incluidas en un cuerpo sobresaliente del muro meridional del templo. Existen en total cuatro arquivoltas; la más externa muestra una exquisita decoración de tipo vegetal, en la que tallos y hojas se combinan para formar un «continnum» decorativo de gran efecto, de muy similar estructura a la de algunas arquivoltas de las portadas de la catedral de Sigüenza y de las iglesias de Santiago y San Vicente de la Ciudad Mitrada (fijase en el nº 4 de la fotografía adjunta). Este detalle, claramente apreciable a nada que se compare este templo con los citados de la capital de la diócesis, nos obliga a pensar en la existencia de un modelo aquí copiado, y por lo tanto la datación de Villacadima es fácil, y se coloca hacia el año 1220.

Las dos siguientes arquivoltas son lisas, baquetonada la primera, de doble filo la segunda, y aún la tercera se ofrece decorada limpiamente con un motivo geométrico muy simple, consistentes en unas líneas paraleleas formando ángulo sobre cada una de las dovelas. Todas éllas cargan sobre una imposta de decoración también geométrica, que a su vez apoyan sobre tres columnas a cada lado, cada una coronada con su respectivo capitel de sencilla ornamentación vegetal (ver el número 3 y el dibujo adjunto de estos capiteles). El interior de este gran arco de ingreso a la parroquia de Villacadima lo forma el semicircular dintel, realizado a base de curiosas dovelas con dentellones, cada una albergando un tallado adorno vegetal, circular y radiado (fijarse en el nª 2 de la foto). Carga este dintel sobre sendas jambas estriadas que dan paso a la puerta, y en su remate superior se prolongan hacia el vano, de modo que confieren al conjunto de la portada un cierto aire de arco en herradura (observar el nº 1 del grabado). El alero que cobija a la puerta se sostiene por variados canecillos tallados en los que aparecen curiosos temas.

El conjunto de esta puerta, que guarda un gran parecido con las dos portadas de la iglesia de Campisábalos, y es obra del mismo grupo de artistas, denota la actividad de una escuela románica de filiación mudéjar, pero que utiliza modelos de mayor prestigio, concretamente los de pura raigambre seguntina, a su vez heredados de elementos languedocianos y borgoñones.

Este último templo de Villacadima, al que hemos llegado en nuestro peregrinar por el románico rural de Guadalajara, fue objetivo de rapiñas y sufrió un acelerado proceso de ruina que ha sido afortunadamente detenido, y salvado, gracias a una modélica restauración, en años muy recientes, de la mano del arquitecto Tomás Nieto y de la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades. Una verja de hierro permite hoy, tanto la contemplación del interior del templo, como la salvaguarda del mismo frente a incontrolados pillajes.