Tomás López Medel, un tendillano en América
Una de las figuras con más renombre que Tendilla cuenta en la nómina de sus hijos ilustres, es, sin duda alguna, ésta de don Tomás López Medel, que desde su pueblo natal, pasó en su juventud estudiosa a Alcalá de Henares y luego a Sevilla, de donde partió a gobernar, con su rectitud y sabiduría, una parte de las Indias. Hoy vamos a recordarle en su peripecia humana, en el poso que dejó allá en América, y en la huella que, finalmente, asentó en su pueblo de la Alcarria. Tal vez con estas líneas que siguen se justifique un tanto la propiedad inmortal de los hombres y de sus grandes acciones. Que así, en este momento de cuatro siglos después, se hace breve repaso y cumplido recordatorio de su existencia ejemplar.
Nació Tomás en Tendilla, a principios del siglo XVI, hacia 1520, hijo de un labrador, honrado y cristiano viejo, llamado Francisco Medel, El joven, deseoso de conocer mundo y adquirir conocimientos, marchó a Alcalá de Henares, donde estudió Derecho Canónico, acabando la carrera en mayo de 1539. Con este título marchó a Sevilla, donde hizo algo de política, y conoció gente importante, tal como al doctor Egidio y a Constantino Ponce, que luego resultaron destacados luteranistas del núcleo hispalense. Allí, en Sevilla, consiguió ser nombrado para el cargo de Oidor en la audiencia de Guatemala, saliendo de España en agosto de 1548, y arribando al nuevo continente en noviembre de ese mismo año, desembarcando en Puerto Caballos (Honduras), y haciendo un viaje penosísimo, cuajado de peligros y enfermedades, hasta la ciudad de Santiago, donde debía realizar su cometido.
Al llegar allí se encontró con la gran figura de Alonso López de Cerrato, gran defensor de los indios, como presidente de la Audiencia. En la época que estos dos hombres realizaron juntos su tarea, los indios guatemaltecos adquirieron una notable autonomía, llegando a promocionar la formación de cabildos indígenas en los poblados, y dándoles acceso a los aborígenes a diversos cargos en el gobierno de sus pueblos. Se les protegía también de las injusticias y violencias que les hacía algunos españoles encomenderos y lucharon contra personajes que sólo tenían por meta robar y matar para enriquecerse con el oro de América. Encontró Medel, sin embargo, grandes colaboradores y amigos en su actividad, como fueron los historiadores Alonso de Zorita y Bernal Díaz del Castillo.
En 1557, Tomás López Medel fue trasladado, también con el empleo de Oidor de la Audiencia, a Santa Fe de Bogotá. Estando allá nuestro personaje no perdió el tiempo ni pensó en la fácil riqueza. Se preocupó de visitar continuamente los territorios sobre los que ejercía jurisdicción, y fue tomando numerosos apuntes de la vida de los indios y la naturaleza en los territorios colombianos de su demarcación. También viajó por el Yucatán y por toda la América Central. Y así llegó a escribir su libro, interesantísimo, que recogió y encuadernó su sobrino el monje fray Juan de San Jerónimo, y cuya copia, manuscrita en el siglo XVIII por Juan Bautista Muñoz, se conserva en la Academia de la Historia, de Madrid, y cuyo título es Tratado de los tres elementos, aire, agua y tierra, en que se trata de las cosas que en cada uno de ellos, acerca de las occidentales Indias, naturaleza engendra y produce comunes con las de acá y particulares de aquel Nuevo Mundo. Es un libro muy curioso, que trata de temas de historia social, económica y religiosa de las Indias, y de biología de las mismas, y que ha sido recientemente editado y comentado por Berta Ares, con beneficio tamaño para cuantos se interesan en estos temas americanistas.
López Medel escribió otros libros estando en América: el Matalotage espiritual, cuyo original se ha perdido, tocante a las condiciones y virtudes que debían reunir los misioneros en América. Se conservan, incluso publicadas, algunas cartas interesantes suyas, referentes a la situación de Guatemala y Colombia, con detalles de personajes seglares y religiosos de mediado el siglo XVI.
Años después de residir en Bogotá, en 1562, decidió volverse a España. Entró de nuevo en la Universidad de Alcalá, uno de los lugares más crecidos en figuras del saber de todo el orbe, y allí continuó sus estudios, a pesar de su madura edad, en Artes y Teología. Aprovechó bien el tiempo, y recibió las órdenes sagradas. Viajó inmediatamente a Roma, donde fue recibido por el Papa, a la sazón Pío V, a quien presentó su libro. Recibió del Santo Padre algunas Bulas y reliquias que guardó López Medel para regalar al monasterio de los jerónimos de Tendilla, como luego se referirá.
Su saber y notoriedad llegó tan alta, que Felipe II pensó en él a la hora de proveer la vacante mitra episcopal de Guatemala, hacia 1572, pero Tomás López no la aceptó, pues su aventura americana le había resultado ya fatigosa y larga. Poco después, en 1574, recibía una prebenda sustanciosa, cargo que requiere más santidad que otra cosa, y así, él (Felipe II) se lo dió por serlo muy mucho. Nombrado provisor del Hospital Real de Villafranca de Montes de Oca, pasó el resto de su vida entre este lugar y Tendilla. Ya viejo, murió en 1582, siendo enterrado en su hospital, y luego trasladados sus restos mortales al convento jerónimo de Santa Ana, en su pueblo natal, siendo puestos en la capilla que llamaban del Oidor, y que él había fundado y dotado espléndidamente años antes.
Estando en Santiago de Guatemala, en 1556, hizo una donación de 650.000 maravedises para misas y mantenimiento de la capilla, y de otros 50.000 para poner en ella una reja, crucifijo, estatua de Cristo atado a la columna, un cuadro de San Juan Bautista, y otro de San Juan Evangelista, comprar ornamentos de raso, cáliz, misal y varios candelabros. El dinero fue enviado desde América, y recibido en Sevilla por el doctor Gascón, inquisidor a la sazón, quien los guardó en depósito hasta que los monjes de Tendilla fueron allí a recogerlo. Su sobrino, hijo de una hermana, llamado fray Juan de San Jerónimo, se encargó de dar una sepultura digna a este cabal y trabajador personaje, que con sus acciones dio nueva dimensión y más alto resonar al pueblo en que vio la luz primera. Tendilla debería tener siempre presente el recuerdo de don Tomás López Medel.