El Museo que Guadalajara Merece
El lunes pasado tenía lugar en nuestra ciudad, concretamente en el Salón de Actos del Palacio del Infantado, un acto que yo me atrevería a calificar de histórico, por cuanto se vestía de calle un Asociación Cultural que ha venido fraguándose en los últimos meses y que finalmente ha saltado a la palestra de la actividad pública con un objetivo muy concreto, muy específico: defender un elemento de titularidad pública desde la base de una asociación civil, ajena a la Administración. Y digo defender con todas sus vertientes anejas: aplaudir y criticar, de un lado, y poner las ideas y las fuerzas que a la Administración le faltan, de otro.
Se trata de la Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara. No es una idea original, por cuanto ya vienen funcionando asociaciones similares en muchas otras provincias y ciudades españolas. Pero hacía falta, y bajo la presidencia del arqueólogo Miguel Ángel Cuadrado Prieto, joven alcarreño que viene desarrollando una importante línea de trabajos científicos en torno a la historia medieval de nuestra ciudad, con el apoyo de una junta directiva en la que se dan cita gentes variadas, pero de probado amor y servicio a Guadalajara, se acaba de poner en marcha.
¿Qué va a hacer esta Asociación a partir de ahora? Sus propios socios tienen la palabra, y a sus iniciativas democráticamente aprobadas se atendrá la línea actuacional. Pero es muy posible que empiece por plantear los problemas que pesan sobre nuestro más importante museo (por ser de categoría provincial y por tener su sede en el Palacio del Infantado) y que podrían resumirse en estos: dificultad de actuación al depender de diversas administraciones (el edificio es propiedad del Ministerio de Cultura, la administración corre a cargo de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Comunidades, y los fondos que lo integran son propiedad de la Excma. Diputación Provincial); imposibilidad de mostrar gran parte de sus fondos, especialmente los de tipo arqueológico, por falta de espacio; cierre «sine díe» de la Sección de Etnografía, una maravilla de instalación y fondos que se encuentra medio inundada de agua y gas‑oil; posibilidad de que las colecciones de arte de los duques del Infantado, depositadas en el Museo desde hace años, se vayan nuevamente de Guadalajara por falta de entendimiento entre la Administración y los propietarios…
Y más cosas aún: la necesidad de rotar sus fondos por otros lugares de la ciudad y la provincia, para que todos conozcan la existencia y la riqueza del Museo; la posibilidad de organizar en su sede exposiciones temporales con fondos de otros museos provinciales o nacionales, ofreciendo a la población una oferta museística viva y dinámica; la petición a la Administración de que vaya creando en otras localidades provinciales museos que permitan poner en valor las piezas de arte (tantas, y tan ricas!) de nuestra tierra, y que hoy se encuentran a medio colocar, o guardadas (léase la mejor colección de arte de toda la provincia: los tapices de Pastrana, mal colocados e iluminados en algunos locales de la Colegiata por falta de ese necesario entendimiento entre instituciones como, en este caso, son la Iglesia y el Gobierno Regional.
El Museo Provincial de Guadalajara lleva abierto desde hace casi veinte años (11 julio 1973) y en sus cuatro salas se exponen un total de 54 cuadros, varias obras escultóricas, un retablo y diversos muebles de tradición popular. El sepulcro de doña Aldonza de Mendoza, traído entonces del Museo Arqueológico Nacional, es quizás la pieza más relevante del conjunto, por su plástica gótica tan pulcra y bien conservada, y por la importancia de la dama, hermanastra del marqués de Santillana y gran señora feudal de la Alcarria en el siglo XV. Entre las colecciones del duque del Infantado, depositadas en las salas meridionales de la planta baja palaciega, se conservan también importantes óleos de conocidas firmas, armaduras, esculturas, cerámicas chinas y la mejor pieza de arte de toda la provincia: el retablo del maestro Jorge Inglés dedicado a la Virgen de los Ángeles y que muestra las figuras orantes de Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, y de su esposa Catalina Suárez de Figueroa. Este retablo, ‑que desde hace diez años está guardado en el Palacio del Infantado a la espera de un acuerdo entre la Administración regional y los propietarios, los señores duques del Infantado‑, se encuentra ahora mismo troceado, exponiéndose el retrato del marqués en solitario en el Pabellón de Castilla‑León de la Expo’92 en Sevilla, y el resto en la exposición «Reyes y Mecenas» de Toledo. ¿Volverá después a Guadalajara, y será finalmente expuesto a la admiración pública en el lugar donde muy probablemente fue pintado, en Guadalajara? Ese es uno de los retos que tiene ante sí la naciente Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara, a la que desde aquí auguro y deseo toda clase de éxitos en su desinteresada actividad en pro de este Museo Provincial y de todo el patrimonio artístico de nuestra tierra, tan rico y espléndido, sí, pero siempre tan amenazado y como en precario. «Mucho te quiero, perrito… pero pan, poquito», como dicen en la Alcarria cuando todo se va en admiraciones, pero a la hora de la verdad, ni un duro para nadie. Esperemos que, como es de justicia, al Museo de Guadalajara también le vayan llegando los duros que le hagan funcionar como debe. Y como merece.