Un lugar increíble: Fuentes de la Alcarria
Hace pocos domingos, y con el señuelo de una buena comida en «El Tolmo» de Brihuega, mi amigo Juan Santos consiguió que me acercara de nuevo por Fuentes de la Alcarria, el lugar que él encomia donde puede y pierde el tiempo: porque Fuentes se encomia por sí solo, no necesita propagandas. Es un lugar único y admirable de nuestra tierra, uno de esos lugares a los que, por muchas veces que se vaya, cada día se quiere y admira más. Una atalaya que nos permite sentir la grandiosidad de la Naturaleza, la irrefrenable afición de los humanos por los sitios empinados y agrestes, poderosos sobre el entorno. Y aunque el día era invernal como pocos, neblinoso, húmedo y gris, por las laderas del cerro en que asienta Fuentes todo era verdor, luz y aparato: la Historia con mayúsculas se da la mano con el arte y sobre todo con la belleza de la conjunción de un pueblo con su entorno.
La historia de Fuentes
Muy pintoresca resulta la situación de Fuentes: sobre una estrecha espina del terreno que continúa el llano alcarreño, pero totalmente rodeado por una amplia curva que el naciente río Ungría forma en su torno, dejando el enclave como verdadero peñón o aislada fortaleza. El nombre de este pueblo deriva de las varias fuentes que surgen en sus laderas, y que, reunidas, dan origen y caudal al naciente río que las circunda. Contrasta la adustez del páramo cerealista, con la alegre y frondosa vegetación del aún pequeño, doméstico y encantador vallecico del río Ungría.
Tras la reconquista de esta zona de la comarca alcarreña, a fines del siglo XI, Fuentes quedó incluida, en calidad de aldea, en el Común de Villa y Tierra de Hita. En 1255, el rey Alfonso X el Sabio se la entrega en señorío al arzobispo de Toledo, el infante don Sancho.
En los últimos años del siglo XIII, otro de sus señores, el arzobispo don Gonzalo, le da el privilegio de Villa, le asigna una tierra jurisdiccional en su tomo, y le concede un Fuero para ejercer ese gobierno sobre sí y su tierra.
Es de notar que la Villa de Fuentes, con título y Fuero de independencia respecto a Brihuega, aunque bajo el señorío de los mismos arzobispos, no llegó nunca a fundirse con la fuerte villa del Tajuña. Sus fueros eran similares, sus señoríos idénticos, sus territorios colindantes, pero se mantuvieron mutuamente independientes en todo momento. El territorio asignado a Fuentes, sin embargo, no sobrepasaba los límites de su propio término, pues las aldeas colindantes pertenecían al señorío briocense. Esta situación se mantuvo, con confirmación por los arzobispos de su Fuero, hasta la segunda mitad del siglo XVI.
En este momento, justo en 1579, bajo la monarquía de Felipe II, la villa de Fuentes se puso en venta, adquiriéndola el licenciado don García Barrionuevo de Peralta, vecino de Madrid, caballero santiaguista, que tomó con gran cariño su puesto de señor territorial y ayudó en gran medida al pueblo de Fuentes, reconstruyendo su viejo castillo, sus murallas, reformando ampliamente su iglesia parroquial, regalándola importantes donativos y objetos de culto, y aún fundando en ella una Congregación de doce capellanes perpetuos para que en ella oficiaran. Le sucedieron, a su muerte en 1613, su hijo mayor don Francisco de Barrionuevo, y luego su otro hijo don Bernardino, marqués de Cusano, en cuya casa y la de los condes de Villargarcía a ellos aneja, se mantuvo el pueblo hasta la abolición de los señoríos en 1812.
Desde el momento de este cambio de señorío, don García de Barrionuevo puso a Fuentes como cabeza jurisdiccional de una serie de pueblos por él adquiridos y que formaban su señorío. Eran éstos los de Gajanejos, Valdesaz, Pajares, Castilmimbre y San Andrés (del Rey). Pero muchos de ellos adquirieron enseguida, antes de terminar el siglo XVI, el privilegio de villazgo y su propio señorío, con lo que dicho territorio jurisdiccional encabezado por Fuentes de la Alcarria desapareció pronto.
Una visita a Fuentes: paisaje y arquitectura
La posición estratégica de Fuentes hizo que todavía en épocas modernas haya servido como bastión importante en guerras y batallas. Así, durante la guerra de Sucesión, en 1710, el ejército borbónico descansó y puso aquí su cuartel general antes de la batalla de Villaviciosa. Al regreso de ésta el rey Felipe V hizo celebrar un Tedeum de acción de gracias en la iglesia parroquial de Fuentes. También en la de la Independencia se vieron en estas alturas batallas sonadas: así las que el Empecinado libró contra los franceses en las llamadas «alcantarillas de Fuente», junto a la carretera que de Torija conduce a Brihuega. En 1838 el ejército del general Espartero causó algunos daños en el pueblo, y, más recientemente, en marzo de 1937, la «batalla de Guadalajara» proporcionó a este lugar un duro castigo.
La situación de Fuentes de la Alcarria ya es, por sí misma fortificada. Pero sus dueños los arzobispos quisieron hacer de ella un fuerte bastión guerrero (sin especial interés estratégico, pues no vigila caminos frecuentados), y así levantaron un castillo en la lengua de tierra que une el pueblo con la meseta, consistente en un gran torreón con patio de armas, algunas habitaciones adosadas, y una puerta fortificada de entrada al castillo y a la villa. Esta puerta existió hasta no hace mucho, en que los vehículos a motor forzaron su derribo. Del castillo quedan los cimientos. También tuvo la villa una muralla en su derredor, por todo el contorno de la «península rocosa» en que asienta. Se ven restos de dicha muralla en algunas partes. En la entrada del pueblo, sobre un oterillo, se ve todavía la picota que demuestra su título de villazgo. Es obra del siglo XVI, sencilla. La calle mayor de Fuentes muestra un buen repertorio de casonas, unas populares y otras con ciertos visos de mansiones nobiliarias. En una de ellas, con esquinas de sillar y gran portón adovelado, semicircular, en la que dice la tradición que residieron los señores de la villa, se puso el Ayuntamiento hace años, y no hace muchos que fue derribada por completo y ahora abandonada. Es una pena, y más aún que hayan hecho un nuevo y feo Ayuntamiento de ladrillo pegado a la muralla de entrada. En otra casa de esa calle mayor se ve bonito escudo de armas, tallado en piedra, perteneciente a hidalgo, familiar de Santo Oficio, que se rodea de frase alusiva a su apellido, el de Flores: «Nulla Silva Talem Profret fronde Florez cermin».
Al fondo de la calle mayor, a su izquierda, surge la iglesia parroquial dedicada a Nuestra Señora de la Alcarria. Es obra recia, de gruesos muros de mampostería caliza y sillar, de comienzos del siglo XVI. En el XVII se le añadió la espadaña y algunos detalles ornamentales. Tiene dos puertas, al norte y al mediodía; con ábside poligonal, y al interior una sola nave con bóveda nervada sostenida por pilastras toscanas. Vacía ya de todo el arte que encerraba, es preciso anotar que tuvo una serie de enterramientos con figuras orantes, talladas en madera, de los señores primeros de la villa y sus descendientes, así como un magnífico altar de la primera mitad del siglo XVI, plateresco, documentado y de muy buen arte. Fueron sus autores el pintor alcarreño Antonio del Rincón, y el también alcarreño escultor, y ensamblador Cristóbal de Ayllón. Todo ello, incluso el original de su Fuero, del siglo XIII, desapareció destruido en la Guerra Civil española de 1936‑39.
Quien desde Guadalajara se dirija a Fuentes, no dejará de admirar el caserón de «don Luís», enfrente de donde sale la desviación al pueblo. Aunque algo desmochado tras la Guerra Civil, este palacio rural alcarreño es obra sencilla del siglo XVIII, y ante su fachada aún se levanta gallardo un ejemplar solemne, magnífico, de cedro libanés, de los que muy poquitos pueden verse, al menos tan gallardos y orondos, por nuestra tierra.
Este próximo domingo será una buena ocasión para acercarse hasta Fuentes. Cerca de Guadalajara, a un paso de Brihuega, coronando el riente valle del Ungría, allí os espera dispuesta a daros una sorpresa: la de un lugar que emerge de la plena Edad Media, y en su soledad y patetismo nos descubre valores como ya olvidados.
Impresionante Fuentes,
Hace catorce años estuve con mi novia en un pueblecito de imponente emplazamiento, que nos hizo pensar en mil conjeturas. El tiempo dio en el olvido, y no dabamos ya con él, sin saber donde estaba. Ya casados y con dos nenes nos lo hemos topado, y muy cerca de nuestra nueva casa.
En tantos años no hemos visto nada igual. Una vez en Francia, quizá algo que lo recordaba.
Más impresionante aún saber de las batidas del Empecinado, tan reclamado en Molina de Aragón, hito de resistencia.
Ojalá el señor de Barrionuevo yazca aún en éste enclave singular al que tanto ayudó.
Un saludo a los amantes de la alcarria.
Gracias por darnos a conocer la historia de Fuentes de la Alcarria,estaba preparando una excursión por la zona,y no conocía gran cosa ,solo el paisaje desde el mirador, ahora gracias a ti,ya se que la excursión merece la pena