Este será el año del Centenario de Layna

viernes, 1 enero 1993 0 Por Herrera Casado

 

Francisco Layna Serrano, un hombre de Guadalajara

El 27 de junio de 1893 nació Layna en la localidad serrana de Luzón, donde su padre actuaba de médico. Educado en Guadalajara y Madrid, activo como médico durante toda su vida, pero apasionado de la historia y de la raíz entraña de Guadalajara, Francisco Layna Serrano fue el modelo de dedicación desprendida (sin ocupar nunca un puesto oficial ni cobrar por éllo el más mínimo estipendio) hacia la provincia, proponiendo ideas y alentando la cultura a muy diversos niveles. Como Cronista Oficial de la provincia y de la ciudad de Guadalajara, como presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, como Académico Correspondiente de la Historia y Bellas Artes, como periodista, como escritor de libros, como conferenciante y como propagandista en cualquier foro en que se encontrara de los valores alcarreñistas, Layna actuó y entregó su vida en estas lides.

Estas podrían ser las palabras, escuetas pero contundentes y definitorias, para comenzar un año que estoy seguro ha de ser dedicado a la memoria de Layna y de su obra. Es ahora, en este año 1993 que tenemos aún novísimo entre los brazos, cuando se cumplirá el primer Centenario del nacimiento de este personaje al que tanto debemos todos. Será el momento justo, ahora, de recordarle, de hablar de él a las nuevas generaciones. De ponerle como ejemplo y de dedicar un momento de meditación a su memoria. Muchos conocen su estatua en la plaza de la Diputación, otros saben de su calle en el Plan Sur. De su obra numerosa, de densos libros, es más difícil que sepan los jóvenes, porque sus numerosos escritos están superagotados. Esta será la ocasión de oro para traer a la memoria de todos a Layna, y para juntos releer sus investigaciones, sus apreciaciones, sus descubrimientos. Será, en suma, el 93 el «año Layna» en Guadalajara. Y para ello debemos irnos ya preparando.

Los valores de Layna

A pesar de su profesión médica, y del recuerdo de su pericia, dedicación y filantropía que dejó entre nuestros paisanos, su auténtica fama la consiguió como investigador de la historia y el arte de Guadalajara, a la par que luchador y defensor de las esencias provinciales y de la cultura de Guadalajara. Cuando contaba cuarenta años inició Layna sus estudios e investigaciones en torno a Guadalajara. Lo hizo llevado de la irritación noble que le produjo ver cómo un multimillonario norteamericano cargaba con un monasterio cisterciense de Guadalajara, entero, y se lo llevaba a su finca californiana. Se trataba de Ovila. Layna investigó, protestó, y así surgió su pasión de por vida.

Destaca Layna Serrano en sus investigaciones históricas referentes a la familia Mendoza y su importancia en el devenir de la ciudad de Guadalajara. También en sus aportaciones a la historia de las villas de Atienza y de Cifuentes, así como a la arquitectura religiosa románica y militar de los castillos de la provincia de Guadalajara.

Fué nombrado por la Diputacion Provincial de Guadalajara, en 1934, su Cronista Provincial, dedicándose a partir de ese momento en cuerpo y alma a estudiar, a publicar, a dar conferencias, a escribir artículos y a defender a capa y espada el patrimonio histórico‑artistico y cultural de la tierra alcarreña. Entre sus muchos títulos y distinciones, y como he recordado líneas antes, cabe reseñar que tuvo también el cargo de Cronista de la Ciudad de Guadalajara, fue presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, fue académico correspondiente de la de Historia y de Bellas Artes de San Fernando, así como de la Hispanic Society of America, habiendo recibido el Premio Fastenrath de la Real Academia de la Lengua, y recibiendo la Medalla de Oro de la Provincia de Guadalajara tras su muerte, acaecida el 8 de mayo de 1971.

Un Centenario sonado

Quiero con estas líneas hacer, de una forma individual, pero estoy seguro que corroborada por muchos, la convocatoria a preparar este centenario con todo el rigor y la solemnidad que merece. Proponer a instituciones públicas y privadas la realización de actos culturales en torno a su figura y a su obra. Una exposición monográfica sobre Layna Serrano podría recorrer a lo largo de ese año todos los pueblos significativos de Guadalajara en los que su obra se fijó. La edición de sus libros más importantes (Los Castillos de Guadalajara, el Románico, la Historia de Cifuentes, de Atienza, del monasterio de Ovila, de Guadalajara misma…) quizás incluso en una unidad que fueran, de ahora para siempre, las «Obras Completas de Layna», sería el eje de la conmemoración, pues el mejor homenaje a un escritor es leer y conocer sus escritos. Promover un Congreso de historiadores para tratar de completar sus temas fundamentales, actualizarlos, valorar en su justa medida lo por él hecho, etc.

Esas instituciones públicas y privadas, para las que sin duda servirán de abanderados la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Guadalajara, la Casa de Guadalajara en Madrid, los Ayuntamientos de Luzón, de Atienza, de Cifuentes, de Trillo, de Sigüenza, de Torija, etc., las formaciones que pueden dedicar algunos de sus caudales a la promoción de la cultura provincial (Cajas de Ahorro, grandes empresas de implantación provincial), tienen mucho que decir y que hacer en esta ocasión. Ha llegado, pues, el momento, de practicar con rigor y profundidad el alcarreñismo que muchos vocean, y que esta ocasión de rememorar a un paisano que fue importante y lo dio todo, de verdad, por su provincia, puede ser el momento justo de demostrar tanto servicio hacia la tierra que a uno le sustenta. Ojalá nos veamos todos los buenos alcarreños en este sendero de ilusiones y proyectos.