Un gran poeta alcarreño: José Antonio Ochaíta

viernes, 23 octubre 1992 1 Por Herrera Casado

 

Hacía tiempo que debía haber sido pregonado el recuerdo de José Antonio Ochaíta, aquel gran escritor, pensador y poeta del que cada mes de julio, en la noche de Pastrana, nos acordamos fielmente porque tuvo su muerte (como la de todos, previamente marcada en día y hora) como a él le hubiera gustado: en el loor de las multitudes y el sonar de los versos. Y en esta galería de los alcarreños ilustres, casi 20 años después de su muerte, no podía faltar su figura leve, el emocionado recuerdo de su entrañable humanidad, la calidad excelsa de sus versos y el color magnífico de sus metáforas.

Había nacido en el alcarreño enclave de Jadraque en 1903, y desde muy pequeño fue un enamorado de la literatura y el arte. Licenciado en Filosofía y Letras, se dedicó primeramente a la enseñanza en diversas ciudades españolas, dirigiendo también varios periódicos. En Cádiz tuvo una Academia y en Vigo fue redactor y director de un conocido diario. Su afición a la poesía le llevó a componer multitud de letras para canciones de corte español, que luego famosas tonadilleras repitieron por el ancho mundo: algunas de las más conocidas canciones de Concha Piquer, Juanita Reina y Lola Flores fueron escritas por José Antonio Ochaíta, y su composición de «El Porompompero» fue universalmente repetida. Junto a los maestros Quiroga y Rafael de León, puede decirse que el arsenal de la más genuina «canción española» salió de la mano de este escritor alcarreño.

Pero no paró ahí su inspiración y maestría. Dedicado también a la creación literaria, produjo estimables obras de teatro, como la tragedia en verso «Canela», que escribió con Rafael de León y estrenó María Fernanda Ladrón de Guevara, y su famosa «Doña Polisón», drama de tintes hispánicos. Fué nombrado miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, y alcanzó muchas otras distinciones, entre las que debe destacarse muy merecidamente la de Cronista Oficial de la ciudad de Guadalajara.

Sin embargo, toda la inspiración, la sabiduría y la gran cultura de José Antonio Ochaíta se volcó en su quehacer poético, dedicando muchas de sus composiciones a las tierras y personajes de la Alcarria, donde se desbordó en forma de recitales, pregones y actuaciones múltiples. Es verdaderamente lamentable que apenas nos haya quedado obra impresa de este magnífico escritor. Un «Desorden» fue su primer libro de versos, dedicado a la madre que marcó su vida. Siguieron «Turris fortíssima» y «Ansí pintaba don Diego», rarísimos hoy de encontrar. La «Poetización de Jaén» vio la luz gracias al apoyo de su amigo Juan Manuel Pardo Gayoso, jiennense que fue gobernador civil de Guadalajara en los años sesenta, y un pequeño opúsculo sobre «Jadraque, balcón de la Alcarria» se repartió en minúsculo formato por la Diputación Provincial. La Caja de Ahorro y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, le publicó su encendido canto al río Henares, «…conjunción de huertos y castillos», y aún el Ayuntamiento de Guadalajara hizo una corta tirada del texto del pregón que, bajo el título de «Guadalajara de todas las estrellas» pronunció en 1969 para anunciar las Ferias y Fiestas de la ciudad desde el balcón del Ayuntamiento. Algunos poemas y romances vieron la luz en la gran «Antología de la Poesía Española» dirigida por Federico Carlos Sáinz de Robles, y en el libro «Guadalajara en la poesía» que seleccionó José María Alonso Gamo aparecen las increíbles composiciones con que Ochaíta ganó los premios provinciales de poesía en 1966 (Molina de Aragón) y 1973 (Guadalajara) cantando al Señorío molinés y en una «septena» a los castillos provinciales, respectivamente. Su última aparición impresa, siempre en «exposición colectiva» fue en la obra «Cien Poetas en Castilla ‑ La Mancha» que editada por Enjambre dirigió Alfredo Villaverde. Y nada más.

La noche del 17 de julio de 1973, en el transcurso de una más de aquellas clásicas veladas literarias que bajo el título de «Versos a medianoche» y con un marcado carácter provincianista y carmelitano organizaba el Núcleo «Pedro González de Mendoza», José Antonio Ochaíta dijo adiós a la vida mientras recitaba, como si fuera una llama leve, su poema «Tengo la Alcarria entre mis manos». En un momento de su intervención, cuando alzaba su pequeña figura que parecía querer ascender tras las nerviosas manos gesticulantes, se le paró el corazón, quedando un instante en silencio, y cayendo al suelo, ya sin vida.

Por entonces le había pedido a Dios «¡Que me pongan encima de los huesos, / cuando me entierren, el candente broche / de una piedra cualquiera del desmoche / de tu castillería…!» Se refería a los castillos de Guadalajara, de los que sabía historias y leyendas, y las sabía decir como ninguno. Y acababa, en ese continuo hablar con las altas instancias: «¡Padre y Maestro, / te traigo de la Alcarria este disloque / para forjar tu eternidad completa…!». Son algunos de los versos que hace unas semanas publicaba la «Alcarria Poética» de Julie Sopetrán en estas páginas de «Nueva Alcarria».

Y así a miles. Pero, inexplicablemente, la gran Antología Poética de José Antonio Ochaíta, uno de los más grandes escritores que nuestra tierra de Guadalajara ha dado a la literatura española, todavía no se ha hecho. Hace años, la todavía funcionante Institución «Marqués de Santillana» decidió poner en un libro lo más granado de los escritos ochaitescos. Muy pocas personas tenían acceso a sus manuscritos, unos leídos y otros, muchos, inéditos. ¿Será posible hoy, ‑antes de que la incuria cultural de nuestra tierra le sepulte definitivamente en el olvido‑ que alguien, alguna institución, algún organismo con responsabilidades culturales de corte alcarreñista, se decida a poner en un libro lo mejor de la poesía y la prosa de José Antonio Ochaíta? Estoy seguro que sí, porque hay quien puede y quiere hacerlo. Para mí (les aseguro que para muchos de ustedes) será un placer supremo poder leer de nuevo los poemas únicos y extraordinarios de este jadraqueño inolvidable, de Ochaíta.