Alvar Fáñez, conquistador de la Alcarria

viernes, 17 diciembre 1993 0 Por Herrera Casado

 

En la galería de los personajes de la Alcarria, de los que en carne y hueso la corrieron, la levantaron y la dieron color y horizontes, está de los primeros el corpachón bravo y guerrero de don Alvar Fáñez de Minaya, primo del Cid, capitán de sus huestes, generalito de Henares abajo y capataz de la grey -cristiana y fiel- que a finales del siglo XI se entretenía en correr y arrasar las tierras de los árabes, en el afán de una vez por todas coger el mando de ciudades y pueblos, cosa que hicieron y ya no dejaron.

La figura de Alvar Fáñez

Esta semana dedicaremos nuestro espacio a rememorar figura y fastos de Alvar Fáñez de Minaya. Y a echarle un vistazo, uno más, al torreón de la muralla que en Guadalajara aún llamamos con su nombre, en recuerdo y homenaje a su casi legendaria figura.

Dice la tradición que una noche estrellada y con luna, la del 24 de junio de 1085, el capitán Alvar Fáñez, seguido de una numerosa hueste de soldados castellanos, tomaba la antigua Wad‑al‑Hayara de los árabes y la entregaba, como un hermoso trofeo a su valentía, para engrosar las cuentas del collar de Castilla. En realidad, la Guadalajara árabe, una de las capitales de la Marca Media de Al‑Andalus y referencia militar y cultural de la frontera del Henares, se entregó sin lucha al rey Alfonso VI de Castilla cuando éste consiguió la capitulación de Toledo, de todo su reino, y de su monarca Al‑Mamun, en mayo de 1085.

Alvar Fáñez de Minaya era familiar directo del Cid Campeador, don Rodrigo Díaz de Vivar. Y, como él, burgalés de origen. Ahí está, junto a estas líneas, la estatua que la ciudad del Arlanzón le dedicó hace años, en gesto que la honraba y hacía más destacable la abulia que hacia la historia propia existe en nuestra Guadalajara de hoy.

Toda su vida la pasó Alvar Fáñez en lucha contra los árabes de Al‑Andalus, que le temían más que a nadie, según refiere la crónica de Kitab al‑Iktifá. Ya en los años previos a la reconquista de la zona, junto al Cid pasó Alvar Fáñez por el valle del Henares haciendo cabalgadas y ataques por sorpresa. En éllos conquistaron Castejón, el castillo que hoy corona el paisaje inmediato de Jadraque, y aún bajó por Hita, Guadalajara y Alcalá sembrando el pánico, hostigando y destruyendo cosechas. Quedan las leyendas en diversos pueblos de la Alcarria, de que fué Alvar Fáñez su conquistador: éso se dice en Horche, en Romanones, en Mondéjar y en Alcocer.

Lo cierto es que Alvar Fáñez de Minaya aparece en los viejos documentos medievales junto al rey Alfonso VI, como uno de los jerarcas principales de su corte, y que en los años finales del siglo XI y primeros del XII, fué alcaide y jefe militar de Toledo, de Peñafiel y aún de Zorita, figurando como señor de este último fortísimo enclave. Conquistó también directamente la ciudad de Santaver, aguas arriba del Guadiela. Murió en una batalla, y al parecer a manos de gentes segovianas. Era el año 1114. Fué llevado a enterrar a su tierra burgalesa, al monasterio de San Pedro de Cardeña, donde aún puede verse su sepulcro.

El torreón

En la época en que Alvar Fáñez conquistó a los árabes la ciudad de Guadalajara, esta se hallaba rodeada y defendida por una muralla de no escasa consistencia, aun con ser de tapial y poca piedra. Tras el asentamiento cristiano, y especialmente a impulsos de las administraciones de Alfonso VIII y Alfonso X, la muralla ó «cerca» de la nueva y creciente Guadalajara se rehizo, con muros más altos, torreones esquineros y una buen acopio de puertas con arcos, torres albarranas protectoras y un largo etcétera de posibilidades defensivas que la transformaban en una de las ciudades más poderosas y mejor defendidas de Castilla.

La muralla arriacense, en la parte que daba vista al barranco del sur, o de San Antonio, pasaba ante la plaza del palacio del Infantado, y se abría en ella la puerta de Alvar Fáñez o del Cristo de la Feria, que aún se conserva, y es Monumento Nacional. Esta es la que hoy nos recuerda con más fuerza la figura del conquistador Alvar Fáñez. Ese sería, -bien adecentado, como al parecer se va a hacer en breve-, un lugar ideal para instalar un monumento a nuestra primera figura histórica.

Se trata de un torreón de planta pentagonal y tres pisos ocupados por sendas cámaras, todos su muros construidos con mampostería y sillar en las esquinas. La planta inferior, descubierta no hace muchos años gracias a las excavaciones arqueológicas y tareas de desescombro dirigidas por el arquitecto Torcal, tenía la puerta orientada al norte, bajo doble arco de piedra con dovelaje macizo. Sobre ella, otra cámara, y arriba, al nivel actual de la calle, lo que durante muchos años fue «capilla del Cristo de Feria», y que tiene una curiosa cubierta de bóveda de arista, toda ella de ladrillo, que según Pavón Maldonado constituye un ejemplo magnífico y completo de la «teoría de la bóveda» en el arte constructivo mudéjar.

Este torreón, hasta hace poco sumido en un ámbito de suciedad maloliente, ha ido poco a poco renovando su aspecto, con restauraciones progresivas. Nuestro Ayuntamiento, sensible siempre a la protección de los viejos monumentos ciudadanos, va a emprender en breve la restauración definitiva de este edificio venerable, limpiando del todo su interior, abriendo el entorno de forma que tenga aún mejor vista realzada desde fuera, iluminándole, y protegiéndole de futuras suciedades. Será, sin duda, una tarea que merecerá, -el día en que se concluya- nuestro mejor aplauso. De momento, invitamos hoy a nuestros lectores a visitar y apreciar un poco mejor este recio emblema de nuestra historia.